Sentipensando desde el Sur

Siujen Chiang Muñoz

¿Qué vamos a conmemorar? Reflexiones sobre los 50 años del Golpe Militar en Chile

Durante 2023 en Chile se vivirán una serie de actividades para conmemorar los 50 años del Golpe de Estado, una herida que sigue sin poder sanar, resultado de décadas de impunidad y ausencia de real justicia. Y toma relevancia una idea necesaria para quienes construimos desde abajo y a la izquierda, el de tener agenda propia que marque nuestro calendario, pensarnos y hacer en función de los hechos que nos dan sentido, porque el desde arriba es engañoso y nos mete conmemoraciones y celebraciones a su antojo que nos pierden con el discurso de “en la medida de lo posible”.

¿De qué sirve la mesa intersectorial que el gobierno armó en junio del año pasado para planificar las actividades que se realizarán durante este año? Dar cuenta de la memoria histórica es evidente, pero una parcelada que está llena de desmemoria estratégica, para no molestar a quienes hoy tienen el sartén por el mango, justo cuando tenemos fresquita la revuelta, su represión y los centenares de presos políticos que aún están en la cárcel, donde no sirven las estatuas, ni los arreglos florales a los pies de Allende, ni los gestos ante su figura.

Cuando durante décadas los sobrevivientes han tenido que dar cara a las instituciones para que los centros de tortura se transformen en sitios de memoria, contados con los dedos de la mano los que lo han logrado, más por el empuje de los colectivos que por políticas institucionales que realmente quieran sanar la herida supurante de este país.

Cuando los medios de comunicación oficiales dan cabida a personajes que insisten en negar el horror de la dictadura. Cuando nos tenemos que aguantar que hablen de su general como el salvador, en el negacionismo pleno que insulta y ahonda la herida, en la más completa impunidad.

Cuando cada cierto tiempo se habla de indultar a los pocos presos de Punta Peuco, por viejitos, por enfermos, como si de abuelos inocentes se hablara, con los que hemos cometido la injusticia de recluirlos en un hotel con estrellas, y no de asesinos y torturadores, que siguen teniendo presencia en la sociedad sin mostrar el más mínimo arrepentimiento y aún el pacto de silencio no nos deja saber dónde están los cuerpos de los y las nuestras.

Hablar y reflexionar sobre la Unidad Popular, se tilda de resentimiento y lo que impide llegar al dialogo necesario para que este país sane, muestra de ello es la información que salió en los medios oficiales respecto a la reunión en La Moneda para definir los lineamientos para las actividades conmemorativas: que no sea nostálgica ni polarizante, apuntando a las nuevas generaciones, destacando el valor de la democracia. Palabras correctas que apuntan a lo neutral, poniendo el acento en actividades culturales, pero que deja esa sensación de hablar, de cumplir, pero sin molestar.

Pero el hacer del abajo puede y debe llenar los vacíos, porque dan cuenta de nuestra historia y de cómo las pequeñas piezas que podemos reunir nos dan sentido y razón. Donde los pequeños grupos, los medios de comunicación populares, las organizaciones que enfrentan el cotidiano con trabajo colectivo y horizontal, tienen mucho que decir, porque harta experiencia tienen.

Al cumplirse 30 años del Golpe, la renacida Editorial Quimantú se dio al esfuerzo de hacer un documento que diera cuenta de los hechos, grandes y pequeños, que fueron parte del proceso de la Unidad Popular, reuniendo tesoros escondidos de esa historia que buscaban que se perdiera, y que terminó siendo el “Y que jue”, una publicación tipo periódico. “Unos dicen 30 ¡Usted diga 33!” decía su titular, y al interior los testimonios, noticias y recortes que mostraban que el proceso de la UP tuvo de todo, discusiones internas, interesantes reflexiones políticas en cada sector, cómo se involucraron las personas, fueran de partido o no y, sobre todo, mucha esperanza y alegría, algo que no necesariamente se refleja en la extensa bibliografía que analiza el periodo.

En La Legua, una de las poblaciones más golpeadas durante la Dictadura y severamente intervenida en los años concertacionistas, el castigo por haber sido un territorio organizado políticamente durante la UP, la Casa de la Cultura ha sabido pararse desde el cotidiano por más de 30 años, organizando el Carnaval (que recuerda las masivas actividades que se hacían para el aniversario de la población), o la Cicletada conmemorativa del 11 de septiembre, que a través de estaciones van marcando hitos en su territorio, rescatando hechos y personas que no aparecen en los libros de historia pero que son relevantes para contar la de la población. Montados en bicicletas, la recorren de punta a rabo, y se encuentran con las y las vecinas, a quienes enseñan y de quienes aprenden, porque pueden contar lo que vivieron.

Existe una población en el límite entre las comunas de Macul y La Florida, la Nuevo Amanecer, que no tiene buena fama y en donde te dicen que “hay que entrar con cuidado”. Durante la UP ese territorio se llamó Nueva La Habana, y fue un símbolo de poder y organización popular, con escuela, sistema básico de salud, y hasta principios de justicia, autogestionados por los y las pobladoras. Los golpistas desmantelaron todo proceso organizativo a sangre y fuego, sus habitantes trasladados a zonas periféricas, los principales líderes asesinados o exiliados, intentando sepultar ese trozo de historia, pero que con mucho esfuerzo ha logrado salvarse del olvido a través de reportajes, investigaciones y porque no decirlo, traspasado a las nuevas generaciones como historias orales por quienes no quieren perder el símbolo que significó en una época en que todo era revolucionario.

Durante años las mujeres sobrevivientes de la Venda Sexy, centro de tortura que estuvo en primera plana el año pasado por el cortometraje animado “Bestia”, han luchado por que el lugar se transforme en sitio de memoria, logrando una mesa de trabajo con el gobierno. Ellas ponen una placa conmemorativa en la casa, aún de privados, recordando a quienes fueron asesinadas en el lugar y exigiendo justicia por la violencia político-sexual por lo que es conocido el centro. Pero a los pocos días esa placa es destruida por los actuales dueños, pero continúan, no como locas que golpean la pared, sino con la tozudez necesaria para dejar huella, removiendo conciencias en quienes viven alrededor.

Y sí, se cumplen 50 años, es una fecha importante en donde las instituciones harán lo suyo, pero que quienes nos organizamos hoy, en base de lo que fue, con perspectiva de lo queremos llegar a ser, con el horizonte de ese mundo otro en donde todos y todas cabemos, debemos dar la vuelta de tuerca a este año terminado en 3, estableciendo nuestros hitos y saber qué queremos recordar.

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