Sentipensando desde el Sur

Siujen Chiang Muñoz

Cuando l@s estudiantes alzan la voz

Abril comenzó agitado en los liceos santiaguinos, con al menos nueve establecimientos “emblemáticos” movilizados, entre ellos el Liceo 1, el Instituto Nacional, el Instituto Barros Arana, el Liceo 7 de Ñuñoa, el Carmela Carvajal y el Liceo de Aplicación.

Sus demandas son internas, como falencia en infraestructura, revisión de protocolos sobre acoso, falta de personal y problemas con la alimentación Junaeb (el sistema de almuerzo escolar), a la vez que manifiestan su rechazo a la “Ley Gatillo Fácil”, aprobada por el Congreso estableciendo la “legítima defensa privilegiada” a carabineros y que incluso ha puesto en alerta a la comisión de derechos humanos de la ONU por contravenir el derecho internacional en la materia.

Aunque al momento varias tomas se han bajado en las votaciones internas, los estudiantes siguen en movilización, haciendo olas en el mundo adulto. Desde verdaderos portazos con rechazo absoluto de sus peticiones, llamados a desalojar tomas (en el Liceo 1 la votación por la continuidad de la toma se vio suspendida por el desalojo, faltando un voto para alcanzar el quorum requerido) tanto de autoridades como de los mismos apoderados, sanciones para quienes se movilizan, como también mesas de negociación que incluyen respuestas punto a punto de las demandas de los estudiantes dentro del marco institucional.

Desde el “Mochilazo” (movimiento estudiantil de 2001) todas las movilizaciones estudiantiles han tenido su trampa en la institucionalidad, pero en el mundo popular han dejado huellas indelebles, como ha sido la forma de acción a través de asambleas horizontales y de acuerdos, con vocerías múltiples y paritarias, que vemos desde el 2001, pero que en la Revolución de los Pingüinos fue una de sus grandes fortalezas. L@s jóvenes han logrado poner sobre el tapete problemas de larga data, y con mayor o menor respaldo, son actores que tomar en cuenta.

La acción de l@s estudiantes secundarios va a estar reñido con “esta no es la forma”, sin embargo, la forma que fácilmente se condena como violencia (las tomas, llamados a movilización, encapuchados), es una respuesta válida cuando se han cerrado las puertas, se invisibilizan los problemas, y el diálogo no deja de evidenciar la jerarquía de poder que encabezan los adultos. Finalmente, la movilización estudiantil saca temas y problemas a la luz, que sólo con un gran remezón se ven y nacen instancias de solución más evidentes y concretas.

Ver y escuchar a l@s dirigentes de los estudiantes, demuestra que también trabajan sobre confianzas y afectos, dos elementos que generalmente no están presentes en los grandes debates políticos, pero que son relevantes en las organizaciones que piensan en Mundos Otros. Actuar en solidaridad con sus compañer@s, recibir sus denuncias, hasta las más difíciles, y buscar vías de solución que estén o no dentro del marco normativo del establecimiento, preocuparse de lo que nos puede afectar como país, haciendo hincapié en la necesidad imperiosa de mejorar el sistema educativo para todos sus actores, habla de jóvenes críticos y dispuestos a dar la cara, y se agradece montón el empujón en medio del alicaído terreno en que se mueven las organizaciones sociales en el Chile de hoy.

En los espacios de negociación se descalifica la participación de actores que no están constituidos legalmente, considerando que hoy la participación política pasa por colectivos que no están de acuerdo con esta conformación legal, que tiene protocolos y procedimientos normados a la pinta del sistema que se critica… ¿cuántas veces hemos escuchado este argumento desde el arriba que intenta gobernarnos? Con ustedes no se habla porque son pocos, porque no tienen estatutos, porque no están identificados todos sus participantes, negando que desde la organización popular los papeles duran poco, pero las confianzas toda la vida.

Haciéndole justicia a la historia de las movilizaciones estudiantiles, el “cuando grande quiero ser secundaria” (escuchado en varias conversaciones informales) demuestra el valor que han tenido en la organización popular. Así como el “Mochilazo” se inició por demandas por el transporte escolar (pase gratuito que funcionara todo el año), en 2006 “La Revolución de los Pingüinos” logró la derogación de la Ley Orgánica Constitucional de Educación (LOCE) que venía desde la Dictadura, aunque la trampa de la institucionalidad fue promulgar la Ley General de Educación (LGE) que no significó cambios radicales con la normativa anterior, y que significó movilizaciones en 2008 y 2009. En 2011 la organización estudiantil comenzó a movilizarse por el financiamiento de la educación, siendo de las mayores protestas de la década. En 2018 fueron las “Tomas Feministas”, un hito para visibilizar y crear protocolos sobre acoso sexual y violencia de género, mientras que 2019 el “Salto al Torniquete” de las estudiantes secundarias, fue el comienzo de la Revuelta de Octubre que significó la mayor movilización social en Chile desde el término de la Dictadura.

En la actualidad el mundo de los de abajo en Chile vive una crisis de acción. Después de la Revuelta de Octubre y la pandemia, muchas de las fichas de las organizaciones sociales se pusieron en la Convención Constituyente, cuyo fracaso derivó a una comisión de expertos que en nada se parece a lo que se demandó en la calle durante la Revuelta, con un gobierno elegido para frenar a la ultraderecha, pero que terminó apoyando nuestros más grandes temores, como la Ley del Gatillo Fácil, que la derecha nunca pudo sacar, pero hoy vemos aprobada por el Congreso.

Y en este escenario, ver actuar a l@s dirigentes estudiantiles hace patente que la solidaridad es la ternura de los pueblos y que la mejor opción para quienes creen en construir un Mundo Otro, es apañar a est@s adolescentes, que creerle al mundo de arriba que insiste en cerrar puertas para construir entre ellos el mundo de tod@s, de eso ya se ha tenido bastante.

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