Sentipensando desde el Sur

Siujen Chiang Muñoz

Volver a las raíces

Desde que comencé a convivir con las experiencias desde abajo y a la izquierda, vi la necesidad de generar una agenda propia que nos reuniera y motivara el trabajo horizontal y colectivo, que no estuviera marcada por las fechas del arriba que impone, sino que fuera fuerza de nuestras luchas y modos de ver esta otra sociedad a la que aspiramos.

Pero entre pensarlo y hacerlo hay distancias enormes, hay veces en que se logra, pero la mayor parte del tiempo los embates de la institución y el modelo que representa, es más fuerte. Y de muestra un botón, después de la pandemia y la desarticulación que vino después de la Revuelta de Octubre, encajando el clamor en las calles a una nueva constitución, el gobierno chileno decidió que era tiempo de mirar Chile después de 50 años del Golpe de Estado, y bajo los ejes memoria, democracia y futuro, no han parado de realizarse actividades al respecto.

Pocos han podido pararse con una óptica distinta, entendiendo que los 50 años son relevantes para nuestro país, pero que no se puede hacer el relato como que desde ahí se construye un país, sin ser críticos de cómo se dio la vuelta a la “democracia” o haciendo una revisión seria de lo que fue la Unidad Popular. La agenda de arriba dijo, y sobre eso se hace.

Cuando comencé a trabajar en la Editorial Quimantú, esa nueva que encontraba en su alter ego de la Unidad Popular el horizonte donde quería proyectarse y que iniciaba su camino junto al siglo XXI, una de mis primeras tareas fue pensar en una cronología que acompañara el día a día desde nuestras luchas a una agenda dedicada al Che Guevara. No fue fácil, en cuanto todo lo que se podía recabar era el largo martirologio de cuántos de l@s nuestr@s habían perdido su vida en terribles circunstancias.

Sin las heridas de otr@s (nací en 1974, sin familia o amistades que fueran víctimas directas de la dictadura, por lo tanto mis fantasmas de injusticia con rostros definidos se mostraban sin el dolor punzante de seres queridos que ya no están), mis ganas se concentraron en encontrar esos datos perdidos, que hablaran de la alegrerebeldía con que nos nutrimos para darle pelea a este sistema. Y me di cuenta de que nos habíamos perdido la vida de quienes lucharon contra la dictadura, concentrándonos en cómo habían muerto, pero no las elecciones que tomaron, la inmensa ternura con que abrazaron su rebeldía.

Poco más de 10 años habían pasado desde que la dictadura había terminado, cayendo en una democracia transada, ahondando en el modelo impuesto a fuego y sangre, y en donde la herida supurante de impunidad volvía a abrirse una y otra vez con la bofetada de los gobiernos progresistas que siguieron a los 17 años de horror.

Trabajar en esa agenda se transformó en el lente con que decidí mirar desde entonces, buscando las oportunidades para el trabajo apañador y solidario con que se construyen nuevos mundos, tarea permanente en la que no se puede bajar los brazos. Me llevó a vincularme con montón de gente, reunida en colectivos, agrupaciones y manadas de todos los sectores de Santiago y de regiones, donde aprendí que había una historia oficial que mantenía oculto aquello que podría desestabilizarla, porque deja en evidencia lo que omite y sobre lo que miente.

A través de Quimantú, me di a la tarea de buscar y encajar las piezas de esa otra historia que no nos cuentan los libros que se ven en la escuela, y me encontré con relatos (y las personas que los contaban) de dolor y rabia, pero también llenos de vida y ternura cuando la experiencia se pone al servicio de otr@s. Así nacieron libros, pero también actividades de abajo y a la izquierda, que se construyen a pulso y con autonomía de fondos estatales o de grandes empresas, en que la premisa era reunirnos, tomarnos los espacios, y sentir que no estábamos sol@s. Entre Tomas Culturales (donde se lanzaba la revista Perro Muerto), Yo me Libro (presentación de los libros de Quimantú) y América Leatina desde Abajo (feria internacional de libros), fuimos organizando las piezas de este puzzle que era nuestra historia.

A partir de otras experiencias también se batalla para estar más cerca de esta agenda propia, como la Red de Abastecimiento Feminista La Uslera, en que lo que nos reunía era el dar alimento a nuestros hogares, y en donde fuimos creando formas de hacerlo sin estar pegados al libre mercado, trabajando las confianzas y el afecto como parte importante de nuestro quehacer. En medio de la pandemia, fue esta red la que permitió tener verduras frescas y alimentos de primera necesidad a precios justos, cuando el mercado de arriba torturaba con especulación y miedo, marcando tiempos con pequeños productores y nacientes redes de distribución.

Y ahora, cuando estoy metida hasta las masas en la organización de l@s apoderad@s del liceo donde estudia mi hija, en donde todo grita institución, norma y estructura, hemos logrado armar un colectivo de mamás aperradas (queridas Mamuchas), que dribleamos con el sistema rígido marcando pauta con nuestros objetivos, trabajando la organización interna que era inexistente antes de que tomáramos las riendas, y en el apañe a l@s estudiantes, un trabajo que está lleno de ternura en cuanto son nuestr@s hij@s l@s que se ven beneficiados con lo que podemos dar.

Ninguna de estas pegas sería parte de la agenda propia si no las evidenciamos, encontrar las piezas de nuestra historia que son relevantes como experiencia para otras organizaciones y colectivos, porque marcar el calendario con nuestras fechas implica construcción permanente, estar atento a lo que pasa alrededor, respetar los tiempos y las formas de tod@s los que hacemos desde abajo y a la izquierda, y de crear instancias en que nos permita analizar lo que significan cada uno de nuestros espacios/tiempos importantes, y así poder contar esa otra historia que tanto le hace falta a la América Rebelde.

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