Reflexiones desde la butaca

Denise Anzures

Luis Chavira, un héroe anónimo

Hace un par de semanas el Teatro Sergio Magaña cumplió 25 años de servicio y Chavira, el coordinador del recinto recuerda con orgullo que hace 30 años, el maestro Manuel de la Cera, entonces director del Instituto Nacional de Bellas Artes, lo invitó a trabajar para formar parte del rescate del Sergio Magaña.

Se organizaba en ese entonces el VI Festival Latino de Nueva York en México, y de la Cera me dijo “Mañana tiene usted una entrevista con Florentino Castro, director de Sociocultur, efectivamente me recibió al siguiente día para lanzarme un trallazo: ¿Tú eres el famoso Luis Chavira?, vamos a ver si eres tan bueno- y, ése, fue mi recibimiento.”

Con 76 años cumplidos, Chavira, no solo es el encargado de mantener en orden todos los detalles técnicos de los montajes que son programados, le gusta abandonar su oficina para salir a volantear con una botarga en los alrededores de la colonia Santa María la Ribera para invitar a los vecinos, además de utilizar su instrumento preferido de divulgación: su megáfono que anuncia la función de ese día.

Nunca espera a que lleguen los volantes del Sistema de Teatros de la Ciudad de México, siempre se da a la tarea de elaborar rústicamente volantes en papel bond que son utilizados para las tareas de difusión.

“Cuando llegué aquí, el teatro, estaba completamente abandonado, era un tiradero de basura.” Recuerda que en ese entonces, los dueños del recinto eran de la Confederación Campesina, pero antes de que este espacio se convirtiera en un teatro, fue La Quinta San Miguel, construida en 1987 por Manuela Chillarón quien mandó a construir el Templo de Nuestra Señora de la Salud.

Fue acertada la decisión de Don Manuel, en traer a Chavira a este espacio; un recinto tan importante para la vida cultural de la ciudad que parece estar abandonado a la buena de Nuestra Señora de la Salud, sin embargo, sin el entusiasmo y dedicación del coordinador del teatro, este espacio, sin duda, estaría en las mismas condiciones que cuando él llegó.

Chavira se siente orgulloso de los murales que albergan el recinto; convencido de su belleza, me comparte la historia de los murales que son fragmentos de la historia de México desde la  conquista hasta la era del agrarismo. Con una sonrisa pícara me confiesa  que hace un tiempo vinieron especialistas del Instituto Nacional de Antropología e Historia INAH, para inspeccionar el estado de conservación de los murales. Exaltado me comenta: “Gracias a Dios, pinté las paredes del interior del color original, que es el blanco, pero déjeme decirle que como yo desconocía todo aquello de la conservación, primero pinté las paredes de azul, era un azul muy tenue, después los pinté de café y la última pintada fue de blanco porque era la única pintura que tenía disponible, ¡imagínese usted que llegan estos señores del INAH y empiezan a tomar fotografías y me preguntan “¿usted trabajó en el INAH?” No, señor, “Pues si sabe su oficio, señor Chavira, porque el catálogo nos dice que el color debe de ser blanco.” Asombrada le pregunto, ¿qué hubiera pasado si el color hubiera sido otro?, “Sin duda, me hubieran cerrado el teatro.”

Chavira es un hombre de bien, y me asombra su capacidad de agradecer a quienes lo ayudaron a trabajar en este teatro cuando recuerda Don Manuel de la Cera, del que piensa sin titubeos que fue un gran hombre de cultura. “Yo trabajé con él en el ISSSTE, luego nos fuimos a la Compañía de Luz y posteriormente a los Teatros del Seguro Social y, siempre nos enseñó a trabajar con lo que había. Tuve la fortuna de tenerlo como jefe durante más de 15 años.”

Administrador del Palacio de Bellas Artes en la década de los 80, Chavira cree que la cultura se edifica con amor, pasión y honestidad. “Es una manera de transmitir al otro cosas hermosas”, ése es el oxígeno de Chavira, quien remata con esta frase “La cultura debe de florecer, antes decíamos que la cultura y los jóvenes eran el futuro y no es cierto, los jóvenes son el presente y la cultura debe de florecer en todos los ámbitos.”

Recuerda que él y Don Manuel organizaron un concierto con la Sinfónica Nacional a precios populares que rondaban en ese entonces en veinte pesos. “A regañadientes, las autoridades aceptaron esa propuesta y fue una experiencia bellísima porque pudimos ser testigos de cómo llegaba gente muy humilde, niños con sus cajones de boleo y sacaban sus moneditas para ver a la Sinfónica Nacional; cuando comenzó el concierto, ni las moscas se oían.”

Chavira es un hombre que siempre está de lado de los actores, por eso insiste en la necesidad de salir a las calles a divulgar el quehacer de las compañías que se presentan aquí. Conoció a directores como Sergio Magaña, Juan José Gurrola y Emilio Carbadillo, que a propósito de ese recuerdo tan entrañable me comparte que el teatro se llamaba Roberto Amoroso, que fue  uno de los fundadores de la Conasupo, sin embargo, la primera obra que se presentó aquí fue Santísima, dirigida por el Mtro. Magaña, el 26 de julio de 1991, en la que actuaba Alma Muriel, Ernesto Laguardia y Claudia Guzmán. Debido al éxito de la temporada se hicieron las gestiones necesarias con las autoridades de la Conasupo para darle al teatro el nombre que merecía.

Le duele el olvido en el que ahora se encuentra la colonia Santa María la Ribera y recuerda con nostalgia que era una colonia de tradición. “Fue una de las primeras colonias que tuvo la Ciudad de México. Si uno recorre sus calles podrá ser testigo de monumentos históricos y construcciones bellísimas que fueron construidas en la época del porfiriato; aquí habitaron grandes personajes de la literatura y la pintura como el Doctor Atl, Amado Nervo, Enrique González Martínez y Mariano Azuela.”

En el interior de su oficina observo un cartel sobre un Festival de Teatro Latino de los 80, que me llamó la atención porque es el mismo que mi padre tenía colgado en su estudio. ¡Vaya sino va a ser el mundo un pañuelo! Chavira conoció muy bien a mi padre, ambos habían trabajado con Don Manuel, ambos personajes son verdaderos entusiastas de la divulgación y preservación de la cultura.

Brindemos pues por Chavira, por ser un amoroso guardián del Teatro Sergio Magaña.

Foto: Isael Almanza

Denise Anzures

Periodista, egresada de la Escuela Carlos Septién García, especializada en la promoción y divulgación de las artes escénicas e instruida para ser ciudadana de este mundo por el movimiento zapatista.

Una Respuesta a “Se trata de limpiar la casa, no de vaciarla”

  1. Lázaro Azar

    Todo iba muy bien, hasta que esta señorita sacó a relucir sus resentimientos y amarguras contra Chumel Torres. Pobrecita. No hay nada que hacer contra sus limitaciones y prejuicios cuatroteros.

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