Reflexiones desde la butaca

Denise Anzures

¿Por qué los novelistas no van al teatro?

Salvo algunos casos como lo es Juan Villoro, que suple al grupo de novelistas mexicanos tan ausentes en las salas de teatro, es quizá el único escritor con intereses en el terreno de la dramaturgia, y de manera particular en algunos aspectos de la investigación teatral, así como un espectador asiduo. Sin embargo, durante todos estos años jamás me topé de forma regular con algún escritor, nunca vi a Monsivais, Fuentes, Montemayor, Taibo II, Pitol, Poniatowska, Pacheco, -por nombrar algunos- visitar las salas de teatro. La pregunta me intriga. ¿Será que el teatro que se hace en México tiene el don del aburrimiento? ¿Su ausencia obedece a que se consideran una deidad de la ficción? o es simplemente que no existió inquietud alguna por conocer a sus coterráneos dramaturgos.

Hace algún tiempo llegó a mis manos un libro de J.M. Servín, bajo el título DF Confidencial: crónicas de delincuentes, vagos y demás gente sin futuro;  una edición que retrata de manera brillante los bajos mundos de la urbe capitalina, de la violencia, del agandalle, de lo ulcerado que resulta recorrer algunas zonas de la capital, no de aquellas colonias clasemedieras en las que muchos de nosotros nos hemos criado y a decir verdad, hemos transitado en la profesión del teatro, sino de aquellos lugares en perpetua decadencia. Servín, es un agudo observador e investigador que se mete a fondo en las zonas marginales de la gran urbe para saltar con una narrativa desbocada. Menciono esta anécdota literaria de Servin porque me hubiera fascinado conocer a Enrique Metinides, el gran exponente del fotoperiodismo de la nota roja en México, no en una crónica ficcional, sino en una puesta en escena que nos mostrara la fascinación morbosa que sentimos los mexicanos al observar un accidente o un cadáver, es decir, un placer oscuro por la muerte, por ejemplo.

Regresando a la pregunta del primer párrafo, confieso que sigo sin poder responder, sin embargo, considero que muchas de las historias que se cuentan en el teatro mexicano, carecen precisamente de lo que hizo J.M. Servín: condesar la realidad y llevarla al límite; es decir, el resultado de la edición fue dar a los lectores grandes relatos que no conocíamos y que son capaces de modificar algunos puntos de vista para entender mejor la realidad de nuestro terruño. Otro ejemplo lo es Antonio Ortuño, hacedor de personajes de un realismo escabroso como lo es el Animal y los avatares de lo que significa aspirar a las becas de apoyo al arte mexicano en su novela Ánima. Otra lumbrera lo es Guillermo Fadanelli, en su libro ¿Te veré en el desayuno? donde recrea cuatro personajes tejidos en un realismo literario casi simplón, pero la apuesta de Fadanelli es estructurar con bisturí elocuentes anécdotas y como cirujano de almas, nos acerca a personajes en constante ebullición.

Me congratula que estos escritores estén escribiendo con coraje e inteligencia, exprimiéndole a cada historia la última gota de limón. Amantes de la literatura marginal, de los antihéroes, de las prostitutas, de los gays, de los oficinistas, de las amas de casa, de los taxistas, de los polis, de los artistas que triunfan o los que viven en franca decadencia, para que sean en estas historias una especie de lepidópteros. Francamente la metaforfosis no debiese ser exclusiva de las mariposas, sino de cualquier personaje imaginado por el novelista o dramaturgo.

Para cerrar estas cavilaciones sin sentido o no, creo que la apuesta de estos novelistas radica en su ímpetu por la investigación, la observación y el diálogo interno. Quienes han tenido el privilegio de visitar a estos escritores compartirán en buena medida que son un bálsamo para el hartazgo que sentimos al ver constantemente obras de teatro ornamental en los que impera el arte de la tautología tan habitual en México. En buena medida, creo que una de las deficiencias del teatro en México es que no hemos logrado condesar la tremenda realidad de los hombres en una base ficcional sólida que sea capaz de ponernos en perpetuo conflicto.

Nota al pie: sigo sin entender por qué los novelistas no son asiduos al teatro, si en buena medida tendría que ser una actividad inherente a su oficio de escritores. ¿Alguien tiene una respuesta? No se vale defenderse.

Denise Anzures

Periodista, egresada de la Escuela Carlos Septién García, especializada en la promoción y divulgación de las artes escénicas e instruida para ser ciudadana de este mundo por el movimiento zapatista.

Una Respuesta a “Se trata de limpiar la casa, no de vaciarla”

  1. Lázaro Azar

    Todo iba muy bien, hasta que esta señorita sacó a relucir sus resentimientos y amarguras contra Chumel Torres. Pobrecita. No hay nada que hacer contra sus limitaciones y prejuicios cuatroteros.

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