Reflexiones desde la butaca

Denise Anzures

Las páginas perdidas del Diario del Che Guevara. 36 horas, cuenta abajo.

Cuarenta y siete hombres y una mujer componen la guerrilla de Ñancahuazú en Bolivia. Tamara Bunker -mejor conocida como Tania- es la única mujer en el grupo. Composición, Centro y Retaguardia son los tres ejes de la guerra de guerrillas que dirige el comandante Guevara en las montañas de Bolivia. Hay peruanos, colombianos, cubanos, argentinos, bolivianos y un francés, Regis Debray; él, confesaría en algún momento al Che su miedo a formar parte de las acciones guerrilleras y decide desertar, finalmente es capturado por el ejército boliviano en su huida. Se dirá luego que las confesiones de Debray ayudaron a la localización de los campamentos del grupo. Hombres de diversas nacionalidades emprendiendo una lucha perfectamente desigual contra las fuerzas armadas bolivianas con apoyo de la CIA. Parecería más que un combate un impulso misterioso hacia la muerte.

La historia tiene muchas interrogantes y se han contado los hechos de tantas maneras que es casi imposible tener la certeza de cómo ocurrieron. En realidad, somos los hombres del presente quienes formulamos esas interrogantes por una necesidad de apelar a la verdad. Desde investigadores, historiadores, novelistas, cantautores y poetas, han intentado reinventar el pasado del Che Guevara para traerlo de regreso a nuestro presente. Convocar a través de la palabra o el canto y conjurar el mito que acecha su existencia, a veces muy cerca al culto de un Mesías político. Cualesquiera que hayan sido los impulsos, el Che es una de las figuras más emblemáticas y fascinantes del siglo XX. Su vida sigue y seguirá siendo materia de interpretación porque encarna una necesidad existencial de entender la trascendencia de la muerte en general, y de la suya en particular: un elemento fundamental en la construcción de uno de los mitos más extendidos de América Latina, la utopía del hombre nuevo.

Por todas estas interrogantes que permanecen vigentes y por su implicación social y política, y como una reflexión obligada a cincuenta años de su muerte, (apenas cumplidos en 2107), es que el director de escena Otto Minera decidió montar esta pieza escénica titulada Escuela de las Américas de José Rivera, autor de Diarios de Motocicleta.

El encuentro con el texto de José Rivera trae de vuelta al personaje que alimentó las pasiones de varias generaciones de jóvenes en México. Para algunos como anhelos juveniles de formar parte de la guerrilla zapatista en las montañas del sureste mexicano o el recuerdo de los viajes a Cuba buscando en el cielo de la patria libre algunas señales de que la revolución en América Latina estaría por exportarse. Pero nada de eso pasó, ni ocurrió la revolución en América Latina, ni la guerrilla zapatista depuso al entonces presidente Salinas de Gortari.

Más allá de las motivaciones íntimas, el texto de Rivera logra desmitificar al hombre que habló con Mao Tse Tung, con Simón de Beauvoir, con Nikita Kruchev, que enalteció a la Revolución Cubana en las Naciones Unidas y se convirtió en una amenaza para los gobiernos oligárquicos en AL; el texto nos presenta a un ser humano abandonado por sus aliados -que no eran pocos- en una escuela rural de la Higuera, muy cerca de ser asesinado. ¿Qué pasó para que un hombre de ese tamaño se encontrara en esas condiciones donde la soledad puede ser más terrible que el hambre? Escuela de la Américas es un texto de carácter existencialista en el que Rivera refleja la condición humana de dos seres que convergen en el culo del mundo tratando de entender sus propias contradicciones; el Che, un visionario dispuesto a liberar al hombre del imperialismo y una maestra rural de verdadera vocación docente que anhela tener un hombre que la ame; estas maneras de estar en el mundo y sus tensiones hacen de la obra un verdadero agasajo escénico.

Escuela de las Américas nos acerca a la relación del Che Guevara con el universo femenino; acostumbrados al arquetipo de los guerrilleros barbados de la época, la figura de la mujer cobra una relevancia narrativa que pone en entredicho la imagen del hombre fuerte y despiadado en el enfrentamiento discursivo que mantiene con Julia Cortés, la maestra del pueblo de la Higuera:

Julia Cortés: Che, ¿existe alguien que la haya cortado la respiración?

Che: Sí, Fidel y mi madre.

El orador incansable, el imbatible polemista de líderes políticos y filósofos como Sartre o el propio Fidel Castro, no puede ganarle una discusión intelectual a su madre. Cuando tiene noticia de la muerte de su madre estando en el Congo, el Che Guevara confiesa que todo lo que lo unía a la Argentina ha desaparecido; ese acontecimiento marca el inicio de lo que sería la consumación de su pensamiento político: “Soy un ciudadano del mundo”.

¿Quién mejor que la maestra para mantener un diálogo entre iguales?, Rivera apuesta por la construcción de un personaje fascinante como lo es Julia Cortés, utilizando elementos de la ficción pero dotándola de una significación y una verosimilitud tal que pueda conseguir la combustión necesaria para que suceda el acontecimiento escénico. A este acierto, Otto Minera suma otro con la participación de Carmen Mastache quien encarna a Julia; su experiencia y su madurez como actriz producen un resultado explosivo, profundamente emotivo, tal vez más vigoroso que el del actor, Juan Valero, quien representa al Che Guevara.

José Rivera construye a una Julia Cortes que será el catalizador para la desmitificación del Che y lo hace tan eficazmente que la obra logra un intenso recorrido que va del héroe idealizado por la historia, al fracaso de un guerrillero en Bolivia, y que es capaz incluso de retratar al hombre que renuncia a la responsabilidad íntima de su propia familia.

Cuando leí por primera vez el texto, se me antojaba una historia que hurgara en un retrato evocador del último encuentro entre el Che y Tamara Bunker unos días antes de ser asesinada cruzando el Rio Grande en las montañas de Bolivia; a cambio José Rivera propone la mirada a un Che caleidoscópico, un prisma en que coexisten infinidad de misterios que se multiplican.

Otto Minera acierta en la elección del texto y en este montaje demuestra su vasto conocimiento del teatro. Su ojo avezado busca con tino y dirige con precisión obras que comparten una sola categoría: hablar de la vida.

Escuela de las Américas nos reúne y nos renueva en las ricas manifestaciones que ha producido en el pensamiento político y filosófico la figura de Ernesto Guevara de la Serna.

36 horas, cuenta abajo, Escuela de las Américas, se presenta en el Foro la Gruta del Centro Cultural Helénico, hasta el 16 de septiembre, de viernes a domingo.

Para los lectores de Desinformémonos, tenemos 2×1 para todas las funciones.

Denise Anzures

Periodista, egresada de la Escuela Carlos Septién García, especializada en la promoción y divulgación de las artes escénicas e instruida para ser ciudadana de este mundo por el movimiento zapatista.

Una Respuesta a “Se trata de limpiar la casa, no de vaciarla”

  1. Lázaro Azar

    Todo iba muy bien, hasta que esta señorita sacó a relucir sus resentimientos y amarguras contra Chumel Torres. Pobrecita. No hay nada que hacer contra sus limitaciones y prejuicios cuatroteros.

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