Reflexiones desde la butaca

Denise Anzures

El teatro y el futbol, espacios de excepcionalidad

Hace un par de años se comentaba por los pasillos con cierto desdén que alguien había enloquecido al organizar en la ciudad de México, el Primer Coloquio Internacional de Teatro y Futbol, ¿a qué chafirete se le había ocurrido ser tan soez al intentar vincular la exquisitez con lo ordinario? La idea resultó en un escándalo al que se sumaron muchas voces por considerar que nuestro teatro corría el riesgo de convertirse en un césped y una pelota.

Confieso que no soy una aficionada al futbol, he tenido la mala fortuna de ver muy malos partidos, que como sucede en algunas ocasiones con nuestro teatro, tampoco acontece nada. Sin embargo, tuve la oportunidad de seguir la Copa América Centenario, por un impulso meramente amoroso, y es entonces que descubrí a Eduardo Rojas, el goleador chileno que atrapó mi atención no por la histórica paliza del 7-0, -reflejo indiscutible de nuestro país- sino por una voluntad de existir dentro del campo de juego a través de una técnica excepcional. 

Dice Jorge Dubatti, que la poiesis no es privativa del futbol porque es capaz de actualizar en nosotros una memoria arcaica, a lo que Villoro denomina el contacto con el pasado de la especie por ser el único deporte que utiliza solo los pies. ¿Tiene sentido indagar en la metaforización del teatro y el futbol? Por supuesto que sí, ambas son canchas donde la gente busca espacios de representación, pero más importante es que ambos son territorios de la experiencia humana.

Acudimos al teatro porque buscamos el convivio, la sorpresa, la bocanada de aire fresco que resulta en el mirar-nos, lo mismo sucede en cualquier estadio de futbol con una cantidad abrumadora de hinchas que cantarán durante todo el partido para avivar la experiencia, de lo que Dubatti llama fenómeno de hermanamiento, situación interesantísima que rompe con la realidad del dinero que genera y corrompe el futbol, con la mafia de los directivos, con la televisión y a la que habría que añadir a los malos directores, las obras de teatro hechas por encargo y al vapor, los cacicazgos culturales; todo ello se desvanece cuando entramos a un teatro o a un estadio de futbol para ser testigos del acontecimiento humano, una especie de ensueño, un espacio utópico donde los cuerpos se transfiguran para dar inicio a lo que Stanislavski llama El laboratorio de las pasiones.

No existe otro deporte que tenga este acercamiento con lo escénico, tanto el futbol como el teatro contienen un sistema de representación de lo lúdico, y, como dice atinadamente Juan Villoro,  al evocar a Pirandello con sus metáforas del delirio, el futbol es el único deporte que es capaz de regir en nuestro pensamiento más primitivo, una serie de creencias mágicas,  cábalas y rituales.

Dicho lo anterior, corro el riesgo de convertirme en una hincha del futbol y por supuesto de todo aquello que avive, genere y enriquezca nuestro quehacer escénico, porque si algo necesita nuestro teatro hoy, son hinchas cantando a todo pulmón el regocijo de estar vivos.

Gracias Araceli Rebollo por ser una disparatada y lograr que el Coloquio de Teatro y Futbol sea un campo de batalla para el análisis teatral, donde investigadores, filósofos, directores, estudiantes y jugadores de futbol puedan reinventarse y dar pie a verdaderos acontecimientos teatrales.

   

Denise Anzures

Periodista, egresada de la Escuela Carlos Septién García, especializada en la promoción y divulgación de las artes escénicas e instruida para ser ciudadana de este mundo por el movimiento zapatista.

Una Respuesta a “Se trata de limpiar la casa, no de vaciarla”

  1. Lázaro Azar

    Todo iba muy bien, hasta que esta señorita sacó a relucir sus resentimientos y amarguras contra Chumel Torres. Pobrecita. No hay nada que hacer contra sus limitaciones y prejuicios cuatroteros.

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