Reflexiones desde la butaca

Denise Anzures

De ruidos, ranas, palabras y cosas indecibles

Para Otto Minera

Si (como afirma el griego en el Cratilo)

el nombre es arquetipo de la cosa

en las letras de ‘rosa’ está la rosa

y todo el Nilo en la palabra ‘Nilo’.

Y, hecho de consonantes y vocales,

habrá un terrible Nombre, que la esencia

cifre de Dios y que la Omnipotencia

guarde en letras y sílabas cabales.

Adán y las estrellas lo supieron

en el Jardín. La herrumbre del pecado

(dicen los cabalistas) lo ha borrado

y las generaciones lo perdieron.

Jorge Luis Borges, 

El Golem

Soy hombre: duro poco

y es enorme la noche.

Pero miro hacia arriba:

las estrellas escriben.

Sin entender comprendo:

también soy escritura

y en este mismo instante

alguien me deletrea.

Octavio Paz,

Alguien me deletrea

Frog chorus. Steel Engraving 1879.

En el ensayo de Michel Foucault: Siete sentencias sobre el séptimo ángel  donde recupera la luminosa y extraña teoría de Jean Pierre Brisset sobre el origen del lenguaje, se encuentra un sorprendente párrafo que más que una sentencia, es un murmullo ancestral: “La palabra es un milagro”, el maravilloso azar de un mismo ruido que, por razones diferentes, hombres diferentes, denotando cosas diferentes hacen que todo resuene con sentido a lo largo de la historia, para formar lo que Brisset llamó la homofonía escénica, el origen de la primera palabra.

Pensar el origen de la palabra como el cúmulo de un solo ruido que se agolpa, tenazmente, en los primeros hombres que habitaron la tierra para que un primer grupo de fonemas fuera por fin arrancado colectivamente del ruido y adquiriera un valor simbólico y de ahí multiplicarse en otro y otro, es, sin duda, una idea casi demencial. Foucault  encuentra en esta homofonía original de Brisset una provocación y un contrapunto a la filosofía occidental, por lo menos desde Heidegger, sobre el lenguaje. Si para Heidegger es justamente la repetición de una palabra  la cancelación de cualquier posibilidad de sentido, en Brisset esa repetición expresa la voluntad de decir, y decir para Heidegger es “ser”. En medio hay una voluntad de apropiación de la realidad al ser nombrada, develada, de decir lo indecible.

¿Cuál fue el primer sonido humano con un significado ¿El primer fonema que sumó a otros? Al son que mis manos teclean este texto, escucho el continuo de sentido que se sucede en mi mente e intento “con-vo-car-lo”. Imagino aquellos homínidos primigenios imitando sonidos como el croar de las ranas; una confusa sincronía de ruidos traslapándose unos con otros tal vez en una caverna ensangrentada por la caza de un animal, el grito de dolor de una mujer parturienta bajo un árbol, el lamento por la muerte de algún miembro del clan y convertido en un triste coro perplejo. Irremediablemente, todos, están a punto de iniciar otro milagro humano: El rito. Aprenderán a procurar la fortuna para la caza, celebrarán los nacimientos y enterrarán a sus muertos.

Quizá en los sonidos emitidos de estos seres antiguos se empezará a configurar una serie de contracciones vocales; en realidad, no lo sabemos pero lo que sí podemos dilucidar -y me parece un prodigio-, es que antes de que existiera el lenguaje, el rito se levantó como la expresión máxima del sentido de la vida. Desde el mito de Perséfone y los misterios Eleusianos, ritos iniciáticos de gran relevancia en la antigua Grecia, sorprendentemente performáticos y extrañamente silenciosos, que transmitían sus saberes como una experiencia no verbal que revelaba a los iniciados a lo indecible, el rito es, parafraseando a McLuhan, el mensaje.

Heidegger recupera el término griego Alétheia en el Ser y el tiempo para referirse a la verdad, a lo que es evidentemente cierto no por concordancia  o pertinencia sino porque revela lo oculto del ser, lo que no ha sido hasta entonces nombrado. El lenguaje nombra y desvela pero al mismo tiempo mantiene oculto aquello que hace que el ser sea lo que realmente es: lo indecible.

¿Somos lo que pensamos porque hablamos? ¿O somos, como dice Brisset, hijos de la arbitrariedad lingüística? donde cada palabra es analizada en elementos fonéticos cada uno de los cuales equivale a una palabra; ésta a su vez no es más que una frase contraída; de palabra en palabra, las ondas del discurso se escalonan hasta la ciénaga primera, hasta los grandes elementos simples del lenguaje y del mundo: el agua, la mar, la madre y el rito.

El poder del rito se explica por ser el acceso a lo indecible, precede a la primera palabra, al primer coro. El teatro antes de ser lenguaje es rito y su poder radica justo en lo que no dice, justo porque su origen es develar lo indecible. Por eso el teatro resulta tan potente y ha perdurado a lo largo de la historia de la humanidad. ¡Qué esperanzadora resulta la palabra que se ha de declamar en el teatro! Pero antes de recitar la primera palabra de un texto, habría que aventurarse al eco vibratorio del croar de las ranas, al momento previo en el que estalló la primera sinfonía de sonidos y se hizo el rito.

El misterio de la palabra y el Big-Bang me resultan inquietantes; quince mil millones de años después de que aquella detonación reventara el centro mismo de la Nada para ser el Todo, me lleva a un sueño: veo aquellos hombres que se mueven junto al fuego, que dan voces y gritos desordenados, saben que son ellos y no otros, que los une algo que son ellos y también más que ellos y están a punto de compartir el milagro de la vida humana y el nacimiento del rito ancestral que precede a nuestro teatro.

Imagen, Ilustración Rana Coro de Acero, Victoriano De Grabado

Denise Anzures

Periodista, egresada de la Escuela Carlos Septién García, especializada en la promoción y divulgación de las artes escénicas e instruida para ser ciudadana de este mundo por el movimiento zapatista.

Una Respuesta a “Se trata de limpiar la casa, no de vaciarla”

  1. Lázaro Azar

    Todo iba muy bien, hasta que esta señorita sacó a relucir sus resentimientos y amarguras contra Chumel Torres. Pobrecita. No hay nada que hacer contra sus limitaciones y prejuicios cuatroteros.

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