DESconstrucciones

Fernando Híjar Sánchez

Zaratustra: la repetición es infinita

Para Alba y Andrés

DESconstrucciones (VII)

En 1970 Alejandro Jodorowsky escribe y lleva a escena Zaratustra (inspirada en Así hablaba Zaratustra de Federico Nietzsche) lo que para muchos representa un parteaguas, un hito en la historia del teatro en México, incluso la nombran como la obra cumbre del ex alumno de Marceau. En ese mismo año sale a la luz el larga duración (LP) con la música y las voces de los participantes, es decir, con el elenco original. Cuarenta y un años después se reedita este material sonoro en versión digital.

Lo que vemos es la foto de la portada del cedé en la cual aparecen los protagonistas (músicos, actores, actrices y el asistente del director, algunos de ellos y ellas con sus hijos e hijas) de esta creación escénica considerada, al igual que algunas de sus películas, de culto por sus seguidores y por un público cada vez más amplio. Vemos arriba, de izquierda a derecha: Henry West, Héctor Bonilla, Miky Salas con Stephanie Salas, Carlos Ancira, Isela Vega, Jorge Luke, Álvaro Carcaño con Álvaro Carcaño hijo. Abajo, en el mismo orden: Luis Urías, Brontis Jodorowsky, Valerie Trumbay, Carlos Gurza, Alejandro Jodorowsky, Axel Jodorowsky, Susana Kamini y Mayan. La foto es de Rafael Corkidi (guionista, director de cine y fotografía, sus trabajos más sobresalientes como cinefotógrafo fueron, a mi buen entender, las tres películas más significativas y poderosas de Jodorowsky: Fando y Liz, El topo y La montaña sagrada. Corkidi es considerado el director mexicano que más se empapó de la esotérica, alegorías e imágenes , en pocas palabras, de la “estética jodoroskyana”, pero guardando cierta distancia y con un discurso propio, ahora dirían “narrativa” los bien hablantes, así lo constatan sus filmes, como el sorpresivo e inquietante Ángeles y querubines de finales de los sesenta); algunas de las fotos de los interiores son de Aníbal Angulo; el diseño estuvo a cargo de Edgar Arrellín e Iván Lombardo; el transfer de análogo a digital recayó en Alejandro Colinas; la producción y realización correspondió a Víctor Rapoport (también la grabación original) y quien esto escribe.

Concebida desde un inicio y paralelo a los ensayos se fue conformando una efímera agrupación sonora llamada Las damas chinas. La atmósfera musical fue una creación colectiva espontánea que se reinventaba noche a noche. Para Jodorowsky Las damas chinas “comenzó a ensayar al mismo tiempo que los actores, la música nunca se compuso, se fue haciendo, más bien fue naciendo, creció en nosotros y aquí está. La música de Zaratustra se hizo sola”.

Al inicio del audio escuchamos la voz persuasiva y serena del futuro psicomago quien nos invita a ser parte de esta travesía filosófica-auditiva:

No es la obra de teatro: es su música y un resumen de su filosofía. Se ha grabado en dos partes tratando de borrar la idea de trozos musicales o de piezas. Se ha querido hacer un disco en dos actos… apriete el botón, ponga la aguja, limpie su oreja maestra, acuéstese en el suelo y deje que Zaratustra intente llegar a su rostro original atravesándole amorosamente el tímpano.

Nervio, Rapoport y los sonidos de Cuetzalan…

En esta segunda edición se mantienen los principales elemento del original y se agregaron algunas fotografías y textos (Alejandra Montalvo realizó un escrito para ubicar la obra de Jodorowsky en el contexto teatral), por supuesto el diseño tuvo modificaciones, y pasó a ser parte definitiva del sello Discos Nervio.

Pionera de las compañías alternativas, esta empresa fonográfica, inició una serie de producciones que marcaron un antes y un después en la historia discográfica de México (nació casi a la par de Discos Pueblo y antes de Fotón, Pentagrama o Nueva Cultura Latinoamericana). A finales de los años sesenta apareció el elepé H3O (más adelante me referiré a este título) primer lanzamiento de Discos Nervio. Por primera vez salía al mercado discográfico la música de obras de teatro y películas con propuestas novedosas y nada convencionales. Esta aventura iniciada por Víctor Rapoport, productor e ingeniero de sonido, que con su particular visión logró plasmar en vinilo el registro artístico de avanzada de aquella época. Siguieron la música de la película de Ángeles y Querubines de Corkidi, la música del espectáculo Alfa Gungadin y Zaratustra, ambas de Jodorowsky; también forman parte de este catálogo sui generis verdaderos tesoros musicales del cine escondido, así le gusta nombrar Rapoport a estos films: Pafnucio Santo y Auandaranapú de Rafael Corkidi; Fando y Liz de Jodorowsky y la naciente sonoridad de El cuarteto latinoamericano tocando música para cine, escrita por Eduardo Diaz Muñoz, de la película Motel.

Conocí a Víctor Rapoport en la antigua Cafetería Gabis, nos presentó una amiga mutua: Norma Sorriente, teatrera, tanguera, cinéfila, cafeinómana y argenmex de corazón. Desde la primera plática coincidimos en gustos musicales y cinematográficos. En su casa, en la Colonia Juárez , me mostró sus grabaciones y producciones, había materiales que desconocía, que mostraban el ingenio y la creatividad de uno de los más valiosos ingenieros de sonido que ha dado nuestro país. Rapoport nació en 1941 en la capital, sus padres, de origen judío ucraniano y de ascendencia ashkenazí, llegaron a México en 1929 y se establecieron en el Centro y posteriormente en la Colonia Condesa. Víctor siempre ha tenido un pensamiento liberal, progresista y un crítico permanente de la política expansionista y anexionista de Israel y del alejamiento cada vez mayor de sus orígenes humanistas.

Víctor trabajó con Jodorowsky (entablaron amistad en El Teatro Urueta en 1966 y de inmediato idearon propuestas artísticas) desde mediados de los sesenta en varios de sus proyectos, pero también realizó (aparte de los referidos en párrafos anteriores) más de 150 grabaciones de gran significación. Me voy a referir a dos: El día en que vienen los muertos (INI, 1979) y Los sonidos de Cuetzalan (1974). La primera es un documental sobre la procesión y rituales de los mazatecos para conmemorar a sus muertos en un cementerio inundado por la construcción de La Presa Miguel Alemán en territorios de este pueblo originario. La dirección fue de Luis Mandoki, en las cámaras Toni Kuhn, sonido y montaje Víctor Rapoport. El segundo es una grabación en audio de las fiestas del Santo Patrono, San Francisco de Asís, de Cuetzalan, Puebla. Lo interesante y rescatable de este trabajo es la perspectiva visionaria del contenido, Víctor graba todos los sonidos: las voces, las pláticas, la música, los cantos, los sonidos de los danzantes, los ladridos de los perros, los “cuetes”, las campanadas de la iglesia, los gritos, en fin, todo el entorno que conforma esta fiesta religiosa, es decir, el paisaje sonoro. Concepto musicológico que aún no se desarrollaba del todo en aquellos tiempos y que constituye parte fundamental del patrimonio cultural y de la memoria colectiva. Sobre la historia, desarrollo y situación actual en que se encuentra este concepto, que ha influido en las temáticas y prácticas contemporáneas de la musicología y antropología, lo trataremos en cercanas DESconstrucciones.

Las damas chinas: La música y los músicos

Las damas chinas creada, ex profeso, para Zaratustra duró mientras se mantuvo en cartelera. Los integrantes de este inusual grupo lo conformaron: Henry West, Micky Salas, Luis Urías, Valerie, Jorge Luke y el mismo Jodorowsky. Una de las cualidades de Jodorowsky, aparte de su incansable trabajo innovador e irreverente en múltiples expresiones del arte, fue el rodearse y aglutinar a las figuras más talentosos y sobresalientes de la escena cultural de aquellas épocas. Detengámonos en tres de los músicos de Las damas chinas. EL saxofonista Henry West, introductor del freejazz en México (Alain Derbez dixit), fue uno de los que imaginaron la música de Zaratustra, tres años después sería el responsable de supervisar, en un estudio de grabación neoyorkino, la música de La montaña sagrada creada por uno de los representantes a nivel planetario del jazz libre: el trompetista Don Cherry. Por esas fechas West, junto con la pianista Ana Ruiz, echaría a andar uno de los conjuntos más originales y experimentales del jazz, me refiero al legendario cuarteto Atrás del Cosmos, en donde la improvisación era el motivo de su existencia, muchos pensaron que el nombre obedecía a una mafufada, a una pachequéz, pero no, dos de los integrantes vivían y ensayaban atrás del Cine Cosmos. El destacado baterista Micky Salas ya había participado con Jodorowsky, en 1967, cuando formó parte de una especie de musical psicodélico a go gó llamado H3O. Las escenas incluían jazz, rock, bossa nova y música sinfónica grabada, en este “espectáculo” actuaron, cantaron y bailaron Nadia Milton, Pepe Ávila, Héctor Morelli y el maestro Nacho Méndez, quien además se encargó de los arreglos y la dirección musical. En H3O, debutó no como actriz sino como bailarina, apenas saliendo de la adolescencia, la sensible actriz y activista Ofelia Medina. Los sábados de aquel lejano 1967, un año antes de la masacre de Tlatelolco, el Teatro de la Paz (Cozumel 33) ofrecía su espacio para el H3O; ¡cuantos recuerdos!, la mayoría memorables, a lo largo de casi 3 décadas de asistir a este insustituible foro cultural que se encuentra cerrado desde 2012. La grabación para el disco H3O la realizaron Rapoport y Baksht. Por cierto, hace unos meses (por intermediación del ex rupestre y ahora reconocido periodista cultural Roberto Ponce) hablé con Stephanie Salas, ya que ella está confeccionando un libro sobre Micky y necesitaba un disco de Zaratustra. De este modo está recuperando sus olvidadas raíces paternas, aquí habría que recordar aquello de que “un pájaro canta mejor, en su árbol genealógico” los seguidores del tarotista me entenderán. Ya Luis Urías había participado en las primeras incursiones artísticas de Jodorowsky en nuestro país, por ejemplo, compuso la música, ahora dirían los académicos diseño sonoro, de El hombre y su máscara (1964) de la dramaturga Margarita Urueta donde el papel principal correspondió a Carlos Ancira, (sobresaliente actor de teatro, recuerden El diario de un loco, no podríamos decir lo mismo en cuanto al cine, ya que sus papeles, en la mayoría de los casos chatos y esquemáticos, se remitían a “científicos delirantes”, verdaderos “churros” del cine nacional). Como “dato curioso” en esta obra aparece Meche Carreño, que pocos años después obtendría fama por sus “escenas audaces y atrevidas” en la pantalla grande.

Para el compositor Federico Álvarez del Toro, Zaratustra es “una micro-ópera holistica adelantada a su tiempo”. En la Revista Proceso escribió un artículo, fechado el 11 de septiembre de 2011, del cual seleccioné dos párrafos:

Desde su estreno, la obra dejó huellas en el México conservador, con la imagen del actor Carlos Ancira pronunciando axiomas filosóficos acerca de la desnudez, ante un escenario desprovisto de escenografía donde el monje Ejo Takata meditaba durante la obra. El elenco aparecía en desnudo total al final.

Más adelante agrega: La composición colectiva es una suite de imágenes teatrales y musicales que intercala diálogos, enunciaciones y fragmentos sonoros. Va desde la vanguardia de esos años con alaridos dramáticos, a pasajes de hiperrealismo naif holístico, donde la flauta lleva la línea melódica y enlaza voces corales.

Es claro que esta DESconstrucción no pretende abordar las múltiples facetas de Jodorowsky, tan sólo pretende tener una acercamiento al Zaratustra y a su música (y algo sobre teatro) capturada en “los bulbos, válvulas mágicas, nunca perecen, dueños indiscutibles de la pureza y el dramatismo sonoro, se casan virginales con la certeza digital que los inmortaliza”, afirma Víctor Rapoport en la presentación del compacto.

Alexandro con x

En lo personal nunca me gustó el nombre de Alexandro, con x, como se le conocía en los sesenta en los ambientes teatrales y que después, por fortuna, todo mundo lo ubicó como Jodorowsky. El primero se me hacía muy cursi y chocante, para usar palabras de aquella época, y no reflejaba la tremenda “locura y explosión de ideas” de uno de los representantes más conspicuos e incisivos de la vida contracultural de México. Para el título del compacto, la discusión sobre esta x, la ganó Rapoport y así quedó con x.

Siguiendo la línea teatral, Alejandra Moltalvo, escribió:

Creador tan prolífico como excéntrico y transgresor, Alejandro Jodorowsky (Iquique, Chile, 1930) ha dedicado su vida a vagabundear por sus deseos, emociones e ideas que le han generado múltiples inclinaciones. Ha sido mimo, bailarín, payaso, marionetista, actor, dibujante y director de cine y teatro, actividad que le ganó tantos adeptos como enemigos en el México… Es aquí donde desarrolla su concepto ‘pánico’, movimiento artístico fundado en París en 1962 junto con el dramaturgo español Fernando Arrabal y el dibujante francés Roland Tapor.

En más de 10 años de estancia y con alrededor de 100 eventos representacionales integrados por elementos de sadismo, provocativos desnudo (al estilo de los entonces vanguardistas happenings del Living Theater), sacrificando animales en la ENAP o rompiendo un piano en plena transmisión televisiva, Jodorowsky se forjó fama gracias al escándalo, que aún hoy considera como un regalo divino e involuntario…

Aunque no todos compartían su visión pánica, muchos fueron los artistas involucrados en sus proyectos. Actores como Héctor Bonilla, Blanca Sánchez, Carlos Ancira, Héctor Ortega, José Alonso y Alfonso Arau; el dramaturgo Sergio Magaña; los compositores Nacho Méndez y José Antonio Alcaráz; el fotógrafo Rafael Corkidi; o los pintores Lilia Carrillo, Vicente Rojo, Leonora Carrington, Manuel Felguérez y Alberto Gironella, quienes colaboraron con diseños de vestuario y escenografía.

Hace unos meses dejó este “mundo pecador”, la también célebre transgresora, doña Isela Vega (La impurala loba…) de seguro sigue sacudiendo a las buenas conciencias y seduciendoa los castos en escenografías divinas.

Para el dramaturgo y escritor, Daniel González Dueñas, quién, realmente tuvo la idea de llevar el Zaratustra al teatro fue Carlos Ancira, basado en una suerte de musical con características similares al laureado ¡Oh, Calcuta! estrenado en Broadway en 1969 que provocó una gran “controversia tanto por el fuerte diálogo como por el desnudo de los actores. Un poco a la sombra del famoso Hair, que ya en 1967 había despertado sonados escándalos por los mismos elementos”. Pero no todo son mieles sobre hojuelas, el veracruzano Rafael Solana (dramaturgo, periodista y pilar de la crítica teatral quien falleció a los 77 años en 1992) realizó una mezcla de crónica y crítica de la obra en el momento mismo de su estreno, la cual quedó impresa en la Revista Siempre!, he aquí algunos párrafos:

Tremendo entusiasmo, muy pocas veces visto, provocó el anuncio de una nueva obra de Alexandro: Zaratustra, en el muy poco conocido Teatro de la Danza; quien esto escribe sólo recuerda cuatro casos parecidos, en la historia de México: el estreno de Hoy invita la Güera, de Inclán el de Cada quien su vida, de Basurto; el de la Ópera del Orden, del mismo Jodorowsky…

El triunfo fue grande pero… no tanto. Los aplausos nos sonaron algo pálidos, como si hubiera habido cierta decepción. Muchísimas más clamorosas fueron las ovaciones a la Ópera del orden. Los desnudos probablemente no resultaron lo que la gente esperaba…

A medida que avanza en edad y saber Alexandro ya dejando de ser el niño terrible que asustó a muchos hace años… se va convirtiendo en un predicador, en un apóstol; una especie de Calvino a go gó, o de John Knox teatral, con sus puntas de bonzo.

Pero detrás de todo esto, de esas escenas divertidas y fáciles, que arrancan risas y hasta palmadas, el director ha puesto mucho, muchísimo de seriedad, de valor, en sus dos sentidos de mérito y coraje; los textos que tomó de Nietzsche, y que adobó a su manera, son interesantísimos, sacuden al espectador, lo hacen penetrar en sí mismo, someterse a examen de conciencia. Ancira tiene que decir textos profundos, y sabe decirlos con inteligencia y con penetración; otra vez, triunfa, en un papel áspero y austero; vestido o desnudo, con o sin maquillaje, es un gran actor, y una vez más lo demuestra.

Quisiera que todo México viera, y, sobre todo, oyera, esta obra de gran altura, importante, filosófica, profunda, valiente…”

El Anticristo, Geneviev, La belle province, la Redgrave, Blow UP, María Sabina y el bosque encantado…

Mi primer acercamiento a Nietzsche fue la lectura de El Anticristo en 1969. Un día, creo que fue durante la Semana Santa (imagínense en semana mayor leyendo este libro), tomé mi mochila de excursión, le puse ropa, comida y agua, para dos o tres días, y me fui al cerro de La Mesa, entre Amacameca y Tlalmanalco. En esa época leía como desaforado y devoraba un libro tras otro, empezaba con la literatura mexicana, poesía, psicología, historia y, por supuesto, filosofía y ya iniciados los años setenta mis lecturas del marxismo, política, los surrealistas, novelas rusas y claro, novelas y cuentos del bomm latinoamericano, muchos años después mi interés se dirigió a la antropología y la música. Porqué decidí llevarme El Anticristo para leer, en aquel especie de retiro espiritual, no lo sé (la sensación de pérdida, desamparo, rabia, ruptura, inconformidad, de la necesidad “urgente de hacer algo ” estaban más que presentes en vastos sectores de la juventud mexicana después del 68), tal vez fue porque estaba en pleno proceso de rompimiento profundo con mis orígenes cristianos (ahora cristiano es sinónimo de protestante, de evangelista ¡válgame Dios! ) y quería tener bases sólidas para el mismo; fue gracias a esta lectura que supe de Zaratustra, ya que Nietzsche lo nombra desde las primeras páginas, al regresar a La Ciudad de México, lo primero que hice fue adquirir el Zaratustra, de modo que cuando supe de la adaptación teatral, esperé con ansias su estreno para correr a verla.

Cuando se estrenó Zaratustra logré entrar, porque llevaba mi cartilla, tenía 18 años cumplidos. Antes para comprobar que uno era mayor de edad tenía que tener “la cartilla liberada”, de este modo, para entrar al cine o al teatro para adultos siempre la porté, era “el pase oficial”.

Tuve que hacer una gran cola, incluso con dos boletos en mano, ya previamente los había comprado, la persona que invité al final no pudo acompañarme. Una mujer que infructuosamente trataba de entrar, le ofrecí un boleto, nos sentamos juntos en las escaleras (estaba a reventar) y para la medianoche íbamos rumbo a la sierra mazateca: nos enfilábamos a un viaje iniciático al lugar adonde habitan los hongos mágicos. Ella se llamaba Genevieve, french-canadian, como así lo atestiguaban las placas de su volkswagen: Quebec La belle Province. Genoveva era periodista que estaba realizando una serie de reportajes y crónicas sobre la cultura y política en México, entre ellos, estaba uno alrededor de Jodorowsky, otro en relación al 68, uno más sobre José Luis Cuevas, otro dedicado a María Sabina y el último, acerca del profeta desterrado: León Trotski. La franco-canadiense hablaba perfecto el castellano y era una periodista con gran experiencia, había cronicado los inicios de las movilizaciones antinucleares en Europa y las marchas en contra de la guerra en Vietnam en Estados Unidos, vivió la Primavera de Praga y el Mayo Francés. Me enseñó una fotografía de ella junto a Vanessa Redgrave (sigue activa a sus 84 años) en un mitin antinuclear en Inglaterra, me platicó de la militancia trotskista de la Redgrave, simpatizaba mucho con ella ya que Genoveva desde adolescente pertenecía a esta corriente política. Desde que vi Blow UP (1966) me volví un asiduo admirador de esta actriz (la película está basada en una adaptación, muy libre, de un relato de Cortázar llamado Las babas del diablo llevado al celuloide por Antonioni y la música la realizó el pianista y tecladista Herbie Hancock; en lo personal nunca me ha gustado su jazz, su estilo no me inspira la menor emoción). Años después, en 1977, en la entrega de un Óscar a Vanessa por su participación en el film Julia, al tomar el micrófono se armó un estrepitoso revuelo (ya que semanas antes en una concentración se manifestó a favor de la causa Palestina y grupos de extrema derecha judíos quemaron fotografías suyas y fue amenazada por los mismos); una mujer del temple de Vanessa, no se iba a quedar callada y se refirió en el discurso a este acontecimiento y llamó a sus agresores “sionistas matones”, muchos y muchas le aplaudieron otros no, pero no fue bien visto por la “prestigiosa” Academia Cinematográfica y fue vetada por algún tiempo, a pesar de esto su fama se acrecentó y su trabajo actoral, tanto en cine como en teatro, se consolidó y reconoció como nunca. En 2003 no aceptó y no asistió a un homenaje por su trayectoria que pretendían realizarle en la misma ceremonia en Hollywood, ya que estaba enérgicamente en contra de la invasión del ejército de Estados Unidos en Irak.

En algún momento memorable y luminoso el dramaturgo Arthur Miller y el escritor Tennessee Williams se refirieron a la Redgrave como “la más grande actriz viva de los tiempos que corren”. Siempre cuando veo a Vanessa en alguna película me llegan muy buenos recuerdos de la internacionalista Genoveva y viceversa.

De la experiencia única, yo diría trascendental, de haber sido testigo del Zaratustra de Jodorowsky, prefiero reservarla para otro momento, y del viaje a Huautla de Jiménez, por respeto a la gran sanadora, curandera y chamana, sólo puedo decir que fue “un buen viaje” al interior de nosotros mismos, un desdoblamiento de nuestros otros yos, una introspección al conocimiento envuelta de espiritualidad y misticismo. Por cierto, Jodorowsky afirmó que María Sabina lo había visto en sus sueños y ella lo había buscado a él y le había mandado, a través de un enlace, parejitas de niñitos santos.

Al regresar de las montañas de la mujer luna, nos sumergimos en un sueño profundo, atrapados en un bosque encantado (bello, pero a la vez terrible) y rodeados de los maravillosos sonidos de The modern jazz quarter. Pero la inquietud y el desasosiego no se alejaban, las sonoridades de Zaratustra seguían flotando en lo más hondo de nuestras mentes, sobretodo, la voz de Ancira-Zaratustra:

Las cosas retornan eternamente, todo nace, muere y vuelve a nacer… la repetición es infinita, aquí estuve ayer y antes de ayer y mañana y pasado mañana también estaré… la repetición es infinita, he vivido mi vida incontables veces.

Fernando Híjar Sánchez

Promotor cultural, productor musical e investigador independiente. Uno de sus más sobresalientes fonogramas: Lienzos de viento (músicos zoques y mames en diálogo con Horacio Franco) obtuvo el Premio Patrimonio Musical de México, INAH 2012.

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