Desde los fuegos del tiempo

Ramón Vera-Herrera

Un instante de luz puede atrapar a un hombre agotado

En Un séptimo hombre, John Berger cita este poema del poeta húngaro Attila Jószef

El séptimo

Si a este mundo te lanzas

mejor que nazcas siete veces.

La primera en una casa en llamas,

otra en una helada inundación,

otra en un manicomio desquiciado,

otra en un campo de trigo maduro,

otra en un claustro vacío,

y otra en un chiquero entre puercos.

Seis bebés berreantes no bastan:

tú mismo debes ser el séptimo.

Cuando debas luchar por sobrevivir

deja que tu enemigo vea siete.

Uno que no trabaja en domingo,

otro que comienza su labor el lunes,

otro que enseña sin que le paguen,

otro que aprendió a nadar ahogándose,

otro que es semilla de un bosque

y otro por antepasados salvajes protegido.

Pero todas sus tretas no bastan:

tú mismo debes ser el séptimo.

Si quieres encontrar mujer

deja que siete hombres la busquen.

Uno que dé su corazón por las palabras

otro que se ocupe de sí mismo,

otro que diga ser soñador,

otro que pueda sentirla bajo la falda,

otro que sepa de chasquidos y señuelos,

otro que se enrede en su bufanda:

deja que la ronden como moscas.

Tú mismo debes ser el séptimo.

Si escribes y te alcanza para hacerlo

deja que siete hombres escriban tu poema.

Uno que levanta pueblos de mármol,

otro nacido en su sueño,

otro que traza el cielo y lo conoce,

otro a quien las palabras llaman por su nombre,

otro que perfeccionó su alma,

otro que disecta ratas vivas.

Dos son valientes, cuatro son sabios:

tú mismo debes ser el séptimo.

Y si todo ocurre según lo escrito

morirás por siete hombres.

Uno al que mecen y amamantan,

otro prendido a pechos jóvenes y firmes,

otro que arroja platos vacíos,

otro que ayuda a los pobres a vencer,

otro que trabaja hasta quebrarse,

otro embelesado por la luna.

El mundo será tu lápida:

tú mismo debes ser el séptimo.1

Ésa fue su manera de plantear una de las tantas contradicciones que nos atraviesan como sociedad contemporánea. La contradicción entre elegir algo vs ser obligados por las circunstancias a ese algo. La paradoja es que los dos caminos de la encrucijada coexisten, conviven, se entrecruzan y nos dejan una complejidad a la que no estamos acostumbrados.

Es esta paradoja la que da cuenta de los factores que fuerzan a las personas a emprender viajes de exilio hacia destinos abiertos aunque inciertos, pero que les permiten ejercer la libertad de ejercer el arrojo con que se aventuran a lo desconocido, a la incertidumbre de otras vidas por las que tendrá que atravesar para vivir. “El mundo será tu lápida”, dice Attila Jószef.

Según el Informe de las migración 2020 publicado por el Organismo Internacional de la Migración de Naciones Unidas “en su estimación más reciente”, en 2020 había en el mundo “aproximadamente 281 millones de migrantes internacionales, una cifra equivalente al 3.6% de la población mundial. Globalmente, el número estimado de migrantes internacionales ha aumentado en las últimas cinco décadas. El total estimado de 281 millones de personas que vivían en un país distinto de su país natal en 2020 es superior en 128 millones a la cifra de 1990 y triplica con creces la de 1970”.

Según el mismo informe, las remesas provenientes del trabajo migrante pasaron de 126 mil millones de dólares en 2000 a 702 millones de dólares en 2020. “A pesar de las predicciones de un gran descenso en remesas internacionales a causa de la COVID-19, en el 2020 la caída fue leve (2.4%) desde el total mundial de 2019”.

India, China, México, Filipinas y Egipto fueron los cinco países que más remesas recibieron en 2020. Tan sólo India recibió 83 mil millones de dólares y China 59 mil millones.

Pero los logros económicos de la población migrante no pueden reflejar toda la experiencia. En el caso de México, el paso por nuestro país de una población creciente que puja hacia Estados Unidos es cada vez más conflictivo y más complicado. Primero por las propias autoridades de Migración que están empeñadas en ser un muro, un dique real a la avalancha centroamericana y ahora africana que toca a las puertas de México como paso obligado a ese paraíso que se concreta de modos extraños. A veces en vidas muy reglamentadas con ingresos superiores a los que se obtendrían en sus países de origen pero a veces sufriendo las vejaciones, maltratos, desapariciones y asesinatos a manos de cárteles del tráfico y de los propios agentes migratorios, aquí en México pero sobre todo en Estados Unidos.

Entre las violaciones de derechos humanos que padecen los migrantes figuran la denegación de derechos civiles y políticos, en forma de detención arbitraria, tortura o ausencia del debido proceso judicial, así como la vulneración de derechos económicos, sociales y culturales, tales como los derechos a la salud, la vivienda o la educación. La denegación de derechos a los migrantes suele estar estrechamente vinculada a leyes discriminatorias y prejuicios y actitudes xenófobas muy arraigados”, dice la instancia de Derechos Humanos de Naciones Unidas.

Según nota de El Universal “En 2022, el número de quejas presentadas por migrantes contra el Instituto Nacional de Migración (INM) ante la Comisión Nacional de los Derechos Humanos (CNDH), aumentó 199.8% con respecto a las recibidas en 2019, al pasar de 714 a 2 mil 141”.

El caso más reciente que es extremo es el de 39 migrantes que murieron quemados y 27 heridos en instalaciones de Instituto Nacional de Migración en Ciudad Juárez a principios de 2023. Aunque las autoridades afirman que los migrantes provocaron el incendio, hay quien apunta las irresponsabilidad criminal de los guardias que mantuvieron encerrada a la gente y no pareció importarles que fallecieran.

Otros muchos casos se suman. La vileza de los maltratos en la frontera sur que literalmente a patadas reducen a quienes intentan escapar, los destinos en cárceles privadas en EUA, las historias de horror a manos de bandas de polleros ligadas ahora al crimen organizado. A las precarias condiciones laborales, a veces en situación de semi-esclavitud, con agroquímicos rociados a todas horas, altas temperaturas, hacinamiento en el trabajo y en los alojamientos, se suman los destinos de ser asesinados, todavía nadie sabe la motivación, a manos de grupos delictivos que los entierran en fosas clandestinas que ya son un escándalo internacional.

Ya desde 2011, La Comisión Interamericana de Derechos Humanos (CIDH) condenó “el asesinato de 145 personas cuyos cuerpos han sido encontrados en días recientes en fosas clandestinas en el Estado de Tamaulipas, México”. La Comisión instaba al Estado mexicano a “esclarecer lo ocurrido, identificar a las víctimas y sancionar a los responsables, así como a adoptar en forma urgente las medidas necesarias a fin de evitar que estos hechos sigan repitiéndose”.

Preocupaba en su momento, que los cuerpos fueron hallados en el municipio de San Fernando, muy cerca del lugar donde en agosto de 2010 se encontraron “los cuerpos sin vida de 72 migrantes indocumentados que se dirigían a Estados Unidos. Las autoridades investigan si las víctimas encontradas en las nuevas fosas eran también migrantes y hasta el momento han identificado a un migrante guatemalteco. El gobernador del Estado de Guanajuato señaló que 57 de las víctimas podrían ser migrantes de ese Estado que se dirigían a Estados Unidos”. Pero la gente sigue yendo.

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Todo camino de la gente es resbaloso. Mas caer tampoco perjudica demasiado: la gente se levanta, ¡la gente sube, la gente vuelve!… El correr de la vida lo envuelve todo, la vida es así: se calienta y se enfría, se tensa y luego se afloja, se sosiega y luego se aquieta. Lo que ella quiere de la gente es coraje.

João Guimarães Rosa

Cuenta John Berger: “Los trabajadores migrantes provienen de economías subdesarrolladas. El término ‘subdesarrollado’ es causa de vergüenza en los círculos diplomáticos. Por eso la palabra ‘subdesarrollado’ se sustituye por ‘en desarrollo’ para distinguirla de ‘desarrollado’. La única contribución seria a esta discusión semántica la hicieron los cubanos, que señalaron que debería existir un verbo transitivo: subdesarrollar. Una economía está subdesarrollada debido a las cosas que ocurren a su alrededor y dentro de ella; debido a las cosas que se le hacen. Existen agencias que subdesarrollan”. A pesar de lo terrible que es la imposición de una guerra contra la autonomía de las comunidades campesinas en todo el mundo, comunidades que han logrado sortear tantas cosas, el capitalismo engatusa a la gente para arrancarla de sus entornos de subsistencia y le hace soñar con un futuro diferente. Cuenta John Berger:

“Todos los días oye hablar de la metrópolis. El nombre de la ciudad cambia. Es todas las ciudades sobrepuestas unas a otras y que se convierten en una ciudad que no existe en lugar alguno pero que continuamente transmite promesas. Estas promesas no se comunican por un solo medio. Están implícitas en los relatos de quienes ya han estado en la ciudad. Son transmitidas por la maquinaria, por los automóviles, los tractores, los abrelatas, los taladros y las sierras eléctricas, por la ropa de fábrica. Por los aviones que surcan el cielo. Por la autopista más cercana. Por los autobuses de turistas y los relojes de pulsera; están ahí en la radio. En las noticias. En la música. En la manufactura misma del radio. Sólo yendo a la ciudad puede comprenderse el significado de todas las promesas, que tienen en común la cualidad de lo abierto. El camino sale del pueblo cruzando el llano o por las colinas. Después de algunos kilómetros el pueblo se pierde de vista y el cielo se extiende por encima de la tierra. Él está mucho más atento al horizonte como fenómeno que la mayoría de los habitantes de la ciudad. Pero es apertura lo que la metrópolis representa para él. Esta apertura implica oportunidades. La oportunidad de ganarse la vida, de tener el suficiente dinero para actuar. El habitante de la metrópolis moderna tiende a creer que siempre es posible, de algún modo, vivir de rascarle aunque sea algo a la tierra, a menos que se trate de un desierto: o un ‘viento negro’. Esta creencia es parte de la idealización romántica de la naturaleza, fomentada por el hecho de que la ciudad le saca un excedente al campo, que es amasado en la ciudad, donde se percibe como la profusión de un cuerno de la abundancia. Tal creencia está muy lejos de ser verdad en cualquier sentido. Es necesario ‘sobornar’ a la naturaleza para producir lo suficiente. Los campesinos de todo el mundo lo saben. La pobreza rural significa no tener con qué sobornarla. No se trata de trabajar más duro. El trabajar más la tierra ya no es siquiera una posibilidad”.

La tesis de John Berger en Un séptimo hombre es muy parecida a lo que plantean Iván Illich y Jean Robert en sus trabajos que muestran la guerra a la subsistencia contra el campesinado porque el capitalismo mantiene al mundo en una condición de subdesarrollo, expreso, deshabilitante, y a la vez juzga a ese campesinado como improductivo y torpe.2 “La pobreza rural moderna tiene un origen social, y sus causas no son naturales”, dice Berger. “La base social de esa pobreza, sin embargo, está disfrazada. Las relaciones económicas que median entre la tierra y los campesinos (la aparcería, el sistema de tenencia de la tierra, el sistema de préstamos monetarios y el sistema de mercado) terminan por ser consideradas parte de lo yermo de la tierra, parte de la innegable verdad de que es imposible sacarle pan a las piedras”.

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Foto: Elsa Medina

Un instante de la luz puede atrapar a un hombre agotado. Le adivinamos su fragilidad y su entera decisión por el ademán de negarse a que la cámara le tome el rostro, un gesto que desnuda su clandestinidad y su arrojo. Un arrojo que captamos mirando el lomerío al horizonte de donde viene y también el horizonte que no tiene fin adonde se encaminará cuando se levante de descansar sobre su morral, único lugar visible donde guarda su ser pasajero, peregrino, exiliado de su propia vida —pese a sus zapatos y su pantalón, a su camisa y su saco y su gorra: prendas tan suyas.

Cómo ponernos en la piel de Elsa, en su encontronazo con ese caminante, en la urgencia de llevárselo también a otros viajes, en busca de otros sentidos, y que ese caminante haya llegado a nosotros como una figura eterna y a la vez evanescente, de la que siempre recordaremos sus manos, una extendida, abierta y tensa, y la otra apretada sobre su pulgar cerca del vientre y de su calor fundamental.

Mientras, las nubes con su orilla luminosa no impedirán la claridad de los dibujos —cruces de caminos— en sus manos y en las veredas de tierra que rayan la hondonada.

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1 Un séptimo hombre, Editorial Sur+, México 2009, traducción de Gabriel Elías y cotejo del Taller Autogestionario de Traducción (TAT)

2 Por un sentido común controversial. A propósito de la escuelita zapatista”, en No toquen nuestro maíz, del Colectivo por la Autonomía, Grupo ETC y GRAIN,Editorial Ítaca, México, mayo de 2014, p. 255

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