Una herramienta de memoria y abrazo (30 años de Biodiversidad, sustento y culturas)
En 1994, cuando comenzó la revista Biodiversidad, sustento y culturas, el punto nodal, como ahora, fue el reconocer que Latinoamérica necesitaba con urgencia una articulación desde abajo, que no sólo pasara por lo institucional sino que tejiera sus correlatos, sus argumentos, a partir de las informaciones y claridades que comenzaban a fluir de todos los rincones. Hoy está muy normalizada la globalidad, pero entonces apenas se estaba inaugurando la conciencia plena de estar en ella.
Desde 1989, pero sin duda en 1994, hubo un primer estallamiento, para mal y para bien. Fue un momento en que surgió el alma (de los pueblos, de la gente común con su historia en el morral) y a la vez los operadores, los estafadores, penetrando los territorios con su atropello por delante.1 Y todo eso, Ojarasca desde 1989 y Biodiversidad desde 1994, con ángulos y rumbos aparentemente diferentes, lo recogieron y lo volvieron a volcar a todas direcciones.
Resalta el filo con que John Berger resumió en una frase lo que habría de ocurrir, una vez caído el muro de Berlín y con las reformas estructurales y la OMC ocupando un lugar privilegiado. Porque él entendió que en el tiempo que se avecinaba las corporaciones asomarían sus instrumentos de control, estafa, manipulación, retórica, discriminación, acaparamiento y menosprecio (junto con sus comadres y compadres de la corriente mercenaria de la ciencia) y los fueron desplegando en tanto pudieron acceder a más poderes fácticos en todos los niveles.
A la vez, como antídoto del veneno vertido al mundo, de los rincones más inexistentes comenzó a decirse en voz alta toda la historia invisible, toda la cauda de una memoria-mar receptora de las miriadas de veneros, arroyos, cascadas, manantiales y aguas subterráneas de memorias infinitas como hay vidas en este mundo. Ésa es, tal vez, la enseñanza más profunda del zapatismo, surgido en 1983 pero florecido a la luz del sol en 1994. Los pueblos, las tribus, los barrios, las comunidades, los movimientos no sólo ya obreros sino campesinos y de pueblos originarios —con la negación que les imponían pero también con su negativa propia, reconociéndose en el zapatismo y otras corrientes críticas y anticapitalistas—, comenzaron a aflorar y a tomar la palabra.
La memoria siguió viva. Gracias a Ojarasca y a Biodiversidad, sustento y culturas y seguro otras muchas que ojalá algún día conozcamos (que emprendieron la labor de vincular, recordar, sistematizar, estar pendiente de los avatares y devenires), los asuntos terminaron en el centro de la discusión mundial. Su papel fue expresar lo inexpresado, visibilizar lo invisible, rememorar lo olvidado, reconocer a las comunidades despreciadas y manipuladas, y reivindicar a las personas vilipendiadas y sometidas. Su intento ha sido restañar la vida misma —corroída por la deshabilitación rampante.
La transformación sufrida fue mundial. Las reformas estructurales de fines de los ochenta habían hecho sonar la alarma de cambios enormísimos porque afectaron al conjunto de países que se mantienen acuerpados en Naciones Unidas, y a las estructuras internas de los mismos.
Estos países convenían con un cierto número de instancias jurídico-políticas internacionales y con los organismos económicos internacionales como el Fondo Monetario Internacional o el Banco Mundial. El Acuerdo General sobre Aranceles Aduaneros y Comercio (GATT), vigente desde 1947, se reconvirtió en Organización Mundial de Comercio (OMC) un año después de la firma del TLCAN entre México, Canadá y EUA, que entró en vigor en 1994.
Era el primer TLC y abrió los senderos del largo camino que la sumisión corporativa impuso a gobiernos y sistemas jurídicos. Ese TLC y su interminable secuela de tratados y acuerdos bilaterales de comercio e inversión, desatados a partir de ese primer hito en la historia de estos acuerdos “comerciales”, fueron el parteaguas que cambió la textura global de las relaciones comerciales y de inversión. Pero también el tejido de relaciones entre los gobiernos y entre éstos y sus sociedades, al extremo de desarmar muchos aparatos jurídicos. Le abrieron margen de maniobra a las empresas mientras cerraban y siguen cerrando los espacios legales para que la gente, las poblaciones, defiendan sus intereses. La llamada democracia formal profundizó su erosión y el mundo entró en una etapa inusitada de homogenización de los términos de referencia de sus relaciones internacionales.
Se abrió la puerta a desajustes planetarios. Se multiplicó la instauración de tales instrumentos de desvío de poder, que dejarían a los pueblos sin posibilidad de defenderse jurídicamente de las compañías transnacionales —y de los gobiernos y sus aparatos represivos. Los Estados doblaron las manos ante políticas públicas indignas y se desparramaron los acaparamientos de tierra y agua, creció el extractivismo, se acorraló a los pueblos y en una marejada que aún no se detiene recrudeció la expulsión de gente de sus comunidades. Cundió la migración, lo que hizo crecer la agroindustria, el envenenamiento del agua y los montes, la deforestación, los incendios y el caos climático.
Comenzó la guerra por las semillas. Los controles legales no bastaron y se impulsó el control biológico, genético y la biología sintética, la digitalización del material de reproducción de la vida.
Con un ojo histórico de largo alcance y un horizonte amplio en su perspectiva, los zapatistas se dieron cuenta de los cambios casi que irreversibles que se cernían sobre el mundo y sobre las estructuras jurídicas, políticas, económicas y sociales del mundo como lo conocíamos.
El levantamiento que respondió a la puesta en vigor del TLCAN fue su respuesta sideral y desató unas certezas y unas convicciones que hoy día son más vigentes que entonces. En 1994 apenas se avizoraban los efectos y en cambio hoy, batallamos desde tantos rincones contra los efectos de los tratados y todas sus repercusiones pues rozan infinidad de ámbitos de la vida de la gente, de la vida de la naturaleza biodiversa y del destino del planeta.
Hace treinta años ocurrieron tantos sucesos cruciales para la configuración del mundo actual, que sus efectos acumulados en los años transcurridos nos tienen en un escenario sumamente difícil para el destino de la humanidad.
Pero en esos mismos treinta años, las iluminaciones que desde miles de rincones se expresan en pensamientos, razones, actos, prácticas, organización, son también un don contundente que termina siendo un talismán ante tanta iniquidad.
En 2016 ya nombrábamos así el daño que el proceso de la globalización había ocasionado: “Las opciones políticas del comunismo, del socialismo, de la democracia parlamentaria y electoral e incluso de la revolución como toma del poder, se van desgastando. El capitalismo parece haberse apropiado de todo y cava su propia destrucción como suicidio de la humanidad, mientras concentra en menos manos el empeño de millones y millones. El agua se agota, el ambiente se pudre, se contamina el aire y la intimidad. La gente está sola ante la ley. El Estado desvía el poder que debería ‘emanar del pueblo’ y obstruye con plena conciencia, y con toda su estructura sistémica, los caminos legales para alcanzar la justicia. No parece haber horizonte. Los valores más sagrados son hoy objeto de comercio. La vida misma tiene rotas sus fronteras y podemos estar ante una ruptura definitiva de la vida como la conocemos”.2 En ese entonces ni siquiera estaba tan presente la sensación y la experiencia directa de ser parte de un sistema que se roba la vida de las personas y los colectivos desde lo más cotidiano, mediante la dependencia que nos fabrican, hora tras hora, en nuestros dispositivos electrónicos, pero ya la lucha contra los transgénicos y contra la privatización de las semillas era un asunto de mucho cuidado y argumentaciones sutiles para no caer en las trampas de la tecnociencia.
En todas esas luchas, Biodiversidad, sustento y culturas sigue puntualmente la discusión, reuniendo información, mostrando los ángulos pero sobre todo abriendo ventanas, amplificadores y puntos de encuentro para que la gente desde sus diferentes ámbitos continentales pueda pronunciarse y vincularse, resonar, sinergizar mostrando la fuerza de los rincones. Organizaciones como La Vía Campesina, la CLOC y movimientos autonómicos de gran diversidad, pero siempre anticapitalistas, han abrevado de Biodiversidad y contribuido a su ser actual.
Si los estafadores asomaron la cara para apoderarse de todo sin miramientos, las comunidades han ido repensando su condición, indagando sus posibilidades, sus herramientas, sus alianzas, sus relaciones con la tierra. Ya lo dijo Sylvia Marcos, “están arraigadas a ella, viven de ella, se comunican con ella, viven en ella y la cuidan”:3 eso es sembrar las relaciones territoriales que hoy reivindican autonomía, libre determinación, soberanía alimentaria y derechos lo más plenos posibles para mantener su milpa íntegra y sus semillas ancestrales vigentes, y que lo pertinente para las comunidades y pueblos lo puedan decidir y ejercer por sí mismas.
Caminando junto a la gente y descorriendo veladuras y sombras, en Ojarasca la creatividad, la imaginación y la mirada única abren derroteros y se sumergen en territorios desconocidos.
Biodiversidad emprendió desde el inicio más un camino de vinculación: pensar entre las organizaciones que la publican los argumentos y las situaciones que reconfiguran la mirada común que es memoria y fortalecimiento.
Así, nos vamos pasando la palabra remota, el suceso, el sueño, el principio, la responsabilidad de cuidar la memoria, el sentido y la transformación. No parece haber otra manera sino relatarnos de ida y vuelta, reflexionar entre la tanta gente.
“La historia no tiene más sentido que hacer sentido. Sólo compartiendo la experiencia puede ésta transfigurar a quien dice y quien escucha, transformarnos en lo que somos, hacernos más lo que buscamos en los ámbitos comunes, de mutualidad, de resonancia, del nosotros”, decíamos entonces4.
Reconstruyendo en mayor detalle la historia de Biodiversidad, sustento y culturas, hacemos el recuento de quienes han pasado por sus filas. En los primeros números de Biodiversidad,el equipo editorial estuvo conformado por GRAIN y REDES-Amigos de la Tierra, con participación de Nelson Álvarez, Silvia Ribeiro y Karin Nansen, entre otros. Ya entonces se percataban de la privatización y acaparamiento de lo que llamaban recursos genéticos y la fabricación de cultivos resistentes a los herbicidas, modificados genéticamente. Comenzaba a entenderse la estafa que estas manipulaciones entrañaban, y a la vez la revista abría la cancha para que la sociedad civil latinoamericana pudiera ventilar sus preocupaciones, compartir sus informaciones y fluir vinculando rincón con rincón, estudio con estudio, con una dificultad técnico-comunicativa mucho mayor que ahora, lo que nos habla del empeño de quienes iniciaron Biodiversidad, sustento y culturas, en la búsqueda de una articulación continental.
También comenzaban a entenderse los propios tratados de libre comercio y sus repercusiones ya anotadas, en particular las relacionadas con la privatización de semillas y del material vegetativo en obediencia a los llamados “derechos de obtentor” que, como bien afirma Camila Montecinos, son el equivalente a que “alguien se quiera apropiar de una casa que lleva muchos años o siglos de construcción, por el solo hecho de haberla pintado”.
Esa sociedad civil inicial con REDES-Amigos de la Tierra, Grupo ETC y GRAIN, comenzó súbitamente a tender puentes entre los movimientos, organizaciones y comunidades en Latinoamérica.
La revista surfeó muchos años en la eficaz distribución por correo que activó Martín Drago como parte de REDES, una labor titánica que conectó a muchas organizaciones, comunidades, entidades académicas y movimientos mediante esa revista que llegaba por correo postal a alimentar las discusiones. Con la participación de GRAIN, más activa desde el 2001, Carlos Vicente y Camila Montecinos comenzaron a ser parte fundamental de la articulación y la sistematización de argumentaciones, información y propuestas prácticas de acción.
Un hito importantísimo en la revista fue la paciente y dedicada labor de Carmen Améndola quien desde el número 24 fuera editora casi 10 años hasta el momento de su fallecimiento. No hay mejor testimonio de su cariño por Biodiversidad,que lo escrito por Nelson Álvarez al momento de su muerte: “Carmen siempre me quiso hacer creer que aprendía mucho conmigo. Fue su manera de ser, dándole p´arriba a la gente, rápida en subrayar lo positivo. En la crítica necesaria, cuidadosa y certera. A los que fueron sus estudiantes tiene que haberles llamado la atención cómo se puede ser intelectualmente brillante sin caer en la arrogancia. Siempre he admirado a quienes, como Carmen, acometen con el mismo entusiasmo la coordinación de un evento universitario con invitados internacionales, como la corrección cuidadosa de una carta enviada para su publicación por una organización campesina. Creo que lo hice antes, pero de todas maneras aprovecho para decirlo ahora: Carmen, no sabes lo mucho que aprendí con vos. Sé que somos muchas y muchos los que podríamos aportar anécdotas sobre Carmen. A mí me gustaría cerrar recordando a Carmen una mañana en la plaza de la ciudad de Cochabamba, cuando por azar fuimos testigos de un cabildo abierto donde miles de bolivianos discutían los pasos a seguir en la lucha por el agua. En algún momento miré a Carmen, que estaba a unos metros de distancia, y pude ver en su cara una sonrisa que traslucía el optimismo de que sí, otro mundo es posible”.
No podemos sino celebrar el paso de Carlos Vicente por GRAIN, por el sitio biodiversidadla.org, por la revista Biodiversidad y la propia Alianza, pues con su entrada se consolidó su papel en Latinoamérica. La revista comenzó a imprimirse en forma dislocada en varios de los países, en lugar de distribuirse desde Montevideo. La edición se asumió desde México, con un impulso colectivo: la Alianza, con referentes cruciales como Elizabeth Bravo de Acción Ecológica, Germán Vélez del Grupo Semillas, Silvia Rodríguez y Henry Picado de la Red de Coordinación en Biodiversidad de Costa Rica, Pancha Rodríguez desde CLOC y la Campaña de Semillas de vía Campesina en Chile, María José Guazzelli y Leonardo Melgarejo desde el Centro Ecológico Ipé en Brasil y de pronto, con la ductibilidad y la magia en la coordinación por parte de Carlos desde GRAIN y desde Acción por la Biodiversidad, el flujo de los años había transcurrido poniendo en la mesa de la discusión cruciales debates urgentes, situaciones insoportables, luchas impostergables. Eran y son las reivindicaciones más sensibles de un conjunto de comunidades, movimientos y sus organizaciones que habían decidido utilizar la revista como herramienta de vinculación y entendimiento, mediante la información y los datos, los testimonios, la teorización, la sistemática labor de reunir este cúmulo de saberes en las páginas de una revista y en el pulso cotidiano de un sitio como biodiversidadla.org. Con la participación de Lucía Vicente, Carolina Acevedo y por unos años María Eugenia Jeria, el sitio se mantuvo así hasta el reciente fallecimiento de Carlos Vicente, que con su siembra seguirá siendo un referente fundamental para quienes continuamos con la vinculación de la Alianza, la edición de la revista y la presencia del sitio, que ahora organiza un equipo de CLOC.
En los años se han incorporado a la Alianza personas y organizaciones como José Godoy y Evangelina Robles del Colectivo por la Autonomía, Fernanda Vallejo y Verónica Villa del Grupo ETC, Octavio Sánchez de la Asociación Nacional para el Fomento de la Agricultura Ecológica (Anafae) de Honduras, Fabián Pachón de la Federación Nacional Sindical Agropecuaria (Fensuagro-CLOC) de Colombia, Marielle Palau y Abel Irala de Base-Is en Paraguay, quienes desde sus organizaciones colaboran cercanamente con la continuidad e incluso la administración o la coordinación de la Alianza y de esta revista que documenta el acaparamiento de tierras, el desmantelamiento jurídico de todo lo que defendía ámbitos y bienes comunes (en particular los bosques, las aguas, las semillas nativas, libres, ancestrales, de confianza tan presentes en los ataques de la propiedad intelectual a las estructuras de la vida), el auge del extractivismo de petróleo, gas y minería más y más invasiva y dañina en las regiones. Por las páginas de la revista y por el sitio biodiversidadla.org se documenta la expansión del monocultivo predatorio en grandes extensiones: soya, palma africana, maíz industrial, cultivos que desplazaron la diversidad de las siembras nativas y expulsaron a las poblaciones que se cuidaban mutuamente con estas siembras.
Gracias a Biodiversidad se ha vuelto claro el enredo de normas, leyes, y políticas públicas con las que los gobiernos promueven la deshabilitación: que nadie pueda resolver por medios propios lo que más le importa y que tenga que recurrir a expertos que intermedian o a la “superioridad” que vigila, administra y castiga.
Biodiversidad recorre el espectro completo dando cuenta de los modos del crimen organizado en su expansión sobre la vida diaria, y del momento cuando se tornó crimen “autorizado”, cada vez con más relación con empresas “legales” y gobiernos. Hoy estamos ante un Estado cuyas estructuras mismas son criminales y que, embozado, promueve servidumbre por deuda, semi-esclavitud mediante una desregulación laboral, y una devastación de las condiciones de reproducción de la vida mediante desregulaciones ambientales sin miramientos.
Tras 30 años la fragmentación comunitaria la promueven los operadores de programas de asistencialismo, sectas, intermediarios empresariales, y los partidos políticos, enganchadores, aboneros, paramilitares y comerciantes. Esta fragmentación culmina en la expulsión de poblaciones que por millares arriban a la frontera. Ahí les espera un infierno de cárceles privadas donde les hacen trabajar por un dólar al día, o la concentración en campos de gente sin destino. O la represión o la desaparición.
Biodiversidad sigue informando y documentando pero también promueve los vínculos para enfrentar lo que sigue. Detallar los cuidados, la responsabilidad mutua, la reproducción puesta en el centro de la cotidianidad y nuestro empeño de ser comunidad reivindicando cada una de las luchas ineludibles, inescapables, contra leyes e imposiciones, contra la devastación, persecución, despojo o exterminio. La postura de Biodiversidad es fomentar la resistencia anticapitalista, la defensa y cuidado de las semillas nativas y de los territorios de los pueblos y comunidades, no sólo originarias, sino afrodescendientes o simplemente campesinas, en campo y en ciudad. La soberanía alimentaria es un primer paso real a la autonomía. Producir los alimentos propios, zafarnos de las dependencias, no tener que pedirle permiso a nadie para ser, defender y proponer.
Son éstas las resistencias puntuales, las luchas realmente existentes, inapelables. Y falta vincular más todas las luchas y la investigación e información alterna, nuestra; un entendimiento en común mediante talleres, asambleas y organización, cuadernillos, folletos, infografías, manuales, carteles, podcasts y programas de radio. Todo esto es la articulación entre sitio y revista como parte de lo que fluye de la Alianza Biodiversidad. Busquemos entender lo inentendible, que las piezas ajusten en el rompecabezas, que miremos el panorama y el detalle. Y que nos sepamos juntas, como personas, entidades, comunidades, organizaciones, gracias a configurar este movimiento, la articulación que continúe en los años que vienen.
Este texto utilizó dos documentos publicados recientemente. Fragmentos se extrajeron de “La historia no tiene más sentido que hacer sentido”, Ojarasca 325, mayo 2024. Otros fragmentos se tomaron del editorial de Biodiversidad, sustento y culturas 120: “Biodiversidad cumple 30 años” (abril-mayo 2024). El presente texto sistematiza con más detalle e integralidad loplanteado en las otras dos publicaciones.
La foto de la portada de Biodiversidad es de Alejandra Porras Rozas
1 John Berger, “El alma y el estafador”, en Keeping up a rendez vous, Vintage International, 1992.
2 “Si la globalidad fuera total, no imaginaríamos como ahora, la salida”, en Susan Street (coordinadora), Con ojos bien abiertos, ante el despojo rehabilitemos lo común, Cátedra Jorge Alonso, CIESAS, 2016.
3 Conversación informal.
4 “Si la globalidad fuera total…”, op.cit.
Ramón Vera
Editor, investigador independiente y acompañante de comunidades para la defensa de sus territorios, su soberanía alimentaria y autonomía. Forma parte de equipo Ojarasca.