Historias de vida en las luchas de México

Rocío Moreno

Resistir en La Misión San Francisco, California

Quienes han tenido la oportunidad de caminar en las calles de La Misión pueden sentir el calor latino. Los colores, los puestos comerciales, las sonrisas y saludos de las gentes, los olores, la lengua, los murales, etcétera te hacen sentir por momentos que estas en Latinoamérica. La Misión es un barrio de San Francisco, California. Su nombre se debe a la sexta misión de la Alta California. En 1776, los colonizadores construyeron La Misión en honor a San Francisco de Asís. En la actualidad este barrio o distrito de la ciudad de San Francisco se caracteriza por tener una gran influencia y presencia hispanohablante. Ahí es donde confluyen ecuatorianos, salvadoreños, mexicanos, colombianos, peruanos, argentinos, guatemaltecos, etc. Y desde sus diferencias culturales han tenido que ingeniárselas para construir formas propias para poder adaptarse a ese país, donde al mismo tiempo logren cargar con sus historias y culturas y no reducirlo a folklorizar la cultura hispanoamericana y convertirla solo en una mera mercancía.

La revuelta que trajo Covid-19

Vivir en un barrio latino en los Estados Unidos puede ser muy confrontativo. Por un lado, existen actividades que parece que empoderan a la comunidad hispanohablante, pero al mismo tiempo existe una ausencia terrible del Estado, ya que en el fondo hay un desprecio profundo hacia la población migrante latinoamericana. La gente lo nota en la vía de los hechos, por ejemplo, que el Estado no funciona de la misma manera para los latinos que para la población blanca. Por esta razón, La Misión pareciera ser el espacio seguro para los latinos, pero en realidad, está lejos de que de forma efectiva se cumplan algunas de las demandas principales (vivienda, trabajo, educación, salud) de los latinoamericanos en ese país.

Dheyanira es una mujer de Ecuador que vive en la Misión. Ella decidió no vacunarse y por esa razón perdió su trabajo. Al igual que sus vecinos, tuvo que aislarse en su apartamento. Covid-19 desnudó a las instituciones del Estado, tales como los hospitales, los gobiernos, el mercado, las escuelas y por consecuencia, se cuestionó a la educación, al tipo de educación que brinda el Estado. Dheyanira es madre de un adolescente. Ambos tuvieron que aislarse en casa, ya que las escuelas cerraron. Fue en ese escenario de aislamiento que se comenzó a cuestionar su realidad y las imposiciones que desató la pandemia, por lo que algunos, entre ellos Dheyanira, decidió y comenzó a buscar a sus vecinas para organizarse y hacer algo para poder salir de nuevo a las calles.

Desde la opinión de ella, “la comunidad latina vive como rehenes” ya que “los gobiernos nos quieren tener ignorantes.” Acceder a la información es difícil, “la comunidad latina nunca sabe la verdad.” La información que se da en este país es muy sesgada de por sí, pero además la información que se brinda en inglés es distinta a lo que se difunde en español. Siempre es desigual. El gobierno y los medios masivos no les interesa informar a la gente. La mayoría de la población se dedica a su trabajo, donde las jornadas son extensas y cuando regresan a casa, solo les da tiempo para descansar. Vivir en ese país, y en una de las ciudades más caras del mundo, hace más difícil el que se puedan involucrar en los procesos sociales de su comunidad. No obstante, Dheyanira en su desempleo, comenzó a tocar la puerta de sus vecinas para saber si pudieran juntarse.

¿Por qué no me organizo con la gente de la comunidad?

Antes del Covid-19 la vida era dura, ya se vivía en una crisis, pero el aislamiento y el desempleo, intensificaron la ruda realidad. Y fue en ese momento que surgió la necesidad de encontrarse con los demás. Lo primero fue buscar a las mamás del barrio, pues estábamos solas, nos dejaron solos. Dice Dheyanira que ella con sus propios recursos, impulsó una clase de música latina. Se fueron a un parque y ahí se convocaron para hacer comunidad desde la música “con el programa de música hicimos comunidad”. Como aun eran los tiempos de pandemia, les comenzaron a decir que estaban exponiendo a la gente a contraer el virus, pero en realidad todos querían estar afuera de sus apartamentos, por lo que decidieron conformar un comité de madres de La Misión para que así les dejaran reunirse. Comenzaron a reunirse una vez por semana y ahí hacían música, conversaban, realizaron pequeñas asambleas, etc. Esa fue la manera de hacerle frente al COVID y al aislamiento social.

Al pasar los meses, las escuelas privadas comenzaron a regresar a las aulas, pero las públicas que es donde están inscritos la mayoría de los niños y jóvenes latinos, no regresaron de manera presencial. Ante esta decisión del Estado de no abrir las escuelas donde acuden sus hijos, se vio en la necesidad de alzar la voz, ya que “como madres latinas y trabajadoras querían que se volviera a abrir las escuelas” “Todos queríamos regresar a las escuelas”, alzaron la voz y las escucharon en los medios de comunicación, los padres de otras escuelas y el gobierno.

No tener miedo, alzar la voz ¡Hicimos historia!

El haberse conocido en el parque meses atrás, les dio oportunidad de conversar y de reflexionar sobre qué hacer en comunidad, por lo que cuando sintieron que de nuevo les imponían algo sin ser consultadas, fue prácticamente natural que respondieran de manera organizada y colectiva a un “regreso a clases.” Estas madres sabían que era necesario regresar a la escuela porque sus hijxs habían dejado de socializar con los suyos y cada vez era más insostenible el aislamiento social. Una vez que su voz fue escuchada, obligaron a que se comenzaran a abrir las escuelas.

Los niñxs y jovenxs comenzaron a regresar de manera presencial, pero se dieron cuenta algunos padres que el problema también era y es el tipo de educación que reciben sus hijxs en las instituciones educativas. Ahí, no les enseñan a pensar, mucho menos, los conectan con sus raíces y orígenes. Esta fue una de las razones por las que algunas madres como Dheyanira decidiera dar de baja a su hijo de manera definitiva.

¡Que la dignidad se haga costumbre!

Después de conocerse, encontrarse y juntas descubrir el poder de su voz y demandas, simplemente las encaminó a seguir construyéndose en comunidad. Aunque son pocas las madres que siguen reuniéndose, ellas no se rinden, ni claudican por mantener un espacio muy de ellas. Desde que vieron la fragilidad del sistema educativo y la enseñanza que reciben sus hijxs en las escuelas públicas, saben que existe un hueco enorme de conocimiento. Por esta razón, han decidido seguir reuniéndose. Ahora saben que hay una enorme necesidad por aprender, informarse, conocer, cuestionar, compartir saberes, etc. Ahora se ven los domingos a medio día y ahí comparten y aprenden sobre plantas medicinales, salud, medicina ancestral, nutrición, educación, arte, alfabetización, lectura, etc. Todo aquello que creen que es necesario saber.

El lugar donde se reúnen para enseñarse a pensar y compartir la palabra y la escucha, es en un jardín comunitario. Es un espacio hermoso, lleno de árboles, plantas, murales, bancas, un pequeño escenario para exponer, y una parrilla para cocinar. A ese lugar le llaman Jardín Secreto.

El Jardín Secreto del comité de las madres de La Misión, ya siente que gozan de un espacio propio y común, donde sus voces son escuchadas. Ahora saben que como latinoamericanos deben de tener sus propias organizaciones, para que en realidad se haga lo que se necesita y para lograr eso, saben que deben de estar juntos y hacer comunidad. Ellas al igual que la mayoría de los habitantes de este planeta deben de comenzar el largo camino emancipatorio que necesitamos para una sociedad más libre y justa.

Rocío Moreno

Historiadora y defensora indígena coca de Mezcala, Jalisco, interesada en mostrar cómo las historias de vida están totalmente vinculadas a los proyectos que abanderan las resistencias en México, pues ¿qué son las resistencias sin la infinidad de historias de vida que las constituyen?

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