Desde los fuegos del tiempo

Ramón Vera-Herrera

Que cada colectivo sea una bolsa de resistencia

Si no hacemos historia no tenemos infancia

Segunda parte

A reconstituirnos y organizarnos, ahora que el gobierno busca la desorganización general de la sociedad civil

La persona no es ni una unidad monolítica ni una pluralidad inconexa. Hablar de una persona singular, aislada, es una pura contradicción.

El término “persona” implica una relación constitutiva, la relación expresada en las personas pronominales. Lo que suele llamarse persona no es sino un nudo en una red de relaciones (con otros nudos).

Un yo implica un tú, y en tanto esta relación se mantiene

implica también un él/ella/ello como el espacio

en que la relación yo-tú se establece.

Una relación yo-tú implica igualmente una relación nosotros-tú

que incluye el ellos…

Raimon Pannikar, La trinidad

El flamante “gobierno de la 4 T” está empeñado en “desorganizarlo todo”, como dijera apenas hace unos días un amigo entrañable que sabe muchísimo de organización. Y que por supuesto no concuerda con la idea de que la “sociedad civil” (eso que el presidente supone que es) es perversa y mañosa y que siempre intermedia lo que cada persona es y encarna.

Asumir la falacia de que toda organización nos coopta, o nos preda y vive de la gente, es suponer malamente que la gente no tiene el menor atisbo de inteligencia, sensibilidad, perspicacia e intuición imaginativa. Es asumir e imponer la noción de que, como dicen los infrapolíticos, “toda comunidad es un grupo de encierro”, “un grupo que coarta”. Y asumir esta máxima es imponer en el discurso el sueño dorado de Margaret Thatcher, que suponía que cada individuo lo puede todo si se esfuerza, por eso empujaba a cada ciudadano o ciudadana a meter al banco cualquier quinto que le sobrara, y que los bancos aprovecharan todos los dineros, hasta de los pobres, para su obra de transformación.

Ahora la 4 T dice: “no vamos a apoyar a ninguna organización social, a la sociedad civil, no vamos a permitir intermediarios, nuestro apoyo irá directo a cada persona en lo individual”.

Así, no habrá apoyos para las organizaciones del campo, laborales, ambientales, gremiales, de pueblos indígenas, de género, de vecinos o barriales.

Todo esto parece querer decretar la muerte de la sociedad civil. Qué dirían Gramsci, Iván Illich, Fromm, Méndez Arceo, Paulo Freire por no hablar de todos los pensadores de la organización social como posibilidad de acuerpar una fuerza y la potencialidad de pensamientos y sentimientos actuando juntos, de los anarquistas en adelante .

Pero esto es apenas una presentación. Dejemos esa discusión ahí. Mas hagamos constar que la propuesta de ciudadanizar los apoyos, por inocua que parezca, tiene dentro el huevo de la serpiente de una fragmentación social extrema que terminará atomizando núcleos, sectores, zonas de esa sociedad civil, rural y urbana que no se va a dejar. O que será más propensa a tironearse unos contra otros.

Y no deja de ser muy inquietante que, cuando lo más necesario es la configuración y el empuje de personas que actúen juntas, abriendo espacios de diálogo, activando procesos de la memoria colectiva, tejiendo el saber de muchísimos en colectivo, el nuevo gobierno decida disuadir la configuración de organizaciones sociales.

Es cierto, muchas sirvieron para lucrar, y para que unos cuantos líderes vivan de los agremiados. Así ocurre en comunidades, organizaciones, sindicatos y movimientos.

Pero eso no ocurre por la organización en sí misma. NO ES la esencia de lo organizativo. Y la gente tendrá, tarde o temprano que hacerse cargo de aquéllos que han querido ser vampiros de sus congéneres. Individualizar las relaciones sociales (sobre todo en cuanto a la gestión del Estado) no arregla esta situación, la agrava. Deja a la gente sola ante el aparato del Estado, deja sola a la gente ante la ley.

Emparejar todas las organizaciones a la premisa de extinción esconde una de las tremendas pifias del nuevo gobierno que van asomando conforme actúa en lo realmente existente: la ciudadanización, la desorganización de la sociedad en átomos individuales, parece servir en realidad para reorganizarla de nuevo bajo una sola macro-organización que el nuevo gobierno busca que surja de su titipuchal de promotores dispuestos a colar a los rincones más recónditos del país buscando “individuos” a quienes convencer. Priísmo de nuevo cuño, ni más ni menos.

Así las cosas, y ante un Estado que busca nuestra fragmentación, reiteramos la invitación a reconstituirnos, organizarnos, abriendo espacios de reflexión, diálogo y gestión. Para que esta autogestión funcione, muchísimos colectivos han ido decantando detalles que luego se le escapan a quienes trabajan en organizaciones. Éstos son detalles, contradicciones y sesgos no fácilmente contemplados en el trabajo regional y local, son importantes. Por eso esta segunda parte incluye algunos cuidados pertinentes que nunca sobran.

1. Cualquier reflexión colectiva es ya una acción de resistencia, en tanto que la lógica de la guerra permanente busca individualizar las relaciones y aislar a las personas (marginarlas y encerrarlas, aunque les brinden apoyos desde el gobierno). Sin embargo, esta lógica de la reflexión colectiva sólo funciona como resistencia si la gente que la emprende se percata de lo que está haciendo. Si nos ponemos como fin entender conjuntamente lo que nos aqueja. No se trata de cumplir con el requisito de un diagnóstico o de presentar algo en público (para alguien más, para alguna autoridad, para consultas y encuestas ahora tan de moda). El fin es entender entre nosotros. Nadie entendemos a solas.

2. Para que esta reflexión colectiva funcione, debe partir del respeto. Un ejemplo de este respeto es lo que hacen algunas personas involucradas en trabajos regionales, gente que tiene sensibilidad y que da preferencia al espacio de diálogo y no tanto a de inmediato intentar formalizar una organización. Hay que abrir el tiempo necesario para que la gente tienda puentes a su propio tiempo y se acerque mutuamente.

3. Es importante no seguir instrucciones, y que éstas nos sirvan como un mapa que podemos observar o desechar. Si uno toma algo literal, está fuera del suceso. Es como una receta de cocina. Si uno la sigue al pie de la letra una receta, lo que resulta resaltado fue nuestra conexión con la instrucción, no el guiso. Debemos cultivar nuestra improvisación, para abrir más espacios a la gente que se junta.

4. Nunca será suficiente enfatizar que gran parte del problema es que la gente no tiene cómo entender lo que ocurre si no indaga, en común, acerca de las condiciones que pesan sobre ella. Qué tan dispuestos estamos a compartir con otros los problemas comunes. El punto es identificar los puntos de referencia, los problemas comunes, que no sabíamos que eran comunes, que pensábamos que son de nosotros nomás. (Lo dicen muy claramente las comunidades que se organizan contra los megaproyectos que les tienen preparados: “Hasta ahora pensábamos que los problemas que tenemos eran únicamente de nosotros, pero hemos conocido otras historias diferentes en otras comunidades que se parecen a las nuestras”.)

5. Para indagar, tendríamos que comenzar por resaltar las relaciones que privan en el territorio propio, es decir, en el espacio en el que nos movemos y actuamos. No sólo las condiciones actuales, sino las historias individuales y colectivas de ese territorio. (Por eso conforme el capital acapara territorios, nosotros tendríamos que emprender el diagnóstico del tejido de las relaciones regionales).

6. Los expertos pueden aportar elementos importantes a este desnudamiento de relaciones, pero sobre todo, debemos rearmar en nuestro propio ámbito un rompecabezas del que cada una de nuestras historias es parte.

Al reflexionar en común, ponemos en común dichas historias (por eso entre otras mil cuestiones es crucial fomentar las organizaciones sociales), es decir, los fragmentos de un rompecabezas más amplio que nos empieza a explicar lo que ocurre en nuestro territorio-región, y eventualmente, cruzarlo con el de otras regiones nos permite acceder a un rompecabezas global.

De dónde surge el saber, a fin de cuentas. Para qué lo vamos a usar, una vez masticado; cómo lo construimos. Hasta qué punto lo que nos dijo alguien como testimonio, lo sacó de algún periódico,o del inegi, y no tenemos manera de saber. No es que no debamos tomar nada de los archivos, pero debemos ponderar el peso que le daremos a tal información; qué peso le damos a lo que dice la gente, pero sobre todo, cómo hacemos para que lo que indagamos juntos resulte pertinente.

Suena importante desmitificar el papel de los académicos como única fuente, pero tampoco lo que dice la gente es más preciso o pertinente o sensato que lo que dice un académico. Debemos cotejar mutuamente lo más posible.

El punto es: hay algunos espadachines de palabras (gente que puede ganar un debate por la labia que tiene. La pregunta es: ¿se quiere ganar la discusión o entender un poco más, juntos?)

7. Hasta ahora, la elaboración de mapas ha sido una herramienta muy valiosa para entender el espacio en el que nos movemos. Por espacio, el capitalismo ha querido que entendamos distancia. La resistencia es ver el espacio como punto de encuentro, es decir el lugar descifrable de un tejido de relaciones, como bien dice John Berger. Los mapas no funcionan si no expresan, potencialmente, ese tejido de relaciones. Todo método es una herramienta, como el hacha, o el azadón, o la computadora. Puede uno hacer una casa o mocharse una pata, aflojar la tierra o matar al vecino. Puede uno enajenarse con el porno del internet, o mandar comunicados a todo el mundo.

8. Mas los mapas no sólo nos hablan del espacio, sino también de la historia. Debemos emprender, como dice Andrés Barreda, una historia geográfica, así como una geografía de los cambios históricos. (Las regiones ya no se definen por su pertenencia a un país, sino por su importancia geopolítica o geoeconómica sin importar que abarquen más de un país o sea una pequeña franja de 38 municipios en un pequeño estado de un país.) Y no es una balcanización, porque en la idea del capital hay un plan maestro, no son fronteras azarosas. ¿En dónde estamos en tales regiones, cómo las vinculamos, cómo las entendemos, para saber qué hacer? La política no es un asunto de consignas sino de entendimiento cabal de las condiciones que nos aquejan. Cuando a quienes promueven el Tren Maya les parece que el proyecto sólo ocupa las vías, encarnan estas personas una negación flagrante del tramado de relaciones que cruzan cualquier territorio.

9. Tal vez saberes locales no diga mucho, parecerían únicamente cuestiones culturales. Nunca antes ha sido tan urgente emprender un exhaustivo barrido de lo que la gente sabe en las regiones, pero no para apropiárnoslo. Ojo. Si los saberes locales, lo que la gente sabe de su región es usado por nosotros, es decir, si les extraemos información, podemos tener un buen diagnóstico de las condiciones y relaciones de un espacio determinado, pero no tejeremos acciones de resistencia. Estableceremos otra forma de la dislocación, reproduciremos lo que el sistema impulsa: que la gente no sea dueña de sus procesos, que no los pueda ejercer. De nuevo estaremos en la lógica de la concentración, de poder en este caso. (Es por esta razón por la que, pese a que los proyectos de recuperación de historia oral llevan años emprendiéndose, no tienen efecto alguno hasta ahora.) Claro: hay miles de libros que hablan de las condiciones en una microrregión en particular, pero las condiciones de la gente no cambian. El dar información a otros quizá los hizo reflexionar un poco, pero no sirvió para crearse conciencia propia de sus condiciones, y mucho menos, para actuar al respecto. (Insistimos: de dónde proviene el saber o la experiencia, cómo se construye, digamos se mastica, y para que carajos lo queremos.) Los saberes locales empiezan por los nuestros propios. Pero no somos solos. En la construcción colectiva del saber está el mejor argumento contra la desorganización de la sociedad, como quiere el nuevo gobierno.

10. Como nos enseñaron los zapatistas, el fin NO justifica los medios. Los medios justifican el fin. Qué quiere decir esto: quiere decir que cuando los medios que utilizamos son liberadores, el fin se alcanza ejerciendo dichos medios. Cuando los medios no son liberadores, el fin puede ser lo grandioso que se quiera, pero no será alcanzado porque los medios los mediatizan, valga la redundancia. Los medios los nulifican. Así pasa con la idea de la recuperación de la historia, de las experiencias y saberes locales: un saber no es una cosa, es un tramado, un racimo, un sistema, un proceso.

A veces decimos defender los saberes, que no se pierdan, pero ya los emparejamos al tratarlos como cosas. El capitalismo, su idea del consumo, nos hace verlos como algo adquirible. El saber no se adquiere, se vive. Justamente la erosión cultural es romper, disgregar, diluir u homologar referentes, sugerencias, superficie, profundidad.

11. Alguien, hace poco, definió la autogestión como un proceso en donde un grupo de personas emprenden algo juntos y lo hacen, contradiciendo los criterios exteriores que pretenden normarlo a la distancia. Es decir, en vez de un esfuerzo centralizador, la autogestión (que no es otra cosa que la puesta en operación de los saberes locales, de la experiencia común) es un intento por relocalizar los esfuerzos, las decisiones, definiendo los fines entre todos los afectados, impulsando creatividad social; devolverle la escala humana a la toma de decisiones. En este punto, el papel de alguien que actúa en un proceso no parece ser el de sumarle fuerza a un partido, secta o movimiento, sino impulsar respetuosamente la creatividad social. La creatividad más creativa, valga la redundante redundancia, es impulsar la creatividad de los demás.

En vez de un estanque en donde tiramos una piedra y esta tiene ondas concéntricas que llenan el estanque, la idea es que lancemos muchas piedras y que cada una de ellas cree círculos concéntricos. Lo ideal es que esos círculos se toquen, interactúen, se relacionen.

12. Ante un mundo globalizado, en un país que tiene bolsas de resistencia por todas partes, tendríamos que ser, cada colectivo, una bolsa de resistencia. Para eso, debemos entender nuestro ámbito de acción propio. Para entenderlo debemos juntarnos con quienes están también dispuestos a resistir. Las propuestas alternativas deben venir después. Uno no puede emprender acciones alternativas en abstracto, porque el capital las refuncionaliza de volada. Y ya no sirven de nada. Las propuestas alternativas sirven cuando la gente que las propone, y las lleva a la práctica, está en resistencia. Se dice por todas partes y tiene mucho de verdad: talleres de intercambio de experiencias, entre vecinos, organizaciones, pequeños propietarios, autoridades comunitarias; entender la comunalidad, cómo se ejerce la autonomía, asambleas para pensar entre todos y tomar decisiones conjuntas.

La organización puede ser creada y desde abajo, y mantenida ahí, pero sirve más si privilegia la construcción de organizaciones dúctiles a partir de las cuales podamos articular resistencias a nivel local, regional y nacional.

Así como se organizan al interior de las comunidades en asamblea, que así igual se organicen al exterior, de tal suerte que las comunidades sigan teniendo sus autoridades tendiendo puentes entre el adentro y la organización regional.

13. En México en lo particular, existen muchas regiones. Pero las regiones del país están conectadas en la triangulación con los poderes estatales o federales, y con el mercado internacional que se cuela a todas partes. Sin embargo, están casi totalmente desvinculadas entre sí. (Esto hay que matizarlo por dos razones: la primera es que también desde hace unos años, la migración ha roto las barreras geográficas de una región; Queens y el Bronx son región con partes de Puebla y Oaxaca, o el Norte de Veracruz, pero también con Los Ángeles o San Diego; la segunda razón, conectada con la anterior, es que podemos hacer y deshacer regiones a partir de los tejidos de relaciones que emprendamos. Pero sobre todo, el problema de las regiones es que la región es el espacio donde existen relaciones comunes que nos afectan en común. Y el capital se ha encargado de hacerlas y deshacerlas por los criterios geopolíticos y geoeconómicos que ya hemos abordado; hasta cierto punto, entonces, son artificiales. O sobre un espacio de relaciones naturales se quiere imponer uno de relaciones artificiales.

Cuando se insiste en que deben conectarse, no es sólo para que respondan en conjunto ante una iniciativa de afuera, sino para que inicien un proceso de relación en la acción-reflexión en lo horizontal. La imagen de la red es buena, pero demasiado fija. Por eso hablamos de constelaciones. Que son algo más dinámico y que, por estar allá arriba, todas las noches, nos recuerdan que así el mundo es más ordenado, de manera natural. (Ante un mundo dispersado en archipiélagos, en constante reordenamiento por el capital, debemos oponer un mundo en donde se tejan las relaciones de una “red” o de las “constelaciones” de experiencias, saberes, acciones de resistencia, reflexión en común y fuerza conjunta.)

14. En vez de imponer un orden, como quiere el fascismo, hay que buscar el acomodo momentáneo o más perdurable del orden natural de las relaciones entre las personas.

15. El trabajo de base no es para guiar a las masas. Es un trabajo que permita escuchar y propiciar que la gente cuente lo que le pasa. Si la autogestión es el reforzamiento de la creatividad social donde no hay instrucciones sino pensamientos, ideas, emociones y fines compartidos, no iguales o idénticos, sino compartidos, entonces la sistematización no puede ser labor que excluya a los demás afectados. Tiene que ser también una actividad colectiva.

La sistematización es crucial. ¿Qué nos vincula con otro corredor de resistencia? No podemos trabajar en el nivel micro-micro sin saber nada más de lo que ocurre alrededor porque todo el panorama parece indicar que estamos dejando el gran pedazo fuera. El gran vínculo fuera. No podemos hacer una sola pregunta: una pregunta lleva a otra. Quién, qué, cuándo, dónde, cómo, pero sobre todo por qué, son las máximas del redactor elemental de cualquier periódico.

El clientelismo es muy puntual. Intenta sólo resolver el problema más a la mano, el más superficial, el que no nos mete en broncas, o que nos mete en las broncas asequibles. Otras organizaciones políticas o sociales se van con la idea del programa prefijado, para mantener el control de las propuestas. Ésta es otra forma del clientelismo. Pero el mayor clientelismo es deshacerse de todas las organizaciones y que sea el Estado el interlocutor único, el que maneja todos los nomios, el que sostiene el mazo de la baraja.

16. El punto en cambio es tejer, entretejer, los problemas comunes y buscarles soluciones comunes, relacionándolos con los problemas de más y más colectivos. Los científicos le llaman el conjunto de variables.

17. No se trata de usar un lenguaje simplificador, sino un lenguaje sugerente. El lenguaje militante, el lenguaje académico, cierran el discurso. El lenguaje llano, pero pleno de sugerencias, expande la experiencia. Así como existe el monocultivo, que es pernicioso para lo ecológico, el monocultivo del lenguaje es también homogenizante.

18. Hay que darle credibilidad al diálogo. La mentira cierra preguntas, la verdad abre más y más preguntas.

19. Una última ocurrencia es que en un mundo cambiante, debemos pensar en cortos y largos plazos, en las coyunturas y en los procesos de larga duración, en niveles macro y micro, en los acomodos globales y los locales. El ejercicio que es nuestro reto, es enfocar sucesivamente estos puntos de vista. Un objetivo, si hay que poner alguno, es el desmontado de todo el edificio de procesos que nos oprimen. No basta con etiquetar de neoliberalismo al sistema. Hay que desmenuzar sus acomodos, sus modos de operar, sus estructuras, sus correas de transmisión, sus alcances, la gente que los encarna.

20. Complejidad quiere decir tramado, viene de la idea de entretejer. Hay que asumir un punto de vista que reconozca la complejidad.

21. Por último, darle la palabra a Arundhati Roy, para nadie nos imponga una receta, cuando que la solución tiene que estar anclada a nuestra propia complejidad de condiciones y nuestro tiempo de reflexión:

“Soñar que vivimos mientras estamos vivos y que sólo morimos al morir… es decir, amar y ser amados.

No olvidar nunca nuestra propia insignificancia.

Nunca acostumbrarnos a la violencia innombrable ni a la disparidad vulgar que nos rodea. Buscar la alegría en los sitios más oscuros. Perseguir la belleza hasta sus fuentes.

Nunca simplificar lo complejo ni complicar lo sencillo.

Respetar la fuerza pero nunca el poder.

Por encima de todo observar. Tratar de entender.

Nunca apartar la mirada, y nunca, nunca, olvidar.”

El álgebra de la justicia infinita

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