Palabras sin reposo

Beatriz Zalce

Los huipiles de Victorina López Hilario

Antes las niñas empezaban a tejer a los seis años. En la comunidad de Piedra Pesada, en el Municipio de Xochistlahuaca, Guerrero, Victorina López Hilario hizo su primer huipil completo a los siete años, entretejiendo los hilos para crear flores, ondulantes ríos de flores donde se reflejan las estrellas. Su mamá le enseñó a tejer, la enseñó a hacer las cosas con esmero, a compartir sus conocimientos y ayudar a los demás sin esperar nada de regreso.

Victorina López Hilario no sólo teje huipiles, blusas, rebozos y manteles en telar de cintura, también teje cultura. Es hija, es madre, es coordinadora, vocera y motor de una cooperativa que reúne a más de medio centenar de tejedoras “Las Flores de Xochistlahuaca”. Victorina es la excepción que confirma aquella regla de que nadie es profeta en su propia tierra. Su trabajo es reconocido en Guerrero y desde ahí se le propuso para el Premio Nacional de Ciencias y Artes en el rubro de Tradiciones Populares. Recibió el máximo reconocimiento en Palacio Nacional en diciembre del 2015.

-Aprendí muy chiquita por la necesidad que tenemos –su hablar es dulce y cantarino, a veces se come alguna “ese”, el español es su segundo idioma; el amuzgo, su lengua materna. -Veo que no tenemos nada para comer. Mi mamá empezaba a enseñar y yo estoy interesada para aprender, me fijo bien, sí, porque es la necesidad muy fuerte. Siempre comimos muy pobre. Tortilla y salsa porque mi papá siembra chile y jitomate. A veces eso comemos tres veces al día: Tortilla y salsa, tortilla y salsa y así. Mi papá trabaja en el campo, maíz sí hay. Pero si queremos comer una sopa: nada. Solamente lo que hay.

El papá de Victorina es líder indígena, fundador de la comunidad donde habitan: Piedra Pesada. Su mamá era tejedora. Enseñó a todos sus hijos a lavar su ropa por igual, las cinco niñas nunca supieron lo que es lavar la ropa de los hermanos varones.

-Mis primeras salidas fueron a Ometepec, en la plaza. Pagan un poquito más, no mucho pero sí. Si en Xochis está en 300, en Ometepec paga 350 y 400 y no cuesta caro para ir a Ometepec y eso ayuda.

Un día llegó al Ayuntamiento de Xochistlahuaca una invitación del Museo de la Indumentaria, la regidora fue con el papá de Victorina: Hay un aviso, si tus hijas quieren ir a vender… Él titubea, no sabe, ellas no conocen “México”. Victorina luego luego se apunta y le dice a su papá: “No se preocupe, yo sé que voy a llegar bien. Van a dar de comer, todo va a pasar bien”.

-No había teléfono en la comunidad. Había una caseta y cuando se descompone ya no puede hablar. Lo primero que vi fue gente, lo vi el Metro. Conocí a Ofelia Murrieta, (entonces directora del Museo de la Indumentaria). Ella me presentó a Margarita Malpica del Fonart.

La confección de un huipil puede llevar hasta siete meses. Casi como un bebé. A partir de ese momento Victorina se acostumbró a venir a la ciudad a entregar huipiles, a participar en eventos, en exposiciones.

Supo que si quería llegar a la meta era necesario irse por la orillita, lejos de los reflectores, acumulando experiencias y desechando rencores. También aprendió a viajar en Metro aunque muchas veces Margarita le dice: Sube la maleta de los textiles al coche, las llevo y las dejo.

En 1995 promovió la fundación de “Flor de Canazúchitl” con las artesanas de Piedra Pesada. Hoy existen docenas de cooperativas, asociaciones y organizaciones similares que siguen los principios planteados por Victorina: Hacer visible la presencia indígena, generar empleo justo y bien remunerado, fomentar el uso de los recursos naturales de la región, rescatar y transmitir la elaboración de tejidos artesanales amuzgos cuyo origen es prehispánico y realizar nuevos productos. Pero también hay que decir que en estos momentos, cuando Guerrero es una herida abierta, Victorina nos recuerda que el arte y la cultura salvan.

-¿Cómo fue que recibió usted el Premio Nacional de Ciencias y Artes?

-Un día llegaron los muchachos de PACMYC (Programa de Apoyo a las Culturas Municipales y Comunitarias). Oímos un carro, mi hijo fue a ver y me dice: Están gritando, dicen ¡Victorina! y hablan español. ¡Ábrelo! Entran y dicen: Víctorina, tú siempre estás trabajando. Yo estaba abatanando el algodón con mi hijo chiquito. Abatanar es pegar, pegar bien el algodón para que salga fino, fino y puedas hacer tu hilo. Lo pone hoja de plátano, arriba de hoja de plátano un petate, arriba de petate le pone algodón y ahí vas a abatanar el algodón. Eso estoy haciendo cuando llegaron con convocatoria, ¡cómo me acuerdo!

Ay, les dijo, ¿pero cómo voy a ganar ese el Premio? ¿Quién va a hacer esos documentos que pide? Ellos dijeron: Vamos a apoyar con video, con foto. Tenemos lo que trabajaste con Fábrica Social, con las mujeres, dando capacitación, enseñando a las niñas a sembrar el algodón coyuchi, a hacer sus propios hilos, a teñirlos, a construir su telar, a tejer, a seguirle dando vida a una tradición que estuvo a punto de perderse hace más de 40 años. Fueron muy buenos los muchachos. Dejaron la convocatoria. Pero vino chicungunya y yo me enfermé y mis hijos se enfermaron también.”

Uno de los hijos de Victorina guarda todo: Los reconocimientos que recibe su mamá, los diplomas que le ha dado Fonart. Esperamos que vamos a ganar, le dice. Juntó todos los materiales e hizo un paquete que mandó a Chilpancingo para que se enviara a México. Victorina estaba de lo más escéptica: Ay, ¿Cómo vamos a ganar? Yo siento que ya me voy a morir con esta enfermedad. Había venido a la ciudad a ver a Margarita cuando le llamó Aurelio Nuño, Secretario de Educación: Victorina vas a recibir el Premio de Ciencia y Arte, ¿te acuerdas que llevaron convocatoria?

-De por sí yo ya le he dado clase a las niñas de mi comunidad. Yo empecé a dar clase grati a la que quiere aprender. Quiero enseñar a las niñas para que aprenden las diferentes técnicas. Y ahora que gané este premio con mucho gusto hago. No quiero que se pierda la tradición. Me gusta ayudar. ** ** **

Beatriz Zalce

Premio Nacional de Periodismo por su labor cultural en Desinformémonos. Catedrática de la Escuela de Periodismo Carlos Septién y de la Facultad de Estudios Superiores de la UNAM.

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