Palabras sin reposo

Beatriz Zalce

Eres nuestros ojos, Blanche Petrich

Pidió sus vacaciones y se fue. No a Yucatán de donde era su mamá, no a Suiza de donde era su abuela, no a Checoslovaquia, tierra natal de su abuelo paterno. Blanche Petrich se fue a la guerra, a cubrir lo que estaba sucediendo en El Salvador. Era a principios de 1980. Ella trabajaba en la sección internacional del diario Unomásuno. Redactaba las notas que le dictaban por teléfono quienes estaban allá en Centroamérica, metidos hasta el tuétano en la Historia, primero de Nicaragua, después de El Salvador y Guatemala. A veces le transmitían la información parapetados debajo de un escritorio, a veces entre las balaceras y en ocasiones después de mirar los cadáveres de los caídos.

En cierto modo, Blanche estaba curtida. Había estudiado periodismo en la Carlos Septién. Se había estrenado en el Vespertino del Ovaciones en el que no duró a causa del acoso machista ahí imperante. Había hecho su servicio social en el Correo de la tarde que se publicaba en Mazatlán. Don Abraham García Ibarra, su director, le dijo: “El puerto es tuyo”. Ella se lo tomó muy en serio y se fue a meter a todos lados: a las marisquerías, a la zona roja. Contaba lo que veía, lo que escuchaba, lo que indagaba. Estaba haciendo crónica, crónicamente.

Su dominio del francés y del inglés había sido su pase directo a la sección internacional en el periódico El Día y después del Unomásuno. Cuenta Blanche que en 1978 llegaron unos cables relativos al secuestro de unos políticos en Managua por parte de los Sandinistas. Nadie sabía bien a bien quiénes eran ellos. Sólo un periodista argentino que había llegado a nuestro país traído por los vientos del exilio: Gregorio Selser, autor del libro Sandino, general de los hombres libres cuyo prólogo escribió Miguel Ángel Asturias.

Cuando la reportera Carmen Lira, desde El Salvador, le dijo: “Tienes que venir a ver esto, está impresionante”. No lo pensó dos veces Se fue por su cuenta. Estaba súper informada; sabía que iba a haber una gran marcha de la unidad de todas las fuerzas populares salvadoreñas y le tocó atestiguar el inicio de la guerra en El Salvador. Empezó a enviar notas que se publicaban en primera plana con las historias de quienes estaban haciendo la revolución y la Historia.

Se quedó en El Salvador llevando a la práctica el consejo de Carmen y que se ha vuelto su manera de entender el periodismo: “Mamacita, acuérdate que tú eres nuestros ojitos y nuestros oídos ahí. Hay que estar viendo y contando lo que está pasando”. Y ahí estaba Blanche, siempre en primera fila, libreta en mano, cámara fotográfica lista, grabadora prendida y la mirada atenta a todo a su alrededor, yendo y viniendo a los barrios, a los sindicatos, a las oficinas de derechos humanos, hablando con medio mundo, lo mismo con la madre de un desaparecido que con Monseñor Óscar Arnulfo Romero.

-Te gusta meterte entre las patas de los caballos -le decía su papá. Él había huido de la primera guerra mundial, de la guerra civil española. A él le gustaban la historia, la música, la antropología y las ciencias. Sufría cuando veía las noticias. Y sufría más cuando no sabía de Blanche.

El día, Unomásuno, La Jornada, Libération, Radio Televisión Italiana, Televisión Española, La opinión de Los Ángeles, California, la barra vespertina de Detrás de la Noticia, Así es la noticia, En Contraste, De este lado, Rompeviento TV son algunos de los medios en los que Blanche Petrich se ha desempeñado. Sin asumirse como corresponsal de guerra, cubrió los conflictos de El Salvador (desde el principio hasta los tratados de paz), Nicaragua, Guatemala, Colombia. Reporteó desde el Caribe, Sudamérica, Europa del Este, Irak, la República Saharahui y, por supuesto, en ambas fronteras de México.

A la par estudió diplomados en Periodismo Internacional tanto en la University of Southern California como en el Colegio de México. Ha combinado el todo con una maternidad muy disfrutada y la docencia en la licenciatura y en la Maestría en Periodismo Político en la Escuela de Periodismo Carlos Septién donde pedía la adquisición de mucha bibliografía para sus alumnos porque dice que si no sabes de historia, entiendes muy poco del presente.

En agosto de 1982, al hacer el elogio del periodismo ante estudiantes tapatíos, Manuel Buendía hablaba de Blanche, describía su hermoso rostro, su mirada inteligente y su sonrisa de niña, pero también mencionaba las muletas y el bastón, secuelas de una temprana poliomelitis. El autor de la columna política Red Privada destacaba su manera de preguntar con voz clara y firme. En una ocasión le tocó ver cómo esta menudita giganta ponía en un brete al segundo hombre más importante de los Estados Unidos, el general Alexander Haig. Si aquel contestaba se hundía y si esquivaba la respuesta, también.

Tras el alzamiento zapatista de 1994, el Subcomandante Insurgente Marcos pidió que Blanche Petrich lo entrevistara. ¿Por qué? Porque ella conocía como nadie la situación de los indígenas en Chiapas, porque ella había acompañado a los campesinos guatemaltecos en su viacrucis a México en la década de los 80’s, había cruzado con ellos el río Suchiate, los había visto convertirse en refugiados, conocía la historia de sus aldeas incendiadas, de su sobrevivir a las masacres genocidas. Despojados de todo salvo de su dignidad, la habían conmovido profundamente. Además, Blanche sabía de la labor de Don Samuel Ruiz y de la diócesis de San Cristóbal de las Casas: admiraba su labor pastoral.

Blanche acudió al encuentro, citada en algún lugar de la Selva Lacandona; llegó a caballo. Marcos fue el primer sorprendido por eso. A ella lo que la sorprendió fue el cambio en las mujeres, un cambio muy muy fuerte. Las recordaba anteriormente llevando a cuestas la carga más pesada de leña, cargando al más chiquito de los hijos o al menor de los hermanos, siempre con la mirada baja, siempre dispuestas a bajarse de la banqueta para que pasara el hombre. Ahora las veía caminando a la par de ellos, algunas dándoles órdenes, cargando un arma. Blanche pidió entrevistar a la Comandante Ramona, a la mayor Ana María. Vivir el zapatismo ha sido una de las experiencias más ricas e importantes para ella.

Muchas fotos dan cuenta del paso del tiempo: la joven de pelo castaño encanece, la libreta se convierte en computadora portátil y se van modernizando las herramientas de trabajo, los equipos. Se le ve escuchar atentamente, clavar la mirada, sonreír con los ojos, gesticular, escribir, siempre escribir, escuchar, mirar, escudriñar, buscar la verdad, darnos a conocer lo sucedido, hacernos sentir que somos testigos, que algo hay que decir, que hay mucho por hacer, que somos partícipes… Por su vestimenta sabemos si, durante las coberturas, hace frío, calor o llueve. Gusta de las blusas bordadas y de bonitos aretes tradicionales. En la mayoría de las fotos se le ve rodeada de gente, desde los más anónimos a quienes ella les da voz hasta los más egregios. A todos los escucha por igual, con absoluto respeto aunque les clave afiladas preguntas. Blanche siempre está ahí, en primera fila sonrientemente, para ser nuestros ojos, nuestros oídos.

Para Blanche llegó a ser muy doloroso e indignante tener que escuchar las cintas que le hicieron llegar anónimamente a LaJornada en febrero del 2006 con las conversaciones de Kamel Nacif sobre la detención y tortura de la periodista Lydia Cacho quien denunció una red de pederastas que incluía políticos, empresarios, funcionarios públicos. El lenguaje era de lo más misógino y soez, vomitivo el alarde de quien se siente impune. Destapó una cloaca. Vemos a la justicia tomarse años, lustros, en echarse a andar.

La cosecha de premios no es lo suyo. Más bien la incomoda. Entrevistadora hasta la médula de los huesos, pregunta: ¿por qué a mí? Así le sucedió en el 2013 cuando la “Carlos Septién”, su escuela, le entregó el Premio Nacional de Periodismo.

A fines del 2017 y tan sólo a unos meses de los asesinatos de los periodistas Miroslava Breach y Javier Valdez, Blanche recibe el Premio Nacional de Periodismo por trayectoria. Duele la vigencia de su discurso: “No se puede ejercer el periodismo cuando tenemos este miedo; no se puede cuando estamos enterrando a nuestros compañeros a carretadas. No se puede decir que la sociedad mexicana tenga pleno goce de su libertad de estar informada cuando hay tantas cosas que contar, pero que hacerlo implica riesgo de muerte. Y una sociedad desinformada es una sociedad ciega.”

Juan Carlos G. Partida, corresponsal de LaJornada en Jalisco, escribió: “Afirmó que aunque se cuente con medidas de prudencia de los propios periodistas, la única labor de protección es responsabilidad del Estado, del presidente de la República, del secretario de Gobernación, del procurador general, de los fiscales de los estados, de gobernadores, de policías y jueces.

“Pero ellos se están haciendo guajes. En todos los casos impera la impunidad. Los expedientes de asesinados están echando polvo en los cajones de ministerios públicos. No hay ningún caso esclarecido plenamente. Estamos sin verdad y sin justicia.” ” [hasta aquí la cita]

Para Blanche la figura más grande de la historia del México contemporáneo es Rosario Ibarra de Piedra pues convirtió su desesperación y el dolor por la desaparición de su hijo Jesús en una tremenda capacidad de aglutinar y mover. Escucharla ha sido un privilegio, afirma. No es casualidad que en mayo pasado, cuando la celebración de los 90 años de la también periodista y escritora Elena Poniatowska, Blanche eligiera leer en voz alta un fragmento del libro Fuerte es el silencio frente a las rejas de la Catedral Metropolitana justo donde Doña Rosario y el naciente Comité Eureka realizó su primera huelga de hambre, en agosto de 1978 al grito de “¡Vivos se los llevaron, vivos los queremos!”.

En el 2018 escribe el prólogo de La fosa de agua. Desapariciones y feminicidos en el Río de Los Remedios estremecedor libro de la joven reportera Lydiette Carrión. Habla de “Niñas que dibujan estrellitas en sus cuadernos, muchachitas que postean sus selfies en Facebook, con sus uniformes de secundaria […] que transitan la ruda vía entre la niñez y la vida adulta en las calles planas y polvorientas de Tecámac, Chiconautla, Ecatepec. […] Hay que armarse de valor para leer La gota de agua. La reportera prescinde de todo dramatismo para narrar lo inenarrable. Pero describe lo Necesario. No elude los detalles del horror…”.

Un año después Blanche, femenina y feminista, pintó su raya frente al naciente Mee Too mexicano tras el suicidio de Armando Vega Gil, señalado como acosador. No está en contra del anonimato de las denuncias, pero sí de los relatos falsos, de la falta de mecanismos de verificación de quienes administran dicha plataforma, de ese querer hacer tabla rasa y estar en contra no sólo de abusadores, de acosadores, de los hombres en general y hasta de las mujeres.

Su postura fue criticada, se le acusó de pertenecer a la feminogerontocracia. Blanche cuestionó a quienes pregonan el incluyentismo excluyendo y despreciando a las “viejas”. Bajita la mano, tocó nuevamente fibras sensibles, dijo lo que piensa, lo que siente e invitó a pensar, a sentir, a alzar la voz con ética y responsabilidad.

No entiende cómo jóvenes vestidas de negro, con el rostro cubierto se avientan sobre las mujeres policía en las manifestaciones y las tunden: si también son mujeres, si tienen casi la misma edad, si padecen los mismos problemas.

Recogió las palabras de Javier Valdez “contar la vida en medio de la muerte”, vio a María Elena Ríos convertir un clínex en migajas al hablar por primera vez del ataque con ácido que le cambió la vida. Blanche le siguió preguntando, delicadamente, invitando a alzar la voz de denuncia, a alzar el vuelo. Va al lado de los padres de los 43 normalistas desaparecidos. Miró una mariposa caer de su capullo para aprender a volar.

Porque eres todo oídos, porque practicas el arte de compartir miradas y hacernos reflexionar, porque no confundes la valentía con aspavientos, porque te emociona la risa de los niños, porque nos informaste recientemente que una mariposa había caído del capullo para aprender a volar, porque no quitas el dedo del renglón de lo que sucede en todos los ámbitos, porque el periodismo es para ti una ventana por la que el mundo se nos adentra en el corazón, porque tus entrevistas y reportajes nos han marcado de por vida, porque quisiéramos ver tus crónicas de Centroamérica en un libro, porque abres mundos y porque hoy cumples 70 años, Blanche querida, te queremos y abrazamos.

Beatriz Zalce

Premio Nacional de Periodismo por su labor cultural en Desinformémonos. Catedrática de la Escuela de Periodismo Carlos Septién y de la Facultad de Estudios Superiores de la UNAM.

Una Respuesta a “Si hablamos de Resistencia…”

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