Desde los fuegos del tiempo

Ramón Vera Herrera

En las entrañas de la esperanza

Ante el ataque perpetrado el 3 de septiembre por porros armados contra un mitin de estudiantes de los CCHs Oriente, Naucalpan y Azcapotzalco, quisimos buscar algunas respuestas, no sólo a los motivos más profundos del ataque sino de la sorpresiva respuesta del estudiantado. La respuesta se hunde en las entrañas en las condiciones de la Educación Superior y del realmente existente sistema de corrupción de la ciencia, la tecnología y la educación. Buscando indagar, conversamos con Andrés Barreda, profesor de la facultad de Economía de la UNAM y activo pensador y aliado en los hechos de diversas y pertinentes luchas sociales en México.

RVH: Cómo sientes, Andrés, lo que ha sido la movilización después del ataque de los porros. Qué se mueve en la universidad ahora. Cómo sientes a los chavos, sobre todo, tanto de aquí como de otros lugares de la UNAM. Cómo ha cambiado eso respecto de lo que se veía hace unos años.

AB: Lo primero es que la movilización lograda tras el ataque del 3 de septiembre fue realmente sorprendente, porque en el curso de dos días vimos una movilización estudiantil dentro del campus de Ciudad Universitaria que no se veía desde hace cuarenta o cincuenta años. No es cualquier movilización. Se movieron, yo creo, arriba de cien mil estudiantes de facultades y escuelas que normalmente nunca se mueven. El contingente de veterinaria era impresionante; lo mismo el de derecho, el de química o el de odontología.

Algo está pasando porque se movían no sólo muy enojados: el tipo de consignas y los gritos que realizaban indican que hay un cambio de composición del estudiantado.

Se los veía con cierta formación ideológica y con una presencia muy grande. Algo muy sorprendente era el contingente de Filosofía y Letras que es común que sea un contingente de gente blanca, con altos ingresos. En fin… pero aquí ya no había esa composición. Eran estudiantes bajitos, morenos, de pocos recursos, pero que estudian teatro o letras inglesas o francesas.

O sea, que ha habido una proletarización masiva en la base de todas las carreras y eso se expresaba políticamente en el enojo y en la movilización que ocurría y en el hecho de que eran cien mil chicos.

Pero además de que hay ese cambio de composición de clase, todos usan un celular, se comunican con memes, en el internet, en YouTube y, de hecho, fueron los que filmaron la agresión, los que demostraron que era una operación coordinada por el jefe máximo de auxilio UNAM, que es un conocido organizador de porros, pero del que no había ningún documento en video –de ese tal Teófilo Licona– organizando un ataque en las puertas de rectoría de sesenta porros en contra de unos chicos de los CCHs Oriente y Naucalpan, y atacando a los padres de familia de la chica que violaron y calcinaron.

Ésa era una movilización no muy grande, no muy fuerte, y ejercieron sobre ella una violencia intimidatoria innecesaria. Pero qué, bueno, como son estos nuevos chicos, la filmaron, la colocaron en los medios y en dos días teníamos cien mil personas movilizadas. Eso indica que ha habido un cambio en la composición del estudiantado, en su sensibilidad, en su capacidad de comunicación y de movilización —y eso es un cambio fuerte.

Los medios insistieron mucho en que ésa fue una movilización de treinta mil estudiantes, pero es importante señalar que hay imágenes tomadas por dron de la cantidad de gente que se estaba moviendo, tomadas de muy arriba, que indican que fue una movilización enorme.

Y simplemente a la explanada de rectoría estuvieron llegando, durante más de una hora y media, contingentes nutridos y se llenó todo como se llegó. Yo calculo que estaban rondando los cien mil chicos.

Ahora, llegan y no ponen equipo de sonido. No hubo equipo de sonido. Es la primera vez que yo asisto a una movilización masiva donde no hay equipo de sonido. Luego, organizaron una marcha del silencio, la suya propia. Ahí se habrán movido unos cincuenta mil, que la hicieron del Paseo de la reforma al Zócalo y tampoco llevaron sonido. O sea, que no es sólo un descuido: es algo que los vuelve muy diferentes. Bueno, ahora en la de 2 de octubre sí hubo sonido, pero también estaban otros contingentes y de manera natural el sonido apareció. No sé exactamente qué significa, pero es una manera diferente de comunicarse, de enlazarse, de convocarse, de discutir, y sí se nota un cambio interesante.

RVH: ¿Hay un cambio autogestionario al interior de las facultades?

AB: Exactamente hacia allá me dirigía. Por supuesto que cuando comenzó la movilización, los activistas de siempre, profesionales, que inmediatamente toman posiciones en las asambleas para ir tomando los puestos de representación de las escuelas ante la asamblea general, que le llaman “interuniversitaria.”, intentaron hacerse visibles. Pero ante los grupos conocidos de siempre que actúan de esa manera, los chicos, de manera bastante espontánea, decidieron que todos los representantes son rotatorios, y que nadie se puede agandallar el puesto. Ese agandalle de los puestos de coordinación es lo que terminó matando las huelgas de ‘87 y de ‘99, que no tuvieron esa capacidad de respuesta. En cambio, los chicos ahora de manera espontánea tienen ese cambio de actitud.

Yo conozco a los chicos que se han movido en mi facultad, la Facultad de Economía, y puedo decir que llevan un año movilizándose. Se movieron espontáneamente en el temblor y creo que ahí se tejieron muchas de las redes de todos los que se movieron. La red de activistas más conscientes y más fuertes, que son como el alma, se movieron durísimo en el temblor, que además fue una cosa ejemplar de millenials: la organización de los campamentos, de la ayuda.

Luego, en el caso de mi facultad, se movieron porque hubo elecciones de representantes al Consejo Técnico y en esa ocasión les tomaron el pelo con votaciones electrónicas. ¡Les hicieron fraude electrónico [ríe]! Un poco en la ingenuidad electro-informática, las aceptaron y, claro, les hicieron un fraude. Ahora, con los paros por los acontecimientos de violencia, han madurado. Un ejemplo: para irse a la marcha del 2 de octubre decretaron paro. Claro que las autoridades ya están hartas de tanto paro y dicen: “¡No; que se vote, que se vote! Vamos a votarlo electrónicamente”. Habiendo aprendido la lección, contestaron que no, que se votara en urnas: votaron mil 700 a favor del paro y 200 en contra. Les había caído el veinte de cómo les tomaron el pelo.

En este grupo de estudiantes hay algo muy fresco: son muy nuevos, están poco viciados, son muy espontáneos, están electro-informáticamente conectados y al mismo tiempo se los chamaquean facilísimo: no llevan el sonido al mitin y les cuesta mucho trabajo dar los pasos elementales de acción. En simultáneo están ocurriendo esas cosas pero están aprendiendo a enfrentar acciones porriles muy complejas: estamos hablando de más de 170 grupos de porros que actúan en todos los campus de educación superior.

En los CCHs, las vocas, los colegios de bachilleres, el poli, las facultades. Alguna vez hice un estudio sobre esto porque en 2004 sufrimos una agresión en la Facultad de Economía. Intentamos una investigación sobre la totalidad de grupos porriles que tenían una articulación muy sofisticada.

Eran unos 20 o 30 grupos de porros con algunos grupos articulando a otros. El Grupo 3 de Marzo ya articulaba a todos los porros. Hay mucho lodo en el centro del asunto y que te da idea de qué es lo que ha pasado en los últimos quince años en el país: ¡de 30 grupos de porros subieron a 170! Tiene que ver con el narcomenudeo que es brutal y exhaustivo, con redes de intimidación, de contención de la rebeldía de los chicos, de violencia de todo tipo. Eso ha crecido mucho y está en la base de esta reacción. Pero no lo explica del todo.

El internet te explica cómo se comunican tan rápido, pero no te explica por qué reaccionan cien mil chavalas y chavales a un solo llamado con tanta energía y determinación. Hay un hartazgo real, contundente por la violencia en contra de las muchachas, por la situación general, por tanto ataque a estudiantes y jóvenes.

Es una reacción, pienso, contra la descomposición del tejido comunitario de la universidad, de lo que se podría llamar la comunidad universitaria que está muy destruida y que se ve en la manera en que las autoridades de cada plantel tratan a estudiantes y profesores, en la manera en que operan las academias políticas que llevan los grupos de materias, en la manera en que se manejan los proyectos dentro de la universidad o los recursos, que se ve mucho en la manera en que profesores “machines” se dedican a asediar a las estudiantes.

Hay muchas señales de mucha descomposición que son el resultado de treinta años de neoliberalismo destruyendo el tejido comunitario: todo esto es lo que explotó.

Probablemente explotó con alguna provocación que alguien diseñó. No necesariamente es una acción del rector que se propasa de violencia con los chicos: es un poco de estúpido si el rector quiere reprimir a estudiantes con porros, ¡hacerlo en la puerta de rectoría! No me checa. Podría ser alguien más peleando la sucesión de rectoría o alguien por completo fuera de la universidad jugando cartas para ver quién se queda con la universidad de cara al cambio político de gobierno que está ocurriendo.

Sí puede contener un ingrediente de provocación de esa naturaleza, como en el 68 que también fue algo claramente inducido y provocado, y que nunca calcularon dónde estaban metiendo la provocación y entonces la magnitud de la respuesta social que se les salió del total control por tres meses en el ‘68. Aquí, guardando las proporciones —porque no ha ocurrido nada parecido al ‘68—, creo que no se esperaban una respuesta así del estudiantado.

Hay un hartazgo muy profundo con la descomposición interna que priva en la universidad.

RVH: ¿Sientes que hay un nuevo modo de organización, de ordenar la vida propia y la convivencia cotidiana de los chavos entre sí? ¿O todavía no se nota?

AB: No se nota aún, pero sí hay elementos que apuntan a esa dirección. Algo, por ejemplo, que nunca había visto en los 45 años que tengo en la universidad —yo comencé a ser profesor en ‘76, pero empecé a asistir a la universidad en ‘71… 47 años— es lo que hicieron los de psicología, los de filosofía, no sé si estaban los de ciencias políticas, los de economía (lo que es sorprendente entre economistas), y plantaron un rosal blanco en la puerta de la Facultad de Economía.

Un acto de esta naturaleza fue un acto poético, auténtico, ¡un rosal blanco! ¡Esas cosas las hacía Hölderlin con Goethe en pleno romanticismo!

Es una plantita muy bonita que puedes ver en el jardín frente a la facultad. A mí me da el tono con el que se mueven estos chicos, que son algo muy diferente de lo que ha habido antes.

Lo que ocurre es que están entrando y actuando en un momento muy difícil.

Están reaccionando contra una violencia estructural que es enorme y muy difícil de abarcar y describir. Pero todo ello es la piel del problema.

La violencia estructural en realidad es manifestación de un autoritarismo que ha penetrado en la vida cotidiana de la universidad. Hoy la universidad es prácticamente un condado. Tiene una forma de vida absolutamente monárquica. Se ha vuelto una sociedad absolutamente cortesana. Cada escuela o departamento de escuela es un feudo y entonces es una brutalidad autoritaria la que impera para todo. Para solicitar un auditorio o cualquier cosa que quieras que tramitar. Es lo kafkiano masificado.

Pero esto es la musculatura del problema. En realidad, el hueso de la descomposición de la comunidad universitaria es la manera en que se ha privatizado.

La privatización es brutal. Está en todos los aspectos. La manera en que a la universidad o, más bien, a toda la ciencia y la tecnología se la ha puesto al servicio de las empresas transnacionales.

Entrando a este edificio hay unos anuncios de Canacintra-UNAM, de cómo sacar patentes. Todo eso tiene un trasfondo de cambios constitucionales. Hubo una reforma en 2002 y en 2009 que les permitió colocar todos los recursos públicos de la universidad al servicio de las empresas. Conacyt —que es desde donde se gobierna todo esto— ha estado desviando recursos destinados a la investigación y la ciencia directamente a empresas de fracking, de biotecnología e ingeniería genética, petroleras.

Exxon, GoldCorp de Canadá, Starbucks, Monsanto son dueños de departamentos de la universidad, construyen los edificios, manejan los inmuebles. Es más, la última disputa por rector era entre uno que postulaba Monsanto y otro que postulaba Exxon-Mobil. Por fortuna se trabaron de tal manera en el choque una y otra empresa que no se pusieron de acuerdo y entonces no quedó ninguna.

Pero éste es un indicador del grado de descomposición de la vida universitaria. Es un nivel de privatización que entraña ese autoritarismo, mismo que se traduce en esa estructura tremendamente violenta de la vida universitaria. Ése es el punto.

El estallido estudiantil es un síntoma de la insostenibilidad en que ha entrado la propia universidad. Por eso es tan esperanzador que estos chicos con esta nueva cultura se muevan de la manera en que se están moviendo, aunque, claro, tienen un largo camino por recorrer. Yo creo que es el anuncio de algo nuevo, aunque todavía no esté maduro.

Entrevista: Ramón Vera-Herrera

Dejar una Respuesta

Otras columnas