Desde los fuegos del tiempo

Ramón Vera Herrera

La entrañable transparencia

Penetrar en la penumbra del recinto donde yacen los restos de Ernesto Che Guevara y de 29 de sus compañeros muertos en Bolivia es sentir que confrontamos lo infinito, la eternidad, y que ella nos jala de la ropa y la memoria para que en el mismo instante la piel se erice y se agolpen las lágrimas.

La mirada que asoma desde el rostro en la tapa de cada una de las urnas nos confronta también, pero no porque nos miren esos rostros sino porque de inmediato intentamos adivinar qué están mirando.

Y sí. Nos inunda la certeza de que quienes ahí yacen tuvieron una fe en una vida más allá de la muerte, una fe alimentada por las revoluciones triunfantes anteriores, entre ellas la revolución mexicana, la revolución bolchevique, la revolución china y la propia revolución cubana, por nombrar sólo las más evidentes. Dice John Berger en “El alma y el estafador”*:

“La más original de las formas marginadas de lo espiritual en los dos siglos anteriores fue la fe trascendente, pese a ser secular, de aquellos que lucharon por la justicia social en contra de la voracidad de los ricos. Esta lucha se extendió del Club des Cordeliers de la Revolución Francesa a los marineros en Kronstadt o a los estudiantes de la Universidad de Praga. Incluyó a miembros de todas las clases —campesinos analfabetas y profesores de etimología. Su fe era muda pues carecía de declaraciones rituales. Su espiritualidad fue implícita, no explícita. Probablemente ésta produjo más actos asumidos de sacrificio propio, de nobleza (una palabra que tal vez algunos aborrecían), que cualquier otro movimiento histórico en este periodo. Las explicaciones y estrategias de los hombres y mujeres comprometidos eran materialistas, pero sus esperanzas y la tranquilidad inesperada que alguna vez hallaron en sus corazones fueron las de visionarios trascendentes”. Visionarios trascendentes que sintieron que “si juntas las almas podían cargar todo el peso del mundo material, las almas encontrarían de nuevo alas. Su fe marcó un camino para la humanidad atravesando la oscuridad habitual del planeta”.

Y esa visión de un futuro que era preciso construir ofrendando la vida misma en el intento es tal vez algo que hoy no es fácil encontrar porque, como añade el mismo Berger, en ocasiones “en nombre de su determinación y su entrega las maquinarias de los partidos justificaron crímenes y después otros crímenes que habrían de cubrir crímenes ulteriores, hasta que finalmente no hubo más fe por ningún sitio”.

En un mundo donde la fe es menester hallarla en los rincones de las resistencias más puntuales y recónditas, “las luchas reales” como les dicen en México algunas personas, la inmediatez seductora de la corrupción y la criminalidad subrogante han trastocado el acto de entregar la vida hacia algo calculado y pragmático, algo más parecido a una derrota y a la aceptación del envilecimiento como submundo de horrores íntimos con tal de restañar la precariedad y el dolor inmenso que cubre tantas vidas debido al parentesco o la amistad.

En otras palabras, al sicario que se embarca sabiendo que va a morir con las armas en la mano le importa muy poco la amorosa fe en un futuro diferente e intangible, pero está dispuesto a entregar la vida con tal de alivianar el cáncer de la hermana, la deuda que tiene jodido al papá, la equivocación que sumió en el horror de la servidumbre sexual a la hermana, el departamento para la familia o el tendajón de los cuñados de la esposa. Según estudios recientes, es exponencial el aumento de hombres que como policías, militares, guardias privados, mercenarios, paramilitares, carceleros, torturadores, vigilantes nocturnos u otra rama del servicio armado, aun siendo niños menores de los nueve años, mientras crecen rampantes los empleos de gatilleros en las clicas, pandillas y maromas de los cárteles actuales, y son muchas más las mujeres que asumen puestos “de servicio”, como mucamas, cocineras, lavanderas, niñeras, scorts, hostesses o trabajadoras sexuales.**

En un mundo así, tinto de sangre, la “entrañable transparencia” del Che y de sus compañeros caídos en Bolivia adquiere un peso relativo que no pueden evadir los que apelan al cinismo posmoderno y acomodaticio o al señalamiento “crítico” de la violencia. La violencia es ya contundente, cotidiana, implacable y no da respiro alguno. Es la moneda de cambio que nos marca todas las relaciones —desde las más íntimas a las más institucionales, en todos los niveles y entreveros de la vida donde impere el acaparamiento de procesos puestos a operar en beneficio propio (sean monetarios, de relaciones o de poder) y no las relaciones de reciprocidad y confianza.

No es algo natural a lo humano. En todo caso lo natural es la confrontación continua entre la violencia como paradigma y otras maneras de intentar entendimiento y comunidad de responsabilidades.

No obstante, el gesto total, el vuelco definitivo de personas como Ernesto Guevara y sus compañeros, es esa convicción de otro mundo que hay que hacer nacer donde, como decían los zapatistas, no sea necesaria arma alguna y la violencia sea derrotada por su imposibilidad.

Por eso, aunque tal vez al Che no le hubiera gustado el mausoleo con su museo, la explanada, el memorial y el monumento, en Cuba y para el mundo cumplen con ser un espacio para alojar lo intangible de la permanencia necesaria en un mundo atravesado por cambio inauditos y vertiginosos, y para proponernos la posibilidad (sí, es un monumento a la posibilidad) de la transformación de lo que ya no puede permitirse nunca más. Y por eso el Che va con su brazo enyesado y pese a su brazo enyesado apronta el arma para un combate donde junto a sus compañeros descarrilarán un tren con municiones y finalmente ganarán la batalla por Santa Clara y liberarán a la ciudad y a toda la provincia de Villa Clara de las fuerzas del tirano Batista.

Qué entonces se juega en Cuba ahora que supuestamente se abrieron las relaciones de Estados Unidos con la isla y sin embargo el bloqueo continúa en los ámbitos que a Estados Unidos y sus estrategas les parezcan clave, comenzando por la prisión de Guantánamo. Porque hasta donde alcanzamos a ver (igual que cuando la caída de Europa del Este) el subtexto sigue siendo, “ya, que se abra Cuba, que permita todo el intercambio que está por venir”. “Cuba debería”, Todos los gobiernos parecen urgir al gobierno cubano a emprender los cambios que puedan aceptar en su seno una economía que en el intercambio comercial reciba y brinde al mundo asumiendo condiciones que dizque reinan en el resto de los países (libre mercado, democracia representativa, libertad de expresión, acceso a oportunidades), sin tomarse la mínima molestia de revisar dichas palabras clave y la mentira de que existan en otros lados.

Pero hoy, cuando el mundo está en la corrupción, la violencia y muerte, en Cuba la gente camina las noches de poblados, rancherías y ciudades como Santa Clara y la propia Habana con plena confianza. Ni siquiera se ve policía o ejército patrullando ostentosos como en otras partes del mundo. No hay niños que pasen hambre ni gente que muera de enfermedades curables. Ante el bloqueo y la escasez la gente sigue ingeniosa y fraterniza, y si ahorra combustibles y otros productos básicos es justamente por las carencias que casi todos los mercados le hicieron y le hacen sufrir al pueblo cubano.

Contrario a lo que alguna gente reporta, fuera de los circuitos turísticos los mercados de productos frescos, locales, están abarrotados y la gente vende gran variedad de frutas, legumbres, verduras y carnes, gran cantidad de los cuales son productos agroecológicos. Hay una profunda revolución agroecológica que apunta a una soberanía alimentaria sobre todo en el campo, donde desde el Periodo Especial de finales de los noventa se otorga tierra a la gente que quiera cultivarla.*** ¿Problemas, contradicciones, corrupción? Estamos en un mundo donde la confrontación es cotidiana entre todas las tendencias de la naturaleza humana, social, política y moral. La idea de “la pureza” es muy dañina y falaz y es siempre una excusa para despreciar lo que no dispuso quien la invoca.

Lo que hay es la posibilidad de que un mundo de justicia y fraternidad sean realidad para todas y todos: ésa es la verdadera “entrañable transparencia”. Algo que ni siquiera es futuro distante, es algo que está aquí, ha estado siempre, y puede ocurrir en todo momento porque “La construcción es el estado del universo en cada instante”****. En Cuba, ese experimento de construcción y conciencia sigue vigente.

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* Tomado de Keeping up the rendezvous, Vintage International, Random House, Nueva York, noviembre de 1992.

**Jules Falquet, “Hommes en armes et femmes “de service” : tendences néolibérales dans l’évolution de la division sexuelle et internationale du travail”. Conferencia anual de la Women’s Studies Association, Universidad de Dublin, 8-10 julio 2004.

*** Revolución agroecológica: el movimiento de Campesino a campesino de la ANAP en Cuba. Cuando el campesino ve, hace fe. Braulio Machín Sosa, Adilen María Roque Jaime, Dana Rocío Ávila Lozano, Peter Michael Rosset, (ANAP-Vía Campesina), Cuba, 2010.

**** John Berger, “Doce tesis de la economía de los muertos”, en Con la esperanza entre los dientes, coedición de Itaca-La Jornada, México 2006.

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