Palabras sin reposo

Beatriz Zalce

“Gloria a Gloria”

Había terminado satisfactoriamente su educación pre-escolar en el jardín de niños Federico Froebel. De mirada chispeante, sonrisa traviesa, coletas peinadas con limón en la mañana y medio despeinadas y chuecas al mediodía, Gloria Muñoz Ramírez soñaba con ser doctora o abogada. Adolescente, supo que quería viajar por el mundo y pensó en ser aeromoza. Preparatoriana, optó por la carrera técnica de laboratorista química. Sin embargo, su maestro de química vio que el futuro estaba en el área de las ciencias sociales y le regaló el libro Tu vocación de la Unam. A ella le latió la carrera de Periodismo. Así nomás: una corazonada. Aun no cumplía los 18.

No hace mucho compartió en redes sociales una frase que la retrata de cuerpo y alma: “El periodismo no será solamente tu trabajo, será tu pasatiempo y vacaciones, tu mejor amigo y compañero, tu orgullo, en pocas palabras: será tu vida.”

Gloria lleva más de 30 años dedicada a informar desde las comunidades indígenas, cubriendo movimientos sociales alrededor del mundo; también imparte talleres de Periodismo Comunitario. Es fundadora y directora del periódico digital Desinformémonos. Autora de la columna “Los de abajo” del diario LaJornada; co-editora del suplemento Ojarasca. Pendiente y amorosamente cercana a los suyos; se ha dado tiempo de escribir varios libros: el primero es 20 y 10 el fuego y la palabra (2003), seguido por Putas, periodistas y activistas (2017), Flores en el desierto (2018) Derecho de réplica: hablan los pueblos (2019) y, muy muy recientemente, Samir sin reversa,entre otros. Ha sido ganadora de diversos premios como el Walter Reuter, el Nacional de Periodismo, del Premio José Martí Latinoamericano que entrega Cuba, pero, ciertamente, los ganones somos nosotros, sus lectores.

En el taller de taqui-mecanografía de la secundaria aprendió a escribir en una Olivetti gris, con un cubreteclado negro. Cuando estudiaba Periodismo en la ENEP Acatlán se compró una máquina eléctrica. Cursaba el tercer semestre y su papá, orgullosamente, le regaló su primera grabadora, una Phillips que reina en la repisa de los recuerdos: si se rompía la cinta del caset de tanto haber sido reembobinada con la ayuda de un lápiz o de una Bic, la pegaba con Diurex. Una foto tomada en 1992 muestra a Gloria jovencita jovencita, sentada de perfil, muy concentrada, escribiendo en la Sala de Prensa de la Unam durante el Coloquio de Invierno. En 1994, en su primer año en Chiapas, estrenó Laptop. Raúl Ortega la retrató en uno de los caminos que llevan a algún lugar de la Selva Lacandona.

-Yo empiezo a trabajar después de cursar la materia de Géneros Informativos I, Nota Informativa. Conseguí mi primer empleo. Me preguntaron: ¿Sabe hacer nota? Sí, claro que sí. Lo único que tenía en la cabeza eran las clases de Rafael Rodríguez Castañeda.

“En un segundo momento, mi maestro en la práctica es Benjamín Wong Castañeda, un periodista del que se ha hablado poco. Tiene una trayectoria tan grande como la de Julio Scherer o Vicente Leñero, grandes periodistas que son leyenda en México. Wong era un hombre discreto, elegante, caballero y un gran maestro. Nunca, nunca una concesión con nadie, pero tampoco nunca una grosería. De la manera más amable y elegante te decía que tu nota o tu reportaje no servían -y Gloria se ríe, un poco nerviosa, volviendo a vivir el recuerdo.

“Me decía: Gloria, ¿está usted satisfecha con lo que escribió? ¿Está usted contenta con esta entrada? Sabía que si me estaba haciendo la pregunta era que “no”. Yo todavía estaba estudiando. Para él la entrada era lo fundamental. Entonces le decía: No, señor, déjeme volverla a hacer. Vaya y ensaye por aquí… Regresaba. Le falta, Gloria, o ¿a usted le gusta? No… Señor… Con una paciencia infinita. Tuve y tengo el enorme privilegio de leer, respetar y admirar el trabajo de mi maestro. Eso es un privilegio enorme. Para mí tener a estos dos referentes fue importantísimo y trabajar junto a uno de ellos fue vital.

“Wong me da las herramientas para hacerme reportera y, sobre todo, para escribir periodísticamente: me dio todas las oportunidades posibles para salir a cubrir lo que yo quería cubrir. Ésa fue la mayor generosidad que tuvo conmigo: pude estar en los lugares donde cualquier reportero quería estar: en la visita del Papa, cuando vino Nelson Mandela, en la cumbre Iberoamericana, en el levantamiento en Chiapas… Todo eso estaba ocurriendo a principios de la década de los noventa. Yo estaba empezando en el periodismo y él me enviaba a hacer todas esas coberturas y yo feliz, sintiendo que tenía la Historia encima. Lo tenía muy claro: Estoy aprendiendo, estoy aprendiendo.

“Todo era por primera vez: Por primera vez estoy en esta cobertura, por primera vez cubro estas cosas, por primera vez salgo a la calle a reportear. Todo era así. Sin en cambio, Wong no sólo me enseñaba a escribir y me enviaba a los lugares: también me recomendaba lecturas. Gloria, lea este libro de Vargas Llosa, Gloria lea a Octavio Paz. Así todo el tiempo.”

En el prólogo de 20 y 10, el fuego y la palabra, el Subcomandante Insurgente Marcos define el libro de Gloria como “una mirada que ayuda a mirar”.

Gloria se queda callada un instante, sólo ella sabe la intensidad de su silencio, suspira antes de decir: “Sin duda, sin duda alguna. No sólo en mi trabajo periodístico sino en mi vida personal, Chiapas es un antes y un después. En Chiapas aprendo a mirar de otra manera, a platicar las historias de otra manera y, sobre todo a tratar de entender, asumir plenamente mi ignorancia del lugar donde estoy parada y, con toda humildad, con toda honestidad, tratar de aprender, de entender qué es lo que está ocurriendo; acercarme a esa historia de otra manera, con todos los sentidos periodísticos, pero también desde el corazón, desde lo humano, desde lo que te palpita y también con un sentido muy político.”

En la Universidad Gloria tenía una postura política muy clara que se deja ver en su trabajo periodístico inicial, pero en Chiapas se le presenta el mundo de la exclusión, de la precariedad, de abandono, pero sobre todo el mundo de la resistencia, de la dignidad, de la esperanza.

-Todo eso junto, nos parió a toda una generación de periodistas que llegamos a Chiapas. Chiapas nos movió, nos colocó, nos dio piso, horizonte y rumbo… No era la cobertura de la pobreza. Era la cobertura de la dignidad y la esperanza. Yo no recuerdo otra cobertura en donde nuestros corazones hayan latido tanto. No sólo estábamos cubriendo Chiapas: Chiapas nos estaba cubriendo.

Desde hace unos años Gloria comparte su vida con Flaquita, una cocker spaniel que padece las dolencias de la edad, pero que, a pesar de ello, sube y baja escaleras y prácticamente habla cuando se trata de pedir un paseo o cariños. Flaquita es musa y anti-musa. Musa cuando se asoma a la pantalla de la laptop y parece leer con atención los textos de Gloria, leerlos como si ella fuera su correctora de estilo de cabecera. Anti-musa cuando quiere que Gloria la acaricie, le platique, la mime y vuelva a empezar a acariciarla, platicarle y mimarla. ¿Me vas a dejar trabajar? Y Flaquita casi dice que no. Ya, Flaquita, ahora sí… Y Flaquita opina que todavía no.

Durante esta pandemia de Covid 19, ambas pasaron unos días encerradas en casa de los papás de Gloria. Flaquita, feliz de que hubiera más personas para consentirla. Gloria, trabajando a rienda suelta, convirtiendo lo que fue su recámara de niña en estudio de televisión, releyendo y clasificando por temas las más de 780 entregas de su columna semanal Los de abajo que se publicó por primera vez el 7 de mayo del 2005 en LaJornada y que recién cumplió quince años.

Recientemente, Gloria compartió la fotografía de una pinta sobre un muro que más bien pareciera un espejo en donde ella se refleja: “En tiempos de crisis mantener la sonrisa es un acto revolucionario”. Sonriendo, sonriente toda ella, dice: “¡Sí! Todo lo que escribo lo hago personal porque me importa, porque me incumbe. Me asumo como parte de esa comunidad. Ni soy aislada ni soy la que va a tomar el video o la que entrevista… Soy parte de esa comunidad. No de esa historia que voy a escribir, pero sí de esa colectividad.” Pero su rostro también es el reflejo de su rabia, de su indignación y tristeza ante la nada que rodea a los 43 normalistas desaparecidos desde el 2014. Su sonrisa es la de un sol cuando está cerca de sus seres queridos, cuando anda reporteando, cuando da indicaciones como la de la cobertura que hizo Desinformémonos de la Marcha del 8 de Marzo en la ciudad de México: “Es de hoy para hoy” (había que cubrir, redactar y subir la información a más tardar a las 23:59 horas para no interferir con el Paro del 9 de Marzo) o cuando mira el busto levantado a la memoria de Samir Flores.

Hace un año Gloria empezó a bajar las 788 columnas Los de abajo del periódico mismo, luego las imprimió, todas. No fue fácil hacer la clasificación temática: Movimiento Zapatista, Pueblos indígenas en México, Pueblos indígenas en América Latina, Migración, Presos políticos, Luchas magisteriales, Guerra contra el narco, Luchas estudiantiles, Movimientos sociales en América Latina, Trabajo sexual, Autonomía. El siguiente paso es hacer una selección 150 columnas para celebrar, no a la columna, sino a las historias de lucha, de emancipación, de rebeldía y, sobre todo, de organización, de construcción.

-Es un regalo hacer un repaso de todas estas historias contadas por hombres y mujeres y niños y ancianos y colectivos de México y de algunas partes del mundo que se siguen organizando. No hay una sola historia que escriba yo sin haber estado en esa historia. Las historias que cuento de México, de Europa, de África, de América Latina, de Estados Unidos es porque estuve ahí y desde ahí las escribí.

Los de abajo tiene un antecedente: la columna La otra Europa que Gloria escribió cuando su libro Veinte y diez: El fuego y la palabra, traducido al inglés, al griego, al italiano, al alemán, al francés, al ruso, al persa y editado en América Latina, en España, por supuesto en Estados Unidos, la lleva a presentarlo a diferentes partes del mundo.

-Iba a tener una gira muy larga de cuatro meses por Europa; Carmen Lira, directora de La Jornada, me dice que por qué no escribo sobre las historias que voy recogiendo en los países que visito. Quienes me reciben en cada ciudad son los activistas de ahí mismo: los que luchan por los derechos de los migrantes, por los derechos de las mujeres, por los derechos de los obreros, los que están en sindicatos de ferrocarrileros, en los magisteriales, los que están haciendo cultivos autónomos, quienes están en el sector salud, educación. Con ellos voy conociendo las luchas locales de cada país o de cada ciudad que visito. Así nacen las primeras historias de la columna que primero se llamó La otra Europa.

A su regreso a México, conserva el espacio en el periódico y surge del corazón de Gloria el nuevo nombre: Los de abajo. No se pudo usar una incluyente arroba por cuestión de estilo, pero en la primera línea Gloria escribió: “Los y las de abajo” y habla de unas trabajadoras sexuales argentinas que habían sido reprimidas. Las Presas de la Legislatura les llamaban y eran tres.

Los quince años de Los de abajo se han celebrado con bombo y platillo, con palabras, con abrazos, hasta con un rap compuesto para la ocasión.

Las primeras, siempre las primeras, lo mismo para solidarizarse cuando el hogar de Gloria fue allanado en el 2015, cuando Desinformémonos sufrió un ataque cibernético, las primeras en cantar Las Mañanitas son las compañeras trabajadoras sexuales de la Brigada Callejera de Apoyo a la Mujer Elisa Martínez. Años atrás ellas buscaron a Gloria para denunciar que habían llevado al ministerio público a una trabajadora sexual indígena y con VIH que estaba repartiendo condones en la calle. Gloria estuvo en el MP, dedicó una columna Los de Abajo a esta historia.

Tiempo después le piden escriba un libro sobre ellas y Gloria, tranquila y firme como es, les dice que por supuesto que no.

-¡No?

-No. No. No -así de claro. -Para mí escribir ese libro implicaba conocer el trabajo sexual, conocer la calle, conocer las historias de ellas. Me llevó diez años escribir sobre los Zapatistas. Acá les dije: No puedo, no conozco nada, pero les voy a proponer otra cosa: ¿por qué no lo escriben ustedes? Yo las enseño a escribir. Y es el proceso más maravilloso que me ha tocado vivir. En ese taller se conjugó el trabajo periodístico, el cariño por la docencia y también mi activismo.

“Había compañeras que tenían segundo de primaria. Era un nivel académico muy diverso y también expectativas muy diversas. No era nada más aprender a hacer periodismo. En un principio fue aprender a leer y a escribir, a usar la computadora, a usar la grabadora. Tardamos. Fueron siete años. Meses para transcribir una Nota. Prender la grabadora y oír: “la trabajadora”. Buscar la “ele” en el teclado y ahora, ¿dónde está la “a”? ¡Este teclado no tiene la “a”! Sí, sí, tiene que estar. La Trabajadora: ¿dónde está la “t”?

Ese proceso se convirtió en libro: Putas, periodistas y activistas. Cambió a todas las que formaron el taller. Ahora son colegas, familia. Es, hasta donde se sabe, el único libro escrito por trabajadoras sexuales que han estudiado periodismo y se convirtieron en periodistas. Hace unas semanas, Krizna y Gloria escribieron un reportaje sobre trabajo sexual durante la pandemia de Covid 19 publicado en Desinformémonos.

Con la misma paciencia con la que Gloria borda coloridas blusas, entreteje historias. Así produjo y dirigió el documental Samir sin Reversa que también es libro. Samir es el niño independiente, el joven inquieto, el campesino orgulloso, el dirigente nahua, el hombre sin miedo comprometido en la defensa de la tierra, el que estaba en contra de la termoeléctrica, el gasoducto y el acueducto que forman el Proyecto Integral Morelos, el primer líder comunitario asesinado impunemente por este gobierno; hoy Samir Flores Soberanes es el nombre de una escuela primaria.

Con el corazón puesto en cada historia, Gloria le apuesta al hermanamiento. Por eso en estos últimos días de agosto, con las lluvias que hacen brotar el maíz, a Gloria le lloverán las felicitaciones por su cumpleaños. Sean estas líneas una Gloria a Gloria.

Beatriz Zalce

Premio Nacional de Periodismo por su labor cultural en Desinformémonos. Catedrática de la Escuela de Periodismo Carlos Septién y de la Facultad de Estudios Superiores de la UNAM.

Una Respuesta a “Si hablamos de Resistencia…”

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