Historias de vida en las luchas de México

Rocío Moreno

Espacios para el conocimiento: educación autónoma

Los pueblos, organizaciones, colectivos, individuos que luchamos por recuperar y colocar de nuevo a la vida en el centro de nuestras sociedades, también hemos tenido que trabajar para tener la educación de nuestro lado. Quiero decir que las escuelas, universidades, bibliotecas, etcétera, han existido en todas las sociedades del pasado y el presente, pero esos espacios solo han recibido a un pequeño sector de la población que goza de privilegios para poder ingresar. Por otro lado, en un contexto más actual, los Estados Nación han hecho creer que las universidades y escuelas están abiertas ya que ahora se dice que es un derecho humano y que todos los habitantes de este planeta tienen derecho a recibir educación. Pero como son las cosas en este sistema capitalista, pues pronto lo alinearon a sus intereses, ya que efectivamente, en las sociedades democráticas debe garantizarse el acceso a la educación, pero el problema ha sido que los Estados y los capitalistas han manipulado totalmente los contenidos educativos que se enseñan en sus escuelas, y pues eso sí que es muy terrible porque ellos dicen qué y cómo pensar.

Pero como es su característica, ellos quieren más, y ahora las universidades han puesto los intereses de los capitalistas en sus aulas y así crean miles de profesionales que llevan el espíritu del dinero en sus grados académicos. El capitalismo y los Estados Nación han pervertido y dirigido a los espacios que estaban destinados para la reflexión y construcción del conocimiento. Por esta razón, nuestras historias y sobre todo nuestros conocimientos, reflexiones, preguntas, no están ni se imparten en los espacios educativos controlados por ellos. Ahí es donde nace la importancia de construir nuestros propios espacios para el conocimiento.

Desde hace 23 años he sido maestra. Comencé dando clases de alfabetización a personas mayores en Tetlan. Nos reuníamos dos tardes por semana en un salón de alcohólicos anónimos que nos prestaban para ahí poder aprender. Ese cuarto me enseñó lo poderoso que puede ser un espacio para la reflexión, la plática, la lectura, la escritura. Muchas veces sentí que estaba en otros sitios, me sentía muy libre. También sentía una adrenalina cuando alguien exponía ideas o preguntas y entonces quería rápido dar mi opinión. Me agitaba, y cuando terminábamos las clases y partíamos a nuestras casas, ya quería regresar. Desde ese tiempo, me enamoré de esos espacios. He impartido clases y he tomado clases no solo en cuartos, en salones, también en el cerro, en el bosque, en la isla de la comunidad, en las calles, en el parque, en el malecón, en la cocina, en el fogón, en las casas de los amigos, en el camión, pocas veces en cantinas (jejeje), en reuniones, en asambleas, en encuentros, etc. Lo que quiero decirles es que el conocimiento está en todas partes, tristemente, los que queremos decidir en qué pensar, debemos de hacerlo fuera de las universidades y escuelas oficiales. Yo estudié en escuelas públicas y ahí me enseñaron la historia oficial de México, una historia en la que no existimos los pueblos originarios; después ingresé a la universidad y ahí me enseñaron a leer el pensamiento occidental, haciendo invisible el conocimiento de nuestros pueblos y muchas sociedades que están fuera de Occidente. Estar en esos espacios me permitió observar las grandes limitaciones que tiene el conocimiento en nuestras sociedades actuales, no existe la crítica, las dudas, las preguntas, hay pues una crisis profunda del pensamiento, no pensamos.

Por eso, comenzamos con reuniones para sólo hablar y reflexionar. Después comenzamos a escribir sobre nuestra propia historia. Después ya estábamos como los capitalistas, queríamos más, y pues comenzamos a realizar talleres y clases por la tarde y después comenzamos a imaginar cómo sería una universidad para el conocimiento, para la reflexión y para hacer un espacio donde nos sintamos libres y apasionados, erotizados por el conocimiento. Y bueno, pues en esas andamos, en crear nuestra educación autónoma, pero eso después les cuento, solo quería que ustedes también supieran que ya lo estamos imaginando…

Cuando comenzamos con ese sueño colectivo fue en el año de 2008 y en ese tiempo comenzamos a buscar lecturas sobre grupos que estuvieran creando sus propias escuelas y pues estaban los zapatistas, los múltiples proyectos educativos de Oaxaca, Puebla, Michoacán, etcétera. Entre tantos, encontramos a un grupo de personas que se decían Unitierra Califas. California es un estado muy particular para los mexicanos, pues además de que en el pasado éramos un solo territorio, sigue la esencia y presencia de nuestro pueblo. No sé si fue eso o que ahí viven nuestras familias que han tenido que migrar a los Estados Unidos, que quisimos conocer más sobre esa universidad.

Hasta el 2018 logré conocerlos (diez años después). Cuando charlé con ellos, pensé que me llevarían a su escuela, pero cuando comenzaron a contarme su historia me dijeron que no contaban con ningún edificio, que eran un espacio. Inmediatamente pensé en el Congreso Nacional Indígena (CNI), como el espacio de reflexión y articulación que nos ha permitido fortalecer nuestras luchas y pueblos, y que efectivamente no necesita de una oficina o edificio para funcionar. También les pregunte que porque era necesario crear una Unitierra en Estados Unidos, y pues me enseñaron que también en el país del dinero y el individualismo, existe la misma crisis profunda del pensamiento y que a pesar que muchos de ellxs son maestrxs, profesorxs, estudiantes, no encuentran espacio desde las universidades oficiales para alimentar el pensamiento crítico.

Unitierra Califas la conforman varios sujetxs que sus luchas y geografías de origen son diversas, pero tienen en común el simpatizar con el movimiento zapatista y las luchas libertarias, son además cercanos a Unitierra Oaxaca, con quien siguen caminando. Después del 94 con la aparición pública de los zapatistas, se comenzaron a relacionar con las luchas del Sur, de México, y años después comenzaron a buscar espacios de encuentro, que se convertirían en lo que denominan espacios autónomos de aprendizaje. En el 2006 comenzaron a organizar espacios de aprendizajes con los maestros de Oaxaca porque ellxs querían aprender a irrumpir el sistema como lo hacían los profes de Oaxaca. Ahí observaron que además de ser espacios de aprendizaje, también había intercambio de ideas y desde ahí se generaba organización. Había teoría, practica y tejido de alianzas. Los compas de Unitierra Califas al igual que la mayoría de los proyectos autónomos nacieron sin dinero, ni recursos, ni edificio, tan solo la disposición de un grupo de personas que quisieran reunirse a pensar, a platicar, a convivir.

Ya son quince años desde 2008 y sigue el diálogo; han tenido otros espacios que se han nombrado: Ateneos y Tsikbal que convoca a distintas personas para interrogar nuestra realidad. Cuando ya están reunidos, parece que hacen algo muy sencillo, todos los participantes hacen preguntas y de ahí se comienza el conversatorio. ¿Por qué reunirse a hablar? Muchos podrían decir que están perdiendo el tiempo, pero esta comunidad de aprendizaje ha entendido que la creación de espacios autónomos de aprendizaje son también lugares estratégicos para la lucha por la vida. En esos espacios están nuestras utopías y esperanzas, en esos diálogos y preguntas se clarifica nuestro horizonte político. Los espacios de aprendizaje son despreciados totalmente por el capitalismo, por eso es tan importante que los recuperemos y ahí comencemos la plática de cómo es que queremos un mundo donde quepan muchos mundos.

Tomar la educación en nuestras manos es también una de las tareas para la lucha libertaria de los pueblos. Cualquier agrupación necesita caminar con el pensamiento crítico, solo necesitamos recuperar la necesidad de conversar y pensar. No ocupamos un edificio o salones elegantes para comenzar, pero sí tenemos que contar con muchxs románticos apasionados del conocimiento. Les aseguro por experiencia que hay muchos de esos aún (después les escribo de ellxs). Los Unitierra Califas terminaron la charla conmigo diciéndome que su universidad sólo existe cuando conviven, cuando se reúnen. Eso me hizo recordar que a pesar del escenario de muerte y violencia en el que vivimos, se nos olvida que aún tenemos pequeñas y sencillas cosas que dependen totalmente de nosotros y que el derecho a pensar debe ser defendido por todxs los que sabemos de lo poderoso que es la palabra, y que la palabra, el dialogo no solo es hablar, sino que desde ahí se crean prácticas, herramientas de lucha, organización, y articulación entre los distintos que somos.

Rocío Moreno

Historiadora y defensora indígena coca de Mezcala, Jalisco, interesada en mostrar cómo las historias de vida están totalmente vinculadas a los proyectos que abanderan las resistencias en México, pues ¿qué son las resistencias sin la infinidad de historias de vida que las constituyen?

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