Desde los fuegos del tiempo

Ramón Vera Herrera

El círculo vicioso del gigante agroindustrial

(Un prólogo y una reseña)

Foto: Oswaldo Ruiz

Hace unos días, Rob Wallace, uno e los investigadores que más han indagado los posibles orígenes de la pandemia en el proceso de deforestación y cambio de uso de suelo —consustanciales al modelo agroindustrial de grandes dimensiones con sus semillas de laboratorio, “mejoradas”, híbridas o genéticamente modificadas y su paquete de agroquímicos que arrasa los modos de vida que se le opongan a su devastación ambiental, económica, social y epistemológica—, insistió en que lo más terrible es que ese modelo insista en ser la única salida a todo el desastre que provocó desde sus obtusas y voraces premisas.i

Hoy es una realidad el gigante agroindustrial, como le llaman en Jalisco a la profusión de verdaderas ciudades de invernaderos expandidas sobre enormes terrenos (en muchos casos acaparados con engaños o por la fuerza) o de galpones industriales con crías de pollos y chanchos, para imponer ahí un universo paralelo donde como en los diferentes pisos del infierno descrito por Dante en la Divina Comedia, en la capa más superficial las condiciones son precarias y la explotación es rampante pero podría parece casi normal. En las capas intermedias la precarización laboral es mayor y puede incluso haber situaciones de gran riesgo para trabajadoras y trabajadores, la temperatura es insoportable, la profusión de agroquímicos es también altamente tóxica, pero de algún modo la gente sobrevive del trabajo infame. En el fondo más oculto por estas capas de cebolla hay casos documentados de gente que vivía esclavizada sin ningún miramiento, como lo confirman los casos de 2012-2013 de familias que se escaparon de alguno de esos infiernos.

Es todo esto sabido y no obstante no parecería incomodar a nadie salvo la gente afectada y las comunidades que en la región sufren los acaparamientos, los diversos robos de grandes extensiones de tierra defendida todavía mediante una resistencia muy justa y muy digna, con grandes sacrificios de familias enteras que tienen que convivir con estos sitios de infamia. A nivel nacional, los sucesivos secretarios de Agricultura han sido muy arrogantes en presumir los nuevos desarrollos de esta industria de invernaderos y granjas fabriles.

Los datos de varios de los años recientes, aunque ahora el escenario es mucho peor, nos brindan una perspectiva del crecimiento que está rindiendo grandes ganancias, que no se derraman a quienes tienen que laborar bajo el yugo de esta casta de empresarios “nacionales” como lo reportaba la relatoría elaborada para el Tribunal Permanente de los Pueblos en 2012, donde uno de los documentos de análisis, ya anotaba: “Esta prosperidad empresarial no implica ningún goteo de riqueza para los nuevos millones de proletarios o trabajadores rurales mexicanos. Por el contrario, resulta cada vez más inocultable el modus operandi con que grandes capitales estadounidenses y mexicanos se dedican a la súper-explotación intensiva de los jornaleros (especialmente del trabajo infantil, femenino e indígena), y al trabajo que se efectúa bajo condiciones de alta contaminación con pesticidas (dentro y fuera de invernaderos). Trabajo al cual están encadenados en México, por lo menos, dos millones de jornaleros agrícolas; algunos de los que padecen condiciones de franca esclavitud. Condición de ignominia que eventualmente se ventila en algunos medios de algunos estados de la república como Baja California Sur, Baja California, Sonora, Sinaloa, Chihuahua, Jalisco, Colima, Zacatecas, San Luis Potosí, Michoacán, Coahuila, Tamaulipas y el estado de México”.ii

Poco después, en 2016, el entonces secretario José Calzada, presumía en entrevista que “habíamos” obtenido “26 mil 600 millones de dólares en exportaciones agrícolas al mundo” en 2015, y que “de esa cantidad, 22 mil 900 millones dólares fue por ventas al mercado estadunidense. Exportamos 60 millones de dólares al día a EUA. Ese mercado es enorme”.iii

Ya entonces también alardeaba el secretario de que la “cantidad de recursos que obtenemos del agro es mayor que el crudo o el turismo […] La agricultura no es sólo una parte importante de las exportaciones mexicanas sino que es fuerte y está creciendo. Continuamos invirtiendo en tecnología y en la mecanización de la tierra. Nos movimos de la agricultura tradicional a mucho mayor mecanización y modos tecnológicos de producir. Eso hace la diferencia en valor”.iv

Desde entonces GRAIN no dejaba de anotar que José Calzada, deslumbrado por el sistema de comercialización de exportaciones y cadenas de distribución del Foro Económico Mundial (WEF) presumía al decir: “Estamos avanzando desde la agricultura tradicional a una mayor mecanización y formas tecnológicas de producción. Anteriormente México invertía mucho en apoyar la agricultura ‘muy tradicional’, mientras que ahora la mayor parte del presupuesto va para el apoyo tecnológico: construcción de invernaderos e infraestructura de alta tecnología”.v

Este “milagro hortícola” de México está aparejado con el supuesto milagro de los “alimentos procesados”. México es también uno de los diez mayores exportadores de alimentos procesados.vi Tales alimentos procesados y las exportaciones de cultivos hortícolas están transformando la agricultura mexicana, con la producción de materias primas agrícolas como almidón, harinas, jarabe de maíz alto en fructosa y aceites comestibles por un lado, y los cultivos en invernadero, como berries, brócoli, pepino, tomates y otros. El campesinado es empujado hacia estos sistemas, “pero los beneficios se acumulan en las grandes corporaciones: un modelo de producción basado en químicos, semillas híbridas, mecanización, ambientes altamente tecnificados y contratos que obligan a los productores a vender exclusivamente a las corporaciones”. vii

Este recrudecimiento extremo de las condiciones corporativas para constituir esta agro-industrialización de México implicó también “un desplazamiento masivo de jóvenes mexicanos para trabajar como obreros en las fincas de las corporaciones, como ya se anotaba en el Tribunal Permanente de los Pueblos: ‘Necesitamos mucha gente joven. Muchos dejan los campos por las ciudades. Necesitamos estratégicamente que vuelvan […] Tenemos 25 millones de personas en las áreas rurales y 7 millones trabajan en los campos”.viii Esta semi-esclavitud ha provocado numerosas protestas de parte de los trabajadores agrícolas a lo largo de los dos últimos años.ix

Datos de la FAO, de 2017, sitúan a México en el séptimo u octavo lugar como exportador de frutas y hortalizas, con un total de 32 millones de toneladas anuales.x

Una publicación de 2020 del Centro de Estudios para el Desarrollo Sustentable y la Soberanía Sustentable de la Cámara de Diputados, lo sitúa como uno de los primeros exportadores de “verduras” sólo después de China en el caso de los productos frescos, y en un cuarto lugar en cuanto a “congelados”. Son datos de 2020, pero e remiten a las últimas mediciones que fueron de entre 2016 y 2018.xi

En un momento como éste donde los gobiernos del mundo le apuestan a las mismas soluciones que en realidad fueron causantes directos de toda esta devastación generalizada que es la pandemia, hacen falta documentos que nos entretejan argumentos, experiencias, testimonios, teorizaciones pero también información, datos, visiones de futuro y una apertura hacia nuevas formas de pensamiento que nos permitan remontar y deshacernos del capitalismo, salirnos de la caja hacia modos no industriales de pensamiento y sobre todo de acción.

De reciente aparición, el libro La vida campesina frente al gigante agroindustrial, es una colección de textos compilados por Evangelina Robles y José Godoy del Colectivo por la Autonomía/ Saberes Locales AC, en Jalisco, que intenta tender las conexiones necesarias para emprender nuevos derroteros.

En el libro está presente por supuesto toda la experiencia acumulada de la Red en Defensa del Maíz en México, de la Alianza Biodiversidad en América Latina y de otros colectivos como el Grupo ETC y GRAIN que están en el trasfondo de muchas reflexiones y vinculaciones presentes en los textos de este documento colectivo que alumbra el convencimiento de que existe un gran fraude en la promoción de “los gigantes agroalimentarios” como la solución a la alimentación y la agricultura (los componentes de su nombre), y propone dar cuenta de las contradicciones invisibilizadas con las que puede lucrar este modelo, en Jalisco, en México y en el mundo.

Como señala el texto que abre la colección: “en asambleas, talleres y denuncias, los campesinos identifican los efectos de la agroindustria promovida por ‘Jalisco, el Gigante Agroalimentario’: aumento de plagas y enfermedades, erosión de suelos, desabasto de agua, cambio de clima y múltiples afectaciones sociales. Proponen hacer agroecología como una vía, como una caja de herramientas prácticas para volver a la agricultura tradicional, que en la concepción cíclica de la historia siempre está en el horizonte, sobre todo desde que este ataque inició con la Revolución Verde”.

El libro también desnuda la devastación ocasionada en el entorno inmediato y en la vida de las familias campesinas, no sólo despojadas y sometidas a condiciones inhumanas, sino también deshabilitadas en todo lo que habría podido defenderlas de esta sumisión.

Llama la atención también la documentación de diferentes agravios, como el caso de cierta geoingeniería irresponsable que ejercen los agricultores grandes bombardeando a cañonazos las nubes para que no les llueva a sus cultivos, alterando profundamente el entorno de la región donde se aplican tales medidas al provocar sequías inexplicables.

También documentan y hacen entendible la discusión de por qué es necesaria la crítica feroz hacia los agroquímicos y por qué no debemos cejar en nuestro empeño en verlos erradicados por completo, retornando a siembras que no estén contaminadas, pero sobre todo, reivindicando una vida de salud humana, animal, vegetal y ambiental digamos integral, una vida no envenenada.

Para eso hace falta crecer perspectivas más holísticas y de complejidad, abandonando las visiones positivistas, de tecno-ciencia o peor, del puro negocio sin miramientos.

Que el 100 por ciento de una muestra tomada entre la niñez de la región de El Grullo Jalisco/Autlán en el sur de Jalisco presente rastros de glifosato o algún otro agroquímico nos debería hacer pensar en acciones urgentes, no sólo el desvanecimiento gradual del uso de dichas substancias, como busca el Decreto sobre el glifosato del 31 de diciembre de 2020, que tanta gente celebra inexplicablemente.

El libro también busca hacer inteligible, con textos puntuales, la discusión pendiente entre una supuesta inocuidad alimentaria y lo que realmente está tras la restricción, esa sí feroz, de todo lo producido por métodos campesinos que supuestamente no corresponden con los tratados de libre comercio con su promoción e imposición de normas y criterios, legislaciones y estándares que prohiben la producción campesina alegando falta de higiene, cuando que en realidad son acciones selectivas para deshacerse de la competencia real de una producción campesina independiente. “Lo más grave es que estos sistemas sanitarios en el campo agropecuario y en el procesamiento de alimentos sirven muy poco para proteger la salud pública”, afirman José Godoy y Benjamín Macas en el texto “El sistema alimentario vigente: enemigo de la salud”.

Un segundo capítulo del libro se destina a textos que abordan alternativas que en realidad son una recuperación actualizada de los saberes campesinos ancestrales y contemporáneos con los que los núcleos de los pueblos originarios y sus comunidades han constituido sistemas complejos de relaciones, tecnologías, estrategias, actitudes, prácticas y métodos, observaciones y cuidados. El retrato de quienes cuidan el monte desde la ancestralidad, y la agroecología contemporánea de raíz campesina que retoma todos estos cuidados y los actualiza con los conocimientos de una ciencia real, de complejidad, es uno de los núcleos fuertes de todo el libro, que retoma, además, los resultado de talleres campesinos realizados en el sur de Jalisco, y que le dan fuerza a todo un proceso emergente de organización y resistencia campesina ante el agronegocio.

El capítulo tres lo dedica el libro a desconstruir el sistema agroalimentario industrial en su guerra contra la subsistencia, la comunalidad, el territorio y la vida digna.

Surgen así las miradas de la crucial importancia de las mujeres en los procesos campesinos y su cuidado ancestral tan vasto y abarcador.

Se documenta en detalle el proceso de deshabilitación que implica que este sistema arranque a la gente de su entorno de subsistencia y le despoje no sólo de la tierra sino de toda su vida, que queda precarizada por buscar su sometimiento.

El libro logra entonces una mirada metabólica, procesual, que coincide y coteja la mirada de Rob Wallace esbozada al inicio.

Se esboza también el nocivo papel de los alimentos procesados y cómo los tratados de libre comercio permitieron y promovieron la inversión extranjera directa apartándose de los alimentos producidos por campesinos hacia una agroindustria de comestibles procesados y una distribución que busca controlar la disponibilidad de ciertos comestibles. Esto, además de destruir y deshabilitar el comercio local, ha promovido una verdadera batería de enfermedades funcionales al sistema alimentario (como la diabetes y la obesidad).

Entramos entonces a entender los equívocos alimentarios y las verdaderas necesidades. “Producir para el mercado introdujo un obstáculo entre la producción y el consumo”, dice Verónica Villa en uno de los textos finales. “Esta mediación es que lo producido ya no necesariamente se adecúa a lo necesario, sino al mercado. Entre producción y satisfacción se interpone el mercado, y posteriormente el capitalismo”.

El panorama se complejiza. De la reproducción de los propios límites y horizontes de la vida humana pasamos a los fines de reproducción del capital. Y a la crisis que ahora sufrimos por esta razón.

En otros textos más se ubica el sucio papel de las leyes y convenios internacionales de semillas, el papel de los tratados de libre comercio y el uso deshabilitador y privatizador de los organismos genéticamente modificados, buscando marginar y finalmente erradicar la agricultura independiente.

También, por supuesto, desde la otra orilla, el papel de quienes cuidan desde tiempos inmemoriales las claves de la vida se vuelve más presente para el entendimiento de las nuevas generaciones de la gente del campo. Y de la gente que ahora va poniendo en el centro de sus preocupaciones eso que es el gran tesoro remoto de la humanidad: las semillas.

Así, en cada uno de los apartados, con el turno de autoras y autores infaltables como Camila Montecinos, Silvia Ribeiro, Claudia Korol, Benjamín Macas o Carlos Vicente, se va tejiendo una urdimbre que nos permite entender lo que las corporaciones perpetran para entronizar ese gigante agroindustrial que queda perfectamente mapeado en sus contornos, en el círculo vicioso de sus entretelas, sus métodos, sus procesos, su voracidad y su ceguera.

Este libro es indispensable para quienes estamos cerca de los movimientos locales, regionales, nacionales o continentales en defensa de la vida y se utiliza como cuaderno de trabajo en talleres regionales.

Descargue el libro aquí

i Rob Wallace, “As industrial agriculture encroaches into the last wild places of the Earth, it’s unleashing dangerous pathogens”, New Internationalist, enero, 2021

ii Andrés Barreda, Raymundo Espinoza, Octavio Rosas Landa “El liderazgo de la rama agropecuaria y pesquera”, en el informe del Capítulo México sobre la situación del país ante el Tribunal permanente de los Pueblos, 2012.

iii Tad Thompson, “Food exports surpass oil for Mexico”, The Produce News, 11 mayo, 2016, http://www.theproducenews.com/the-produce-news-today-s-headlines/18727-food-exports-surpass-oil-for-mexico

iv Ibidem.

v Ver Thad Thompson en GRAIN, “Cultivando desastres, las principales compañías del mundo van por la cosecha”, https://www.grain.org/es/article/5623-cultivando-desastres-las-principales-companias-del-mundo-van-por-la-cosecha

vi México es uno de los diez más importantes exportadores de alimentos procesados. Ver: GRAIN, “Libre comercio y la epidemia de comida chatarra en México”, https://www.grain.org/article/entries/5171-libre-comercio-y-la-epidemia-de-comida-chatarra-en-mexico; Ver también GRAIN, “Los peligros del maíz industrial y sus productos comestibles procesados, marzo de 2018, https://www.grain.org/es/article/5904

vii Ver: GRAIN, “Cultivando desastres, las principales compañías del mundo van por la cosecha”, op.cit.

viii Ibid.

ix Ver el informe y las fotografías de David Bacon: “Farm Workers in Two Countries Boycott Driscoll’s Berries”, The Progressive, 14 de marzo 2016, http://www.progressive.org/news/2016/03/188606/farm-workers-two-countries-boycott-driscoll%E2%80%99s-berries; “Los trabajadores del Valle de San Quintín ya no están dispuestos a ser invisibles”, Desinformémonos, 24 enero 2016, https://desinformemonos.org/los-trabajadores-del-valle-de-san-quintin-ya-no-estan-dispuestos-a-ser-invisibles/; The Reality check, photographs and stories, http://davidbaconrealitycheck.blogspot.mx/; “Hemos decidido salir de las sombras” and “Migrantes oaxaqueños exigen cambios en los campos”, Ojarasca 222, octubre 2015, http://www.jornada.unam.mx/2015/10/10/oja-sombras.html

x https://www.eleconomista.com.mx/opinion/El-papel-de-Mexico-en-la-produccion-y-exportacion-de-frutas-y-verduras-20171016-0088.html

xihttp://www.cedrssa.gob.mx/files/b/13/88Ana%CC%81lisis_produccio%CC%81n_consumo_hortalizas.pdf

Dejar una Respuesta

Otras columnas