Palabras sin reposo

Beatriz Zalce

Cienfuegos y mil anécdotas

A los Maestros, porque luchando también nos están enseñando

Me encontré con él en una sala de espera. Desde que lo vi me llamó la atención y desde entonces me acompaña a todas partes. El libro Camilo Cienfuegos: El hombre de mil anécdotas de Guillermo Cabrera Álvarez es una joyita, es un regalo más de la Fundación Rosa Luxemburgo y la Brigada para Leer en Libertad A.C.

En la portada por supuesto que está la imagen de Camilo con su sonrisa, el sombrero alón y la barba tupida. Cabrera Álvarez ofrece el retrato más completo del Héroe de Yaguajay, del Comandante del Pueblo, porque recoge las voces y los recuerdos de amigos, parientes, compañeros de lucha así como parte de la correspondencia de Cienfuegos.

Cita el autor al Che, al Comandante Guevara: “Camilo era un hombre de anécdotas, de mil anécdotas, las creaba a su paso con naturalidad; unía su desenvoltura y su aprecio por el pueblo a su personalidad, eso que a veces se olvida y se desconoce, eso que imprimía el sello de Camilo a todo lo que le pertenecía, el distintivo precioso que tan pocos hombres alcanza a dejar, eso suyo, en cada acción.”

Corre el mes de julio, pronto será nuevamente día 26. Un aniversario más. No otro más. Pero los día 26, desde septiembre del 2014, riman con 43. Con 43 futuros maestros que no aparecen por ningún lado, pero cuya luz nos impulsa a seguirlos buscando, a demandar un país donde la docencia no sea perseguida y asesinada, tratada como si fuera el enemigo público número uno. La bella Oaxaca nos da, como siempre, una lección de resistencia y de dignidad.

Les comparto pues algunas anécdotas que no sólo dicen lo que cuentan, dicen más, mucho más:

Narrada por Vilma Espin: “Si nosotros inventáramos un nombre para un personaje de leyenda le podríamos poner el nombre de Camilo Cienfuegos.

La misma muerte de Camilo, perdido en el mar, la manera de conmemorarla, echando una flor al agua y todas aquellas, sus hazañas, son acciones de leyenda”.

Narrada por Ramón Cienfuegos, su padre: “Reconozco que alguna vez fui injusto. Por ejemplo, el día que me comunicaron que Camilo había mordido a una conserje del kindergarten. Lo llamé. Le expliqué lo que pasaba. Él no dijo ni esta boca es mía. Un mes lo tuve de penitencia. Después supe, accidentalmente, que no había sido él sino un compañero al que quería mucho. Pero aguantó el castigo; yo, que sentía lástima, cuando hizo dos o tres trastadas, le decía: “Te las perdono, a cuenta del castigo que cumpliste sin haberlo merecido”.

Narrado por Horacio González Polanco: “Cuando se conseguía alguna comida, los combatientes acostumbraban a hartarse y abandonaban posteriormente las sobras.

Una y otra vez sucedía lo mismo y después todos tenían apetito y se lamentaban por haber abandonado la comida.

pero nadie escarmentaba, cuando el estómago se llenaba, ya no querían cargar.

Camilo, con su actividad de siempre, notó el problema y, desde ese momento cuando se terminaba de comer y la gente abandonaba los restos de comida, la iba recogiendo en una cazuela grande y casi siempre la llenaba con las viandas sobrantes.

Hecho esto, la cargaba al hombro, sin solicitar ninguna ayuda y la trasladaba a los combates y a las distintas operaciones a las que era designado.

A la hora del hambre, Camilo, sonriendo con su acostumbrada picardía, exponía ante todos su cazuela repleta de viandas y llamaba al personal: ‘Ya ven, caballeros, siempre hay que guardar, miren si no traigo la cazuela…’.

Esta otra anécdota forma parte de la memoria popular: “Después del triunfo de la revolución, Fidel y Camilo, los inseparables guerrilleros, acudían con regularidad a los encuentros de pelota, algunas veces como espectadores y otras como activos participantes.

En una ocasión en que ambos acudieron al estado del Cerro para participar en un desafío que se desarrollaría esa noche, surgió la idea de que en las dos novenas jugaran los guerrilleros en una división que daría al juego mucha viveza.

Camilo, acariciando su amplia barba, oía la proposición y mascaba fuertemente su tabaco, mientras exhalaba el humo con vigor. Cuando concluyeron de explicarle la idea, respondió como un rayo:¿Qué integre una novena contra Fidel? ¡Qué va! ¡Contra Fidel yo no estoy ni en juego!

Ese día, mientras Fidel ocupaba el montículo de los lazandores, en la novena de Los Barbudos, Camilo le atrapaba sus líneas como receptor”.

Narrado por Jorge Enrique Mendoza: “El acto de esa tarde, día 26 de octubre, a las cuatro, se celebraría en la avenida de las Misiones, frente a la terraza norte del antiguo Palacio Presidencial.

Partimos de su despacho, cerca de la hora señalada para comenzar la concentración. En las calles que conducían desde el antiguo Campamento Militar de Columbia hasta el hoy Museo de la Revolución había un mar humano. Todos se dirigían a concentrarse al llamado de Fidel para dar un grito más de independencia o muerte. Al paso de Camilo las gargantas gritaban su nombre con intenso fervor y cariño; los brazos se agitaban para saludarlo y él correspondía con su sonrisa, agitando también sus brazos. A los 15 ó 20 minutos de repetirse incesantemente esta escena, se volvió y me dijo:

-¡Qué equivocados están los fatuos que se creen que los aplausos y los saludos del pueblo son para ellos. Yo contesto a los saludos con igual cariño, porque sé que no me saludan a mí, sino a la Revolución.”

Anécdotas hay más, mil más, más de mil.

Así, a pedacitos, se reconstruye la vida de Cienfuegos y se le recuerda principalmente como un hombre de carne y hueso, barbado y sonriente. Tan humano como revolucionario. ** ** **

Beatriz Zalce

Premio Nacional de Periodismo por su labor cultural en Desinformémonos. Catedrática de la Escuela de Periodismo Carlos Septién y de la Facultad de Estudios Superiores de la UNAM.

Una Respuesta a “Si hablamos de Resistencia…”

Dejar una Respuesta

Otras columnas