DESconstrucciones

Fernando Híjar Sánchez

Bola de Nieve

Ayotzinapa no se olvida…

DESconstrucciones (II)

En la foto se encuentran todos los elementos que configuran al artista: el inseparable piano, su delicadeza al tocar, la singular sonrisa, su impecable frac, la cabeza casi a rape y el moño blanco siempre en su lugar, se ve contento, dueño de sí mismo y entregado a su arte, como todo un gentleman, como la canción Mesie Julián. La foto data de 1964, en la Ciudad de México, posiblemente en uno de los afamados centros nocturnos que nutrían la vida artística de aquella época. ¿Sería El Patio? ¿sería El Terraza Casino? o más bien su sitio natural: El Cardini Internacional, pero también podría ser un programa de televisión con Paco Malgesto o Silvia Pinal como anfitriones. La fotografía no da fe del lugar, ni del autor (aunque lo más probable es que sea un reportero gráfico de algún diario, que busca tan sólo la fotografía que acompañe la nota de espectáculos) donde el enigmático pianista transmite su música y canto, pero atrás de ésta se esconde una fascinante historia, la imagen es sólo una escena accidental, fortuita, un fragmento efímero, tan sólo un momento, pero también el pretexto para retomar los hilos olvidados de la historia y, a su vez, se torna en un ejercicio de recuperación de la memoria, además se nos revela como una ventana para penetrar en los microuniversos del alma.

Él es Ignacio Villa, mejor conocido como Bola de Nieve, cubano, cancionero, bolerista, embajador artístico de la Revolución Cubana, intérprete y compositor, aclamado por multitudes y por destacados artistas e intelectuales de su época, hombre sencillo pero de una poderosa presencia, uno de los grandes de la isla caribeña, de la majestuosa música cubana. Alejo Carpentier, Nicolás Guillén, Andrés Segovia, Pablo Neruda, Tata Nacho, Rodolfo Halffter, Fernández Retamar, Paul Robeson son sólo algunos de los que exaltaron el arte de este inusitado cantante, que en realidad no cantaba en el sentido llano del término, más bien las decía, relataba sus canciones; “a media voz, casi recitadas”, afirmaba Nicolás Guillén. La ternura y la fuerza de sus interpretaciones constituían las dos aristas que expresaban su sentir. Edith Piaf afirmaba que “nadie canta La vie en rose como él”. Rafael Alberti decía que “es el García Lorca negro”.

El nacimiento de Bola de Nieve se dio un 11 de Septiembre de 1911 en Guanabacoa, Cuba, pero su verdadero alumbramiento artístico fue en 1933, en el Teatro Politeama de la Ciudad de México. Bola, a sus 22 años, acompañaba al piano a su paisana Rita Montaner, una noche, la excelsa cantante se manifiesta indispuesta y en ese momento, alentado por sus amigos, salió a escena enfundado en su elegante frac (que ya nunca abandonaría en sus actuaciones), nervioso pero con aplomo y emanando la gran simpatía que lo caracterizaba se ganó, de manera espontánea y sin artificios, al público mexicano. De ahí en adelante emprendería una vertiginosa carrera artística que lo llevaría a presentarse en los más importantes y laureados teatros del mundo. En noviembre de 1948 en el Carnegie Hall de Nueva York, ofreció un concierto insuperable, los aplausos lo hicieron regresar nueve veces al escenario, el New York Times lo comparó con Maurice Chevalier y Nat King Cole.

El compositor mexicano Vicente Garrido, reconoció la marcada influencia de Bola de Nieve en su forma de cantar y tocar el piano, incluso uno de sus más apreciables boleros No me platiques más, compuesto en 1953, se lo regaló a Bola para que lo interpretara y grabara, después Lucho Gatica lo popularizó y muchos años después Luis Miguel lo inmortalizó.

El director manchego Pedro Almodóvar incluyó los temas Déjame recordar y Ay amor, ambas cantadas por Bola de Nieve, en dos de sus filmes. Para Almodóvar Bola, junto con Chavela Vargas y Edith Piaf son las “voces estremecedoras del sigo XX”. Luz Casals, en La Pasión, uno de sus mejores fonogramas, inserta Alma mía de María Greever que trascendió a otros ámbitos, gracias a la sentida interpretación que hizo el gran Bola. El virtuoso pianista cubano Bebo Valdés y el renombrado cantaor El Cigala en el disco Lágrimas negras (el cual dio la vuelta al mundo y se vendieron millones de duplicados), interpreta el bolero “aflamencao” Vete de mí, de los hermanos Expósito, que forma parte de los temas vitales del repertorio del cubano. Esta misma canción, en homenaje a Bola de Nieve, es parte del proyecto poético-narrativo-musical de Mardonio Carballo y de los Hermanos Arreola el cual presentaron, hace unos años, en el legendario festival WOMAD en Inglaterra, que fundó el mismísimo Peter Gabriel.

El 12 de octubre de 2014 salió una nota periodística, en la sección de Espectáculos de La Jornada, firmada por Miriam Elizalde en la cual comenta el homenaje que se le rindió en Cuba a la cantante y compositora Marta Valdés por sus 80 años de vida, la periodista la llama “cantautora de culto”. Si bien hay aspectos interesantes en el artículo que Marta Valdés aborda con ironía y de manera franca, como algunas imprecisiones acerca de ella y el filin, lo equívoco sobre “la canción inteligente” que ahora campea en Cuba, la “manía en clasificar la música”, entre otros. Conviene aquí solo detenerse en las palabras que describen lo que le causó estar enfrente del artista de Guanabacoa, “lo que yo sentí cuando escuché a Bola cantar No puedo ser feliz, cuando vi y oí aquello, descubrí que en una canción podía estar el paisaje espiritual del ser humano”.

Para los que quieran conocer más de la vida del artista de Guanabacoa, en mayo de 1997, escribí un ensayo para el suplemento cultural de La Jornada Semanal, titulado Bola de Nieve: Tengo voz de vendedor de mangos en donde trato aspectos de su formación musical, la relación con otros artistas, su estancia en Cuba y en México, su homosexualidad (que nunca hizo pública, pero tampoco la ocultó), su valiosa discografía, la relación del artista con el régimen castrista, la visión crítica y mordaz hacia Bola del escritor y disidente cubano Reynaldo Arenas, su muerte acaecida en 1971 en la Ciudad de México, entre otros temas. Y para conocer su música, Ediciones Pentagrama produjo dos históricos discos compactos del artista que aparece en la fotografía que tenemos ante nuestros ojos, personaje con claroscuros que Rita Montaner lo rebautizó como Bola de Nieve.

Bola de Nieve, Delirio y La Escuela de Psicología

A inicios de los años setenta ingresé a la carrera de psicología en la UNAM, en 1973 culminó el movimiento de separación de La Escuela de Psicología de La Facultad de Filosofía y Letras, de este modo adquirió el status de Facultad. Si bien este proceso de secesión tenía algún tiempo de haberse gestado, a mí me tocó su etapa final. Por estos tiempos explotó la primera huelga de trabajadores universitarios aglutinados en el STEUNAM.

Yo sólo cursé dos años de la carrera, por varias razones la abandoné, el movimiento para desprenderse de Filosofía y Letras coincidió o, tal vez, era parte de un mismo proceso en donde la corriente conductista se fue apropiando de espacios y mentes de maestros y alumnos, desplazando al pensamiento psicoanalista y a otras corrientes. El conductismo es en esencia reduccionista y fragmentario, cosifica a las personas y sus conductas son “fácilmente manipulables” ya que responden a estímulos y respuestas, como si fueran “ratas de laboratorio”, estos planteamientos de corte fascista para nada me importaban, no iba a perder años preciosos de mi vida con esas tonterías. A mí me interesaba profundizar en el pensamiento de Freud, sumergirme en las complejidades del lenguaje y de la filosofía de Lacan, penetrar en las brillantes excentricidades de Carl Jung, con sus mitos y símbolos, con su inconsciente colectivo, en fin, nada de esto existía en la flamante Facultad de Psicología. Sólo había un puñado de maestros que tenían información y conocimientos sobre lo que acontecía con el psicoanálisis en el mundo; uno de ellos era el maestro José Cueli. Con un dicho de Carl Jung se desbarata toda la basura conductista con todo y sus leyes seudocientíficas: “El zapato que va bien a una persona es estrecho para otra: no hay receta en la vida que vaya bien para dos”.

En relación a la huelga universitaria, que duró cerca de tres meses, ésta dividió a la comunidad universitaria. En Psicología los alumnos estábamos organizados en el Consejo de Representantes, al igual que en Ciencias; en Arquitectura funcionaba el Autogobierno; en otras facultades, como en Economía y Filosofía, sobrevivían los famosos y desgastados Comités de Lucha que controlaban las juventudes comunistas (estos comités eran la continuación de los Comités de Huelga del movimiento del 68 que habían cumplido un papel trascendental en el movimiento) que ya no representaban al grueso de los estudiantes. Pero independientemente de las diferencias, la comunidad estudiantil decidió apoyar al movimiento de los trabajadores. Unos y otros, aparte de “otras tareas”, debíamos de “cuidar y proteger día y noche” las instalaciones de nuestras respectivas facultades ante las envestidas de porros, grupos de choque y de provocadores profesionales armados (como lo eran Castro Bustos y Mario Falcón que meses atrás se habían apoderado de la Torre de Rectoría y estaban financiados por políticos inmundos) que trataban de desestabilizar y destrozar a la UNAM y desvirtuar la huelga. En la Facultad de Derecho se habían enquistado estos grupúsculos, las instalaciones de Psicología estaban pegadas a las de Derecho. Estas pandillas en dos ocasiones trataron de apoderarse del edificio de Psicología y en dos ocasiones los rechazamos. En las noches se oían balazos aquí y allá en la UNAM.

Algunas compañeras y compañeros del Consejo de Representantes llevamos música para hacer más amable aquel tiempo aciago y que presagiaba más tormentas sociales. Yo decidí llevar dos discos de Larga Duración o Long Play (también conocidos como elepé, hechos de vinilo; el casete llegaría unos cuatro años después y el compacto hasta finales de los ochenta): uno de Astrud Gilberto donde interpretaba el tema Delirio de uno de los máximos del filin cubano: César Portillo de la Luz, que vivió noventa años. El otro material sonoro era un disco de Bola de Nieve, que por cierto ninguno había escuchado antes, sólo dos o tres lo ubicaban por haberlo visto en programas de televisión o en películas mexicanas. Unos años atrás una tía que migró a Estados Unidos me heredó una caja llena de discos, entre ellos estaba uno del sello RCA Víctor del cubano. Al lado de grabaciones de Viglietti, Amparo Ochoa, Violeta Parra, Atahualpa, Óscar Chávez, Víctor Jara, Mercedes Sosa, Bob Dylan, Paco Ibáñez, Joan Baez y otros, figuraban las de Astrud y Bola. Lo que todos ignorábamos es que dos años antes, Bola de Nieve, había fallecido en la Ciudad de México en una fecha que no podemos olvidar: 2 de octubre.

Fernando Híjar Sánchez

Promotor cultural, productor musical e investigador independiente. Uno de sus más sobresalientes fonogramas: Lienzos de viento (músicos zoques y mames en diálogo con Horacio Franco) obtuvo el Premio Patrimonio Musical de México, INAH 2012.

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