Palabras sin reposo

Beatriz Zalce

El 68 visto por ellas

Ambas lo vivieron, cada una a su modo, cada una desde su trinchera. Y las dos quedaron marcadas de por vida. No se puede hablar del movimiento estudiantil de 1968 en México sin mencionarlas. Son referencia obligada. Durante el conversatorio sostenido en días pasados en la FES Acatlán de la UNAM hablan, se ceden la palabra o se avientan la bolita, se escuchan, se hacen preguntas, se interrogan mutuamente, se interrumpen, también se ríen e invitan a la reflexión. La amistad las une desde hace 50 años. El respeto las hermana y la lucha las re-une. Sus recuerdos van de la anécdota personal a la memoria histórica.

Ambas abrieron brecha. Cada una en lo suyo. María Fernanda Campa es la primera mujer en titularse en Ingeniería Geológica por el Instituto Politécnico Nacional. Elena Poniatowska es la primera mujer en recibir el Premio Nacional de Periodismo.

Elena es hija de Jean Évremont Poniatowski (de quien se enfatiza que era príncipe heredero de Polonia y se deja de largo que por sus méritos durante la Segunda Guerra Mundial, en la que salvó muchas vidas y no se llevó la de nadie, obtuvo la Legion of Merritt, el Purple Heart, la Légion Francaise a título militar, la Médaille des Évadés, preseas y medallas que muy pocos tienen) y de Paula Amor, quien formó parte de la Resistencia Francesa y manejó una ambulancia de 1939 a 1942. Pero es también, es, sobre todo, hija de su amor por México.

María Fernanda es hija de Valentín Campa, uno de los dirigentes del movimiento ferrocarrilero, preso político, amoroso padre, revolucionario sin tacha, candidato presidencial en 1976, diputado  federal, militante del Partido Comunista Mexicano y posteriormente del PSUM, el PMS y del PRD, y de Consuelo Uranga, mujer adelantada a su tiempo, una de las primeras promotoras del voto femenino en México, fundadora del Partido Comunista en nuestro país, participante en la organización de sindicatos mineros en Chihuahua, su tierra natal. Cuando María Fernanda era casi una niña, al término de la Segunda Guerra Mundial, su madre la llevaba con ella a repartir volantes por la paz.

A las dos les encanta vestir ropa tradicional mexicana. Hermoso huipil llevaba María Fernanda el día que la Línea 12 del Metro puso en circulación el tren “Valentín Campa Salazar”. Elena, con un suntuoso traje de itsmeña, bordado con hilos de sabiduría e ilusión, recibió el Premio Cervantes.

En 1968 la Chata Campa, era “una veinteañera experimentada, hija de tigre, tigrita”, compañera del líder estudiantil Raúl Álvarez Garín. Manuela, la hija de ambos, tenía casi dos años. Por su parte, Elena, Elenita, Elenísima estaba casada con el astrónomo Guillermo Haro y acababa de tener a su segundo hijo, Felipe.

La tarde de ese miércoles 2 de octubre fue muy distinta para ambas: María Fernanda cruzó la Plaza de las Tres Culturas rumbo al edificio Chihuahua, su hija en brazos. Iba a anunciar que, en solidaridad con los estudiantes, Valentín Campa y Demetrio Vallejo, presos políticos por quienes se pedía la libertad en el primer punto del pliego petitorio del Consejo Nacional de Huelga, iniciarían una huelga de hambre al día siguiente.

La Chata vio el helicóptero sobrevolar la multitud asistente al mitin y las luces de bengala.  Vio cómo los militares disparaban a la gente. A duras penas logró regresar a su casa. Sabía que Raúl estaba en el balcón del tercer piso, junto a los oradores. No volvió a tener noticias suyas hasta que lo trasladaron del Campo Militar Número Uno, donde estuvo “incomunicado”, al penal de Lecumberri. En todos esos días de interminable angustia sólo la sostenía una frase de su papá: “Yo sé que Raúl no está muerto”.

Como a las once de la noche a casa de Elena y Guillermo Haro llegaron María Alicia Martínez Medrano, Mercedes Olivera y Margarita Nolasco para ponerlos al tanto de la masacre ocurrida en Tlatelolco. En la mañanita del día siguiente Elena estaba en la Plaza, antes de que terminaran de limpiar la sangre, antes de que barrieran los zapatos perdidos, abandonados en la estampida por huir, por salvar la vida; tomó nota de las huellas de los tiros de ametralladora, de los tanques militares. A pesar del miedo la gente habló con ella. Elena empezó a recoger los primeros testimonios de La noche de Tlatelolco.

Durante el conversatorio, atrás de Elena y María Fernanda, se proyectan fotografías del rector Javier Barros Sierra encabezando la marcha para protestar contra el bazukazo a la Prepa Uno y la represión estudiantil, del zócalo capitalino rebosante de jóvenes tras la manifestación del 13 de septiembre, de la multitud en un mitin en Tlatelolco, de un Díaz Ordaz muy sonriente, del emblema de los juegos olímpicos…

Campa es vehemente y va más allá, geóloga no se queda en la superficie: “El 2 de octubre… Es un acto canalla. Participaron dos cuerpos distintos del ejército, eso también hay que tenerlo claro. A uno están a punto de disolverlo sin que se haya hecho justicia: el Estado Mayor Presidencial, encargado del Batallón Olimpia, los del guantecito blanco. Además, se detuvo a cerca de 3,000 personas. Pero el objetivo era aprehender a los líderes del Consejo Nacional de Huelga. El ejército había entrado previamente al Casco de Santo Tomás y a Zacatenco y también a Ciudad Universitaria.”

-Pero también deberíamos de pensar en lo que sucede en este momento porque no creo que esté desligado de la desaparición de los 43 jóvenes maestros normalistas de Ayotzinapa -dice Elena. -Se insulta a sus padres, se les hace ir de un lado a otro; una madre de familia incluso ya murió sin saber nada de su hijo. La noche de Iguala tiene el tamaño del horror del 2 de octubre. En el 2016, a casi 50 años de Tlatelolco, se volvió a repetir un crimen que se puede considerar de lesa humanidad. ¿Qué pasa en México? Por qué la violencia está en todas partes. Es terrible que podamos repetir: en México ser joven es un peligro, en México los jóvenes, nuestros hijos -en el caso de La Chata y mío, nuestros nietos- corren peligro. Ser joven no es ninguna cosa de ir hacia el futuro, hacia la esperanza… de veras, es peligroso. Eso no debería de ser: La muerte de un joven es la muerte de un país.

Poniatowska empezó a ir al palacio negro de Lecumberri acompañada de Guillermo quien visitaba a sus amigos presos: Eli de Gortari, Pepe Revueltas, Heberto Castillo. Elena no se anda por las ramas: “La noche de Tlatelolco le debe todo a Raúl Álvarez Garín. Sí él les hubiera dicho a los muchachos: No hablen con Elena; no habría libro”.

Que cómo se organizaba la vida dentro del penal, les preguntan. La Chata recuerda que el 3 de octubre, cuando fue nuevamente a visitar a su padre, éste entendió por qué habían desalojado tres crujías dos días antes. Para poder “alojar” a los estudiantes. Prueba de la premeditación oficial.

Los presos comunes llamaban “Políticos” a estudiantes y maestros: presos políticos. Ellos se organizaron para estudiar, aprendieron a cocinar para hacerse la vida más soportable. Elena cuenta: “Un personaje que no me gusta nada, Pablo Gómez, hacía unos huevos revueltos muy buenos que anunciaba al grito de “Ya están los pinche mil huevos” y los demás se acercaba a desayunar. Pero los que hicieron leyenda fueron los “Chilaquiles Lecumberri” preparados por Raúl.

Surge el tema de las mujeres y el 68. Dos son las más conocidas Tita y Nacha: Roberta Avendaño y Ana Ignacia Rodríguez, estudiantes de Derecho. Hoy en día se habla mucho de la poeta uruguaya Alcira Soust quien permaneció escondida en un baño todo el tiempo que duró la ocupación militar de la Ciudad Universitaria. Elena enfatiza que además hay que mencionar a Elisa Ramírez, hija del psicoanalista Santiago Ramírez: “Te arreglaba las ideas para que más o menos encontraras tu camino en la vida”; de María Alicia Martínez Medrano fundadora del Teatro Campesino y a quien Elena admira: “Ella logró hacer que pueblos enteros en Tabasco y en Yucatán actuaran, actuaran obras de García Lorca, obras que ella misma escribió. Ella liberó al farmacéutico, al dueño de la tlapalería, a la señora del salón de belleza… Les dio la oportunidad de manifestarse y de creer en sí mismos”. Lugar especial merece Margarita Isabel: “Una actriz muy bonita, llamaba la atención porque tenía un gran sentido del humor, organizaba mítines relámpago en los mercados, se ponía minifalda, llamaba mucho la atención”.

-En el 2011 el crimen de la Plaza de las Tres Culturas de 1968 fue reconocido como un delito de lesa humanidad tipificado nacional e internacionalmente como genocidio. Determinado por el poder judicial en tres resoluciones consecutivas en distintas instancias, ya no es posible su revocación -explica María Fernanda Campa, precisando, detallando los detalles, como buena docente.

“Luis Echeverría Álvarez, quien era secretario de Gobernación en 1968 y luego presidente de la República, permaneció dos años y medio en prisión domiciliaria precisamente por estar indiciado en el caso de Tlatelolco. Luis Echeverría no ha sido exonerado. Puede ser sentenciado como responsable de genocidio. Obtuvo su libertad, sólo en forma condicional por viejo, lo cual es ilegal porque el genocidio no prescribe nunca.

“La Fiscalía Especial de Movimientos Sociales y Políticos del Pasado integró 54 investigaciones que incriminan a los altos mandos del ejército que tuvieron a su cargo distintas tareas para borrar las pruebas del crimen y recoger los cuerpos de las víctimas. En el ámbito del poder legislativo, el 20 de diciembre del 2011 se reformó el artículo 18 de la Ley sobre el Escudo y la Bandera y el Himno Nacional para que se incluyera como fecha de luto nacional al 2 de octubre, aniversario de los caídos en la lucha por la democracia en la Plaza de Tlatelolco en 1968.

“Esa reforma legislativa implica que al igual que cada 13 de septiembre es el aniversario de los Niños Héroes del Castillo de Chapultepec, el 2 de octubre el lábaro patrio debe ser izado a media asta en todas las escuelas, cuarteles, guarniciones militares, edificios públicos, embajadas y consulados.”

“Libros proscritos” considera la Premio Cervantes 2013 a La noche de Tlatelolco y a Fuerte es el silencio pues hablan de movimientos estudiantiles, de jóvenes inquietos, retobados, que no se dejan, que no se conforman, que tienen ideales y luchan por ellos: “Sé que Fuerte es el silencio ha sido proscrito en las escuelas porque habla de las guerrillas en Morelos, en Guerrero. Yo no he sabido que en las escuelas se lean libros que tratan de la miseria más inmediata, más actuales, de la miseria moral o de la miseria política.

Para La Chata Campa tenemos un problema grave: “El neoliberalismo no es nada más el saqueo de nuestros pueblos por las multinacionales, es además un salta pa’tras que implica la despolitización. Una cosa es la instrucción universitaria y otra la educación. Periódicos, radios y televisoras han sido todos amordazados. Vean lo que está pasando en Brasil: Es una vergüenza mundial. Va a ganar un cretinazo… Sólo leyendo, estudiando, cuestionando podemos salir de la ignorancia. Nuestra sacudida pasa por la cultura. Elena y yo somos de una generación que nos movimos y ahora seguimos movidas, digo… podríamos estar tejiendo calcetas a nuestra edad. Pero todos los días, hasta el último día de la vida tienes que luchar. Raúl decía eso y a mí me gustaba mucho: “En la lucha nos hemos de encontrar”. Y así es.                  

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Beatriz Zalce

Premio Nacional de Periodismo por su labor cultural en Desinformémonos. Catedrática de la Escuela de Periodismo Carlos Septién y de la Facultad de Estudios Superiores de la UNAM.

Una Respuesta a “Si hablamos de Resistencia…”

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