Crónicas de las luces y de los ruidos

Oleg Yasinsky

Víctor y tres mujeres en Orlando

Por la noche, ellas despertaron con el ruido de los helicópteros y los disparos. Era la noche del 12 de Junio en Orlando, Florida, EEUU. Lo que escuchaban era el repliegue policial por la masacre recién ocurrida en un club gay. Pero para ellas eso fue seguramente un deja vu de aquel septiembre del 1973 en Chile, del feroz golpe militar, que para siempre partió las vidas de ellas, igual que de miles de otros chilenos. Eran tres mujeres; Joan, Manuela y Amanda, la viuda y las hijas de Víctor Jara, su familia que acababa de llegar a los EEUU desde Chile para participar como testigos en el juicio contra el asesino de Víctor.

El asesino de Víctor Jara, ex teniente del ejército chileno Pedro Pablo Barrientos Núñez, ahora ciudadano norteamericano y vendedor de los carros usados en Florida, fue identificado en el 2012 por una increíble investigación periodística del equipo del programa televisivo chileno “En la mira”. El caso por la tortura y el asesinato del cantante, poeta y director de teatro militante comunista Víctor Jara en el estadio Chile el 16 de septiembre del 1973 fue abierto por la justicia chilena hace más de dos décadas, después del retorno a la democracia, pero sus avances han sido extremadamente lentos. A pesar de estar subordinado a varios gobiernos civiles, el ejército chileno seguía guardando uno de sus más grandes secretos.

El juicio duró una semana. Dieron sus testimonios: ex militares, ex prisioneros del estadio y la familia de Víctor. El veredicto se dictó el lunes 27 de junio. El tribunal civil de Orlando por unanimidad declaró a Pedro Barrientos culpable de las torturas y asesinato de Víctor Jara, condenándolo a pagar 28 millones de dólares a la familia de la víctima. Aunque este tipo de tribunal no tiene competencia para apresar ni para extraditar al acusado, una condena tan contundente y clara abre puertas para una posible extradición que fue solicitada por la justicia chilena el año 2013.

Igual que en el caso Pinochet la justicia extranjera en pocos días resolvió lo que la chilena no pudo en décadas. Paradójicamente en este caso la justicia de hizo en el país que fue el principal auspiciador y cómplice del golpe militar en Chile.

Pedro Barrientos se fugó de Chile a los Estados Unidos en 1989, pocos meses después del retorno a la democracia y trató de asegurar su impunidad como pudo. Se equivocó.  Decenas de testigos, entre militares y prisioneros, lo vieron en el Estadio Chile; hay varios testimonios que hablan como él se jactó de matar a Víctor mostrando su pistola, frente a la justicia a través de sus abogados él insistió que nunca en su vida estuvo en el Estadio Chile y que hasta el año 2009 no tenía idea de la existencia de Víctor Jara. Su ex esposa María Castro en sus declaraciones fue aun más lejos y afirmó que supo del golpe de estado en Chile y de la violencia en el estadio sólo en el 1987. Seguramente ellos creyeron que los jueces gringos son idiotas, pero una vez más se equivocaron.

No sé que fue para la familia de Víctor más doloroso: presenciar la exhumación de los restos de su marido y padre para una vez más demostrar al mundo y a la justicia que su muerte no fue por causa natural o escuchar las cobardes y miserables palabras de ese “valiente soldado”, tan asesino como hace 43 años.

Pocas horas después de la sentencia, la familia de Víctor hizo esta declaración: “En esta corte, la cultura de la mentira, el encubrimiento y el matonaje fue pulverizado por la verdad. La cultura de la muerte y la cobardía encarnada en Pedro Pablo Barrientos Núñez, por el canto de Víctor que vivirá por siempre…”

Casi tan impresionante como la rapidez y eficiencia del tribunal norteamericano, fue el silencio de la prensa chilena. Entre la masacre en Orlando y la Copa América algunos medios apenas mencionaron la noticia y solo un canal televisivo envió corresponsales para cubrirla. Y no es más que una muestra de la acostumbrada lucha contra la memoria histórica. Y la memoria histórica de Chile, que son la voz y la sonrisa de Víctor Jara, como de costumbre, resisten. Desde las multitudinarias marchas por la educación en Santiago hasta los territorios mapuche perdidos bajo las lluvias del sur escuchan, guardan, cuidan y viven su música. Víctor Jara hoy no es una huella sino un camino, una brújula para recuperar la alegría arrebatada al pueblo chileno hace tanto tiempo.

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