Foto: Prensa Geonnitus
Desde los agrotóxicos en Pergamino hasta el fracking en Añelo, de la denuncia a las fumigaciones al amor entre quienes parecen muy distintos. Obras teatrales y puestas en escena van del pasado al presente del extractivismo en Argentina. Otra forma de difundir y pensar sobre modelos de producción que impactan en territorios y vidas.
¿De qué manera se están llevando a escena las problemáticas socioambientales? ¿Cuáles son los desafíos a la hora de tratar estos temas? ¿Qué conflictos están apareciendo en las producciones? El milagro de las langostas, de Pilar Ruiz, y Campo santo, de Fernando Crespi, son obras teatrales contemporáneas sobre el tema de los agrotóxicos, con abordajes bien diferentes, que advierten sobre los efectos en los cuerpos y retratan luchas para hacer frente a un modelo de producción que enferma y mata.
Por otro lado, Geonnitus, una instalación sonora y visual que recientemente pudo verse en Buenos Aires, toca de manera muy original el fracking (la explotación petrolera no convencional, que se realiza —por ejemplo— en Vaca Muerta). Tierra Viva conversó con los creadores para que cuenten cómo encararon estos trabajos y den respuestas a aquellos interrogantes.
Batallas contemporáneas
“Se escribe, se dirige y se actúa sobre lo que duele, lo que abre preguntas, lo que nos conflictúa. El teatro habilita diversas formas de pensar el mundo en el que vivimos y nuevos imaginarios sobre este mundo que vivimos y nos duele. A partir de eso, quizás, asuma un rol en torno a la problemática socioambiental porque nos lastima, nos mata y algo hay que hacer. Entonces, el teatro es una respuesta, entre tantas otras”, dice la dramaturga y directora Pilar Ruiz.
El milagro de las langostas es su primera obra dedicada a la temática socioambiental —anteriormente, trabajó más enfocada a género y política—. El punto de partida del texto fue el cuadro anónimo —y su epígrafe «El milagro de las langostas«—, que muestra a la plaga de insectos que creó confusión entre los realistas en la Batalla de Tucumán, favoreciendo a las fuerzas patriotas y consolidando la Revolución de Mayo.
“A partir de la pregunta de cuáles son nuestras batallas contemporáneas y ampliando los conceptos de ‘colonialismo’ y ‘batallas’, comencé a pensar en la problemática socioambiental. La no entrega de nuestras tierras, de nuestros recursos naturales a manos y empresas extranjeras es una de nuestras batallas contemporáneas contra el histórico colonialismo que vive América Latina”, sentencia la autora.
En este texto que delinea un nuevo escenario posible también las langostas ocupan un rol protagónico. Aunque trata sobre el uso de agrotóxicos en la yunga tucumana —y su impacto en los cuerpos, y la lucha del pueblo—, la dramaturga se las ingenia para incorporarle condimentos que lo vuelven atractivo. El milagro de las langostas es, además, una historia de amor entre dos personas de visiones contrapuestas, que encarnan un debate presente en la sociedad argentina. Ana es una bióloga porteña que llega para investigar las fumigaciones y envía informes sin respuesta a un Comité de Crisis Nacional (un signo de la ausencia del Estado, claro). «El Rubio» es dueño de campos y defiende “la última tecnología agropecuaria”: “Cuanto má’ alimento se produce, má’ crece la región”, enuncia. La historia transcurre en un clima de calor agobiante —las temperaturas ya no son normales— y con la grave enfermedad de un niño como trasfondo.
“El desafío ante el abordaje de este tipo de temas es no dejar de hacer arte. Es decir, que se aborde el tema, pero que la obra como obra de arte, de teatro específicamente, siga siéndolo. Evitar que sea un trabajo meramente discursivo o panfletario: ese es el desafío”, postula Ruiz.
Escribió este texto para el concurso “Potencia y Política” (2022), organizado por la Dirección General de Cultura de la Cámara de Diputados, cuya temática era el cuidado del ambiente. Todavía no estrenó. En el marco del ciclo “Archidrama”, que genera un cruce entre artistas chilenos y argentinos, será presentado en Chile, con dirección de Pablo Greene (el 16 de octubre pasado). Posteriormente se verá en la ciudad de Buenos Aires.
“El concurso fue muy importante porque de allí salieron siete textos abordando diferentes problemáticas socioambientales, obras que pueden leerse y descargarse desde la página de la Cámara de Diputados. Comienza a haber cada vez más un activismo fuerte en relación con estos temas y se cuela en las obras de arte, porque el arte no es ajeno a lo que duele en el país y en el mundo. Desde diferentes lenguajes artísticos cada vez más se aborda el tema y de a poco se empiezan a abrir espacios que alojen estas obras”, dice Ruiz.
Agrotóxicos en primera persona
La problemática de los agrotóxicos aparece también en Campo santo (una niebla de veneno violando nuestras casas), con un abordaje tan diferente como el punto de partida. Fue parida en la ciudad de Pergamino, “rodeada de campos donde se siembra soja y se fumiga indiscriminadamente”, en palabras de Fernando Crespi, dramaturgo y director del espectáculo.
“Los habitantes de la periferia eran fumigados en las cabezas, cuando aún no estaba la medida cautelar (de 2019, del juzgado federal de San Nicolás), que impide fumigar a menos de mil metros con los tractores denominados ‘mosquito’ y a tres mil metros por vía aérea. Un grupo de madres de un barrio lindero al campo denunció públicamente y ante la Justicia que estaban siendo fumigados y enfermados”, relata Crespi. De las manifestaciones a la obra de arte: ese es el camino de Campo santo.
Los artistas que llevaron adelante el espectáculo comenzaron a ir a marchas de poca concurrencia en un clima de indiferencia general. Tomaron contacto con madres que luchaban por las enfermedades de sus hijos; supieron de “muertes —como la de Florencia Morales (2011)— y el acoso por parte de productores involucrados en las denuncias”.
Y conocieron a Sabrina Ortiz, del colectivo Paren de Fumigar, quien tuvo dos ACV y sufrió un aborto espontáneo. Su marido tiene altos niveles de agroquímicos en el cuerpo y sus hijos padecen daños genéticos producto de las fumigaciones. Por todo esto, ella estudió abogacía y se presentó ante el Poder Judicial como querellante, logrando que, por primera vez, fueran procesados los responsables (tres productores y dos funcionarios municipales). Asimismo, la cautelar mencionada más arriba fue resultado de su lucha.
Campo santo aborda en primera persona el calvario transitado por Ortiz, quien desde que denuncia los efectos de los agrotóxicos vive amenazada y “atraviesa hechos de violencia en su contra y de su familia”. “Entre otras cosas, uno de los productores mató a su perro de un escopetazo delante de sus hijos”, ejemplifica Crespi.
“El Intendente (el macrista Javier Martínez) está del lado de los productores. En las salas municipales de salud desaparecieron las historias clínicas que daban cuenta de las enfermedades producidas por fumigaciones. Todos estos acontecimientos junto a una investigación profunda, además de argumentos científicos y técnicos, fueron los cimientos de la obra”, cuenta.
El estreno fue en mayo de 2022 en el teatro Atlas, de Rosario. En Pergamino la obra no se podía mostrar: el grupo no conseguía salas, no se las otorgaban por temor a represalias del Intendente. A dos años, ya hubo cerca de 40 funciones en escuelas, sindicatos, clubes de fomento y centros de jubilados. Están en tratativas para reponer la obra antes de fin de año. Integran el elenco «Nenina» Mogliati, «Pucho» Holmer, Melisa Jacobs, Fernando Peduto, Fernando Songini, Irene Lavandera, Carla Torcheli y Lucrecia de Francesco. La música original es de Santiago Crespi.
“En 2024 aún no hicimos funciones. Creemos que es porque la atención de la sociedad está puesta en otras urgencias. Igualmente seguiremos insistiendo; estos temas indefectiblemente tiñen nuestras vidas”, dice Crespi, autor, también, de Paraje luna, acerca de una prolongada sequía que lleva a los pobladores de un paraje a contratar a un ingeniero de la capital que tiene una máquina para hacer llover, ganadora del premio literario Casa de las Américas en 2018.
“Creemos que el teatro genera emociones. Nos pone frente al conflicto. Y es un hecho que está sucediendo en vivo, en carne y hueso, y nos interpela”, concluye.
Explotación petrolera en la ciudad de Buenos Aires
Geonnitus es una enorme escultura, una instalación sonora y visual que de manera muy original trajo a la ciudad de Buenos Aires la problemática del fracking (explotación petrolera no convencional). Por fuera de las formas tradicionales, es una apuesta que apela fuertemente a la dimensión sensorial del espectador.
En abril, cinco artistas viajaron a Neuquén, trajeron imágenes de Vaca Muerta y escenarios lindantes, y realizaron esta obra que combina los videos con los sonidos que aturden a la tierra (la música de una orquesta con instrumentos grabados y músicos en vivo). Con la palabra de expertos invitados, dando un cierre conceptual a la performance, las funciones se realizaron en el Espacio Investigaciones del Futuro (Boers 937, Villa Lynch), como parte del “Festival Ruido”, y presentadas por Proyecto Eco Eco, iniciativa de la organización Periodistas por el Planeta para promover la mirada del arte en la discusión sobre la crisis planetaria.
La paradoja es que el escenario —montado en este espacio ubicado en el polo post industrial de Villa Lynch— parece de ciencia ficción, pero remite a una problemática tan real como actual y urgente, y dialoga con material documental.
Ante los ojos del espectador se impone una estructura de andamios de color anaranjado. Se ven compresores y pelopinchos. Un músico toca el corno francés, otro el trombón, parados desde distintos puntos de esta escultura-estructura. La experimentación sonora se va entrelazando con imágenes de las torres de perforación, los hoteles de la zona, la naturaleza modificada por la mano del hombre y otros guiños (como la línea B de subte) que nos avisan que hubo un viaje hasta ese lugar.
“Geonnitus es un neologismo sobre los ruidos que aturden a la tierra: el tinnitus del que padece nuestro planeta. Ese ruido y esos temblores que se producen cuando la exploran, perforan y la presionan para extraer petróleo y gas mediante el fracking”, define el comunicado que presenta la intervención.
“Hicimos un viaje de cuatro, cinco días a la zona de Añelo. Es una primera idea de lo que está pasando en el territorio: cómo se modifica el paisaje, cuál es el impacto en las comunidades locales y la cuestión más fisonómica. Es crucial cómo el paisaje se modifica, y tratamos de interceptarlo tanto desde el sonido como desde la imagen”, describe el artista Julián D’Angiolillo.
Su compañero Leonello Zambón define a Geonnitus como “una especie de monstruo, de maquinaria, con algunas de las lógicas de los sistemas extractivos”. “No podemos ser panfletarios. Tenemos que generar algún tipo de fricción, pregunta, duda e incluso de goce. Si decimos ‘qué horrible todo’ pero no hay alternativa para pensar mundos, nos quedamos cortos. El arte puede empujar hacia esa otra posibilidad de construir mundos”, opina.
Cecilia Castro es la tercera artista que concibió la obra. Producción artística y curaduría son de Javier Areal Vélez y Florencia Curci; la coordinación, de Marina Aizen y Pablo Schanton; la producción general, de Daniel Borrelli Azara.
Con las palabras de Zambón coincide Aizen, directora de Eco Eco: “Hay un agotamiento del discurso hablado. La instalación no tiene la mirada institucional de Vaca Muerta. Necesitamos de otros lenguajes, incorporar a los artistas a una discusión que no pueden dejar de dar”.
Publicado originalmente en Agencia Tierra Viva