Pensar en voz alta la justicia y la paz

Pietro Ameglio

VI Brigada Nacional de Búsqueda: ¿un modelo mexicano de construcción y lucha por la paz?

Campos se sorgo rojos que acaban en un horizonte sin fin, casas muy pobres y junto a otras grandes y desproporcionadas a medio construir, en un espacio desolado e infinito en medio de la nada, y en una colina con vista a una barranca que servía de fosa clandestina está la joya de la corona: la casa tan desmedida como cínicamente ostentosa e impune del “Ray”, jefe de zona asesinado en el 2019 en el penal de Atlacholoaya (Estrella Pedroza, “Mixtlalcingo podría ser una de las fosas más grandes de Morelos: Brigada de Búsqueda” en Pie de Página, 21-10-21). Esta casa con una fachada de todo tipo de decoraciones mezcladas sin ton ni son, signo de un total delirio de grandeza y poder, es una clara fotografía del nivel de impunidad y colusión de los delincuentes con las autoridades de gobierno. ¿Será que ningún gobernador o autoridad de cualquier nivel nunca vio nada sospechoso con esa casa gigantesca allí en medio? A su vez, ese horizonte infinito es el tamaño de la esperanza y desesperación de los familiares en su lucha de búsqueda.

Casa de El Ray

Acaba de concluir la primera etapa -totalmente autofinanciada- de la VI Brigada Nacional de la Red de Enlaces Nacionales (constituida por más de 160 colectivos de 26 estados) que recorrió 14 de los 36 municipios morelenses, del 9 al 26 de octubre, donde se encontraron hasta ahora “11 importantes puntos de inhumación clandestina” (Comunicado Brigada). Al decir de muchas familiares: “Morelos es un lugar de silencio y miedo, y la brigada abrió voces, dio valor”, creando un espacio de seguridad, que da ánimos, confianza a la gente para hablar Decía bien Juan Carlos Trujillo: “El arma más letal es el miedo, no los cuernos de chivo”, y su madre María Herrera agregaba: “Es más fuerte el amor a nuestros hijos que el miedo”. En Amacuzac un poblador dijo: “Su presencia va a cambiar la historia de nuestro pueblo”. Se vio así que en Morelos la gente quiere hablar y saber la verdad. Al grado que del 21 de noviembre al 3 de diciembre habrá una segunda etapa de la VI brigada en Morelos, ante la gran cantidad de lugares que quedaron por explorar.

Hubo mucha solidaridad y respuesta de parte de la población, también en cuanto a señalar posibles fosas y datos de personas buscadas en vida. La campaña “Yo soy el camino, la verdad y la vida” con los Buzones de paz ayudó mucho a tener información anónima pero verdadera (“No buscamos culpables, buscamos tesoros”). En esta acción noviolenta, tan emblemática como profunda, se conjuga muy bien la lógica de la (no) co-operación porque -entre otras cosas- permite sumar sus cuerpos a la lucha a una porción de la sociedad civil (como en los boicots, por ejemplo), en forma no sólo solidaria sino también de lucha pues es información central para avanzar. Otorga también mucha fuerza moral a las familiares y refuerza realmente la consigna fundamental de “¡No están solas!”.

CONSTRUCTORAS Y LUCHADORAS DESOBEDIENTES POR LA PAZ

Cavar y cavar bajo un sol abrasador-con un Boing, una torta y fruta-, es parte de un “destino manifiesto” que ha alcanzado a las familiares (mujeres la gran mayoría), guerreras de todas las edades y clases sociales que buscan por amor, para encontrarse entre sí, a sí mismas y a sus seres queridos y a los de otras miles más. Este camino presente y futuro nunca fue buscado ni deseado por los familiares, se lo encontraron en medio de sus vidas -en un país atravesado por la guerra desde el contubernio entre el poder y el delito- como una flecha ensangrentada lanzada contra ellas y contra sus seres queridos, pero decidieron con una gran entereza moral y material enfrentarlo y asumirlo.

¿Cuándo descansarán? Su descanso es seguir firmes en su lucha personal y colectiva de construcción de paz en México, es ante todo un descanso de coherencia moral antes que del cuerpo físico. Dicen muchas, como Margarita López que busca a su hijo José Angel Sánchez: “Estamos cansadas, pero no derrotadas” (Sugeyry Gándara, “VI Brigada va a Morelos en busca de sus ´tesoros’” en Zona Franca, 14-10-21).

Han reflexionado, investigado y acumulado tanta experiencia en este camino -que además se reconstruye, desafía y crece en cada brigada- que si bien saben que no tiene retorno, son conscientes a la vez que el modo de conservarse vivas y así también a sus seres queridos es “desobedeciendo la orden inhumana” de resignarse y no hacer nada por encontrarlos y olvidarlos (la gran mayoría son hombres), incluso aceptando una reparación económica y nada más. Hace pocos días escuché de Luis Códice algo muy adecuado al respecto: “En el recuerdo (y la lucha) del que se queda, está la trascendencia del que se va” (Aristegui Noticias, 3-11-21).

Como una muy pequeña muestra representativa y ejemplar de cuánto tienen que enfrentar y desobedecer las acciones inhumanas permanentes de ciertas autoridades, por amenazarlas e inhibirlas de seguir buscando a sus seres queridos, aparecieron en los días de la brigada dos artículos emblemáticos desde sus títulos: “Se resisten las fiscalías a ayudar en la búsqueda de personas: Comisionada” (La jornada, 7-10-21) y “Sin conexión, bases de datos de fiscalías y autoridades sobre desaparecidos: expertos” (La Jornada, 14-10-21). Las familiares morelenses hablan de la falta de identificación y álbumes forenses como una “tercera victimación”, quedando con Encinas también el compromiso firme de abrir pronto las fosas de Jojutla. En esta línea, una de las acciones que lleva años queriéndose implementar es la posibilidad de tener -en diferentes Estados- como existe en otros países un camioncito forense que acompañe a las brigadistas y puedan realizarse allí rápidamente algunos tipos de análisis forenses y genéticos en los lugares de los hallazgos, con bases de datos genéticas conectadas a bancos nacionales. ¿Será que como sociedad civil, iglesias, escuelas…no podríamos recolectar fondos para algo así?

El enfrentamiento de las familiares a la inhumanidad se da no sólo hacia las autoridades cómplices, sino también hacia la delincuencia organizada que necesita “producir desaparecidos” para aumentar el aterrorizamiento social y así adueñarse del poder, de los cuerpos, del espacio público y del negocio. Al desaparecer a alguien, desaparecen un conjunto de relaciones sociales que son mucho más grandes y amplias que las de la persona desaparecida y su círculo íntimo, lo que genera aceleradamente una gran descomposición del “entramado social” local, regional y nacional. Como decían María Herrera y Alicia Gallegos de Poza Rica, madre de Natán desaparecido en Monterrey: “Desaparece también una familia: padres , madres, esposas, hijos….Destruyen a una familia y lo peor es que esos niños huérfanos quedan en el desamparo. ¿Qué pasará con niños sin madre? Nadie escapa a la violencia. Hablen, comuniquen con sus hijos”.

Y precisamente las brigadistas sacan a la luz a esos “inobservados sociales” visibilizando esos cuerpos con sus historias, sueños e identidades, con la violencia y complicidad de todo tipo que buscó exterminarlos en la memoria y el orden social. Como dice Jorge Melguizo, constructor de paz colombiano de Medellín: “La verdad es un antídoto contra la indiferencia” (Reflexiones sobre la verdad, 31-5-21).

CONSTRUYENDO UN MODELO NACIONAL DE DIGNIDAD Y PAZ

Estas mujeres son auténticas luchadoras sociales noviolentas y constructoras de paz -como se llaman a sí mismas-, pero que cada vez más han ido acumulando un conocimiento con más rigor científico, investigativo, empírico, topográfico, legal, médico y social organizativo, lo que les permite no rutinizar ni mecanizar sus acciones de brigadas sino re-construir permanentemente su “principio de realidad”, en relación al nuevo territorio y población a explorar. Han avanzado en esta multifactorial, masiva y compleja acción directa noviolenta -audaz y humilde a la vez-, al grado que el propio Alejandro Encinas, subsecretario de DDHH de Gobernación, les confirmó en la reunión que tuvieron con él (22 octubre) la importancia de sistematizar su metodología de búsqueda y acción en el tejido social; o sea, dar una vuelta de tuerca en la construcción de un modelo nacional para enfrentar tamaño flagelo. Por supuesto, que el modelo tiene otros vértices pero éste que los familiares han ido construyendo y experimentando -al mejor estilo gandhiano y zapatista- es central. Sería, además, un “modelo de pacificación” construido socialmente de abajo hacia arriba, donde la “no-cooperación” y la “desobediencia” de las familiares primero, se impuso a la complicidad, burocratismo y cinismo oficiales sobre todo de los dos anteriores gobiernos federales.

No es un tema menor para la construcción de paz, avanzar en la posibilidad de articulación de un modelo así en medio de un país en guerra de exterminio masivo y selectivo como es México, porque realmente nadie -y no sólo en nuestro país- sabemos qué hacer en forma plena, tenemos sólo piezas del rompecabezas y no hemos sabido armarlo más que en ciertas partes. Ahora mismo, cuando se creía al sureste relativamente protegido contra el delito organizado por la cohesión comunitaria indígena-campesina, está cada vez más desatándose una guerra fratricida violentísima en Chiapas. En este avance de las brigadas -humilde pero real y poderoso a la vez- hay una vuelta de tuerca respecto al proceso de lucha del Movimiento por la Paz con Justicia y Dignidad -originado en el 2011-, del que directa o indirectamente provienen todas estas familias, respecto a la estrategia y radicalidad noviolenta en cuanto a la no-cooperación y la co-operación, a la desobediencia civil, a las estrategias forenses, políticas, sociales, económicas y jurídicas, en muchos sentidos que nunca se llegaron a realizar antes. Esto emociona y motiva a “meter el cuerpo” en este proceso de lucha, y enfatizo lo de meter porque no es nada fácil -moral y materialmente- forzar a tantas identidades sociales deshumanizadas, corruptas y tan violentas, a que las brigadas -locales, regionales y nacionales- se metan en medio de sus territorios y cuerpos como verdaderas “columnas de paz”.

A su vez, la brigada es también -o ante todo- un espacio comunitario de amor, solidaridad, seguridad y discusiones permanentes, para encontrarse entre sí -al grado que se convierte en algo familiar- y darse fuerza a sí mismas y colectivamente, para organizarse y disminuir las barreras de clase social en aras de “procesos de igualación social” fundamentales para buscar y trabajar en equipo. Es así también, una columna de construcción noviolenta de paz que “atraviesa como una espada” el corazón de cada madre, hermana, esposa, tía, prima, amiga…buscadora. Asimismo se trata de un gran campo de (des)aprendizaje y (de)construcción colectiva -también con todos los fraternales equipos de apoyo de los seis ejes-, donde lo individual y colectivo se entremezclan continuamente en un “pensar en voz alta”, en la reconstrucción personal y social, en el paso de víctimas a defensoras de derechos humanas y de allí a constructoras de paz y luchadoras sociales. Encontrarse, entonces, para buscar, para hallar esperanza, para aprender, para compartir saberes y para intentar colectiva e individualmente ser un poco más humanas.

Otro aspecto muy importante de la lucha social a reflexionar y tomar nota sobre esta experiencia, es cómo de la “reserva moral nacional” en cuanto a poder social, el único actor social que en algo “metió el cuerpo” con ofertas y reunión concreta al lado de las familiares en la VI brigada fue el subsecretario Alejandro Encinas. Aunque, como le dije a él personalmente frente a otros, creo que debió tener una acción más públicamente simbólica y radical noviolenta -incluso de protección hacia las familiares de Morelos que aquí se quedan más desprotegidas que con la brigada al lado- como hizo en enero del 2019 en Tetelilla (Huitzuco, Guerrero) en la IV brigada, como era la de haber ido con pala y pico en mano a cavar un buen rato a Mixtlalcingo (Yecapitxtla) o Amacuzac junto a las familiares. Las autoridades estatales, nacionales y municipales, al igual que la delincuencia organizada, hubieran tomado nota de esa forma de “meter el cuerpo”, acompañar y dar seguridad de una autoridad tan alta nacional. Y ojalá también López Obrador lo hiciera pronto, porque le daría una enorme dignidad y coherencia, que de por sí en gran parte es verdad que ya tiene pero nunca sobra.

Cuando hablamos de la “reserva moral nacional”, nos referimos a un concepto poderoso en la lucha social que engloba a identidades con un poder social jerárquico notorio. Las cuerpas más dignas de este país y que son la principal “arma noviolenta por la paz” y punta de lanza de la reserva moral hoy día, son estas mujeres brigadistas, pero la parte institucional con mayor poder social de esa reserva es la que ha estado ausente en la VI brigada. Algún obispo o rector -del gobernador da pena ajena hablar- estuvieron un ratito pero sin ninguna acción trascendente o de compromiso relevante a futuro, casi ningún intelectual o artista hizo presencia real, a menos que me equivoque. Perdieron sin duda una gran oportunidad de dignificarse y ser coherentes en sus vidas. Por supuesto, por ejemplo, que religiosas y sacerdotes muy valiosos se sumaron con gran compromiso, pero en una lucha social con el nivel de violencia y guerra como es la de la desaparición de personas en México se necesita también otro tipo de poder social de la reserva moral en la calle con acciones noviolentas proporcionales a las violentas. Quien analiza estrategia de la lucha social y de la construcción de paz sabrá a qué nos referimos.

NO QUEREMOS QUE ESTO LE PASE A NADIE MÁS

En el aspecto político, nos pareció que la brigada tuvo una vuelta de tuerca importante en las acciones de concientización-sensibilización pública hacia autoridades y policías. Particularmente, también en la firma que los presidentes municipales hicieron de un documento de compromiso para apoyar a las familias víctimas y acciones por la paz y contra las desapariciones en sus territorios; además de colocar una placa visible del paso de la brigada por allí. Todo esto claramente queda en el plano simbólico si no hay una fuerza social local o regional que empuje el cumplimiento de estas acciones, pero es sin duda un avance y un instrumento que otras familias podrían usar para forzar a la autoridad a cumplir con su deber en la lógica noviolenta del “mandar obedeciendo”. Las familiares, en su toma de conciencia de la lucha en que están, reiteraron que “Ya no bastan las oraciones, se necesitan acciones”, o sea debemos tener iniciativa y no esperar pasivamente que las autoridades hagan lo que no están dispuestas a hacer por complicidad o impunidad.

Me impresionó mucho este eje de la brigada, y el discurso tan claramente pedagógico noviolento y de construcción de paz en el tejido social, por las rupturas intelectuales, epistémicas y morales que se buscaba generar, a través de compartir experiencias personales, empatía y romper estigmas. Todo ha sido fruto de un largo y muy doloroso proceso de toma de conciencia y sanación individual y colectiva de más de una década de lucha y crecimiento moral y humano de las familiares, donde el énfasis fue puesto en que: “El ser humano no está capacitado para vivir una desgracia como la desaparición. La brigada es para buscar y encontrar a personas desaparecidas, pero para eso necesitamos encontrar al ser humano que hay en cada uno de nosotros, a la deshumanización en cada uno. Si no lo encontramos la brigada no tendría sentido, sólo el pueblo puede salvar al pueblo, como se dice» (Juan Carlos Trujillo, Puente de Ixtla, 19-10-21).

Creo que una foto de lo más profunda y humanizante que podemos sacar de estas familias y brigadas es esta frase repetida permanentemente: “No venimos a pedirles ayuda, sino a ayudarlos, a que lo que nos pasó no les pase a ustedes; queremos evitar a toda costa que otra familia se sume a este dolor…que no empecemos a agacharnos, a pensar que mientras no me pase a mí no hay problema…Yo sé que mi hijo no está aquí, pero vengo en solidaridad con ustedes”.

¿Qué hay de más humano que dar o arriesgar la vida por el o la prójima?

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