Pensar en voz alta la justicia y la paz

Pietro Ameglio

Genocidio en Gaza: la urgencia de la desobediencia civil masiva mundial

En enero la resistencia civil noviolenta tiene al menos un par de fechas significativas que nos llevan a detenernos un momento, a reflexionar, releer y actualizar grandes experiencias históricas de movimiento sociales mundiales, donde destacaron muchas figuras centrales y ante todo Gandhi (asesinado el 30 de enero de 1948) y Martin Luther King (nacido el 15 de enero de 1929).

A su vez, nos atraviesan actualmente en el mundo dos de los más violentos y deshumanizantes experimentos (término muy querido por Gandhi) neoliberales: un genocidio militar en Gaza contra la población palestina y una catástrofe económica de hambre en Argentina con Milei. A nivel de inhumanidad son muchos los puntos que unen a estos dos hechos sociales muy distantes geográficamente, pero muy íntimos en ideología, impunidad, mentira y violencia brutal, y también están atravesados por una terrible interrogante para el desarrollo de nuestra especie: ¿qué pasará en el futuro del orden capitalista mundial con las poblaciones excluidas de su modelo o desechables, con tal de despojarlas de todo lo que poseen y sus recursos naturales?.

La lógica y acción de la “paz negativa, armada o militarista”, con que actúan los grandes poderes políticos, económicos y miliares desde hace milenios, la define bien Biden cuando dice: “las guerras reactivan la economía de EU”, mientras hipócritamente afirma que “EU pide a Israel proteger a civiles pero no exige un cese al fuego”. La guerra -ahora en una etapa genocida- como el gran negocio -destrucción y reconstrucción- de acumulación capitalista en esta etapa de expansión o crisis, disfrazada de paz equivalente a seguridad.

William Robinson, profundiza con mucha claridad este aspecto (https://bit.ly/3uuTaLb) advirtiendo cómo “el genocidio puede convertirse en una herramienta política en las próximas décadas para resolver la intratable contradicción del capital entre el excedente del capital y el excedente de humanidad”. Y agrega que Israel tiene grandes proyectos económicos en esa región y franja que están “detenidos por la presencia de los palestinos…(que son) un excedente de humanidad (por el reclutamiento de mano de obra extranjera y transitoria sin derechos) que obstaculiza una nueva ronda de expansión capitalista”. Y para gran desgracia de los palestinos se suma que por esta expansión capitalista asociada árabe (sobre todo Arabia Saudita)-israelí de los últimos años “los capitalistas israelíes y árabes tienen intereses de clase comunes que superan las diferencias políticas sobre Palestina”.

Desobediencia civil ante el genocidio: no hay de otra
Hemos intentado reflexionar en los últimos cinco artículos mensuales en este medio acerca del brutal proceso de deshumanización que estamos viviendo en nuestra especie, con el reciente genocidio en Gaza, televisado en directo las 24 horas, y atravesado por las más cínicas justificaciones mundiales de inhumanidad (ante todo israelíes, seguidas de Estados Unidas, Europa…) que intentan impune y descaradamente presentarlo como una acción de legítima e indispensable defensa propia, como prevención a ataques terroristas futuros como el de Hamas el 7 de octubre pasado, como una guerra de religiones entre dos pueblos que han convivido bien juntos por milenios (Rabbi Yisroel Dovid: “Judíos, musulmanes y cristianos hemos vivido juntos en Palestina por siglos sin problemas…¿qué cambió? La introducción de la política judía llamada sionismo. Ellos son los causantes de ríos de sangre”). Estamos así, ante la espiral de la guerra en su punto cumbre: el genocidio, que, como hemos dicho, sí se da en condiciones de guerra pero no es la prolongación automática o mecánica de ésta, sino que se da por la activación de otros perversos mecanismos de inhumanidad en las esferas de los poderes, de las armas y de las sociedades: la mayor paradoja y prueba posible está en que Israel -gran potencia tecnológica armamentista, militarista y de inteligencia- financiaba y sostenía a Hamas, para frenar a la más democrática ANP.

No olvidemos que el genocidio es la acción más inhumana de la especie. Pero también a nivel de resistencia civil y social son muchos los desafíos que se plantean a esos pueblos -en primer término- tan brutalmente atacados, y enseguida a todas y todos nosotros y nosotras en el terreno de la solidaridad y la lucha social, que si bien son complementarias, no son uno y lo mismo.

La historia y experiencia de la resistencia, nos indican que este tipo de procesos de tan alta inhumanidad sólo se detendrán -en parte- con grandes porciones de la humanidad en los espacios públicos y en acciones, entre otras, con mucha fuerza y reserva moral en desobediencia civil, empezando dentro de los países genocidas y/o sus aliados. Y, por supuesto, también con acciones de todos los niveles de intensidad alrededor del mundo que “desnuden públicamente la verdad” (Gandhi dixit) y acuerdos políticos de alto nivel. Un ejemplo reciente importante es el veredicto (26 enero) importante -pero ambiguo y tibio a la vez- de la Corte Penal Internacional de la ONU en La Haya, donde se ordena a Israel a través de medidas cautelares “tomar todas las medidas posibles para prevenir un genocidio”, como si ya no estuviera en curso (!!). Además se solicita a Israel permitir más ayuda humanitaria en la franja, pero no que cesen los bombardeos. Todo esto en respuesta a una valiosa y valiente acción del gobierno de Sudáfrica -respaldada por decenas de Estados, entre ellos México y Chile- que acusó al gobierno israelí de “retórica genocida” y un “pavoroso e indiscutible intento de cometer genocidio en Gaza”.

Profundizando entonces sobre ¿qué está pasando con la espiral de la resistencia civil, de la noviolencia, de la lucha por la paz, ante estas acciones crecientes y continuas genocidas? Como hemos venido reflexionando por años, debe existir algún tipo de relación y proporción entre las acciones de las espirales de la guerra y la paz, en cuanto a intensidad y fuerza moral, para que realmente puedan crearse condiciones con cierto principio de realidad para primero detener los ataques armados o hacerlos disminuir en intensidad, luego eliminarlos, para pasar más adelante a fases de reconstrucción, diálogos y negociaciones. Si bien en todo el mundo -por el inmenso consenso de solidaridad y legitimidad hacia los palestinos- se han ido muy valiosamente construyendo y articulando cada vez más acciones y campañas contra el genocidio y por los palestinos, y a favor de un cese al fuego, de la liberación de los rehenes y por la entrada de ayuda humanitaria en Gaza, éstas acciones han sido sobre todo en terrenos solidarios de movilizaciones de masas en espacios abiertos, declaraciones, actos públicos y mítines de todo tipo, foros, boicots: cartas académicos de América latina a rectores y gobiernos democráticos para firmar (https://bit.ly/49toCbt).

Sin embargo, por otro lado, en el terreno de la lucha social frente a una política y acción genocida, lo que se impone es muchas más acciones masivas de no-cooperación y, sobre todo, de desobediencia civil, principalmente -como hemos sostenido- en Israel, Estados Unidos, Europa…para que realmente se ataquen en forma noviolenta pero radical, las bases y la visibilización de la inhumanidad de los poderes genocidas en sus territorios, intereses, representaciones políticas (¿ocupar embajadas de Israel, EU, países europeos por el mundo?…) y económicas de todo tipo… Por supuesto que es entendible que el nivel de violencia brutal y aterrorizante, y el bombardeo mediático y político de los gobiernos que avalan y potencian a través de la normalización e ineluctabilidad al exterminio, dificultan al extremo y hasta paralizan la reflexión y la acción en esta línea. Pero la historia y la experiencia de la resistencia civil, muestran que una parte central del camino va por ahí.

Genocidio: acción de muchos sobre pocos
A su vez también hemos compartido la reflexión, a partir de la teoría del Dr. Juan Carlos Marín, acerca de que “el genocidio es la acción de muchos sobre pocos”, no como se cree al revés: unos pocos desquiciados sádicos que exterminan a miles o millones…(¿quién sabe cómo lo pueden hacer tecnológicamente en realidad?). Como sabemos, por tantos estudios ya realizados, se trata de una empresa de enorme complejidad y volumen en todo nivel, empezando por las personas que materialmente están en algún engranaje del largo proceso: o sea, muchísimas personas son las que exterminan a otras muchas y muchos pero que son muy menores en número. En este caso, ¿cuántas personas están siendo necesarias para exterminar a 2 millones de palestinos en Gaza? En el caso nazi, ¿cuántas fueron necesarias para exterminar a 6 millones de judíos? En otros casos: ¿cuántas fueron necesarias para exterminar a 1 millón de gitanos en la segunda guerra mundial? ¿cuántas para exterminar a 3 millones de opositores al Khmer Rojo en Camboya, a 350 mil musulmanes en Bosnia o a un millón de armenios en el imperio otomano?

Por supuesto que para contabilizar a estas personas e identidades sociales no es suficiente remitirse en número y tecnología sólo a las autoridades y funcionarios, ejércitos y policías legales y no, e ideólogos del poder, esa sería una visión muy simple de la historia. ¿Quién falta entonces en esa contabilidad de cuerpos de una larguísima cadena de articulaciones, acciones y complicidades? La teoría de la resistencia noviolenta, la gandhiana y de la construcción de paz, los estudios de Hannah Arendt, de Milgram y muchos más sobre los genocidios y la condición humana…han llegado a la conclusión que quienes faltamos somos “nosotros y nosotras”: grandes porciones de las sociedades involucradas -directa e indirectamente- en esas acciones y políticas genocidas quienes vamos desde la indiferencia, el silencio, el pasmo ante el horror hasta la complicidad directa en miles de tareas complementarias de muy diferentes características y niveles. Decía bien Luther King: “El final de nuestras vidas comienza el día en que nos volvemos silenciosos sobre las cosas que importan” y “No me duelen los actos de la gente mala. Me duele la indiferencia de la gente buena”. De ahí que, por ejemplo, los procesos de lucha zapatista, sudafricana y gandhiana, dedicaron tantos años iniciales a la toma de conciencia en la reflexión y acción de los cuerpos que lucharían contra la inhumanidad e imperios que los oprimían, para que después decidieran romper con su co-operación (consciente o no) hacia esos sujetos y poderes del despojo. He ahí una de las bases iniciales de la lucha social: dejar de co-operar en forma abierta y consciente con la propia colaboración hacia el poder que oprime.

Y el paso siguiente es comenzar a “desobedecer toda orden de inhumanidad” (https://bit.ly/48afszQ), en forma individual y colectiva. Es precisamente ahí donde entra la desobediencia civil en acción, una de las mayores armas de la lucha social en el largo camino de nuestra especie para irse humanizando, algo muy lejano aún en lo cultural -no en lo biológico- cuando vemos genocidios por distintos territorios mundiales a cada rato. Pero, según Gandhi, para que la desobediencia civil sea real, efectiva y no una provocación, son necesarios cuerpos y organización disciplinada con estrategia, determinación moral y disposición al sacrificio.

Asimismo, la reflexión y práctica de la “desobediencia hacia lo deshumanizante” tienen su complemento en la construcción de la “obediencia civil”: millones de personas han sido asesinadas a causa de esta obediencia (Howard Zinn). Y complementa bien el gran artista disruptivo Banksy: “Son las personas que siguen las órdenes las que lanzan bombas y masacran aldeas”. Se ha estudiado mucho, desde distintas disciplinas, la construcción de los “Deberes de un ciudadano cumplidor de la ley” (Hannah Arendt, “la banalidad del mal”), el “Dilema de la obediencia” (Stanley Milgram), la “obediencia a priori a toda orden de castigo que la autoridad nos dé” (Juan C. Marín), o cómo desde antes que existiera el habla en nuestra especie existía la consigna absoluta que “una orden es una orden” (Elías Canetti). Todos estos científicos y muchos más, plantean la misma tesis acerca de que cualquier ser humano -empezando por cada uno y una de nosotros y nosotras- estamos altamente expuestos (con muy baja toma de conciencia) si se detonan social e individualmente ciertas presiones y mecanismos epistémicos colectivos, a ser parte activa -en distintas gradaciones- de esa inmensa masa social que construye la cadena de las violencias, guerras y hasta genocidios.

Por eso resulta central para la cultura de la paz y la resistencia noviolenta, construir cuerpos capaces de tener una reflexión autónoma original (Fromm) y propia, opuestos a la heteronomía violenta dominante, y con capacidad de lucha y solidaridad social: desobedecer, indignarse y enfrentar a los sujetos que construyen la inhumanidad y lo deshumanizante hacia cada uno o una, y hacia todas y todos. Pero, para iniciar este proceso lo primero es conocer los dispositivos del orden social mediante los cuales la violencia y la obediencia ciega o negada (Kenzaburo Oé) heterónoma están altamente normalizadas desde hace milenios.

Martin Luther King dijo: “La pregunta más persistente y urgente de la vida es: ¿Qué estás haciendo por los demás?”.

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