UNAM: ¿Hacia dónde «parar»?
Foto: Cuartoscuro
A toda la sociedad mexicana nos ha emocionado y enseñado profundamente la marcha estudiantil de decenas de miles, no sólo por la cantidad sino por la fuerza y claridad de este nuevo Grito de Indignación Masiva Nacional, sumado a muchos otros desde el 94. La “rabia”, “indignación”, como decía Hannah Arendt, no es en absoluto algo natural, espontáneo o fácil de tener, sino que nace de la reflexión de saber que hay condiciones de inhumanidad e injusticia que podrían cambiarse y no se hace. Esa es la situación de la violencia en la Unam y de todo el país, y se ha prolongado y agravado precisamente por la falta de “indignación” y “determinación” de muchos/as de nosotros/as. Al igual que los familiares de las víctimas y los pueblos en resistencia ¡Nos están enseñando a luchar y a indignarnos con acciones de adeveras y no sólo con discursos!
Ha sido ejemplar la inmediatez con que han reaccionado masivamente (“desobedeciendo la orden inhumana” de la violencia, el terror y la apatía), con paros, asambleas y la marcha del 5, pues en dos días lograron revertir la construcción de una acción de ataque armado y aterrorizamiento social, en una acción de esperanza y cambio democratizador de construcción de justicia con paz. Además, algo fundamental: han contextualizado su lucha en la situación de guerra y violencia que vive el país, en la defensa de la educación pública y gratuita. Esta lucha, me parece, es el mejor homenaje y re-instalación de la lucha hacia los estudiantes del 68.
La guerra abierta en México alcanzó a la UNAM: un ataque armado, una batalla campal frente a las puertas de Rectoría, dos heridos muy graves, a pleno mediodía, igual a lo que sucede en cualquier esquina de cualquier poblado del país. Un hecho de guerra totalmente construido desde ‘arriba’, por fuerzas que lucran con la desestabilización social y la violencia: impunidad y cinismo total de funcionarios universitarios y de seguridad pública local y federal. Pero la mirada ahora debe estar en el movimiento estudiantil y su capacidad de enfrentar y resistir a la inhumanidad, en una forma, también, de prolongación de esa “acción de lucha social” contra el sistema que protagonizó masivamente la sociedad mexicana el 1° de julio. Los jóvenes están confrontando toda la corrupción, autoritarismo, violencia y simulación existentes en una parte negativa de la UNAM -la positiva es infinitamente mayor- construida por la lógica del sistema político mexicano en el siglo pasado.
¿Por qué Parar si hay que correr?
Frente a este nivel de violencia desde el poder, los Paros masivos en decenas de planteles han sido una ejemplar acción de resistencia pacífica y noviolenta; nos recordaron lo sucedido al inicio de la protesta contra la acción genocida en Ayotzinapa. Las acciones de violencia de los grupos de poder tienen una escala de intensidad y, por tanto, las acciones de resistencia deben guardan una proporción en esa escala si de veras buscan detenerlas e invertir la espiral de la violencia. Y los estudiantes opusieron a un ataque armado totalmente construido y de provocación -también hacia la rectoría-, una acción de “No-Cooperación con la Normalización de la violencia”, como fue el Paro. Se trata de Parar para Caminar más y mejor hacia la justicia y dignidad con paz, para reflexionar y organizarse mejor, para ¡Parar la guerra contra los y las jóvenes!. Es una acción radical (“ir a la raíz” del problema) noviolenta, que sumada a la marcha y la organización interuniversitaria han logrado construir una fuerza moral y poder social que existía antes del 3, pero del que no éramos conscientes. Ahora el desafío es concentrarlo en la direccionalidad correcta de las demandas y la lucha presente y futura, entendiendo que se trata de un proceso de lucha, no de una acción aislada y puntual, pero con objetivos graduales que amarrar. Hay que ser humildes, nadie sabemos cómo resolver el problema central de la violencia no sólo en la Unam sino en el país, pero la reflexión y organización colectivas es un arma clave en estos momentos que ayudará a explorar nuevos caminos.
Es central no caer en la “ilusión”, y mantener con rigor el “principio de realidad”. La marcha del 5 mostró un gran consenso hacia las demandas del pliego del CCH-Azcapotzalco, el apoyo a las víctimas de la violencia y la sanción hacia los responsables directos e intelectuales, y, más en general, la urgencia de construir colectivamente, de abajo hacia arriba, un nuevo modelo de seguridad humana y comunitaria en toda la Unam, y demás centros educativos del país. Ese es el primer eje de consenso amplio, por supuesto que hay muchas otras demandas (democratizadoras, laborales, educativas públicas…) muy legítimas, que suscribimos también, pero los objetivos estratégicos iniciales -básicos de lograr para que la lucha avance hacia raíces más profundas de la violencia social y estructural- nos parecen estos. Todas y todos hemos visto cómo muchas veces en una lucha social, confundir el “punto de llegada” con el “punto de partida” ha llevado a una falsa radicalización de las luchas y, al final, ni siquiera a lograr lo que ya se tenía amarrado del adversario.
Por otro lado, el tema de las violencias en la Unam es complejo y múltiple, no está sólo referido a los ataques porriles o al narcomenudeo. En el semestre pasado hemos realizado, junto a un grupo de estudiantes, una investigación social acerca de las principales violencias en la facultad de Filosofía y Letras, donde convivimos, con el fin de tener un mejor diagnóstico objetivo y empírico (principio de realidad), no especulativo o criminalizante, y a partir de esta mirada científica poder discutir y construir las acciones más eficaces para enfrentar y detener estas violencias. Se realizó un sondeo con el 10% del alumnado escolarizado de la facultad, sólo tomando en cuenta hechos de violencia sufridos directamente por el/la estudiante en 2017: el “Acoso” fue el Tipo de Violencia predominante (43% de los estudiantes que denunciaron hechos de violencia, ¡casi la mitad!), mismo que casi en la totalidad es sufrido por mujeres y tiene connotación sexual (43% de los hechos fueron de tipo “Físico”).
El segundo Tipo de Violencia más recurrente en el último año fue el “Abuso de Poder”: 2 de cada 10 hechos denunciados (20%). Nos llamó poderosamente la atención la magnitud de este tipo de violencia en la facultad, que es un inobservable a nivel institucional y es normalizada por los estudiantes. Encontramos también que la casi totalidad de fueron realizados por “personal académico” (51%) y “personal administrativo (43%).
A su vez, la continuación mecánica de una forma de lucha que fue efectiva en un momento, se puede revertir y volver en contra del movimiento. Hay muchas experiencias históricas al respecto, por ejemplo en Tomas que ya no se sostenían con la gente y la legitimidad suficientes, e igualmente con Paros o Huelgas. La verdadera radicalidad está en construir las acciones que más consenso, fuerza moral, cuerpos y presión al adversario acumulen. Nos parece que es útil distinguir que un “paro de 3 días” es diferente a un “paro de 10 días” o a un “paro indefinido”, aunque los 3 sean “paros”. Y que un objetivo fundamental en esta nueva etapa que se abre, para sumar más gente y fuerza moral a la lucha, es generar espacios de reflexión y toma de decisiones abiertos y no de “encierros ideológicos o físicos”, incluyentes y consensuados, que alejen cualquier desconfianza y miedo sobre todo en la población sin experiencia ni total claridad aún. Eso permitirá que mucha más gente -joven y no- se vayan convirtiendo en “armas morales” pacíficas y noviolentas de lucha. La experiencia histórica ayuda a entender lo clave que es mantener la coherencia en la relación entre los medios (acciones de lucha) y el fin democratizador, humanizante, de justicia y paz.
Siempre hemos creído que el mejor modo de ayudar a quienes luchan es compartiendo la reflexión y “pensando en voz alta”, no fomentando la “obediencia ciega” idealizada, aunque en el momento uno hasta aparezca como negativo o contra; a la larga las cosas retoman su verdadero lugar. Como decíamos, el Paro es una acción radical de No-Cooperación, indispensable en el nivel de violencia que hay en México, pero tiene un tiempo y un objetivo, que si se prolonga en demasía des-moviliza, in-moviliza, des-organiza, rompe la construcción comunitaria y los espacios de reflexión colectiva, radicaliza en el sentido de atemorizar y alejar a muchos/as que podrían simpatizar y aliarse a la causa. Los estudiantes tienen experiencia de sobra al respecto.
Creo también que no es un tipo de acción que deba decidirse en votación mayoritaria de asambleas maratónicas, por muchas razones, entre otras que se vota al final de las mismas cuando ya queda mucho menos gente y está agotada, no hay un control mínimo sobre quien tiene derecho a voto…Esta acción necesita otra construcción de consenso y proceso de reflexión. Y para empezar: un objetivo claro para todas y todos, muy concreto, posible de alcanzar en el corto plazo, y más aún si se maneja una variable temporal tan radical como es la “indefinición”. Ojalá sea yo el equivocado.
En este sentido, nos parece útil aplicar la idea de la resistencia civil noviolenta del “judo político” para así poder transformar paradójicamente el parar en un moverse más y mejor, en algo activo, desafiante, que construya más acciones colectivas que sumen gente simpatizante o indecisa hacia adelante en la lucha.
Toma de decisiones en Co-operación entre iguales
En estos momentos las autoridades en todos sus niveles, están siendo profundamente cuestionadas y exhibidas en sus ambigüedades o complicidades en esta espiral de violencia, que han desatado o permitido por su inacción: no resulta fácil contestar a la interrogante acerca de “¿por qué Vigilancia-Auxilio Unam y las fuerzas de seguridad pública federales y de la Ciudad de México dejaron llegar a los contingentes armados y totalmente visibles de porros a las puertas de rectoría, sabiendo que iban a atacar a una manifestación totalmente legítima y pacífica de estudiantes preparatorianos? ¿por qué las fuerzas de Vigilancia-Auxilio Unam no hicieron nada para detener los ataques cuando ya estaban en acción y se quedaron ‘contemplando’ impunemente? Ahí hay una serie de funcionarios y cargos perfectamente identificables que deben ser sancionados y removidos. En México los funcionarios carecen totalmente de una ética pública mínima y nadie renuncia a sus cargos, este cinismo sería ejemplar que ahora se empezara a romper por la presión del movimiento.
La autoridad ha reaccionado expulsando a un número inferior a 20 de porros de los CCHs, buscando parar este proceso de lucha masivo con la lógica de los “castigos ejemplares” y la estigmatización con “listas” de nombres, haciéndonos caer en la ilusión que con esos “castigos a los responsables” se acabará el problema, que tiene raíces de violencia cultural y estructural mucho más complejas. Para empezar, los responsables intelectuales y materiales son muchísimos más, en esas listas puede haber también “chivos expiatorios”. A su vez, esa misma lógica se aplicaría si la demanda fuera la salida del rector, que sólo generaría más “desestabilización social” y espiral de violencia, en un castigo sin proporción ni relación con la falta, pues rectoría también fue “atacada”, emboscada, en esa acción, y se demostró también que no tiene el control suficiente sobre la Vigilancia-Auxilio Unam.
Profundizando la reflexión sobre las formas de lucha, nos parece que la lucha estudiantil ha logrado avanzar hacia una “igualación de poder”, creemos que ahora la mayor concentración de poder social y moral está en su movimiento estudiantil, empezando por la total legitimidad y consenso hacia sus demandas. Ahora tocan acciones que se fundamenten en un muy buen “principio de realidad” y en la concretización inmediata de los primeros objetivos estratégicos centrales, posibles e indispensables de alcanzar en el corto plazo (punto de partida).
Un aspecto central del proceso de lucha que sigue, tiene que ver con la re-estructuración de las acciones y esquemas de seguridad en toda la Unam, entendiendo, como señalábamos, el tema de las violencias en forma amplia y compleja. Y es una demanda a gritos, multitudinaria, que este proceso deberá hacerse colectivamente, de abajo hacia arriba, empezando por la voz de los estudiantes que son la mayoría y las identidades sociales más expuestas a las violencias, como jóvenes en el país. Y deberá hacerse desde esquemas de justicia y dignidad para la construcción de una paz humana, ciudadana, no desde los esquemas, impulsados desde el gobierno y el gran negocio trasnacional de la violencia, de “paz armada”. Por ello habrá que cuidar mucho no caer en formas de “criminalización”, de “polarización”, de “estigmatización” donde ahora se cambie el lema de “Es un narco, no es tu amigo” por el de “Es un porro, no es tu amigo”. Toda la comunidad de la Unam estamos llamados ahora a dar una pequeña muestra nacional acerca de otros modelos de construcción de paz que se basen en una cultura de paz y noviolencia, y ahí creo que tenemos todas y todos un gran desafío que debe comenzar por empezar a hacerse cargo colectivamente desde los espacios donde nos toca trabajar, haciendo buenos diagnósticos y presionando a las autoridades correspondientes para que implementen inmediatamente las medidas consensadas y urgentes. Es un gran desafío colectivo el que tenemos, y es el primer paso ejemplar y real de lo que el nuevo gobierno ha llamado la “pacificación”.
Las autoridades, empezando por la rectoría, deben asumir y tomar conciencia que este proceso colectivo amplio y muy plural en todos los campus, debe partir también de aceptar un “principio de igualación social”, con todos los actores. Si no han tomado conciencia de ello, vamos a un conflicto más violento y absurdo que, en cambio, se podría canalizar positiva y constructivamente si se aceptaran democratizar las reflexiones y decisiones, incorporando muchos más actores sociales en ellas. Las acciones de lucha social pacíficas y noviolentas, me parece, debe también priorizar esta presión a la autoridad -desde lo que en la acción noviolenta se llama la “firmeza permanente”- para que acepte esta nueva relación de consenso.
Se trata, entonces, de construir lo antes posible procesos de “co-operación entre iguales” (con “respeto mutuo”) para tener condiciones de vida, convivencia, desplazamiento y estudio en las aulas más justas y humanas en la Unam, no polarizarnos ni vernos como enemigos, lo que sólo aumentaría la espiral de la violencia. De algún modo, las acciones de resistencia pacífica y noviolenta deben lograr que se cumpla la consigna republicana y zapatista: “mandar obedeciendo”, donde la autoridad responde y escucha directamente a la comunidad.
A los estudiantes que están luchando –junto a profesores y trabajadores-: ¡Adelante! Sígannos desafiando con reflexión -primer arma de la lucha-, pero sin perder el “principio de realidad”. La lucha es demasiado importante para todo un país atravesado por la guerra.
Pietro Ameglio
Miembro del Servicio Paz y Justicia (SERPAJ), del Colectivo “Pensar en voz alta”, y del Movimiento por la Paz con Justicia y Dignidad en 2011.