Romper el Cerco

Andrea Cegna

Repensar el mundo del arte y la cultura en medio de la pandemia

La pandemia de Covid19 no ha hecho más que mostrar los límites del sistema socioeconómico hegemónico que de diferentes formas afecta al mundo entero, a excepción de las islas alternativas revolucionarias. Sin embargo, los bloqueos y las medidas de emergencia no impidieron que el nudo llegara a un punto crítico y creara nuevas formas de agregación rebeldes contra el statu quo. Entre estos, una categoría que se está coordinando/organizando/construyendo en todos los rincones del planeta es la del mundo del entretenimiento. La pandemia ha bloqueado efectivamente la posibilidad de hacer espectáculos y la contención de su difusión pasa por la negación de momentos de socialidad.

Millones de personas sin trabajo. ¿Pero el espectáculo, el teatro, la música, el cine, pueden ser considerados un trabajo? Partimos de un presupuesto: en el mundo no es igual el respeto y la percepción de que hacer cultura sea un trabajo. En Italia, pero no pienso sólo aquí, a menudo se pregunta ¿en qué trabajas? Si responde «actor/actriz, pintor, músico, etc., » oirá «pero digo trabajo real». En tales contextos, es bueno recordar que hacer arte (y todas las tareas detrás del arte) es un trabajo y está bien que te paguen por lo que haces. Obviamente, esto es cierto en una sociedad capitalista donde para vivir es necesario tener ingresos, etc. En un sistema socioeconómico diferente, el reconocimiento del valor social de la actividad no pasaría por el término «trabajo» y el intercambio de «dinero». Es bueno reiterar este concepto.

Una vez definidos los límites del discurso, volvamos al origen: millones de personas en el mundo para no ver desaparecer su vida, cambiar de trabajo o salvaguardar un mundo híbrido – que por un lado mueve miles de millones de euros/dólares y por otro, sin embargo, es algo mucho más que negocios, es el desarrollo cultural, crítico y no regulado de la sociedad – han entrado en juego. Exigen visibilidad, derechos, discurso público.

Dentro de este camino muy amplio y ultravariado hay discursos radicales e interesantes que atacan a los fundamentos algunas lógicas del sistema capitalista: la redistribución de la riqueza reclamada con formas de renta de continuidad para quien es obligado a no trabajar, por ejemplo. Por otro lado, el reconocimiento de la particularidad de lo que se hace y por tanto la necesidad de reescribir las reglas y derechos de los trabajadores y trabajadoras. Un laboratorio interesante que se mueve de forma desordenada de país a país, chocando con distintas normativas locales y negando, por ahora, una red internacional.

A esto hay que sumarle un pedazo. El movimiento de este pedazo del mundo es tan variado que incluye desde las y los mejores artistas del mundo, que podrían dejar de hacer espectáculos y seguirían viviendo sin problemas, hasta los últimos trabajadores que sin trabajo no pueden vivir y por tanto o acceden a formas de integración de ingresos por su inactividad forzada o tienen que cambiar de trabajo. Por eso, la radicalidad de las solicitudes también es diferente. Pero hay una línea común: entendemos que la solución no es volver a principios del 2020. La solución es reescribir esas reglas dictadas por el neoliberalismo que al hacer y reiterar una realidad asimétrica han encontrado formas de equilibrio que rompierono todas las reglas físicas y matemáticas. Salte el mostrador, el drama explotó. Ahora, el mundo del entretenimiento, así como muchos otros sectores, puede ser recompuesto por los parches del capitalismo o arrojado al caos de un nuevo mañana, para ser construido y pensado de manera diferente. Quien exige un futuro y que el mundo del entretenimiento no se derrumbe todavía no lo sabe. Si lo entendiera y averiguara, ¿qué pasaría?

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