Rapinoe y Rackete: dos capitanas de la desobediencia debida a órdenes inhumanas
Carola Rackete y Megan Rapinoe son dos jóvenes mujeres capitanas de poco más de 30 años, alemana y estadounidense respectivamente, marinera y futbolista, que en estos días decidieron desafiar a la autoridad, en formas diferentes pero igual de radicales (en el sentido de “ir a la raíz”), para mostrarnos a todas y todos cómo se construye una “frontera moral” en la propia identidad, a partir de “enfrentar” pública y abiertamente a la autoridad que ejerce políticas inhumanas.
La Desobediencia Civil contra Salvini
Carola Rackete, capitana del barco Sea Watch 3 que es parte de una ONG que realiza rescates de migrantes náufragos en el Mediterráneo, el 29 de junio atracó su barco en el puerto italiano de Lampedusa en Sicilia, desobedeciendo las órdenes que se lo prohibían, embistiendo una lancha de la policía marítima que buscaba detenerla por encontrarse ya en aguas italianas y tener prohibido el desembarco. Salvó así a 40 migrantes rescatados de las aguas del Mediterráneo.
Los migrantes y la tripulación estaban al borde de la sobrevivencia y en desesperación total, por eso la capitana tomó esta determinación moral y material, después de esperar un permiso por 48 horas frente al puerto. El castigo solicitado por el gobierno ultraderechista italiano fue de 10 años de cárcel por cargos de desobediencia y ataque a un buque de guerra, ayuda a la inmigración clandestina y navegación en zonas prohibidas.
“No fue un acto de violencia, sino uno de desobediencia…Yo no tenía la obligación de obedecer”, declaró Carola. La autoridad italiana le ordenaba de regresarlos a Libia donde habían sido rescatados, país en guerra del que huían. Agregó también la capitana Rackete: “Siento la obligación moral de ayudar a quien no ha tenido las mismas oportunidades que yo”; “sé a lo que me arriesgo, pero los 42 náufragos a bordo están al límite. Los llevo a salvo”. Clarísimo su “imperativo ético-moral”: la desobediencia a lo inhumano como “virtud” personal y social para “hacer el bien”, o sea, humanizar a la especie.
¿Cuántas órdenes inhumanas hubo en esta acción hacia la tripulación? ¿Cuántas acciones de desobediencia individual y civil tuvieron que realizar Carola, la tripulación y los migrantes? ¿Cuántas rupturas intelectuales, epistémicas y morales tuvieron que enfrentar todas y todos ellos para decir “¡No! ¡Ya Basta!” a la autoridad? He aquí los mayores desafíos que enfrentamos todas y todos nosotros y nosotras en una real construcción de conocimiento -individual y social- para la justicia, la paz y la resistencia noviolenta.
Ha sido muy interesante también la campaña internacional de todo tipo, incluido el gobierno alemán, de presión al primer ministro italiano Matteo Salvini -de la ultraderechista Lega-, dando razones de sobra y valorando inmensamente la acción humanitaria de Carola, que finalmente logró su libertad. Queda claro así que la acción de desobediencia civil de Rackete no fue sólo individual sino que es parte de una larga cultura colectiva humanitaria y de desafío a la legalidad y autoridad en acciones de inhumanidad, sin la cual nuestra especie estaría aún culturalmente en la edad de piedra. Además, en esta caso también es claro que junto a ella en la toma de decisiones estuvo toda la tripulación, su organización y los migrantes.
Como complemento a estas acciones políticas internacionales, de plantones, mediáticas, de redes, un barco de otra ONG que realiza tareas similares de rescate en los mares –Proactiva Open Arms- atracó en Estrasburgo cerca de la sede de la Unión Europea para denunciar toda esta criminalización de los migrantes y declarar que volverían “a salir al mar a rescatar a hombres, mujeres y niños que lo necesiten”. La autoridad injusta e inhumana decidió así parar la “espiral de desobediencia civil” que se iba a desatar. Se ejerció así un arma noviolenta de “judo político”, donde el castigo pedido a Carola por parte de Salvini se le revirió en contra a él en su legitimidad moral internacional, tratándose de un alto costo político por el que tuvo que ceder. Comprobamos cómo la primer arma o confrontación noviolenta, la primer batalla -diría Foucault-, está en la impugnación moral.
Fue una campaña con escalada de las acciones noviolentas, y con la “firmeza permanente” necesaria para enfrentar proporcionalmente una acción de violencia estatal de tal nivel. Se trató de una lucha con un claro ejemplo – en mucho también para nuestro país- del poder de las acciones noviolentas cuando están articuladas, tienen determinación moral y material hacia la no-cooperación y la desobediencia civil, y cuando parte de la reserva moral (en este caso por ejemplo: clase política, gobierno, intelectuales, artistas, el papa…) “mete el cuerpo” apoyando directa, frontal y abiertamente la acción legítima y justa.
Gandhi, Mandela, Martin Luther King, César Chávez, el zapatismo, muchos pueblos indígenas, negros y campesinos…el mismo Jesús, fueron siempre muy claros en sus luchas colocando la ley moral por encima de la ley jurídica, la legitimidad por encima de la legalidad. Gandhi -que distinguía entre desobediencia civil e individual, directa e indirecta- sostenía, como base de la construcción moral personal y de las masas: “la desobediencia civil es la violación civil de leyes inmorales y opresivas…se obedece a las leyes por la conciencia, no por temor a las sanciones. La desobediencia civil es un derecho inalienable de cada ciudadano. Renunciar a él significa dejar de ser hombres”.
La No-Cooperación contra Trump
“No iría a la puta Casa Blanca”, escribió Megan Rapinoe ante la posible invitación del presidente Trump al equipo de fútbol femenil estadounidense que competía en el mundial en Francia. La ahora campeona mundial -con Balón y Bota de Oro incluidos- ya antes había manifestado abiertamente, al no entonar el himno y llevar la mano al corazón, su rechazo a Trump. Se trata de una acción de no-cooperación con la autoridad, al entender que si alguien va a saludar a ese sujeto lo está avalando –directa e indirectamente- en otras acciones, y le está dotando de una mayor “fuerza moral” para seguir sus acciones de inhumanidad.
La acción de ella, al igual que la de Carola, no son sólo actos rebeldes individuales sino que son parte de una cultura colectiva que decide enfrentar pública y abiertamente órdenes de la autoridad responsable de acciones inhumanas. Como en el caso de Rapinoe –seguida por otras compañeras del equipo-, ha habido en estos últimos años una serie de significativas acciones públicas de no-cooperación hacia Trump por parte de deportistas destacados de Estados Unidos, que fueron iniciadas en agosto del 2016 por el mariscal de campo de fútbol americano afroamericano Colin Kaepernick que se arrodilló en el himno como protesta por los asesinatos de población afroamericana a manos de policías blancos: “No me voy a poner de pie para mostrar orgullo por una bandera de un país que oprime a personas negras y de color”. Rapinoe declaró también: “Al ser gay y estadounidense, sé lo que significa mirar a la bandera y saber que no protege todas tus libertades”.
La Desobediencia Debida a toda Orden Inhumana
Esta consigna refleja en mucho nuestra concepción más profunda acerca del tipo de conocimiento que debemos construir a nivel intelectual, epistémico y moral, para avanzar en la construcción de paz desde la noviolencia u otras formas de lucha, en aras de la humanización de nuestra especie. Fue creada, a partir de largas décadas de lucha, reflexión e investigación social por el notable sociólogo argentino Juan Carlos (Lito) Marín, como complemento de sus investigaciones sociales -colectivas e individuales- acerca de la construcción social de una “obediencia anticipada a ejercer un castigo cuando una autoridad nos lo demanda”.
Agrega bien la socióloga Myriam Fracchia: “Desobedecer a una orden de inhumanidad, es decir, que ejerce daño al otro y a sí mismo, es un arma moral y constituye el mayor desafío de una acción noviolenta” (J.C.Marín. Conocimiento y desobediencia a toda orden inhumana. Prólogo de Myriam Fracchia. Cuernavaca, UAEM, 2014, p.11).
En la Declaración Final del XXII Congreso de la Asociación Latinoamericana de Sociología (ALAS), celebrado en Concepción, Chile en octubre de 1999, se retomó este principio: “…expresamos por unanimidad que, en el ejercicio ético de nuestra profesión, los científicos sociales no pueden limitarse a la realización de un diagnóstico de sus sociedades, sin conocer y enfrentar las múltiples dimensiones en que se ejerce de manera inhumana y arbitraria el monopolio legal de la violencia en nuestro continente. Postulamos así la urgencia de colaborar en la construcción de un juicio moral que haga posible la ruptura con las formas de obediencia acrítica a la autoridad, haciendo observable y promoviendo la desobediencia de vida a toda orden de inhumanidad”.
Esta construcción teórico-práctica necesita de la complejidad de muchas dimensiones: una inicial es hacer “observables” las acciones inhumanas o injustas, y que éstas produzcan en nuestra identidad personal y social una “digna rabia” (zapatismo), una “capacidad de indignación” (Hessel) o como decía Hannah Arendt: “…el más claro signo de deshumanización no es la rabia ni la violencia sino la evidente ausencia de ambas”.
Pero ¿Indignación hacia qué?
Hacia las órdenes inhumanas, lo que significa aumentar en cada uno/a el conocimiento para desentrañar este tipo de órdenes que continuamente el orden social nos emite totalmente “normalizadas”.
¿Cómo enfrentar esas órdenes que nos deshumanizan y deshumanizan al que las emite?
Otra dimensión fundamental es tomar conciencia, como sostenía Stanley Milgram, que “la desobediencia es el último de los medios por el que se pone término a una tensión. Es un acto que nada de fácil tiene…”. Por lo tanto no es una cuestión de voluntarismo, improvisación o idealismo sin “principio de realidad”, sino que debe construirse y ejercerse como acción pública, tomando en cuenta el conocimiento acumulado histórico y personal de los sujetos involucrados.
Muchos más hemos insistido -desde otros lugares- por largo tiempo, desde distintas formas y campos teóricos, en la urgente necesidad para la lucha social de construcción de justicia con paz en México, acerca de la urgencia de impulsar este tipo de formación y acción de resistencia civil noviolenta, en el nivel de la no-cooperación y la desobediencia civil, por la proporción indispensable que debe guardarse con el nivel de acciones de guerra que nos atraviesan. Si es que realmente queremos empezar a detener en algo esta guerra.
En las actuales luchas sociales mexicanas hay grupos ejemplares en esta línea, empezando por los familiares de víctimas de la guerra y de la “acción genocida” en Iguala contra los 43 normalistas, que han decidido organizar y encabezar sus propias acciones de Búsqueda en campo en una forma de no-cooperación autónoma; las y los maestros/as de la CNTE al negarse en forma de no-cooperación a ser evaluados y en formas de desobediencia civil al bloquear caminos y escuelas contra una imposición gubernamental laboral y educativa; muchos pueblos y colonias en formas de resistencia territorial; y claro que el zapatismo con más de 25 años construyendo su autonomía “sin pedir permiso” (comandante David en Oventic, agosto 2003). Pero, frente a tamaña guerra, necesitamos “meter más cuerpos con reflexión” (armas morales, según Marín), empezando por los propios.
Pietro Ameglio
Miembro del Servicio Paz y Justicia (SERPAJ), del Colectivo “Pensar en voz alta”, y del Movimiento por la Paz con Justicia y Dignidad en 2011.