Crónicas Trashumantes

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Primeros pasos trashumantes: el circo criollo

Tal como comentamos en la columna anterior, el levantamiento zapatista y las visitas de Paulo Freire y Eduardo Galeano a San Luis (Argentina) nos confirmaron que estábamos en buen camino para salir al encuentro de otros “de abajo”, lo que más tarde llamaríamos “el otro país”. También estábamos fuertes por la experiencia del Taller de Talleristas y la certeza de que cuando el arte y la educación popular caminan juntas se potencian y habilitan reflexiones que pasan por el cuerpo y nos desafían a crear colectivamente nuevas formas de bailar, movernos y pensar.

Con este empuje comenzamos a tomar la decisión con Sendas, que fue el grupo-germen de lo que luego fue la Universidad Trashumante (estábamos en la Facultad de Ciencias Humanas de la Universidad Nacional de San Luis, pero con mucha libertad para trabajar), de salir, andar, caminar, ir al encuentro de la gente en una época de mucho individualismo. En esos años finales del siglo y fruto de las políticas neoliberales, se había instalado un fuerte fatalismo en nuestra gente, la fragmentación de organizaciones y gremios amigos y la pérdida de sentido de lo colectivo eran frecuentes. Frente a esto la urgencia de salir a preguntar si aún los de abajo creían que se podía cambiar el mundo era acuciante (quizás un poco también para que no nos ganara la desesperanza).

Entonces a la par de nuestras actividades comenzamos a hacer reuniones específicas para ver cómo construir este proyecto. No éramos muchos, pero ya estaba Ana Masi, la Vasca, que estuvo desde un inicio en todo este recorrido que fuimos narrando. En nuestras reuniones dábamos rienda suelta a los sueños y eso nos provocaba risa y nos entusiasmaba pensarlo; así empezamos a imaginar que sería lindo llegar a cada pueblo como antes llegaban los circos y anunciar que entre bailes y cantos iba a haber un taller de educación popular. Recordábamos entonces que los circos, en la época donde no había internet, ni redes, llamaban la atención, que eran un acontecimiento esos seres extraños que hacían cosas aún más extrañas y que de una u otra forma convocaban a todos.

Así se fue afianzando la idea de salir con un “circo criollo”, que en Argentina siempre fue el atractivo principal para la gente de los pueblos. Entraba un circo a un pueblo y era la alegría máxima de la gente más humilde. Comenzamos a estudiarlo y nos dimos cuenta que era una cosa mágica, que traspasaba cualquier estímulo. Al rastrear su historia, con sorpresa descubrimos que en un primer momento los espectáculos mostraban una obra teatral con algunos números de saltimbanquis y payasos. También que los mulatos, gauchos e indígenas no podían asistir ni ser parte de los elencos actorales, solo eran los que limpiaban la carpa y acomodaban las sillas o gradas. En esas búsquedas también encontramos que el primer circo criollo que existió en Argentina, en 1886, interpretó la obra Juan Moreira de Eduardo Gutiérrez en la que actuaban quienes habían sido excluidos anteriormente. Esta obra es señalada como la que dio origen al nacimiento del teatro argentino.

Nos fascinó la historia porque mostraba cómo un hombre que vive en las orillas de la ciudad y que solo cuenta con valentía, es utilizado por los políticos poderosos, perseguido por la justicia cómplice, alejado del amor y de su hijo. Pensábamos también que podíamos representarla y en un segundo día hacer el taller donde problematizar la visión que se tenía en cada lugar de los problemas del mundo y si creían posible que el mundo podía  cambiar a partir de organizarnos y enredarnos.

La organización comenzó con que en el grupo de San Luis armamos la parte intelectual y en Córdoba había un grupo que se llamaba Teatro Hinchada que armaría la cuestión más escénica. La idea original era ir pueblo por pueblo, relatando cuentos e historias referentes al país de abajo, y lo que buscábamos eran formas artísticas de poder codificar la realidad para poder reflexionar sobre ella.

Avanzamos bastante sobre esta idea para nuestro proyecto, desarrollamos la idea de llegar a los pueblos, levantar una carpa, invitar a la función, tener un presentador y números de teatro, saltimbanquis y momentos de decodificación de la realidad. Hasta que nos dimos cuenta que no teníamos un peso y, para entonces, ya con Sendas habíamos tomado la decisión de ser autónomos y autogestionados. No teníamos plata ni para la carpa, ni para los camiones ni para viajar nosotros.

No obstante, no renunciamos del todo a la idea y se la comentamos a nuestros compañeros teatreros de Córdoba quienes pusieron pasión y creatividad, con la paciencia impaciente de que algún día pudiese realizarse.

Un año después logramos ponernos en movimiento, en un Dogde 70 apodado “Quirquincho” (que en lengua quechua significa doblemente empecinado) para comenzar el recorrido en busca del Otro País. Prueba del empecinamiento que siempre caracterizó a los grupos trashumantes, adoptamos algunos modos del funcionamiento de esos circos de antaño, ya que adelante del circo y antes de llegar a un lugar iban personas que acordaban dónde se instalaría, cómo se anunciaba que llegaría, generando la expectativa de los lugareños. Del mismo modo iban dos compañeras comunicadoras tejiendo la primera gira trashumante de pueblo en pueblo y preparando la llegada. 

Como el nombre del colectivo que nos llevaba, la Trashumante nació doblemente empecinada vale decir que finalmente se realizaron tres funciones del Circo Criollo con una adaptación de la obra Juan Moreira, la primera en el cierre nacional de Río Cuarto, la segunda en provincia de Buenos Aires, en Roca Negra, espacio que compartían compañeros del Movimiento de Trabajadores Desocupados (MTD) Lanús y Solano, y la tercera en San Luis.

Quizás visto desde ahora el Circo Criollo Trashumante fue la metáfora que nos permitió unir arte, reflexión y prácticas transformadoras en una forma de vida porque… “Es necesario volver a retomar sin miedos ni prejuicios el tema de la revolución. Una revolución que necesariamente tiene que partir de esta realidad, aceptando que vivimos en el sistema capitalista, debemos pensar, actuar y animarnos a vivir desde otros paradigmas. No sólo diciendo sino haciendo, buscando coherencia entre la palabra y el gesto. Poniendo la paciencia impaciente en esta construcción. Y tenemos que ir todos sin discriminaciones, los intelectuales y los artistas, los cojos, los mudos y los ciegos, los que pueden y los que no pueden. Es darnos ánimo, encendernos los fueguitos, recuperar los ideales, tener siempre encendidas las luces del circo de la vida. Aunque los payasos estén tristes, la soga de los trapecistas derruidas y la carpa remendada, el circo de una nueva vida debe continuar. Está en nosotros…”

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La Red Trashumante es un tejido de grupos y organizaciones políticas autónomas, articuladas en torno a prácticas de educación popular. Vincula experiencias de educación y cultura popular de distintos territorios de Argentina, desde 1998.

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