Crónicas Trashumantes

Trashumante

¿En qué esperanzas ponemos las esperanzas?

En enero de 2010 nos reunimos en un campamento en Cosquín (Córdoba, Argentina) y este encuentro marcó definitivamente lo que serían nuestros próximos años como organización. Dolores desgarradores y un nuevo proyecto que renovó las convicciones, la esperanza.

Por aquellos años, se profundizaba un fenómeno que veníamos denunciando desde hacía tiempo y que a partir del 2008 con la sanción de la Resolución 1251 se acentuó notablemente: la institucionalización de la política, la cooptación de movimientos sociales y la dependencia económica para financiar la militancia.

Durante los últimos años del siglo XX y los primeros del actual, muchxs de quienes resistíamos al sistema capitalista, planteábamos que la política no estaba en los palacios de gobierno, sino abajo: en las calles, en las barriadas, en el día a día de las y los humildes y que la transformación profunda arraigaba en la autonomía y la autogestión de nuestros sueños. Lejos del poder y cerca de la gente. Sin embargo, con el kirchnerismo en Argentina y en el marco de los gobiernos progresistas en Latinoamérica, una parte importante de la militancia fue abandonando estas convicciones y poniendo sus esperanzas en otros lares.

En aquel campamento de Cosquín se debatieron fuertemente estas posturas. Dolorosamente, no logramos ponernos de acuerdo. Con el tiempo, muchas compañeras y compañeros fueron abandonando la organización y una palabra se instaló fuertemente entre nosotros: Crisis.

Que siga una sola estrella quien quiera ser sembrador.

En aquel mismo campamento, en medio de aquellas discusiones, surge la propuesta de hacer una Escuela trashumante. En ese momento, tan doloroso en lo político, no sabíamos que esta idea nos mantendría empecinadamente en movimiento y que sería, con el tiempo, la respuesta colectiva a una crisis de la que fuimos saliendo aferradas y aferrados a nuestras convicciones.

Durante el año 2010 y parte del 2011 nos dimos largos encuentros para darle forma de proyecto a este sueño. Siempre desde la educación popular, una serie de preguntas nos desafiaban para que, entre todas, le encontráramos respuestas colectivas.

¿Por qué la trashumante, después de 11 años de caminar, empieza a pensar un proyecto de escuela? ¿Qué problemas estructurales de esta coyuntura nos desafiaban para hacer la escuela? Una escuela: ¿Desde dónde? ¿Con quiénes? ¿Cómo? Lo Temporal.  Lo espacial.  Lo metodológico.  Lo curricular. ¿En qué tienen y tenemos que formarnos? ¿Qué procesos, herramientas, etc. se necesitan para formar educadores populares? ¿Qué procesos, herramientas, etc. necesitamos nosotros? ¿Cómo serían los tres primeros días de la escuela trashumante?

Estas, entre muchas otras preguntas que surgieron, dieron alas a la imaginación colectiva. Soñamos escuelas en carpas de circo que viajan de pueblo en pueblo. Soñamos escuelas para otras y escuelas para nosotros. Soñamos una escuela con edificio propio. Una escuela para maestras, una escuela para cualquiera que se sienta incómoda, escuelas para gente organizada, escuelas para la mayoría.

A principios del 2011 ya se empezaban a dibujar en el horizonte algunas líneas fundantes. Durante los últimos años, veníamos leyendo que Paulo Freire y la educación popular estaban (y continúan) siendo un saber capturado por clases medias militantes e intelectuales y resultaba raro encontrar educadoras populares de los sectores populares. Era necesario intentar que la pedagogía del oprimido sea apropiada y desarrollada por les oprimidas.

Para empezar, dijimos, nuestra escuela trashumante sería con nuestras compañeras de los barrios, comunidades y villas con las que nos veníamos encontrando en nuestros proyectos territoriales. Para nosotros, la educación popular, mucho más que una herramienta de dinamización de grupos, mucho más que un saber académico, o una más de las corrientes pedagógicas que se enseñan al pasar en los profesorados, es una concepción de vida. Una forma de mirar el mundo, de entenderlo, una forma de vivir con otros y otras para transformarlo. Y una concepción de vida se aprende viviéndola. Nuestra escuela entonces, debía ser una invitación a vivir hoy el mundo que soñamos.

Nuestra escuela empezaría con tres encuentros de tres días de convivencia. En cada encuentro abordaríamos una pregunta: ¿desde dónde? ¿con quienes? ¿cómo? Tres preguntas que sintetizan tres dimensiones de las prácticas sociales, de la vida: lo ideológico, lo político y lo metodológico.

Pocos meses después, daríamos inicio a lo que por aquel entonces, por pura des-formación de clase, llamamos “Espacio de Educación Autónoma” pero que resulto ser “La Escuelita Trashumante”. Un proyecto que, ante una coyuntura de progresismos y oportunistas, buscaba abrirse paso aferrado a la estrella de nuestros ideales: siempre hacia abajo, con las más humildes, desde la autonomía, la autogestión y la educación popular como experiencia profundamente democrática y liberadora.

1 Esta resolución buscaba la aplicación de un sistema de retenciones móviles a la soja, ideada por el entonces ministro de Economía Martín Lousteau.

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La Red Trashumante es un tejido de grupos y organizaciones políticas autónomas, articuladas en torno a prácticas de educación popular. Vincula experiencias de educación y cultura popular de distintos territorios de Argentina, desde 1998.

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