Pensar en voz alta la justicia y la paz

Pietro Ameglio

Primero de julio: una acción de lucha social y masas indignadas hacia un cambio con justicia y paz

El domingo 1° de julio sucedió un “hecho social” original en la historia contemporánea de México: treinta millones de personas salieron a votar en contra del actual gobierno y parte de la clase política aliada con él en el poder, así como contra de la guerra que nos han impuesto y aumenta cada día. Esta acción de lucha tiene, por tanto, un valor agregado fundamental: se construyó sobre más de 250 mil muertos y 35 mil desaparecidos en los últimos diez años, en un territorio atravesado por una brutal guerra. Su proceso reciente ayudó a “desnudar públicamente” el estado del poder en México, así como la identidad social y moral de quienes lo ejercen con más violencia, inhumanidad, codicia e impunidad; así como permitió también hacer aflorar y crecer los mejores valores y capacidades organizativas y de resistencia de gran parte de nuestra sociedad civil.

Si quisiéramos saber algo más acerca de este hecho y nos preguntáramos ¿Hacia qué cambio se votó?, ahí sí empezaríamos a tener bastantes más complicaciones para describirlo o analizarlo. El “¡Ya basta! ¡Que se vayan todos los de arriba!” nos unió a muchísimos, el “¿Hacia dónde y cómo?” puede rápidamente empezarnos a dividir, pero esto no puede dejar de hacernos reflexionar y valorar ampliamente la acción de ese día, fruto de un largo proceso y toma de conciencia colectiva anteriores.

 

Fue una Acción de Lucha e Indignación Social

Se trató de un Grito de Masas de Indignación Nacional de una envergadura mayúscula, continuación de los Gritos recientes nacionales del “¡Estamos hasta la madre!” (familiares de víctimas de la guerra al narco, abril 2011); del “#Yo soy 132” (rebelión estudiantil contra la manipulación electoral, mayo 2012); del “¡Fue el Estado!” (familiares de los 43 desaparecidos en la acción genocida de Iguala, 26-27 septiembre 2014), del “¡No al Gasolinazo!” (sociedad civil contra los aumentos a la gasolina; enero 2017). Todos ellos arrojaron grandes masas a las calles de todos los rincones del país con demandas de justicia, democracia y paz. Este nuevo Grito (“¡Cambio Ya!”) –mucho mayor a los anteriores en la magnitud de los cuerpos- se realizó en el marco de un tipo de acción cívica noviolenta: votar. Sin embargo, esta acción que corresponde a un hecho social pacífico y “clásico” de las democracias occidentales, de un aparente “bajo nivel” en la escala de la intensidad de la resistencia civil, en muchos casos se trató más bien de un duro enfrentamiento hacia las fuerzas del fraude, la cooptación del voto, la amenaza, el ataque armado…

Me parece por ello importante centrarnos un instante en la reflexión sobre este “hecho de lucha social” de una parte muy importante de la sociedad mexicana, que en ese día expresó su determinación a través de su cuerpo en un voto, para evitar así que una acción de lucha tan colectiva y mayoritaria se “normalice”, banalice y pase a segundo plano, frente a todas las “novedades aturdidoras” de estos días siguientes. A una porción de nuestra sociedad nos llevó diez años de guerra y violencia creciente y brutal tomar conciencia que la guerra nos “tocaba” a tod@s, que necesitábamos de tod@s para detenerla, que “no podíamos seguir así” con el mismo modelo sistémico y de poder tan injusto e inhumano, cada vez precipitándonos más velozmente en el despeñadero pero creyendo que “progresábamos”.

Como dijo Marx ante la pregunta de “¿Cuál es la ley final del ser?: ¡La Lucha!”, creemos que hay que respetar y valorar profundamente cuando la gente lucha. ¡Y eso es lo que queremos resaltar! Porque esto siempre nos emociona desde la raíz, sea en situaciones individuales que colectivas. Una parte muy importante de nuestra sociedad, a partir de la experiencia histórica, del desencanto masivo del poder y la clase gobernante, de la organización y reflexión colectiva, logró hacer regredir el “terror” y transitarlo hacia el “miedo” –totalmente legítimo y necesario en la actual situación mexicana-, sumándole la alegría que da la convicción en algo, para poder así luchar mejor, y no paralizarse y ser cooptada.

Así, esta batalla ganada -no victoria- del 1° de julio, es fruto de muchas batallas libradas antes para vencer –ante todo con reflexión colectiva- los pre-juicios y estigmas de clase, la cooptación, las amenazas (desde el empleo hasta la vida), los asesinatos (casi 200 de candidatos o funcionarios políticos asesinados en un semestre, contando a sus familiares y gente cercana), la “infantilización social” y mentiras (o medias verdades) propagadas sobre todo por los medios y ciertos intelectuales, junto a todo tipo de siembra del terror y la inseguridad.

 

Fue una Acción de Masas en la Calle

Nos parece asimismo central reflexionar, junto al tema de que fue una “acción de lucha social”, el hecho que fue una “acción de masas” –interclasistas, por encima de reivindicaciones de clase, con radicalidad moral y material, con rechazo total al gobierno y la clase política-, donde las masas más radicalizadas luchan por un cambio de régimen-. Como bien decía Elías Canetti, “la orden a la masa no deja aguijón. Una orden a muchos…persigue hacer de la mayoría una masa y, en la medida en que logra eso, no despierta miedo”. Este tema de manejar el miedo a partir de una acción masiva, con la orden de “¡Cambio Ya!”, resultó fundamental para construir tamaña acción de desafío al poder.

Una foto parcial de esta avalancha masiva se dio en Cuernavaca, la ciudad donde vivo. Muchos de los simpatizantes nos preguntábamos en los días previos a la elección acerca de quién era el candidato de MORENA en la ciudad, y no encontrábamos ninguna respuesta, lo que nos parecía increíble. Y así acudimos a votar el 1°, en mi caso no me preocupó demasiado pues ya había decidido votar por un candidato independiente que conozco y confío mucho. Pero la sorpresa fue mayúscula al ver que MORENA arrasó en la capital sin tener candidato en la boleta, o sea fue un voto en cascada a partir de las candidaturas presidencial y a la gubernatura, sin que fuera necesario contar con una referencia concreta de persona e identidad social. El Instituto Estatal Electoral rechazó al candidato original del partido y quedó en su lugar el suplente de la lista al que nadie conocía ni había oído hablar, ni sabía que sería electo. Este candidato suplente obtuvo más del 30% de los votos (casi 62 mil). Por supuesto que el hecho en sí muestra, por un lado, claramente la fragilidad e “infantilismo social” de nuestra democracia, de sus instituciones y de parte de la población que votó sin saber por quien lo hacía, pero lo que queríamos resaltar aquí era la envergadura del fenómeno masivo que vivimos ese día.

Otro aspecto importante en relación a lo masivo -muy cercano a la lógica de la acción noviolenta-, y que explica en parte este momento coyuntural de “alegría social”, está dado por el hecho que fue realmente una acción colectiva, donde cada uno/a siente que con su voto o cuerpo fue posible lograrlo, o sea cada uno/a se siente parte de este logro. Fue una acción de lucha en la que todas y todos los que lo desearon pudieron participar en forma directa; me tocó incluso ver varias personas en silla de ruedas. En algo, este tipo de acción se parece a las acciones de no-cooperación o boicots, por ejemplo, donde una de sus fuerzas reside precisamente en la posibilidad de involucramiento de la totalidad de la población que lo desee. Nos parece central esta “gimnasia de la lucha” que se extiende, dignifica y empodera a porciones muy grandes de la sociedad que en otro tipo de acciones no serían parte ni tendrían esa experiencia y aprendizaje. Es además una forma de “sumar cuerpos a las luchas” futuras.

 

No es una Victoria, pero sí una Batalla central ganada

Como decíamos, en esta reflexión no quisimos centrarnos en el “#Día Después”, que es algo fundamental en lo que ya está metida toda la sociedad mexicana e internacional involucrada, y donde compartimos muchas hipótesis, dudas y temores que se expresan. Por supuesto, que las fuerzas del poder se reciclan con una velocidad inaudita, y llevan mucho tiempo tomando “precauciones” ante el posible “cambio de mando”, pero también me aprece innegable registrar que parte de la dsfuerzas más impunes y corruptas del poder sufrieron una “derrota parcial”.

Buscamos valorar y dignificar el tiempo histórico “sincrónico”, donde una porción de la sociedad mexicana decidió luchar contra el gobierno y parte de la clase político-empresarial aliada a él, a partir de una acción no muy radical desde la intensidad de la resistencia civil, pero que no había podido hacerse -desde 1988- con ese nivel de determinación, organización y valor cívico, y de pluri e interclasismo masivo. Esos cuerpos, constituidos en “armas morales” en esta acción, enfrentaron y derrotaron -con felicidad y principio de realidad- a una de las mayores armas del poder, de su impunidad y sus incontables negocios de la “paz armada” y el saqueo del país: el aterrorizamiento y la violencia directa. Se trató así de un importante paso en la “toma de conciencia” colectiva en México, y la posibilidad, a partir de este avance, de construir una verdadera democracia y paz con justicia social y legal en el país, con el poder desde abajo hacia arriba.

Una porción muy grande de la sociedad mexicana, incluso por muy distintos motivos, fue capaz de “desobedecer una orden inhumana” este 1° de julio: votar por la “seguridad” que da el poder, votar para que la guerra y todo siga igual, votar por el terror a cambiar. No se trató sólo de un enojo o hartazgo irracional, ciego, de “abandono mesiánico”, sino que fue en parte una “rabia” razonada, organizada e informada, fruto -como decía Hannah Arendt- de saber que hay condiciones injustas que se pueden cambiar y no se hace.

Por supuesto que no es una victoria sobre la corrupción, la impunidad y la guerra, y sabemos que se pueden ganar muchas batallas sin alcanzar por ello la victoria (véase por ejemplo el caso de Estados Unidos en Irak y Afganistán, o el de Rusia en Siria), pero indudablemente esta acción ciudadana masiva es un paso importante hacia la justicia y la paz en México. Al respecto nos parece importante reflexionar que no es lo mismo ”pacificar” que “construir justicia con paz”, ojalá esta etapa muy necesaria de pacificación que el nuevo gobierno está proponiendo sea sólo una primera etapa, claramente nada sencilla en un país con el nivel de hechos sociales de guerra que tenemos, pero en la cual se vayan sentando las bases de un verdadero y radical cambio hacia un orden social con verdad, justicia y paz en nuestro país. Que esto sea una esperanza y no una ilusión, dependerá en gran parte de la capacidad de acción, organización, articulación, reflexión colectiva y control ciudadano sobre las autoridades en sus decisiones y manejo de nuestros cuerpos, y de nuestros recursos materiales y naturales.

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