Paz y noviolencia: algunos principios básicos
A Rodrigo Morales, ejemplar luchador ambientalista de Cuernavaca, brutal e impunemente ejecutado en una avenida el 2 de septiembre
El 21 de septiembre se celebra el Día mundial de la paz y el 2 de octubre -nacimiento de Gandhi en 1869- el Día mundial de la Noviolencia. Dos temas profundamente ligados y unidos entre sí, aunque no sinónimos ni intercambiables: la noviolencia no es históricamente el único camino para construir la paz y muchas formas de paz no son noviolentas. Es también una vieja discusión, dentro de este tipo de estudios, qué engloba a qué: la noviolencia es un tema de la paz, o viceversa, la paz es un área de la noviolencia. En lo personal, prefiero decir con Gandhi que “la noviolencia es antigua como las montañas”, y algo mucho mayor que la simple oposición a la violencia (no-violencia o no violencia); y por tanto la paz -un término muy joven en el lenguaje de la especie- es una búsqueda central de la humanidad pero dentro de una cultura más amplia que es precisamente la noviolencia. Intentemos ahora, profundizar en algunos principios básicos y más esenciales -el piso- de ambas: noviolencia y paz, que nacen de una experiencia práctica y teórica de algunas décadas aprendiendo, experimentando, observando y compartiendo sobre estos temas.
LA PAZ: ESE GRAN INOBSERVABLE SOCIAL
Varias veces, en todo tipo de eventos, me han preguntado: “¿Qué es la paz para ti?”. Y he contestado: “No lo sé aún, la estoy buscando”. Porque, como bien señalaba Juan Pablo Lederach -importante teórico y práctico del tema-, es mucho más fácil acercarse a conceptualizaciones de la “paz negativa” (prefiero “paz armada”) que de la “paz positiva”.
1-Pero sí podemos avanzar en “pistas” muy concretas a partir de las cuales sea posible adentrarse en ese gran bosque que es la paz. La primera, tiene que ver con que la paz es parte de un camino de humanización de la especie. O sea, la especie humana -algo que tanto invisibilizamos y perdemos así la mirada de la historia de larga duración- biológicamente podemos afirmar que tiene características “humanas” desde hace unos 250 mil años, pero cultural y socialmente es todavía “más un deseo que una realidad”, es todavía un proyecto; como diría Konrad Lorenz: “Somos el eslabón perdido”. ¿Con base en qué “espejo de humanización” sostenemos esto? Es difícil llamar plenamente “humanizada” a una especie donde 1 de cada 5 personas no saben si comerán al otro día (ganan entre 1 y 2 dólares al día), y otras 2 de esas mismas 5 viven en pobreza avanzada y casi sin servicios mínimos (agua, techo, educación, salud…) para poder ser plenamente humanos. Por si fuera poco, podemos ver en los medios electrónicos a diario “acciones genocidas”, la acción más inhumana de la especie: matar en masa a una identidad religiosa, étnica, política sin que me hayan atacado directamente o quitado algo.
La “humanización de la especie”, o la paz, deben ser para todas y todos por igual, no sólo para una porción de la especie, que por muy distintas razones tenemos privilegios, que en muchísimas ocasiones descansan sobre la “deshumanización” de otra parte de la especie, o sobre sus espaldas, despojos y sufrimientos.
2-Una mirada complementaria a la anterior -como especie-, y central para acercarse al tema de la paz, tiene que ver con el “orden social” que nos atraviesa y determina un porcentaje enorme de lo que actuamos y pensamos -o “repetimos” sin conciencia como lugares comunes reproducidos permanentemente de mil formas- está construido sobre enormes dosis de violencias normalizadas “porque todxs lo hacen, siempre ha sido así y así debe seguir siendo”. Para acercarse a la verdadera paz hay que invertir la mirada en muchas ocasiones sobre lo que el orden social considera normal y correcto, y ponerse en la perspectiva del Otrx y la Alteridad, de la otredad, de la empatía, del que sufre y es más débil o indefenso. Para ello necesitamos nuevos conceptos que nos permitan ver “inobservados e inobservables sociales”, que no se perciben a primera vista por su alto grado de normalización.
Como decía Lucho Arango, líder pescador cercano a Barrancabermeja en Colombia, asesinado hace años: “Tengo claro que podemos tener distintas formas de ver las cosas, pero cuando el propósito es igual, sólo tenemos que aprender a escuchar las opiniones de los demás y buscar el bienestar de todos, sin perjudicar a nadie. Esa es la paz y empieza por el respecto a los otros”. Por tanto, no puede existir paz sin un “principio de igualación”; como sostiene la monja budista Pema Chödrön (…y Piaget): “sustituir nuestra autoestima egocéntrica por la estima hacia los demás”.
Una vez ví en un National Geographic una fotografía que me quedó impregnada para siempre como perfecta representación gráfica de este aspecto de la paz: un monje budista oriental medita boca abajo con sus dos pies sostenidos de la rama de un árbol. Como diría Galeano, pero al revés, ver el mundo “patas pa’ bajo”, o sea desde otras categorías y miradas, muchas veces opuestas a las de la cotidianidad y la a veces mal llamada convivencialidad.
3- Profundizando brevemente un momento sobre la construcción del orden social y su relación con la paz, una de las mayores trampas y violencias que hemos observado permanentemente, es la sobreposición de los conceptos de “disciplina” y “disciplinamiento”. Son dos cosas muy diferentes, que se confunden con la idea de disciplina como algo que es para nuestro “propio bien” e indispensable que “nos entre sea como sea”. Claramente para cualquier actividad de la vida se necesita una disciplina positiva que nos permita ordenarnos en las operaciones diarias sin perder la propia autonomía y capacidad de (auto)reflexión original, la propia participación igualitaria y horizontal en la toma de decisiones. El disciplinamiento, en cambio, siempre disfrazado de disciplina necesaria, son prácticas sin justificación compleja en lo intelectual, epistémico o moral, que están totalmente normalizadas y que conllevan procesos de premio-castigo muy violentos de domesticación de cuerpos y mentes, de sumisión, de respeto jerárquico unilateral, de aumento de las asimetrías sociales de poder. El orden social está plagado de la construcción sofisticadísima de premios y castigos, de exámenes y clasificaciones, de herramientas-dispositivos-operadores-órdenes que reproduzcan permanentemente el disciplinamiento social -la violencia- en nombre de la disciplina necesaria -la paz y el respeto mutuo.
Acabamos de asistir en la Olimpiada de Paralímpicos de Japón a un ejemplo transparente al respecto: al lanzador de bala malayo Muhammad Zolkefli le quitaron su medalla de oro porque llegó ¡3 minutos! tarde a su prueba. Él adujo que “no escucharon el anuncio pues no entendían el idioma”. El Comité Olímpico dijo que “Lo sentimos las reglas son las reglas”. Resulta ¡increíble! presenciar la ignorancia que puede haber en cuanto a “procesos de humanización”, donde las personas y la empatía estarán siempre por encima de las reglas, donde se defiende un dispositivo clásico del disciplinamiento cuando es mal usado fuera de contexto -como en este caso- como la “puntualidad”, justificándolo como la necesaria disciplina que “no consideró dura la decisión pues otros deportistas llegan cinco minutos antes”. Es una foto transparente de la más profunda e ignorante epistemología de la violencia e ignorancia del orden social.
4- Asimismo, es un peligroso error -en muchas dimensiones- hablar de la paz como un concepto abstracto o absoluto: la paz debe ser siempre acompañada por un apellido (por ejemplo, “con justicia y dignidad para todxs”); y la paz tiene siempre un tiempo y un espacio-territorio muy preciso donde pensarse y construirse, lo que lleva a considerar como dos herramientas esenciales el conocimiento histórico y la construcción de un buen “principio de realidad” empírico, de la situación o conflicto donde se busca construir algún principio de paz o mayor humanización para todxs los involucradxs.
5- Finalmente, para quienes quieran adentrarse en estos campos de práctica y estudio, la experiencia -en formación y acción- nos ha enseñado la importancia de diferenciar entre cultura, educación y construcción de paz, que si bien son tres caras de un mismo triángulo a la hora de ponerlas en práctica tienen muchas especificidades, temporalidades, conocimientos y herramientas entrelazadas pero distintas. El distinguirlas y aplicarlas ayuda mucho a no construir ilusiones metafísicas sino esperanzas y concreteces.
LA NOVIOLENCIA: ESA GRAN UTOPÍA SOCIAL
El Día mundial de la Noviolencia está asociado por Naciones Unidas, al nacimiento de Gandhi porque es él quien acuñó ese término en nuestra época, y le dio una práctica experimental y teórica revolucionaria e independentista totalmente original. Ahondemos ahora también brevemente en unas pocas ideas centrales acerca de la noviolencia.
1-Para Gandhi este concepto se sintetiza en la suma de otros dos, uno inventado por su hijo y otro muy antiguo en la India: “satyagraha” (la Fuerza de la Verdad, la acción sobre el oponente y sobre uno mismo para que “se humanice a través de nuestro sufrimiento”) y “ahimsa” (no causar daño a otro ser viviente). Así, la noviolencia es la verdad y “la Verdad es dios”. Toda su vida está ligada a buscar y construir “experimentos con la verdad”, como titula su Autobiografía, bellísimo libro para quien quiera invertir la mirada sobre el orden social. En ese camino, podremos ver que la verdad es una construcción centrada más en la “ausencia de injusticia y falsedad” que en la “ausencia de conflicto”.
A lo largo de la historia contemporánea de la resistencia civil noviolenta, muchos pueblos en lucha han ido apropiándose del término noviolencia y construyendo denominaciones y significados más entendibles para la gente de esas culturas, pues noviolencia se ha prestado reiteradamente a prejuicios y malentendidos: la fuerza del amor, el poder del pueblo, el poder de los sin-poder, la resistencia civil, la firmeza permanente…
2- La noviolencia tiene también como un principio fundante el de humanizar al adversario: conocer el proceso constituyente de su identidad para eliminar pre-juicios, estigmas o la construcción de chivos expiatorios. Se buscará, así, considerar a nuestro oponente como adversario y no como enemigo, buscando sí construir un apego total hacia la verdad y la justicia, pero no a partir de la destrucción o aniquilamiento del Otrx. Sin embargo, también como sostenía Gandhi: “no podemos esperar 30 años a que el adversario cambie, por eso aplicamos la acción directa”. Por ello hay que poner mucha atención y reflexión en la construcción de una “digna rabia” (Arendt, zapatismo), de una “indignación moral y material” (Hessel) hacia la injusticia e inhumanidad que se combate, pero no construir un odio hacia el adversario. Es una frontera muy compleja y difícil de no trasgredir.
3-El aspecto anterior se complementa con otro fundamental en el campo de la lucha social: no aumentar ni reproducir la “espiral de la violencia o la guerra”, sino tratar en todo momento de potenciar la espiral de la noviolencia, que busca afirmar la verdad y la justicia, y la humanización de ambos bandos en lucha. Es el gran desafío de la resistencia civil noviolenta, para el cual no existen recetas ni manuales. La espiral de la resistencia civil noviolenta tiene como su gran arma la acumulación de “fuerza moral” -en muchos casos asociada también a la acumulación de “fuerza material” pero no necesariamente-, la presencia activa de la “reserva moral” de una sociedad en el espacio público.
Es clave tomar en cuanta que en una lucha social, en un conflicto, existen ambas espirales, que tienen distintos niveles, y para impulsar las causas justas debe existir mínimamente una reflexión estratégica y táctica acerca de la proporción y relación necesarias entre ambas espirales, que claramente es también una relación de fuerzas-tiempos al interior del propio grupo y del adversario. Sin esto luchar muchas veces es simular.
4-La “fuerza moral” constituye la gran arma de la resistencia civil noviolenta que siempre inicia con una “impugnación moral”, que se busca sea asumida por la mayor parte de la sociedad, en lo que es una de las acciones más estratégicas: “sumar cuerpos a la lucha”. O sea, lograr que la mayor cantidad de personas sean capaces de “meter el cuerpo” en la causa, en los diferentes niveles que sus identidades sociales lo deseen y permitan: es importante distinguir entre “poner” y “meter” el cuerpo, pues en el terreno de la lucha social el adversario no facilita mínimamente el “poner el cuerpo”, sino que muchas veces debe forzarse con la mayor “firmeza permanente” que el cuerpo sea “metido” dentro del terreno de la lucha social contra muchos obstáculos.
Para esta suma de cuerpos y acumulación de fuerza moral, resulta un valor crucial de la noviolencia la relación entre el fin y los medios: “los medios son como una semilla y el fin un árbol; de una semilla podrida no puede nacer un buen árbol” (Gandhi). Por ello para realmente aumentar la fuerza moral se deben cuidar los medios tanto como los fines; este es uno de los puntos más estratégicos y frecuentemente olvidados en quienes luchamos.
5-Finalmente, un concepto que creemos engloba también una forma de reflexión y acción, de vida, del que permanentemente hay que tomar conciencia y practicar, y que tantos conflictos necesarios y positivos desencadena, es el acuñado por el Dr. Juan Carlos Marín, sociólogo argentino: desobediencia debida a toda orden de inhumanidad. Para operarlo y hacerlo práctico cada día, resulta central tener la capacidad de conocer y enfrentar las múltiples y distintas “órdenes” -la mayoría normalizadas- de des-humanización hacia nosotrxs y los otrxs que recibimos cada día en forma conciente y no.
Pero, este principio indispensable para humanizarnos, tiene la otra cara de la moneda más visible y posible de actuar. El historiador norteamericano Howard Zinn la describe bien: “la desobediencia civil no es nuestro problema. Nuestro problema es la obediencia civil. Nuestro problema es que personas de todo el mundo han obedecido dictados de los líderes. Millones de personas han sido asesinadas a causa de la obediencia. Nuestro problema es que la gente es obediente en todo el mundo frente a la pobreza, el hambre, la estupidez, la guerra y la crueldad. Nuestro problema es que la gente está llenando obedientemente nuestras cárceles llenas de pequeños ladrones mientras los grandes ladrones dirigen el país. Ese es nuestro problema”. Como decía Martin Luther King: el problema no es la “gente mala” sino la “gente buena” que calla y obedece creyendo hacer el bien.
Pietro Ameglio
Miembro del Servicio Paz y Justicia (SERPAJ), del Colectivo “Pensar en voz alta”, y del Movimiento por la Paz con Justicia y Dignidad en 2011.