Pensar en voz alta la justicia y la paz

Pietro Ameglio

¡No al Gasolinazo! Desobediencia Civil ante una acción de gobierno ilegítima e ilegal

Enero es un mes significativo para la desobediencia civil noviolenta pues el 14 nació Martin Luther King y el 30 fue asesinado el Mahatma Gandhi. Además, para el actual proceso de guerra en México el 31 es una fecha de enorme dolor e impunidad pues en 2010 fue la masacre de Villas de Salvárcar (Cd. Juárez), donde 16 estudiantes de bachillerato fueron asesinados en medio de una fiesta. Así vemos cómo violencia y noviolencia son parte de una misma moneda que es el proceso constituyente del orden social que nos atraviesa.

¡Vaya inicio de año en México: Violencia gubernamental y noviolencia civil!

Crece sobremanera la indignación social nacional por el Gasolinazo, aumento impune, traicionero, inexplicable y brutal a la sangre de la economía: la gasolina, la luz, el gas. La acumulación de frustración, impotencia, enojo por los niveles de corrupción, violencia e ineptitud de la clase política ya están rebasando las fronteras de la “obediencia ciega a la autoridad” en que somos construidos. Todo, en medio de la complicidad total de la mayoría de los legisladores y partidos políticos.

Crece asimismo primero geométricamente la protesta en las redes sociales, y luego va creciendo en igual proporción la movilización en la calle, donde si bien está ya extendida prácticamente en todos los estados del país, sólo en algunas ciudades resulta masiva, aunque creemos que pronto lo será en más. Así, cada vez más la esperanza es que esta protesta irá derivando a la toma de la calle por la población, con la consiguiente exhibición material y moral clara y contundente del rechazo a esa medida, al gobierno y a la clase polìtica.

Crece también en estas fechas la organización indígena, aliada a muchos sectores desde abajo, encabezada por el CNI y el EZLN, que están construyendo el camino de una gran movilización político-social nacional hacia la justicia, hacia la política como el “mandar obedeciendo” a las bases, hacia una democracia que tome en cuenta a todas y todos en igualdad de condiciones para las decisiones importantes sobre todo en cuanto a despojos territoriales, hacia la construcción de una mayor autonomía individual y colectiva.

Como decíamos en nuestro artículo anterior, hay un fenómeno relativamente nuevo en esta intensificación de la resistencia civil nacional: actores de todas las clases sociales se están sumando y el grado de las acciones de lucha noviolenta está subiendo considerablemente de lo simbólico a la no-cooperación y la desobediencia civil, grados máximos de esta resistencia, que exigen además un nivel mayor de organización y preparación. Estas dos variables no nos parecen menores si se intensifica este proceso hacia la toma de las calles y espacios públicos, porque así se dará la condición en que el tipo de acciones de la resistencia civil serán proporcionales al objetivo perseguido y a la decisión de lucha del adversario (gobierno, clase política, sectores aliados, delito organizado). Entonces, las posibilidades que de veras se produzca alguna ruptura considerable en las relaciones de poder pudiera ser real.

Este incipiente nuevo Grito de Indignación Nacional masiva se suma a otros 4 similares, en lo masivo y nacional, en los últimos 5 años: “¡Estamos hasta la madre” (marzo 2011), “¡Yo soy 132!” (mayo 2012), “¡Fue el Estado!” (septiembre 2014) y “No a la Reforma Educativa” (mayo 2016), derivados a su vez del “¡Ya Basta” zapatista del 1° de enero de 1994. La medida de estos Gritos –verdaderas ofensivas masivas de lucha-, nada normal en magnitud y lo masivo respecto a otros países, nos muestra el nivel de hartazgo e indignación crecientes de la sociedad mexicana respecto a sus autoridades.

En cuanto al nivel de las acciones de resistencia civil noviolenta, los últimos dos Gritos –encabezados por los familiares de los 43 desaparecidos en Iguala y por los maestros y maestras de la CNTE- se han instalado en acciones de no-cooperación (paros, objeción de conciencia a las evaluaciones…) y de desobediencia civil (bloqueos, tomas…), al igual que las del actual movimiento contra el Gasolinazo. Hay así un crecimiento en la intensidad de la confrontación hacia el poder y de la determinación moral masiva, aunque todavía se trata de acciones dispersas y no articuladas por algún tipo de organización y liderazgo común; la indignación sin organización no es suficiente para trastocar la estructura del poder, aunque sí para afectarlo en su legitimidad.

ESTÁ EN CUESTIONAMIENTO LA LEGITIMIDAD POLÍTICA DEL GOBIERNO Y LA CLASE POLÍTICA

Nos parece que reducir esta lucha actual de la sociedad mexicana sólo al tema del Gasolinazo, no ayuda a ver la magnitud del proceso social que podría estarse desencadenando, y que tiene que ver con el cuestionamiento que se está gestando hacia la clase política en su conjunto, y al gobierno en particular, donde se está agravando su des-legitimación, o sea, quitándoles aun la poca fuerza moral que pudieran tener, sin la cual un gobierno se puede sostener sólo por la represión. La impunidad, corrupción y falta de representatividad social se están desnudando públicamente –diría Gandhi-, ya no sólo en redes y medios, sino en la calle con masas crecientes, lo que resulta letal para su legitimidad.

Este hecho social del Gasolinazo tampoco está aislado del proceso político con que se cerró el año: la enorme exhibición pública y descrédito de una cantidad de gobernadores saqueadores de sus Estados, inmersos en la impunidad y complicidad total de las autoridades nacionales; todos los legisladores recibiendo colosales bonos navideños de corrupción por su servilismo, no trabajo. Todo logrado forzadamente por un aumento de la movilización social y del control social que la población debe ejercer hacia las autoridades, no por voluntad de la clase polìica.

Usamos adrede la palabra “traición” al inicio para caracterizar al Gasolinazo, porque, nos parece, que un sentimiento masivo actual –que atraviesa a todas las clases- es el de haber sido traicionados por múltiples declaraciones oficiales y partidistas donde se prometía que esto no iba a suceder, por el contrario que iríamos hacia un gran “progreso económico” con las reformas estructurales. Un gobierno que no tiene palabra, que no es verdadero, va en picada en su legitimación social. La traición elimina la posibilidad de verdad, y la ausencia de ésta a su vez anula la legitimidad.

Pero, ¿cómo han respondido el gobierno y la clase política a esta incipiente resistencia civil?

Por un lado, cada vez más se ha intentado penetrar-infiltrar en las legítimas protestas –virtuales y de calle- acciones de violencia material y moral, difamaciones, saqueos, enfrentamientos armados…para aumentar la siembra del terror, el encierro, para que la gente no salga a la calle a expresar su indignación, y en el encierro sea presa más fácil de la gigantesca corrupción mediático-represiva-política. La descarada promoción de la nueva Ley de Seguridad Interior, con que se cerró el año, que dotaría de poderes extraordinarios a las Fuerzas Armadas en tareas de seguridad pública, encaja perfectamente en este esquema gubernamental violador de derechos humanos y represivo, para acelerar la expansión y despojo económico trasnacional de México, así como para asegurarse la presidencia en el 18.

Asimismo, están las declaraciones y pactos del presidente y muchos políticos con base en medias verdades, queriéndonos hacer creer que los aumentos son inevitables para la “estabilidad económica” y ante la situación mundial, y del secretario de Hacienda Meade diciéndonos que no “debemos asustarnos” y que con esta liberalización de precios habrá incluso “días donde vuelva a bajar el precio”. Más cinismo y mentiras que aumentan la indignación, la duda y sensación de abuso total; está cayendo precipitada y masivamente el mito de que “El PRI sabe cómo hacerlo” pues la violencia, la crisis económica y social están rebasando cualuqier nivel de tolerancia ciudadana.

Finalmente, para colmo, resulta llamativo que en medio de la actual tormenta social –que va camino a convertirse (ojalá) en tornado- se nombre provocadoramente como secretario de Relaciones Exteriores a Luis Videgaray, renunciado de Hacienda por su apoyo (ahora sabemos que no fue indirecto, sino directo) a uno de los enemigos públicos número 1 de México: Trump.

¿HACIA DÓNDE CAMINAR Y LUCHAR?

En Argentina, en la gran crisis de diciembre del 2001, el lema más acuñado fue “¡Que se vayan todos (los políticos)!”. Claramente, la situación mexicana no es igual, pero el lema tiene algo de reflejo en el sentir popular de muchos y muchas: ¡Que se vayan (casi) todos y todas! Porque no consultan ni representan a nadie de las grandes mayorías de la población, y su nivel de corrupción abruma. La expresión de esta creciente y radical protesta nacional, directamente dirigida a la cabeza del gobierno y la clase política, muestra un profundo hartazgo de tanta impunidad, corrupción delincuencial, violencia, ilegalidad, ineptitud, cinismo. Si creciera, se organizara, se articular en liderazgos horizontales y honestos, y se radicalizara en el nivel de las acciones de resistencia noviolenta y fuerza moral masiva, podría tal vez abrir procesos de cambios más profundos y reales –hacia la justicia, la verdad, la democracia, la paz- desde abajo en el país.

Parte del avance de la resistencia está centrado en no caer en las provocaciones de violencia material, que en su mayoría el régimen organiza o permite a propósito, y a la vez en lograr que más y más gente –de todas las clases y sectores sociales- sume sus cuerpos en las acciones no violentas de la calle, mismas que a su vez deben ir subiendo en intensidad hacia la no-cooperación y la desobediencia civil. O sea, no es suficiente sólo con sumar más gente a las protestas, sino que debe aumentarse el nivel de las acciones, e involucrar en ellas también a sectores sociales claves de la reserva moral (liderazgos indígenas, campesinos, académicos, empresariales, eclesiales, intelectuales y artistas, de los medios…) metiendo sus cuerpos en la calle. Esa sería la combinación de fuerza moral acumulada que ningún gobierno logra resistir, a menos que escoja el camino de la ilegalidad abierta y represiva.

Claro, que para que este proceso se incremente en esta línea la capacidad organizativa, de articulación y unidad, respetando las diferencias en todos los planos, deberá desarrollarse mucho más. Ése es el terreno donde el poder va a combatir más y mejor sabe hacerlo.

A su vez, nos parece, que la pregunta que habrá que ir construyendo colectivamente rápido para que avance la resistencia civil masiva es

¿Por qué obedecer si no hay legalidad ni legitimidad en la autoridad?

La respuesta a la que le apostará el gobierno es que hay que obedecer por “miedo al caos social si se pierde la institucionalidad o al castigo represivo por violar la ley”. La toma de conciencia que la resistencia civil tendrá que construir es la que conduce a una moral de la “desobediencia debida a toda orden inhumana”, en este caso a una ley ilegal e ilegítima. La base de la desobediencia civil está en instalar masivamente la reflexión que primero se debe obedecer a la conciencia y luego a la ley, que es una simple construcción de precisos intereses de clase humanos e históricamente siempre relativa. La especie humana sin la desobediencia civil estaría aún cultural y socialmente en la Edad de Piedra, pues este tipo de acción ciudadana –muy legítima e indispensable en cualquier democracia y no- es fundamental para que el poder no abuse de su autoridad, ha sido uno de los principales motores en la humanización de nuestra especie. Se ha tratado de personas, grupos, masas que sean capaces de decir “¡Alto! ¡Ya basta! ¡No más!” ante acciones inhumanas del poder: la acción genocida de Iguala, el despido de docentes por negarse a evaluar o marchar por justicia, el gasolinazo son “órdenes inhumanas”. Por ello, estas luchas no son sólo por justicia sino por humanizar a nuestro país.

PD: saludamos con emoción y más esperanza la vuelta de Carmen Aristegui y su equipo a los medios, con su programa diario en internet. Vaya que la reflexión y la lucha nacional necesita ese espacio, ejemplo y valor social.

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