Pensar en voz alta la justicia y la paz

Pietro Ameglio

Lula: entre la gran esperanza y el intento golpista

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El 2023 en Brasil empezó con una gran luz y a la semana asomó una sombra muy oscura. No estamos hablando sólo del mayor país sudamericano, sino de toda nuestra realidad latinoamericana y mundial, que se ven atravesadas por estas coyunturas históricas y de los pueblos tan contrastantes. Por eso, nos parece importante no pasarlas por alto -incluso hasta normalizarlas- sino tratar de construir alguna reflexión primaria e inicial, que nos ayude a aumentar nuestra toma de conciencia del orden y la lucha social y política, empezando por la del país donde vivimos.

La esperanza en Brasil

La historia y la lucha de los pueblos tienen, a veces, grandes momentos de alegría popular masiva, que en algunos casos -si tomamos en cuenta las realidades de hace muy pocos años- casi parecerían un poco “milagrosos”. Así, a finales del año pasado presenciamos dos reveses políticos importantes contra las derechas continentales: el 30 de diciembre la propia oposición venezolana que ilegal y violentamente lo encumbró, canceló el corrupto e impune “gobierno interino” de Juan Guaidó, apoyado en todo también por los Estados Unidos. El mismo día, en Bolivia, fue ingresado a la cárcel el principal cabecilla de la oposición más violenta y golpista -Fernando Camacho- para inicialmente pasar 4 meses acusado de “terrorismo” por el golpe del 2019 contra Evo Morales. ¡Avances de la verdad y la justicia en América Latina!

A su vez, el 1° de enero tomó posesión de la presidencia de Brasil por tercera vez, Lula da Silva, obrero, sindicalista, luchador social y líder político del máximo nivel mundial. Su triunfo, al igual que el de Gustavo Petro en junio en Colombia, fue un pico altísimo de la mejor historia popular y de esperanza en América Latina; muchísima gente vimos en directo esas tomas presidenciales con los ojos llenos de lágrimas y emoción a raudales. Las luchas de esos pueblos nos llenan de inspiración y fuerzas para las nuestras propias, en los territorios donde estemos. Estos pueblos, al igual que otros en el continente en estos últimos años y también el mexicano, han decidido no sólo tomar conciencia de su propio poder sino ejercerlo con determinación, en una vuelta de tuerca muy especial en el ejercicio de la propia soberanía popular y de clase.

El mayor antídoto contra el desánimo y la desesperanza son siempre el conocimiento de la historia y la organización del pueblo. Luchar sin esperanza no dura mucho, se hace tarde o temprano cuesta arriba y luego llega alguna ruptura que nos quiebra. A su vez, resulta central no confundir la esperanza con la ilusión, que carece de cualquier principio de realidad y conduce a la larga a la derrota parcial o total, mucho más en la lucha social y política. El mayor momento de esperanza con Lula estuvo, sin duda, cuando diferentes personas de la sociedad brasileña pertenecientes a los sectores más excluidos desde siempre, le colocaron la banda presidencial: indígena del Amazonas; recicladora de basura; discapacitado; obrero metalúrgico; joven profesor de portugués; niño, cocinera, artesano…que estuvieron gran parte de la vigilia por Lula fuera de la cárcel de Curitiba. Fue muy grande la emoción en este “subvertir el poder”, invertirlo de abajo hacia arriba.

Y para no dejar dudas de este nuevo rumbo político esperanzador que priorizará la lucha contra la desigualdad social y el hambre, ese mismo día Lula aumentó el salario mínimo, frenó la privatización de Petrobras y otras empresas estatales, derogó un decreto que disminuía el pago de impuestos de las grandes empresas, y otro que favorecía el acceso a las armas de fuego a los particulares, asimismo reactivó el Fondo Amazonía y la meta de “Deforestación Cero de la Amazonía”. Todo en medio de un país que recibió atravesado por un “genocidio” -en sus propias palabras-, debido al pésimo manejo de la pandemia y el hambre.

La esperanza en América Latina

En nuestro continente se prospecta para el 2023, una realidad política muy interesante y alentadora para las mejores causas de la justicia social, la construcción de paz y la defensa del medio ambiente. Más allá de diferencias y coyunturas nacionales muy distintas, existe ahora un eje con líderes de gran fuerza, legitimidad y determinación moral en la principal columna política y geográfica continental: Brasil-Colombia-México. Y junto a ellos los gobiernos de Argentina, Chile, Bolivia, Venezuela y ojalá Honduras. Un dato no menor y que nos da esperanza, es que sea Lula, que Petro, López Obrador, Boric y Arce, provienen del activismo social de base y directo en confrontaciones muy diversas de décadas contra los distintos poderes, saben de primera mano lo que es un pueblo, un movimiento social, la organización, la lucha. Eso ha construido en ellos un valor de coherencia, honestidad, perseverancia y serenidad ante tantos ataques que permanentemente enfrentan. Aunque claramente existen diferencias importantes en cuanto a las luchas y realidades políticas y sociales de cada país; por ejemplo, Petro se alió en su vicepresidencia de Francia Márquez con sectores muy avanzados de la izquierda y la justicia social, y Lula tiene como vicepresidente a un político -rival en el pasado- de centro derecha.

Asimismo, no se trata sólo de un eje continental, sino que podría aumentar en su dimensión internacional, si las realidades y conflictividades nacionales lo permitirán. Pero algo fundamental a reflexionar individual y colectivamente, nos parece, es no perder el principio de realidad histórico y social de cada país e integración de gobierno pactada, entendiendo la diferencia entre los “puntos de partida” y de “llegada”, sin confundirlos, porque eso construye permanentemente la ilusión y posterior frustración y desánimo. Es claro que la mejor forma siempre de ayudar a los proyectos históricos desde abajo, es con el pensamiento crítico y objetivo, pero ese pensamiento carente de principio de realidad se convierte rápidamente a veces en una búsqueda permanente y obsesiva de encontrar errores y puntos débiles en el nuevo poder. Esto conlleva también en ocasiones a estar siempre oponiéndose a alguien o a todo genéricamente, generalizando o agrandando fuera de contexto varias críticas -verdaderas muchas veces en parte- sin señalar nunca cuando hay aciertos. Ni por asomo, proponemos reducir las críticas a todos estos gobiernos nuevos o en ciernes, ni justificar sus desaciertos, al contrario el mejor modo de ayudarlos es “vigilarlos” y presionarlos como ciudadanía, pero sin perder de vista el contexto, las generalizaciones simplistas y también el balance con los aciertos. Además, la historia latinoamericana reciente y de todas las épocas, nos ha enseñado claramente cómo los sectores de más extrema derecha y desestabilizadores, usan a su favor cualquier crítica externa, sea fundada o contextualizada y no, como bien nos enseña el lawfare a Dilma y el juicio a Lula en Brasil, a partir de la descomposición de una parte del PT, pero que llevó a 6 años terroríficos de gobiernos militares y derechistas.

Intento de golpe en Brasil: ¿América Latina?

A una semana exacta de la toma de poder de Lula, en medio de una enorme legitimidad política, social y moral, resultó aparentemente increíble presenciar a una masa de agitadores sociales de extrema derecha fanatizada en Brasilia, atacando con fuego y vandalismo los mayores recintos nacionales del poder ejecutivo, legislativo y judicial. Intentando emular, en el peor sentido, la toma del Capitolio de Estados Unidos el 6 de enero del 2021, por partidarios igual de ultraderecha y racistas de Trump. Por si quedaran dudas, ahora el líder de estos brasileños -Jair Bolsonaro- está en Florida huésped de Trump.

Estamos cerrando el artículo al otro día del intento golpista por lo que no podemos ahondar aún en datos y análisis, pero sí quedaron muy claras desde el mismo momento del ataque y apenas fue retomado el control del Estado sobre esos recintos del poder público, las reacciones diametralmente opuestas de Trump -en su momento- y Lula ahora. La complicidad y encubrimiento del presidente de Estados Unidos, hasta hoy, fueron totales, mientras Lula reaccionó de manera enérgica, radical e inmediata para evitar que algo así pudiera repetirse en Brasil. Destituyó al jefe de policía de la capital, suspendió temporalmente al gobernador, intervino federalmente a Brasilia, encarcelaron a cientos y están investigando a fondo toda la trama golpista desde el financiamiento, armamento y complicidades, también para hacer que paguen económicamente ese vandalismo.

Una reflexión inicial de fondo, tiene que ver con que en política e historia jamás se puede bajar la guardia ya que cuando menos lo esperamos suceden situaciones inesperadas. Es cierto que actualmente en América Latina, como decíamos, priva un contexto de bastante esperanza y alegría en los pueblos por la intención de construcción de justicia social y paz que hay en muchos gobiernos, articulados desde el eje político-geográfico que mencionábamos cuya consigna prioritaria es “primero los pobres”. Pero también es cierto que Lula y Petro ganaron por un margen muy pequeño de votos -Petro por sólo 700 mil-, y fácilmente un contexto favorable de masas y legitimidad en países así de divididos y polarizados, se puede revertir.

Entre las principales razones de este peligro -no sólo para Brasil sino para todo el continente- está el hecho de que en sociedades donde cada vez más el pensamiento colectivo e individual se construye en gran parte mediáticamente, los principales medios de comunicación y redes sociales están controlados y casi monopolizados por capitalistas de derecha y extrema derecha, con sus socios empresariales (legales y delictivos) financiadores, que no están dispuestos mínimamente a renunciar a sus privilegios e impunidad de décadas. Estos medios viven de construir permanentemente falsedades y medias verdades en la población, lo que alimenta exponencialmente el “infantilismo social” y la obediencia ciega a esas autoridades mediáticas. A partir de esta construcción perversa del orden social se constituye el trasfondo perfecto para los golpes de estado militares, legislativos o por lawfare; los fraudes; los cambios abruptos de gobierno.

¿México?

En México, particularmente, acabamos de asistir a una campaña de “infantilización mediática” y movilización social con una causa que retrata perfecto estos graves riesgos del lawfare, golpes o ataques a la legitimidad de gobiernos justos. Parte de la base del infantilismo social es la construcción de la des-memoria colectiva y la ignorancia política sin contexto histórico. La reciente movilización de derecha bajo el lema “El INE no se toca”, fue de manual en cuanto a los peligros que advertimos, porque al apelar a publicidad infantilizante donde se asociaba la identidad de una persona y un instituto a una credencial, que se decía -total y falsamente- iba a desaparecer, se buscaba aterrorizar a la población en cuanto a que la democracia y su propia persona estaban en peligro de desaparecer o rectroceder. ¡Una locura! Pero mucha gente sensible, positiva, muy inteligente, marchó en la ingenuidad total atrás del lema invisibilizado: “La corrupción no se toca”. Ese era el lema real de la marcha que la gente ni cuenta se dio. ¿A quién se le ocurre defender al INE, asociando al INE como el mejor ejemplo de la democracia en México? Sólo a quien le han construido la peor desmemoria histórica: fraudes electorales, encubrimientos de lavados de dinero, burocracia dorada, gastos y dispendios terribles, boicots a las consultas populares, negación de la candidatura de la indígena del CNI Marichuy, y para rematar la marcha fue convocada y encabezada por la mayor cantidad de líderes políticos, sindicales, sociales más corruptos del país en las últimas décadas. Lo peor de lo peor del país. ¿Habrá alguien que, en una sana reflexión, esté en contra de reformar a ese INE y seguir a esos políticos? Si lo hubo.

Y en la misma línea de la construcción mediática y política de diferentes alternativas de golpes estilo lawfare, por ejemplo, me temo que este nombramiento de la jueza Norma Piña al frente de la Suprema Corte de Justicia en México irá en esa línea. La oposición de extrema derecha y la corrupción en todo sentido construyeron mediáticamente una situación de duda en la legitimidad -que hasta hoy no tenemos idea del resultado- de la candidata más cercana a votaciones y causas justicieras en la Corte, con toda perversión justo antes del momento de la elección. El esclarecimiento de esta situación de posible plagio se dará en tiempos posteriores a la votación, por lo que ya quedó sellada la acumulación de mayor poder de la derecha en la máxima instancia jurídica del país. Y para colmo del infantilismo y encubrimiento mediático, mucha gente sale a declarar defendiendo en sentido muy positivo la elección de esta ministra puesta hace años por Peña Nieto (¡), usando la expresión de que “se rompió el techo de cristal”, para distraer la atención acerca del verdadero fondo de los perores intereses que hay detrás. ¡Ridículo justificar y anteponer con el género a la ideología política y causas sociales! ¿No puso Trump a una mujer ultraconservadora (Amy Coney Barrett) en la Corte muy poco antes de irse?

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