Pensar en voz alta la justicia y la paz

Pietro Ameglio

Lucha contra la violencia de género en la FFyL-UNAM: ¿pasar de la toma de pocas a la co-operación entre muchas?

Foto: Cuartoscuro

En numerosos países del mundo, y en muchas ciudades e instituciones educativas de México, hemos visto en esta segunda mitad del año una poderosa y masiva lucha de mujeres feministas y no, organizadas y no, contra todo tipo de violencia de género, principalmente contra los feminicidios, el acoso sexual y el abuso de poder. Han sido movilizaciones y luchas de todo tipo ejemplares, por su determinación e indignación moral, creatividad en las acciones y firmeza en sostener las demandas ante las autoridades y los victimarios. En cuanto a los símbolos y tácticas de acción, han existido de todo tipo: desde pañuelos verdes, cantos y pasamontañas hasta marchas, conciertos, pintas de monumentos, escraches públicos, rotura de vidrios…Casi siempre en consonancia los medios con los fines.

El común denominador que las ha caracterizado ha sido el romper y “desnudar públicamente la verdad” (Gandhi) de la gran normalización social, estrcutural y cultural de las múltiples formas de violencia de género que el orden social encubre, señalar con precisión a los victimarios individuales e institucionales, exigir un castigo justo hacia ellos, enfrentar a las autoridades responsables, políticas, institucionales y policiales. La manifestación principal y que justificó públicamente estas acciones, otorgándoles gran fuerza moral, ha sido la rabia, la ira, el desahogo contra tanto silencio, complicidad, simulación y violencia.

Resulta claro que se trata de un proceso tan doloroso y complejo para las mujeres donde se han mezclado y sumado identidades muy diferentes, además del hecho de que se están jugando y defendiendo sus propios cuerpos -y los de muchas más-, que eso hace que la carga emotiva -acumulada en tanto tiempo- y de rabia sean muy elevadas, y -como decía Hannah Arendt- la construcción de la rabia y la indignación no son naturales ni normales, sino que implican un grado de conocimiento y determinación morales grandes. Emotividad y rabia ayudan también a luchar mejor, pero de ninguna manera pueden ser el alimento central en las decisiones estratégicas de la lucha y las acciones, éstas deben decidirse también con conocimiento y reflexión, y la rabia no puede justificar acciones provocadoras de la espiral de violencia.

En México, las universidades, preparatorias y secundarias siempre han sido lugares donde se expresa sobremanera la violencia de género y el abuso de poder, y hay actualmente paros, denuncias, despidos, movilizaciones en muchos de estos espacios a lo largo del país. Particularmente, por la envergadura nacional y continental que tiene, en las escuelas dependientes de la UNAM es donde más se han concentrado actualmente estas acciones noviolentas de no-cooperación y/o desobediencia civil.

En el 2018, como parte de un proyecto de mejoramiento educativo de la Unam, realizamos colectivamente una investigación social (Avance Exploratorio de las Violencias en la Facultad de Filosofía y Letras-Unam; http://ru.ffyl.unam.mx/handle/10391/7465), a partir de un amplio sondeo al 10% de los estudiantes escolarizados y encontramos que: casi la totalidad de los estudiantes (93%) considera que existe violencia en la facultad; de ellos 1 de cada 4 describió al menos un hecho de violencia que lo afectó directamente en el 2017, siendo las mujeres de 20 a 24 años las más vulnerables. De estos hechos de violencia descritos, el Acoso representó ampliamente el más extendido con casi 40 % del total denunciado, en su mayoría de tipo físico-sexual, siendo en 90% de los casos sufrido por mujeres. Se denunciaron textualmente acciones como: “Un profesor se la pasaba viéndome las piernas y el escote”, “Me agregó varias veces a Facebook o mandaba mensajes de WatsApp a pesar de rechazarlo”, “Un estudiante me interceptó en los pasillos y me terminó siguiendo a mi casa”, “Camino al Anexo me empezó a seguir mientras se masturbaba”…

El segundo tipo de mayor violencia en la facultad fue el “Abuso de Poder” (17%), que trata del aprovechamiento de jerarquías académicas y administrativas, muy normalizado e invisibilizado a nivel institucional y estudiantil. Se señalaron acciones como: “No participo en clase porque el profesor ridiculiza todo los comentarios de compañerxs”, “Una maestra no dejaba participar a una compañera porque tenía ideas diferentes”, “Un profesor me mandó a extra a pesar de entregar todas las tareas y el trabajo final”…

Esta investigación se complementó con una campaña y exposición gráfica (Juntxs Nos Cuidamos Mejor), donde se mostraban en carteles los principales resultados de las violencias y las alternativas propuestas por los estudiantes (www.serpajmx.org).

¿Una SOLA razón para mantener la toma?

Nuestra facultad de Filosofía y Letras (FFyL) fue uno de los espacios desencadenantes de esta nueva etapa de la lucha social contra la violencia de género en México, ya no sólo con acciones simbólicas y de movilizaciones de masas sino también con acciones de no-cooperación y desobediencia civil, proporcionales al nivel de violencia e impunidad que se combaten. Este ejemplo lo han seguido en noviembre mujeres estudiantes de muchas universidades y preparatorias públicas en el país. La acción inicial fue un “paro” de 12 horas (4 de noviembre) que rápidamente se convirtió en una “toma”, que dura hasta el día de hoy, cuando la universidad está a punto de salir al periodo vacacional.

Como profesor de dicha facultad, y compartiendo el privilegio con muchos más de conocer estudiantes valiosas involucradas directamente en esta toma, siendo además plenamente solidario con las causas de la lucha de las Mujeres Organizadas de la FFyL contra la violencia de género y el abuso de poder, quisiera “pensar en voz alta” con esta colectiva de Mujeres, con las autoridades, con la comunidad amplia y más allá, esta etapa y forma de lucha desde la perspectiva de la práctica y teoría de la resistencia civil noviolenta. Consideramos la reflexión como un arma de la lucha social -la primera junto al cuerpo y su distribución espacial y temporal-, y por eso el objetivo es ayudar a construir una reflexión colectiva que sirva a lograr concretar en acciones cuanto antes -a través del diálogo comunitario- las ya indispensables causas de esta lucha. No tenemos respuestas ni soluciones como verdades absolutas, sólo preguntas y problemas que nos pueden ayudar a conocer un poco más acerca del proceso de “inobservados sociales” que nos atraviesan directa o indirectamente en esta coyuntura a todos, lo tengamos consciente o no. Nada más lejos que decirle a nadie qué hacer, o lo que está bien o no, pero creemos que la mejor forma de ayudar a una lucha es compartir una reflexión sincera, abierta y crítica, no cayendo en ningún tipo de “obediencia ciega” -ideologizada- hacia los actores. Construir colectivamente un buen “principio de realidad” resulta central para el avance de esta lucha.

El “tipo de acción” predominante ahora en esta lucha es clave de analizar, porque si bien podría decirse que es un medio, esto no es totalmente cierto en este caso ya que se ha convertido en un fin en sí mismo. A respecto, me parece que es útil partir de la base que no es lo mismo un paro que una toma, en sentidos profundos del involucramiento colectivo, de la reflexión y diálogos ampliados y de la imposición unilateral de las acciones: el paro es una acción de no-cooperación colectiva que construye formas de participación comunitarias, mientras la toma es una acción de desobediencia civil de un grupo minoritario que necesita defenderla de todo lo “externo”, puede fácilmente convertirse en un “encierro”. Además -fundamental- la temporalidad y el espacio cambian las acciones aunque se denominen igual, o sea: toma día 1 es diferente a toma día 2…a toma día 21…Todas son acciones diferentes, aunque se engloben en la genérica definición de “toma”. Y cada día que pasa debe reflexionarse en relación a la fuerza moral y legitimidad que se acumulan a favor, verdaderas armas centrales en cualquier resistencia civil, que no son mecánicamente acumulables y muchas veces la acumulación de fuerza moral y material son indirectamente proporcionales a la temporalidad.

Me parece que resulta fundamental considerar que la legitimidad de las causas no se traslada mecánicamente como legitimidad de las acciones: la lucha contra las violencias de género cuenta con un gran respaldo en toda la comunidad de la Unam y otras universidades, en el país y el mundo, pero la acción de la toma cada día que pasa carece más de legitimidad, de un sentido comunitario -¿cuándo ha sido convocada la comunidad para un diálogo abierto en la toma de esta decisión?- y de “respeto mutuo”, y se vuelve más unilateral y autoritaria, violenta, excluyente e insegura Sería muy interesante, reflexionar colectivamente, con rigor desde el punto de vista táctico y estratégico -sin el mínimo prejuicio o proselitismo hacia ese tipo de acción que personalmente tantas veces hemos apoyado, promovido y participado- esta pregunta para este momento y caso muy específicos:

¿Cuál sería una sola razón para mantener la toma?

Seguramente me ha ganado mi ignorancia, porque no la he podido encontrar en las últimas tres semanas. Sólo llego al miedo, la desconfianza, el creer que se pierde poder de negociación sin la toma…todas razones que me parece generan precisamente lo contrario a lo que se dice buscar, si aplicamos un análisis más complejo de la práctica y la teoría de la lucha social constructiva –hay también la que busca lo “destructivo” y violento como un fin en sí mismo-. Mantener la toma, me parece, aumenta cada día más la indefensión, la inseguridad, disminuye el poder moral y material. Como podría decirse citando a Hannah Arendt, a esta altura la toma es una acción de “fuerza” y no de “poder”, aunque el orden social infantilmente nos quiera hacer creer que cuanto más fuerza más poder, cuando es exactamente al revés. Por eso, prolongar en esta forma de encierro -sin el consenso comunitario- la toma, es simplemente una señal de debilidad, moral y material, y, en síntesis: retrasa la llegada de los cambios reales que una mayoría queremos ya.

Asimismo, he estado cada vez más sorprendido por el manejo de los tiempos en este conflicto, sea de las autoridades de la Unam que de las Mujeres Organizadas de la FFyL -ambos apostando al desgaste del adversario-; se ha perdido la noción de los “tiempos sociales”, del “Otro y la Otra”, algo fundamental para el “principio de realidad” básico necesario para avanzar en un objetivo como este; el diálogo con la comunidad ha estado ausente y ésta -sobre todo las maestras (Asamblea Autónoma de Profesores, Mujeres Profesoras Unam…) porque las estudiantes están “desaparecidas”- lentamente está tomando conciencia que no se trata de un conflicto entre dos partes sino de todxs las 12 mil personas de la facultad, y que debemos asumir un papel mucho más de actores sociales activos y no pasivos, con propuestas y acciones. Cada vez más hay iniciativas valiosas.

El Pliego de Demandas estudiantiles (20 noviembre) ha sido un importante documento, con mucho esfuerzo de sistematización y de mesas de trabajo, pero por momentos he pensado que tal vez no se ha “tomado conciencia” suficientemente que han habido logros valiosos en las acciones que las autoridades han planteado desde sus “Respuesta a las Demandas” (21 noviembre). La continua descalificación casi a priori de estos logros “invisibilizados”, no ayuda a construir un real avance en esta lucha, y regresa todo a la espiral del odio y la estigmatización mutua. Está claro que existen una gran cantidad de acciones y cambios demandados en el Pliego que aún no están precisados ni “concretados institucionalmente”, pero que cuanto antes deben comenzar a concretarse (la Comisión Tripartita por ejemplo, las materias de género obligatorias, el nombramiento de una nueva abogada para estos casos, el seguimiento de las denuncias estudiantiles, el apoyo al caso de la desaparición de Mariela Vanessa Díaz Valverde…). Justamente esa es la lucha concreta, con mucha más gente y especialización que debe darse ahora tomando muy en cuenta los diferentes tiempos (corto, mediano y largo plaza) de cada acción; sería peligroso y absurdo ignorar esto que es normal en todo proceso histórico de lucha social y negociación, para buscar imponer la lógica del “todo o nada” o de la estigmatización y desconfianza a priori del adversario (aunque existan muchas razones para ello).

¿Para cuándo las soluciones reales? Sin diálogo y co-operación comunitaria no existen

Para que todas estas demandas valiosas se hagan realidad, primero muy concretamente en el territorio de nuestra facultad para evitar caer en generalizaciones que sólo debilitarán y desviarían los logros, me parece que la etapa en la que debemos entrar es de co-operación rigurosa y real, con “principio de igualación” sin simulaciones, entre toda la comunidad. No sólo por una cuestión de principios y valores, sino por algo muy práctico que es el hecho que el cúmulo de conocimientos y especialidades que se necesitan para operar los cambios propuestos rebasan las dos identidades enfrentadas directamente ahora; el grupo de Mujeres Organizadas abrió con su determinación un camino, pero ese camino hay que caminarlo comunitaria y colectivamente. O sea, puede ser más útil en esta etapa cambiar la táctica para transformar algunos avances aún sólo existentes en la palabra escrita en acciones materiales concretas en terrenos institucionales, jurídicos, políticos, profesionales, psicológicos, académicos, etc., para las que se necesitarán más conocimientos, identidades y actores comunitarios involucrados -más “fuerza auxiliar”-.

Particularmente, por ejemplo, nos parece, que el manejo y resolución de las denuncias de acoso y abuso de poder hechas por estudiantes en redes sociales, requieren de un complejo, delicado, valiente y profundo trabajo colectivo tripartito. Son acciones muy valientes y de total construcción de justicia y paz en la comunidad, muy necesarias, pero no pueden tomarse a priori como “verdades absolutas” que lleven a “sanciones ejemplares y desproporcionadas”, sino que deben construirse instancias (¿comisiones de verdad y justicia?) que investiguen, esclarezcan y sancionen si es necesario en la línea que piden todas las víctimas de la guerra en nuestro país: verdad, justicia, reparación y no repetición. Si algo caracteriza a nuestra facultad desde siempre es el aprendizaje de un manejo crítico de las fuentes, en la época que sea, con el objetivo de investigar y difundir la mayor objetividad posible en los hechos sociales analizados.

Por ello, el problema epistémico, práctico, táctico, no es “levantar o no la toma”, sino “co-operar o no entre iguales” en la comunidad de la facultad, para empezar a detener y prevenir cuanto antes las distintas violencias. Una buena cantidad de profesores -y creo también de estudiantes y trabajadores- quieren luchar y tener felicidad por esta causa -pero con la toma, la facultad cerrada y sin diálogo abierto- se hace muy complicado y se debilitan las acciones; nos necesitamos todos en esta dura lucha de humanización de nuestro espacio, de la institución y a la larga de la especie. Ninguna de las dos partes puede por sí sola resolver y construir la operación y cambios del Pliego de demandas y respuestas. Se hace así imprescindible hacer más masiva, abierta e incluyente la nueva etapa de la lucha por este cambio fundamental.

Me parece que lo más “radical” -ir a la raíz- en esta nueva etapa de la lucha que debe abrirse, sería encontrar la forma más efectiva y rápida para que las Mujeres Organizadas, las autoridades de la facultad y la Unam, la comunidad comprometida más humanista y justiciera de la facultad, pudieran sumar esfuerzos y conocimientos para que desde el semestre próximo nuestra facultad vea ya en “operación” muy concreta muchos de los cambios que urgen para detener y prevenir todo tipo de violencias. Así, este conflicto será una excelente oportunidad de transformar nuestra facultad en un espacio de relaciones sociales, intelectuales, epistémicas y morales más humanas y humanizantes, para todas y todos. Pero para ello -me parece- no necesitamos una “toma cerrada” sino una “facultad abierta”, no necesitamos sólo que “arda lo que tiene que arder” -que puede sin desearlo sólo derivar en más violencia- sino sobre todo que se “construya todo lo que se tiene que construir“. Y para construir no sobra ni puede monopolizarlo nadie, nos necesitamos todas y todos ¡Ya!

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