Pensar en voz alta la justicia y la paz

Pietro Ameglio

Levantamiento social en Estados Unidos: antirracismo y resistencia civil noviolenta

1-Un “Hecho Social Original” de Lucha

Cuando un pueblo en forma masiva y con “firmeza permanente” grita “¡Ya basta!”, delimitando así pública y abiertamente, su “frontera moral y material”, no podemos menos que ¡emocionarnos al extremo!. No se trata sólo de un tema de dignidad sino de toma de conciencia ante los límites de la inhumanidad dispuestos a tolerarse. En octubre del año pasado sucedió en Ecuador, y poco después en Chile también. En México podríamos tener una referencia similar, en la radicalidad moral y material de la respuesta social en enero del 94 para parar la guerra en Chiapas, y en octubre del 2014 ante la desaparición de los 43 normalistas de Ayotzinapa. Este tipo de levantamientos sociales se enfocan a la construcción de una “paz desobediente”, porque surgen de la indispensable “desobediencia debida a una orden inhumana” (Juan C. Marín); y nos dejan siempre una gran pregunta fundamental para la construcción de nuestra propia identidad moral: ¿cuál es nuestra frontera moral? ¿qué orden inhumana nos puede indignar para tener este nivel tan alto de respuesta individual y colectiva?

Algo central para construir un pensamiento autónomo es la capacidad de captar los hechos sociales originales, en sus especificidades, conceptos nuevos a aprender, no normalizarlos, no generalizarlos, no interpretarlos mecánicamente según categorías pasadas. Problemas de racismo y protestas hay en muchos lugares del mundo, pero lo que está sucediendo específicamente a todo lo largo y ancho de EU ahora no son sólo protestas -ni “reiteraciones mecánicas” de otras movilizaciones-, sino que tiene, por distintas características, la posibilidad latente que sea más que un estallido social, que sea un “levantamiento social” en el sentido de un “despertar” y “cambio más profundo” real en algún aspecto central de la vida social, no en un sentido de “revolución” como a veces lo entendemos en América Latina. Como bien señalaba Spike Lee: “No había visto marchas tan diversas desde que era niño (citando los movimientos sociales de los 60 con Martin Luther King)” (La Jornada, 2-6-20).

Un levantamiento se sitúa en el plano de la “lucha social”, que es precisamente donde están las actuales movilizaciones en EU, mientras las muy valiosas movilizaciones de otras partes del mundo están en el plano de la “solidaridad”, muy importante y necesario, pero no es lo mismo, en la lucha existen adversarios concretos a quienes enfrentar y dirigir las acciones. Intentemos analizar este aspecto clave para poder entender lo que sucede y hacia dónde pudiera ir su direccionalidad: el tipo de objetivos seleccionados junto al tipo de las acciones noviolentas instrumentadas, nos parece, hablan de la claridad acerca de los adversarios y la necesaria proporcionalidad en las acciones con la violencia que se combate.

Creemos humildemente, a mucha distancia y sin conocer bien al país, que podría tratarse de una posible “vuelta de tuerca” en la política social de ese país, en cuanto al racismo, a la violencia policial y al sentido de la seguridad pública. Los efectos de este levantamiento (continuo y creciente, extendido por gran parte del territorio, multirracial y de todas las edades e identidades sociales, apoyado por muchos sectores de la reserva moral nacional, cada día más masivo y firme en la radicalidad noviolenta) están creciendo cada día en cuanto a proyectos de cambios legislativos, políticos, presupuestales, institucionales y de lógicas policiales, del uso de la fuerza pública, etc. , que claramente habrá que ver si se concretizan. Lógicamente todo son aún preguntas, hipótesis, esperanzas, aprendizajes.

2- La violencia como proceso de concatenación de acciones y complicidades

¿Por 20 dólares (¿falsos?) asfixiar a alguien con físico muy fuerte, que no opuso resistencia y sólo decía “¡Mamá! ¡¡¡No respiro!!!” en plena avenida, en pleno día, 4 policías humillándolo tirado en el piso, por casi 9 minutos? ¿Por qué tanta crueldad, abuso de violencia, humillación, si en ningún momento se ve que le interroguen por el aparente delito? ¿Cuál es la relación entre el fin y los medios?

Evidentemente hay mucho más detrás de esta acción de “violencia directa”, en cuanto a “violencia cultural y estructural” mucho más profundo: el racismo, la desigualdad social, la brutalidad de la autoridad (empezando por la policía y el ejército) para reprimir o disparar sobre afrodescendientes e inmigrantes de todas las nacionalidades, el militarismo y autoritarismo gubernamental, la impunidad de los asesinos en los tribunales, la manipulación mediática contra los más indefensos…como muy bien lo denuncia el movimiento de Black Lives Matter (Las vidas negras importan).

Para profundizar en la búsqueda de estos “inobservados sociales”, claves para entender lo que realmente pasó, será importante escuchar también a Dereck Chauvin y a los otros tres policías (Thomas Lane, Alexander Kueng y Tou Thou) que lo acompañaban y participaron directamente en ese asesinato, en formas diferentes, acerca de qué “órdenes obedecían ciegamente”. Estos tres policías fueron también cómplices, al no ser capaces de “desobedecer la orden inhumana” de su colega, ejecutada ante sus ojos. Un castigo ejemplar brutal, sin siquiera la mínima humanidad e inteligencia práctica de oír las súplicas de la víctima agonizando: ¿qué proporción y relación falta-castigo hay entre asfixiar a alguien y pagar con un billete falso de U$ 20 (en caso que fuera cierto)? ¿Me pregunto si el jefe de la unidad policial de Dereck, y los jefes de la policía de Minneapolis y Minessota no han renunciado? ¿Creen que no son responsables directos, no tienen ninguna dignidad personal o están de acuerdo con esa acción?

La construcción y narrativa mediática y política oficial inicial fue para garantizar la mayor impunidad, a partir de señalar permanentemente un solo victimario -Dereck Chauvin- pero quedó rápidamente destruida al mostrarse un video donde dos de estos policías estaban con sus rodillas en la espalda de George, lo que explica que él no haya podido siquiera moverse un poco para resistir. Y el cuarto agente estaba parado a centímetros de Dereck “contemplando” la acción, y no sabemos si le decía algo. Ese cuarto agente se parece a muchos de nosotros, en ocasiones en que vemos una situación de injusticia y no decimos nada, y con nuestra presencia silenciosa la avalamos.

En el fondo, lo que está detrás de esta cuestión es cómo comprender y enfocar la reflexión sobre hechos de violencia social: viéndolos sólo en su “punto periférico” del último elemento que hace la acción final, o como un proceso de muchos cuerpos que van construyendo las condiciones para esa “acción final”. En este último caso, dentro de la cultura de paz, son muchas las responsabilidades y las consecuencias a imponer para promover la verdad, la justicia , la no repetición y la reparación. Los hechos de violencia son así la resultante de la construcción de un proceso social donde se enlazan o concatenan -en muy diferentes y complejas formas y sobre todo lógicas de pensamiento y acción- distintas acciones y niveles morales: Dereck antes -en otras situaciones- puso sus rodillas en las espaldas de los detenidos, antes estuvo parado al lado del principal victimario sin decir nada, antes filmó una escena de violencia en la vía pública y no la subió a redes o denunció, antes tenía celular pero no filmó la escena de violencia…Por ello, la construcción de una “paz desobediente” consiste en la toma de conciencia -sin culpabilidad- de dónde está mi cuerpo en cualquier proceso social de violencia que atraviese mi identidad, y comenzar cuanto antes a desprocesarlo con la “desobediencia a esas órdenes inhumanas”.

A su vez, detengámonos por un momento a revisar los tiempos de este hecho social, que inició con el brutal asesinato el 25 de mayo del Sr. George Floyd (Carmen Fracchia: https://www.fronterad.com/cuantos-crimenes-mas-como-el-de-george-floyd-tienen-que-ocurrir-en-estados-unidos-para-enterrar-el-racismo/) a plena luz del día en una calle de Minneapolis, afroamericano acusado de pagar con un billete falso, algo que hasta hoy no está demostrado, y que además él mismo pudo recibirlo de otro lado. Al otro día, los 4 policías fueron despedidos; ¡4 días después (29 mayo)! recién es arrestado el victimario más directo Dereck Chauvin, acusado de homicidio de 3er. grado; ¡9 días después (3 junio)! apenas se arrestó y acusó a los otros 3 policías (¡increíble pensar que sólo Dereck fuera el responsable!) y se agravan los cargos contra Dereck acusándolo de homicidio de 2º. grado.

3- Lucha noviolenta como Levantamiento Social

¿Por qué esta escalada de sanciones -aunque muy lenta para la gravedad del asesinato, igualmente importante para la historia de la justicia contra los policías en EU por crímenes de violencia hacia las poblaciones afroamericanas-? Sin duda, en gran parte, por las enormes y ejemplares movilizaciones sociales masivas en todo el país.

La primera gran acción noviolenta y clave para romper la impunidad, y desatar el levantamiento social, fue una transeúnte que, con gran valor, filmó los hechos y los subió a las redes. Esa persona, primero tenía un arma como es un celular, pero, segundo y principalmente, se animó a usarla en la escena del crimen frente a los policías, y luego, con mayor valor aún se animó a difundir la filmación en redes. Son tres acciones diferentes, que exigen un creciente valor y determinación moral. Ella no quiso ser cómplice con su silencio, “mirando para otro lado como si no pasara nada”, normalizando ese asesinato en plena vía pública. Esta acción es totalmente opuesta -en su lógica y forma- a la del cuarto policía que ”contempla” -cómplice- sin hacer nada a los otros tres victimarios directos. ¿La construcción de nuestra propia identidad social a quién se parecerá más de estos dos personajes?

Asimismo, en lo personal, sentí una emoción grande al ver las fotos de las gigantescas oleadas masivas multi-identitarias en muchísimas ciudades de EU, con una enorme determinación moral, fraternidad, solidaridad con la familia Floyd y los afroamericanos, y realizando acciones noviolentas en su inmensa mayoría para lograr ¡cambios de fondo ya!. También me emocioné con dos fotos en que se mostraban un cuartel de policía en Minneapolis y una patrulla quemándose. En estas fotos se ve toda la fuerza de la lucha noviolenta en este levantamiento social, al quemarse uno de los principales símbolos de la identidad de los cuatro victimarios: un coche de policía y el cuartel donde reciben las órdenes inhumanas. No se están quemando policías sino un símbolo, en una acción que podría ser vista como un “ataque directo” violento a un objeto material del poder público, pero que en su lógica de “construcción de justicia y paz verdaderas” constituye la destrucción de un medio que acaba de ser usado para cometer un crimen de atroz inhumanidad, por tanto la interpretación de la acción no debe centrarse en el “fetichismo” de la mirada hacia las armas usadas (bombas molotov), y con ello ocultar el verdadero significado de la acción: destruir lo que mató a George. Es una acción que entraría en un rango cercano al “sabotaje”, que son tipos de acciones en la frontera entre la noviolencia y la violencia, porque no atacan a personas sino a objetos que esas personas adversarias usan para oprimir o acumular más poder. Por acciones de ese tipo Nelson Mandela fue preso 27 años (1962-90).

A su vez, algo que también afloró rápidamente en estas protestas masivas, es la historia y cultura que existe en el pueblo norteamericano, y especialmente en el afrodescendiente por Martin Luther King y muchos otros líderes noviolentos, acerca de las movilizaciones noviolentas y particularmente de la desobediencia civil, verdadero motor en el avance de la humanización de nuestra especie, y para nada factor de caos social como pregonan quienes quieren conservar el statu quo. Es una experiencia histórica que está instalada en muchas identidades sociales y culturales, y puede aflorar cuando se necesita. Lo que estamos viendo, con emoción y total solidaridad, en la parte de la población norteamericana levantada contra esta brutal injusticia, es una gran ira, rabia e indignación moral y material. ¡Qué bueno! La vida, dentro de la cultura y construcción de paz con justicia, exige estar permanentemente atento ante situaciones inhumanas que nos rodean -cerca o lejos- y reaccionar ante ellas “desobedeciendo” para no ser cómplices -directos o indirectos-. Ése es el “camino para humanizarnos”; a veces es individual, a veces grupal, a veces masivo como ahora. O sea, en palabras del zapatismo, Hannah Arendt y Stephane Hessel, construir, promover y accionar la “digna rabia” y la “indignación”. La población de muchas ciudades de Estados Unidos, y luego de otros lugares del mundo, colocó la indignación moral, la justicia, el no al racismo, por encima del terror a morir por el contagio, y salió a las calles -para recuperarlas y no soltarlas en este encierro pandémico- poniendo sus cuerpos en forma masiva y en total contacto a protestar con enorme determinación, en los lugares exactos asociados a los victimarios y las autoridades que los sostienen -empezando por el presidente-, para exigir plena verdad, justicia y cambios de fondo.

Una acción muy bella y ejemplar fue que la gente en muchas ciudades se quedó en la calle protestando aún con toque de queda (existente en más de ¡40 ciudades!), enfrentando los arrestos masivos con total calma y poder. Bien dijo Luther King: “Hasta que no seamos dignos de llenar las cárceles, no seremos dignos de la victoria”. Se sabe que en un nivel de legitimidad y masas como ahora, el encarcelamiento rápidamente se le revierte a la autoridad, se vuelve simbólico e inmoral, por lo que se ve obligada a cancelarlo. Asimismo, la permanencia del plantón frente a la Casa Blanca, pese a las grandes amenazas y represión de Trump, ha sido significativa. Emblemática también fue la negativa de Choferes sindicalizados de Minneapolis a transportar manifestantes arrestados por la policía, en un claro ejemplo de no-cooperación. A su vez, cada vez más será clave la participación pública decidida y clara de grandes sectores de la “reserva moral” estadounidense (arte, cine, ciencia, cultura, política, religión, sindicatos, deportes…) manifestándose abiertamente en forma noviolenta radical, proporcional al hecho de alta violencia que se combate.

Por otro lado, es una experiencia histórica que un adversario como Trump tiene su mayor potencial incitando a la violencia (en un twit que Trump sacó enseguida que comenzaron las protestas dice: “Si comienzan los saqueos, comenzarán los tiroteos”), construyendo la espiral del odio (acusando de terroristas a los grupos antifascistas) y mostrándose mesiánicamente como salvador (foto con la Biblia en la iglesia de san Juan). Necesita justificar su represión de todo nivel mostrando y provocando la violencia de los adversarios, de ahí que el movimiento social noviolento conoce por experiencia que la fuerza moral y material de las protestas pierde muchísima eficacia si hay ataques violentos a personas o instalaciones sin relación directa con los victimarios. Eso también, inmediatamente aleja una de las principales armas de este tipo de lucha: la suma masiva de cuerpos, ya que el temor hace que la gente no se sume a la causa en las calles. Nos pareció muy estratégica la acción en que grupos de activistas bloquearon entradas de tiendas para impedir que hubiera saqueos de grupos de protesta que usan tácticas violentas diferentes.

Así, cada vez más se ha afirmado y creido el carácter noviolento del levantamiento, logrando que, incluso, algunos sectores de la autoridad se dividieran y manifestarna su negativa a reprimir manifestaciones y a a que se cumplieran las demandas legítimas urgentes.

4- Preguntas estratégicas para seguir reflexionando y actuando

Por supuesto que un hecho social con este nivel de originalidad y radicalidad de lucha directa, cultural y estructural, nos coloca delante de muchas preguntas y “observables sociales” centrales para tomar conciencia en nuestras vidas y en el orden social en que vivimos acerca de cómo luchar mejor y más para su humanización. Quisiera compartir, con sencillez y sin tener respuestas plenas, unas pocas preguntas-ejes de reflexión, desde la mirada de cultura de paz y noviolencia estratégicas:

  • ¿Qué elementos se conjugaron en este hecho social que crearon una ruptura “intelectual, epistémica y/o moral” en millones de personas -la gran mayoría multirraciales, no activistas sociales ni defensoras de los ddhh- tan grandes como para salir inmediatamente a la calle en medio de una pandemia, en el país con más muertos y contagios del mundo, anteponiendo su fuerza moral a su propia vida?
  • ¿Por qué tardó la justicia 4 días en arrestar a Dereck Chauvin, y 9 días en arrestar a los otros 3 policías que estaban con él, con tamañas movilizaciones?
  • ¿Hasta dónde llega la construcción mental, moral, cultural y física del orden social que nos atraviesa, educa en disciplinamiento a todos desde el inicio de nuestras vidas, hacia la “obediencia anticipada a toda orden de castigo que la autoridad emita” (Juan Carlos Marín)? ¿Es tan profunda, ignorante e infantilizante que la ejercemos aún oyendo a un moribundo desconocido que nos grita al lado “¡Mamá! ¡No respiro!”, con una cámara filmando, por 20 dólares -dizque falsos- que no son ni míos?
  • ¿Qué se hubiera logrado en cuanto a verdad, justicia, no repetición y reparación, sin estas movilizaciones de levantamiento social? ¿Hasta dónde pueden sobreponerse protestas sociales en la estrategia de la noviolencia activa y la del anarquismo insurreccional, tomando estrictamente en cuenta sus respectivas claves de acumulación en la lucha (fuerza moral y violencia material respectivamente) y dejando de lado prejuicios morales? ¿Qué efectos y resultados tienen, en concreto, ambas estrategias de lucha en relación a la estrategia de la “espiral de violencia y odio” de Trump y la ultraderecha?

Finalmente, una sencilla pregunta acerca del “principio de realidad” del orden social en que vivimos, para evitar caer en ilusiones, aunque sí con cierta esperanza ahora:

si Dereck Chauvin hubiera sido afrodescendiente, ¿nos podemos imaginar la campaña mediática y político-social de odio acusándolo de sádico, inhumano y no estaría ya sentado en la silla eléctrica?

SOCIAL UPRISING IN THE U.S.: ANTI-RACISM AND NONVIOLENT CIVIL RESISTANCE.

  1. An “Original Social Struggle Event”

When a social body shouts “Enough!” massively and with “permanent firmness”, thus publicly and openly defining its “moral and material frontier” we cannot escape a feeling of extreme emotion! It is not only an issue of dignity, but the becoming aware of the outer limits of inhumanity we are willing to tolerate. Las year, in October, it happened in Ecuador, and not long after in Chile too. In Mexico, we could point to similar references: the moral and materially radical nature of the social response in January 1994 to stop the war in Chiapas, and in October 2014 in the reaction against the disappearance of 43 education students from Ayotzinapa, in the state of Guerrero. This type of social uprisings aim to build a “disobedient peace”, because they emerge from an indispensable “disobedience to any inhuman order” (Juan.C.Marín); and inevitably they leave us with a great question, which is fundamental for the construction of our own moral identity: Which is our moral frontier? Which inhuman order can provoke in us such moral indignation that we can achieve such a high level of individual and collective response?

A central issue in the building of autonomous thinking is the capacity to perceive original social events, in their specific details, in the new concepts which must be learned, not normalized, not generalized, nor interpreted mechanically according to past categories. There are problems of racism and protests in many parts of the world, but what is happening now all over the United States are not simply protests –nor mechanical reiterations of other mobilizations- but rather, if we look at certain characteristics, the latent possibility of going beyond a social explosion, achieve the status of a “social uprising” in the sense of an “awakening” and a real “deeper change” in some central aspect of social life, and not, as we often interpret these phenomena in Latin America, in the sense of a “revolution”. In the words of Spike Lee, “I had never seen demos of such diversity since I was a boy (citing the social movements of the sixties with Martin Luther King)” (La Jornada,2-6-20).

An uprising must be examined within the framework of “social struggle”, which is precisely where the current mobilizations are taking place in the U.S., whereas the very valuable mobilizations in other parts of the world take place in the field of “solidarity”, very important and necessary, but not the same, because in social struggle there are concrete adversaries which must be faced and against whom specific actions must be directed. We will attempt to analyze this key aspect, to enable us to try to understand what is happening and in what direction it might be headed: type of objectives chosen and the type of nonviolent actions implemented, we believe, speak clearly about the adversaries and the necessary proportionality between these actions and the sort of violence they aim to overcome.

We believe modestly, from a considerable distance and without the necessary knowledge of the country, that it could be a possible “turn of the screw” in U.S. social policy, in terms of racism, police violence and the notion of public safety. The effects of this uprising (continuous and growing, covering a considerable part of the national territory, multi-racial and encompassing all ages and social identities, supported by many sectors of the national moral reserve, each day more massive and firm in its nonviolent radicalism) are also growing day by day in terms of projects for legislative, political, budgetary, institutional and police strategies, the use of public force etc., which must be followed closely to determine in what measure they are carried out. Naturally, at the present stage all is shrouded in questions, hypotheses, hope and a long learning process.

  1. Violence results from a linking process of actions and complicities

Asphyxiate somebody for a counterfeit twenty dollar bill? Notwithstanding his powerful physique, his total lack of resistance, and that his only words were “Mother, I can’t breathe!” in the middle of an avenue, in broad daylight, with four policemen humiliating him, flat on the ground, for almost nine minutes? Why so much cruelty, excess of violence and degradation, if there is never the smallest attempt to interrogate him on his alleged felony? Where is the proportion between the end and the means?

Evidently, there is much more behind this act of “direct violence” in terms of “cultural and structural violence”, something much deeper: racism, social inequality, brutality of authority (beginning with the Police and the Military) in the repression or opening fire on African Americans and immigrants of any nationality, militarism and governmental authoritarianism, the impunity of the murderers in the courts, manipulation by the media against the most defenseless… as has been correctly reported by the Black Lives Matter movement.

To go deeper in the search of these “unobserved social facts” which are essential for understanding what really happened, it is also important to listen to Derek Chauvin and the other three policemen (Thomas Lane, Alexander Kueng and Tou Thou) who were with him and participated directly in this murder, in different ways, concerning what “orders they were obeying blindly”. The latter three officers were also accomplices, as they were incapable of “disobeying the inhuman order” of their colleague, being carried out in front of their eyes. A brutal punishment, to serve as an example, without even the minimum of humanity and practical intelligence of hearing the entreaties of the dying victim. What proportion between misdeed and punishment exists in throttling someone and paying with a counterfeit twenty dollar bill (assuming this was true)? I wonder if the commander of Derek’s police unit, and the Police chiefs of Minneapolis and Minnesota have resigned? Do they believe that they are not directly responsible, or are they bereft of personal dignity, or do they agree with what happened?

The early official media and political construction and narrative were conceived to ensure the greatest possible impunity, by permanently centering attention on only one perpetrator –Dereck Chauvin—but this was rapidly disproved by the exhibition of a video which shows that two of the other policemen were kneeling on Mr. George’s back, which explains why he was unable to move or make the smallest gesture of resistance. The fourth officer was standing inches away from Derek “contemplating” the action, and we don´t know if he was saying something to him. This fourth officer looks very much like many of us, when we witness an unjust situation, yet we say nothing, and with our silent presence we endorse it.

At bottom, what is behind all this issue is how to understand and approach reflection on acts of social violence: do we examine their “peripheral point” of the last element which triggers the final action? Or do we view it as a process which includes many bodies that are building the conditions for that “final action” to take place? In this latter case, within the culture of peace, there are many responsibilities and consequences which must be met to encourage truth, justice, non-repetition and reparation. Thus, acts of violence are viewed as the end result of the construction of a social process in which different actions and moral levels are entwined and interlinked in many different and complex forms, leading especially to logics of thought and action: Derek –in other situations in the past—put his knee on the backs of detainees, before he has been standing behind the principal perpetrator without saying anything, before he filmed a scene of violence in a public place but never published it on social networks or denounced it, before he had a cellphone but never used it to film a scene of violence…For this reason, the construction of a “disobedient peace” includes the awareness –without guilt—of where my body is in any social process of violence which involves my identity, and to begin as soon as possible to de-process it by means of “disobedience to those inhuman orders”.

Also, let us pause for a moment to examine the times in which this social event took place, which kicked-off with the brutal murder of Mr. George Floyd on May 25 (http://blogs.bbk.ac.uk/bbkcomments/2020/06/12/how-long-do-we- need-to-wait-to-acknowledge-that-black-people-are-no-longer-our-slaves/): on the next day, the four police officers involved are fired; four days later (May 29!) the most direct perpetrator (Dereck Chauvin) is arrested and charged with third degree murder; nine days later (June 3!) the other three officers were also arrested (It seems unbelievable to allege that Dereck alone was responsible) and the charges against Dereck are increased to second degree murder.

  1. Nonviolent struggle as Social Uprising

Why is this escalation of charges, although much too slow given the gravity of the murder, so important for the history of justice against U.S. police forces in cases of violence against African American populations? No doubt, in considerable part, it is due to the enormous and exemplary massive social mobilizations all over the country.

The first nonviolent action, which was crucial for frustrating the impunity and triggering the social uprising, was that of a passerby who, with great bravery, filmed the event and posted it on social networks. This person, in the first place, had a weapon, a cellular phone; but, in the second, and principally, she had the courage to use it the scene of the crime and in front of the Police; and finally, with even greater courage, she posted her video on the net. These are three different actions which demand an increasing degree of bravery and moral determination. She did not wish to be an accomplice by means of her silence, “looking the other way, as if nothing had happened”, normalizing this murder in the middle of a street. This action is totally opposite –in both its logic and its form—to that of the fourth policeman, who “observed” (thus conniving) without doing anything while the other three perpetrated the aggression. Which of these two actors will the construction of our own social identity take as an example to follow?

Personally, I felt a powerful emotion when I saw the pictures of massive waves of people, with multiple identities in many U.S. cities, armed with an enormous moral determination, fraternity, solidarity with the Floyd family and African Americans in general, indignation against racism and police violence, carrying out mostly nonviolent acts in the quest for basic change now! I was also deeply moved by two photos which showed a police station in Minneapolis and a burning squad car. In these photos we see all the force of nonviolent struggle in this social uprising, with the burning of one of the symbols of the identity of the four perpetrators: a squad car and the station in which the inhuman orders are issued. It is not the officers who are burning, but a symbol, in an action that might be seen as a violent “direct attack” on a material object of public power, but which –in the logic of “construction of real justice and peace” is in effect the destruction of an instrument which has just been used to commit a crime of atrocious inhumanity; therefore, the interpretation of the act must not be centered on the “fetishism” of the weapons used (Molotov cocktails), thus shrouding the true meaning of the action: destroy what killed Mr. George. It is an action that could in part fit in the definition of “sabotage”, acts which are on the borderline between violence and nonviolence, because they do not attack people, but the objects these people use to oppress or to accumulate more power. For actions of this type, Nelson Mandela was in prison for 27 years (1962-1990).

Simultaneously, something that also surfaced rapidly in these massive protests was the history and culture which exists in the American people, and especially in the African American people, concerning Martin Luther King and many other nonviolent leaders who espoused nonviolent mobilizations and particularly civil disobedience, a real engine for the advancement of humanity and not a factor of social chaos, as those who wish to further the statu quo proclaim. It is an historical experience, which is installed in many social and cultural identities, and which can be called upon when it is necessary. What we are seeing, with emotion and total solidarity, in that part of the American population which has risen up against this brutal injustice, is a great anger, rage and moral and material indignation. Good! Life within the culture and construction of peace with justice demands that we constantly be on the alert against the inhuman situations which envelop us –at close quarters or in the distance—and ready to react against them being “disobedient” to avoid being direct or indirect accomplices. This is the “road to humanizing ourselves”; sometimes we tread it individually, others collectively, and sometimes massively, like the present reaction in the U.S. In other words, quoting the Zapatistas, Hannah Arendt and Stephan Hessel, the construction, promotion and activation of “worthy anger” and “indignation”. The population of many cities from all parts of the United States, followed by many more in the world, placed their moral indignation, justice and rejection of racism above their fear of dying from Coronavirus infection, and took to the streets –to occupy them and never let them go, even in this pandemic confinement—placing their bodies massively and in total contact to protest with great determination, in the precise places associated with the perpetrators and the authorities who support them –starting with the president—to demand complete truth, justice and basic change.

A very beautiful and exemplary action was that, in many cities, the people remained in the streets protesting, even when their towns were under curfew (which was declared in more than forty cities!), confronting mass arrests with total aplomb and power. Martin Luther King said it very well: “While we are not able of filling the jails, we are not worthy of victory”. It is well known that, at a certain level of legitimacy and mass protests, jailing demonstrators rapidly reverts against the authorities, it becomes symbolic and immoral, to the extent that it must be cancelled. Similarly, the permanence of the watch in front of the White House, notwithstanding Trump’s grand threats and repression, has been significant. Also, the refusal of Minneapolis carriers to transport demonstrators arrested by the Police, in a clear demonstration of non-cooperation, was also intensely symbolic. At the same time, the growing, decided and clear participation of large sectors of the American “moral reserve” (relevant figures from the arts, cinema, science, culture, politics, religion, unions, sports), demonstrating openly, nonviolently, radically and in proportion with the act of extreme violence they reject, will become increasingly crucial.

On the other hand, it is an historical experience that an adversary like Trump achieves his greatest potential inciting to violence (in a tweet which Trump withdrew immediately after the protests started, he said: “If looting begins, shooting begins”) thus contributing to the spiral of hatred (accusing antifascists of being terrorists), and presenting himself in messianic tones as a savior (photo holding a Bible at Saint John’s church). He needs to justify his repression at all levels showing and provoking the violence of his adversaries; as a result, the nonviolent social movement knows from past experiences that the moral and material strength of their protests loses much of its effectiveness if there are violent attacks against persons or installations with no direct link to the perpetrators of the atrocity. This practice immediately alienates one of the principal instruments of this type of struggle: the massive sum of bodies, as fear inhibits many people from joining the demonstration on the streets. We thought it was a great strategic move that groups of activists blocked the accesses to stores to prevent looting by protest groups using different violent tactics.

Thus, the nonviolent character of the uprising has been increasingly stated and believed, causing even some sectors of authority to break formation and express their refusal to repress demos, suggesting that some of the more urgent demands should be met.

  1. Strategic issues on which to continue reflecting and acting

Of course, a social event of this originality and radical direct action, both culturally and structurally, challenges us with many questions and “observable social facts” which are central to our achieving the necessary awareness in our own lives and in the social order in which we live concerning which are the best ways to struggle for their humanization. I would like to share, with no pretension of having complete answers, a few questions/reflections axes, from the point of view of the culture of strategic peace and nonviolence.

  • Which elements came together and created an “intellectual, epistemic and/or moral rupture” in millions of people –the great majority of them were multi-racial, no social activists or human rights advocates—so intense that it compelled them to take to the streets in the middle of a pandemic, in the country with more infections and deaths in the world, putting their moral conscience before their own life?
  • Why did the Police take four days to arrest Derek Chauvin, and nine days to arrest the other three police officers who were with him, in the face of such mobilizations?
  • How far does the mental, moral, cultural and physical construction of social order reach in its mission of permeating, educating, and disciplining all of us, from the beginning of our lives, in “anticipated obedience to any punishment order that authority gives” (Jan Carlos Marin)? Is this obedience so deep, ignorant and infantilizing that we follow it even in the face of a dying stranger who is shouting at us “Mother, I can’t breathe!”, while a camera is filming him, under the pretext of a supposedly forged 20 dollar bill, that wasn’t even his?
  • What might have been achieved, in terms of truth, justice, non- repetition and reparation without all the mobilizations of this social uprising? To what extent can social protests which follow the strategy of active nonviolence dovetail with those of insurrectional anarchism, on the strict basis of their respective accumulation keys in the struggle (moral force and material violence), independently from moral prejudices? What concrete effects and results have both strategies produced in the face of the strategy of the “hatred spiral” advocated by Trump and the extreme right?

To conclude, just a simple question about the “reality principle” of the social order in which we live, just to avoid being trapped by illusions, even though we can indulge in a certain hope now:

If Dereck Chauvin had been an African American, can we imagine the media and politico-social hatred campaign, accusing him of being inhuman, sadist? And might he not even be on his way the electric chair right now?

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