Romper el Cerco

Andrea Cegna

La sindemia va

En algunos países se esconde en verano y reaparece en invierno. En otros, como por ejemplo Sudáfrica, se mueve de manera diferente. Gianni Tognoni, médico, epidemiólogo del Instituto Mario Negri de Milán dijo durante una entrevista que le hice por Radio Onda d’Urto que «se tomó una decisión dramática, trágica, criminal, que NO garantiza la vacunación universal» y luego agregó que «hablamos de unas víctimas más nuestras, cuando decidimos cada día no dar nada a los otros, por eso diría que está bien que al menos produzcan variantes que nos contagien”.

Una posición clara que describe bien las elecciones tajantes realizadas en el marco del gobierno de la “crisis del Covid 19”. Porque si es evidente que muy a menudo los países no han ido en un orden particular en la gestión de las consecuencias del virus, también es cierto que el gobierno del juego de las vacunas, en cambio, ha sido centralizado desde el principio.

El «mundo occidental» decidió qué vacunas se pueden utilizar, dejando sin validez las que se producen en Cuba, Rusia o China. Los países excluidos de la compra de bienes empaquetados en los EE,UU fueron abastecidos por rusos y chinos, lo que mostró efectivamente el otro lado del capitalismo que se comporta como el de Estados Unidos. En el medio está Cuba que, en medio de un calvario llamado embargo, la impactante ausencia de turistas y la difícil elección de la moneda única, envió médicos por todo el mundo para ayudar en la gestión de la pandemia.

Ahora, además de las vacunas que se producen en Cuba, hay una palabra, un concepto, una óptica sobre todas las demás y en todo el mundo: la patente propietaria. Los que quieren la vacuna deben pagar, los países tienen que pagar para vacunar a sus ciudadanos; para no morir hay que pagar. “Sólo se salvan los que se lo pueden permitir”, parece ser el concepto oculto que acecha y se esconde detrás de las diferentes políticas de diferentes países.

La vacuna es necesaria, sirve para no acabar en las unidades de cuidados intensivos, sirve para no morir, y mientras se decide que las farmacéuticas no deben perder ni un euro (sin importar de qué latitud o longitud provengan) nos quejamos de la variante Delta o la variante Ómicron, se cuentan historias imaginarias según las cuales si el virus sigue existiendo es culpa de los que no se vacunan, en lugar de tomar las palabras de los científicos que desde el día cero hablaron de una vacuna necesaria, pero insuficiente.

Una campaña mundial para el sacrificio de patentes de vacunas anticovid y de cualquier enfermedad que pueda ser mortal, debe ser el punto mínimo de contacto entre quienes quieren un mundo diferente.

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