Pensar en voz alta la justicia y la paz

Pietro Ameglio

Iniciativa católica internacional por una paz justa e integral desde la no violencia

Foto: Pressenza

Este año se celebran los 150 años del nacimiento del Mahatma Gandhi, uno de los padres fundadores de la noviolencia como práctica de liberación y paz justa, inspirado siempre en el “Sermón de la Montaña”; el 4 de abril acaban de recordarse 51 años del asesinato de Martin Luther King; y la iglesia católica canonizó el año pasado a monseñor Óscar Romero, gran testimonio de acción y palabra por la noviolencia.

¿Y si el papa hiciera una encíclica sobre la necesidad que la iglesia católica -y el mundo- adoptaran como forma de vida, como forma de desarrollo económico, como forma de transformar los conflictos a todos los niveles, la construcción de una paz integral que pusiera por delante a la justicia en todos los sentidos? Al decir encíclica -principal documento del papado- no estamos pensando sólo en un documento escrito -como hay miles- sino en una política de Estado, que hiciera que ese importante actor del orden social, sobre todo en la historia occidental, se comprometiera interna y externamente con acciones claramente de acuerdo con valores y experiencias históricas que creemos están a la raíz de su fe y la vida de Cristo.

Desde hace tres años se ha iniciado un proceso internacional plural muy enriquecedor, de reflexión y acción colectiva, nacido con sencillez “desde abajo” en la iglesia católica, aunque uno de sus principales objetivos esté “arriba”, para que salga una poderosa y clara “orden universal” (encíclica) desde la cabeza de la iglesia, que impulse una campaña y asuma sin rodeos una posición activa a favor de la paz integral justa desde la noviolencia, en lo individual, en lo social y en lo ambiental. Las personas involucradas somos de decenas de países de todos los continentes, de múltiples organizaciones y universidades no sólo católicas, con experiencias directas en la construcción de paz y noviolencia, en situaciones de guerra y alta conflictividad social.

La encíclica sería una forma en la que la iglesia católica re-encontrara ciertas raíces de su origen en la actualidad, “metiendo el cuerpo” más –desde la jerarquía y su principal cabeza espiritual y política- en acciones concretas por la justicia y la paz. La encíclica es, por tanto, también ya en sí misma una importante acción noviolenta. La participación de las bases de la iglesia (el “pueblo creyente”), junto sólo a algunos miembros de la jerarquía, en acciones noviolentas de paz justa ya se ha realizado por milenios, por tanto nos parece que ahora es momento que se asuma también esta postura como una obligación de la jerarquía dentro de una forma de “política evangélica de Estado”. Esto frente al olvido por siglos, que llevó a “la complicidad y justificación de la violencia por parte de la iglesia católica”.

Esta acción empezaría por “meter el cuerpo” en acciones públicas y abiertas que enfrenten las “órdenes inhumanas” de la violencia y la guerra del sistema capitalista, estando junto a los que las sufren o luchan contra ellas, promoviendo así como sinónimo de la noviolencia: la “desobediencia debida a toda orden inhumana”. Sería una forma en la que toda la iglesia –empezando por la jerarquía- podría pasar de ser “solidaria”, en el mejor de los casos, con los que sufren y luchan (declaraciones, conferencias, entrevistas mediáticas, homilías…), a ella misma ser parte de esas luchas con acciones justas y noviolentas.

Se trataría en lo estratégico desde la noviolencia, de acumular esa fuerza social a favor de las luchas sociales y resistencias justas, pues el cuerpo de la jerarquía eclesial representa una fuerza grande para presionar a los poderes violentos, ya que es parte fundamental histórica de la “reserva moral” de una sociedad. Que se actúe con decisión y “firmeza permanente” por la noviolencia (“¡Ya basta! ¡No nos moveremos de aquí hasta que aparezcan los desaparecidos!”), permitiría a muchos grupos, personas y movimientos sociales que luchan por una paz justa, lograr una mayor “igualación de poder” con los actores que los agreden, y lograr entonces avanzar en sus causas y negociaciones justas.

Se ha ido así construyendo un interesante documento (apenas acabado de consensar en un amplio Encuentro en Roma a inicios de abril, convocado por el Dicasterio de Desarrollo Humano y Pax Christi) ), titulado “Impulsando la Noviolencia y la Paz Integral en la iglesia y en el mundo”, donde se describen, a través de ejemplos históricos actuales de todo el mundo, distintas acciones y reflexiones (teológicas, morales y sociales) en las que los cristianos están “metiendo el cuerpo” -junto a las comunidades- actualmente en situaciones de alta violencia o guerra. La acción de la encíclica permitiría potenciar y reforzar la necesidad de multiplicar estos compromisos.

Estas acciones descritas tienen muchos ejes desde donde la iglesia podría comenzar a actuar con más amplitud y decisión también desde su jerarquía, tomando en cuenta que en la estrategia noviolenta debe existir alguna relación proporcional entre el grado de violencia que se enfrenta y el nivel de las acciones noviolentas que se realizan. Al respecto, resulta fundamental explorar estrategias de no-cooperación y desobediencia civil, junto a las “re-constructivas” del tejido social. Así, algunos ejes de acción –universales y para México- importantes, desafiantes e inspiradores, que salen de las acciones descritas en el documento que busca impulsar la encíclica, podrían ser:

1-Ante todo, nos parece que una forma de recuperar el carácter histórico original de la iglesia es señalando clara y públicamente situaciones en las que decide No-Cooperar más con la violencia, guerra e injusticia. Este es uno de los terrenos más importantes donde pronunciarse y actuar con determinación, para que las otras acciones complementarias tengan coherencia, legitimidad y fuerza moral.

Ello implicaría, por ejemplo, retirar sus capitales invertidos en empresas militaristas, usureras, especuladoras, explotadoras, discriminadoras de los trabajadores y destructoras del medio ambiente; retirar a sus representantes en instituciones, gobiernos o instancias que promuevan la violencia, la guerra o la destrucción ambiental. Por tanto, hacer una investigación profunda y abierta de dónde la iglesia tiene sus dineros y representantes sería una acción altamente ejemplificante desde la noviolencia y la paz justa.

2-Campañas de No-Cooperación, a través de boicots a empresas, gobernantes, instituciones que reproduzcan claramente la violencia y la guerra: el ejemplo del exitoso boicot internacional organizado por los Christian PeaceMaker Teams en solidaridad con la comunidad de Las Pavas, Colombia, contra Body-Shop, para combatir las plantaciones del monocultivo de la palma africana, es muy valioso acerca del poder del boicot noviolento, y del peso que podría tener la iglesia universal apoyando luchas de ese tipo.

3- El uso público del poder social que tiene la iglesia jerárquica como “reserva moral” -si actúa- es un “arma noviolenta” fundamental para proteger a los activistas sociales y familiares de víctimas en riesgo, acompañándolos con sus cuerpos permanentemente en sus actividades y vida cotidiana, y para legitimar las resistencias civiles justas presionando a los poderes violentos. Especialmente en realidades de guerra, de alta violencia o de gran impunidad por el delito organizado, como México y Colombia, por ejemplo. Hay ya organizaciones, cristianas y no, ejemplares en este sentido (International Peace Brigades, Christian Peacemakers Team, Operazione Colomba, International Nonviolent Peaceforce…), pero podría potenciarse mucho este tipo de acción.

4-Ser Testigos directos y acompañantes: como en casos de Colombia, Kenia, República Centroafricana, Siria, México de las Brigadas de búsqueda de fosas clandestinas de desaparecidos, y permaneciendo junto a las víctimas en la exigencia de sus demandas a las autoridades. El ejemplo de un obispo colombiano ocultando su cámara para registrar y denunciar testimonios de violaciones de derechos humanos, ejemplifica la fuerza moral y material necesaria para “meter el cuerpo”.

5-Acciones públicas noviolentas encabezadas por las jerarquías donde se demuestre claramente la oposición a políticas inhumanas: actos ecuménicos rechazando el nacionalismo en Croacia; acompañar a los ancianos de Kenia en caminatas y reuniones pacificadoras de aldea en aldea en medio de una guerra, donando también toneladas de trigo a aldeas enemigas con hambre; programas de “cohesión social” en la guerra interna de la República Centroafricana.

6-Mediación social local e internacional en situaciones de guerra: casos de Kenia, Croacia, Siria con la “diplomacia democrática popular”, viviendo junto a los refugiados y desplazados en sus campos y articulándolos con poderes y organismos internacionales, que apoyen y legitimen sus luchas. En muchos países o territorios, se ha visto que la iglesia es más fuerte que el Estado, y puede trabajar con confianza directamente con actores claves de los dos bandos enfrentados.

Mediación también en el sentido de enlazar luchas noviolentas entre sí, crear redes y puentes de aprendizaje y más conocimiento de experiencias compartidas: caso de Operazione Colomba entre comunidades desplazadas de San José Apartadó (Colombia) y Siria para la creación de “zonas de paz” para el retorno.

7-Campañas en medios de comunicación: en Croacia, por ejemplo, frente al nacionalismo exacerbado; en México debería hacerse una convocatoria pública a la sociedad para que en forma anónima y con la garantía de no padecer consecuencias se diga la información que se tenga sobre las fosas clandestinas o el paradero de desaparecidos. A su vez, es también fundamental, como señala Mel Duncan, de la Fuerza Internacional de Paz, que la iglesia “tome posiciones militantes no sólo en los países afectados por conflictos, sino también en los asientos del imperio”.

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