En tierra ocupada

Melissa Cardoza

El creciente poder de la policía hondureña

Hace ya año y medio que se estableció en Honduras un supuesto estado de excepción con el argumento de disminuir el crimen organizado, la delincuencia común y los asesinatos que son tan cotidianos y terribles. La excepción no es tal, el gobierno de Xiomara Castro ya acostumbró a llenar de policías, armas, operativos, políticas de represión, a veces silenciosa y siempre efectiva, los barrios, colonias y comunidades señaladas como conflictivas, híper pobladas y pobres.

La gente que andamos en la calle sabemos quién es la policía, y lo lejano que se encuentra del eslogan de su institución: servir y proteger. Últimamente he tenido muy cerca a tres personas que han vivido detención y abuso policial por expresar su malestar y sus derechos ante acciones ilegítimas de estos uniformados, que irrumpen en lugares públicos con su acostumbrada violencia para someter a los civiles, y a cualquier palabra y gesto le llaman desobediencia a la autoridad. Sus actos son para enseñarnos eso: obediencia y respeto por el uniforme policial, que se traduce en el miedo de quedar en sus manos con el poder que cada vez más van acumulando, y su consabida impunidad.

Esa es la política de seguridad central del gobierno en su relación con el pueblo de a pie, a cambio de una seguridad que nadie por aquí percibe: política anti pobres, anti jóvenes, y eso es hablar de mucha gente. A quienes sabemos lo que pasa en El Salvador, con estos empoderamientos policiales, nos da escalofrío ver las visitas, simpatías e intercambio de presidencia de aquí con la de allá; y la creciente popularidad nacional de aquel señor presidente con alardes de mesías del Instagram y adalid de la seguridad sin derechos.

Además, como en muchos lados de esta Abya Yala, los acuerdos de seguridad nacional están afincados en quienes viven del terror de las especies, Estados Unidos e Israel. Mientras desde el poder estatal se hacen manifiestos, tuiter, y expresiones de solidaridad, algunas imagino sinceras, con el pueblo de Palestina que encara la destrucción humana más cruel e impune de la historia actual; el gobierno compra carros de millones de lempiras y de dudosa efectividad, precisamente a Israel, con lo cual el embajador se ufana públicamente de las fructíferas relaciones con Honduras, para que no quede duda pública, literalmente dijo: “Seguiremos equipando y apoyando a la Secretaría de Seguridad y a sus unidades especiales, estamos agradecidos por la confianza en la tecnología israelí”

Los inmensos carros que parecen de pesadilla llegan a los barrios para arrancar portones e intimidar a la gente; en estos barrios sí hay crimen organizado, maras, pandillas, delincuentes, curiosamente en los barrios altos de Tegucigalpa también hay crimen organizado, maras, pandillas, delincuentes, pero los carros poderosos no llegan allá y no tocan la propiedad ni la vida de nadie.

En los barrios viven muchas otras personas que mueven cada día la maquinaria laboral de la ciudad, las que sirven en las grandes casas, quienes llevan y traen la comida y las personas, los que limpian y organizan, quienes enseñan y curan; y también algunas que se ponen el uniforme azul para subirse a las patrullas. Pero el discurso policial es sospechar y detener, hasta con sus vecinos, y las personas detenidas tienen que mostrar su honorabilidad de manera expedita, y pasar al menos una noche en una asquerosa y peligrosa celda.

La policía dice que los delitos han disminuido; nosotras, feministas, defensoras, luchadoras hondureñas sabemos que no es así, y entendemos que cuando hay una patrulla policial, un uniformado oficial hay que apartarse porque están legitimados para encarcelar, robar, violar, matar, pues lo han hecho con frecuencia, sin ningún tipo de sanción. También entendemos que es necesario organizarnos ante la creciente represión policial que se va volviendo más frecuente, porque este cuerpo policial que ha recorrido gobiernos y gobernantes no entiende más razones que el de la represión, el sometimiento, la obediencia: el orden patriarcal.

Melissa Cardoza

Escritora, activista feminista integrante de la Red Nacional de Defensoras de Derechos Humanos en Honduras y la Asamblea de Mujeres Luchadoras de Honduras.

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