En tierra ocupada

Melissa Cardoza

El juicio

Y otra vez resulta que el imperio, asesino de infancias palestinas, se yergue para hacer un juicio en contra del expresidente de Honduras, Juan Orlando Hernández, e intenta darnos cátedra de justicia, nombrando lo que por décadas hemos dicho a gritos. Ellas y ellos que lo pusieron donde estuvo, que respaldaron sus gestiones de crímenes, robos a los bienes públicos, armamentismo, venta del país, malversación de las leyes e instituciones nacionales, persecución y asesinato de nuestras compañeras y compañeros.

En Honduras, ahora se esconden como bichos rastreros quienes le permitieron, alentaron, aplaudieron, posibilitaron la degradación a la que llevó a todas las instituciones que debieran proteger el bien público, gente de su partido nefasto, pero no solamente, que hicieron enormes ganancias aliándose con JOH. Es bien sabido que al menos aquí para eso se ha construido el Estado, para delinquir con permiso y prestigio, y los partidos hacen fila para cuando les toque su turno.

La delincuencia organizada de Juan Orlando Hernández y su aparato partidario es responsable del despojo al menos en 12 años que tuvo los plenos poderes, aunque sus antecedentes penales son de siglos y han tenido dignos representantes como en 1933, Tiburcio Carías Andino, el dictador de las bananeras. Hoy, los retoños cariistas, se roban todo lo que pueden, quitándoselo a la gente común de este país, que además les votan cada cuatro años; si no es a ellos, a otros que hacen más o menos lo mismo, porque nos compramos la historia que ellos son los que van a mejorar la vida de todas y todos; pero en doscientos años no lo han hecho, sino todo lo contrario.

Que ahora Juan Orlando Hernández esté sentado en un juzgado de Nueva York, que se le acuse de ser jefe de un cartel asociado a los más grandes criminales del mundo en ese rubro, lo sabemos hace rato. Igualmente lo sabíamos de su hermano, quien se le adelantó y ahora tiene varias cadenas perpetuas en su haber. Los norteamericanos lo han sabido siempre, y aún así, pues hicieron negocios con el narcopresidente, mientras les vino bien; y volvieron sus garras y dientes contra el pueblo de Honduras que en cada acto de cualquier tipo: cumpleaños, graduaciones, bodas, partidos de futbol, por supuesto movilizaciones, plantones, y todas las acciones públicas a las que nos convocamos gritábamos FUERA JOH, y ahí sus policías y guardias llegaron a reprimirnos. Toda esa gente que ahora es tocada con el juicio del siglo como le llaman, son gentuza, profesionales para mentir, para estafar y actuar con alevosía contra los pueblos desprotegidos de estas mafias sin pasaportes.

Lidiar con el narcotráfico en el territorio propio es duro, porque además se suman los políticos, el ejército, las maras, todos buscando más ganancia y poder, y eso les convierte en grupos de una peligrosidad que no tiene comparación con nada: robar y matar son sus actos favoritos. Como dicen los testigos del juicio, desde hace años los presidentes han recibido dinero de los narcos para sus campañas, ganar elecciones y mantenerse en el poder. Eso no sólo incluye a JOH, sino a otros presidentes anteriores, incluso Manuel Zelaya ya fue mencionado en ese tribunal, y para quienes no lo conocen es el presidente al que le dieron golpe de Estado en el año 2009, y el actual y más importante asesor de la presidenta Xiomara Castro, además del padre de sus hijos y pareja o expareja, quién sabe. El y su hermano, Carlos Zelaya, ahora secretario del Congreso Nacional han sido nombrados en el juicio de Nueva York, con señalamientos importantes. Dicho sea de paso una de las propuestas del gobierno actual era que se realizarían cambios en las leyes electorales de tal manera que se pudiera conocer el origen de los fondos de las campañas presidenciales, pero nada de eso se ha hecho.

Quienes andamos a pie sabemos casi todo, aunque no la delicadeza de las telarañas que han construido los forajidos, conocemos a los narcos locales y los mayores, aunque sea en foto; escuchamos donde están sus lavanderías, las pistas de aterrizaje, sus mansiones y quienes les hacen los mejores favores. Y por supuesto no lo hablamos en voz alta, es que no es difícil en un paisito como éste tener información, pero sabemos lo que puede costar tenerla y expresarla. Sólo vemos los muertos más notables como Alfredo Landaverde1 quien en televisión nacional, mientras denunciaba los vínculos de políticos, jueces y policía con el negocio del narco, afirmó, me pueden matar por decir esto aquí, y así sucedió pocos días después.

No son cosas sencillas las que se viven por acá, y pues claro, la gente ya hizo su juicio. Pero también entre la gente hay mucha gente, la que tiene una actitud de pragmatismo y oportunismo y sabe que al fin de cuentas ese dinero lleno de sangre y dolor le sirve para resolver sus propias angustias materiales en vidas cortadas por la violencia, y pues le entra al negocio; hay otra gente que tiene que salir corriendo por no entrarle; otra que lo enfrenta y denuncia; otra que fue asesinada y exiliada por las mismas razones.

En todos los casos para eso también está el cine y la música que se dedican a romantizar a los narcos, a construir la idea tan popular de que lo importante es el dinero a costa de lo que sea, y más se acumula, más felicidad brinda, nos invitan a soñar con carros de lujo, casas increíbles, cuerpos esbeltos porque eso es lo que se propone como meta legítima para la humanidad.

Los narcos políticos no sólo quieren ganar millones con la droga. A Juan Orlando Hernández se le acusa de haber introducido 500 mil kilos de cocaína a Estados Unidos, y una se pregunta y cómo fue que lo hizo, dónde están sus policías y agentes especializados, sus fronteras tan cerradas a la migración, ¿se vuelven porosas al paso de tales cargamentos? Nueva York debiera también preguntarle eso a sus propios funcionarios, pero esa es otra historia.

En Honduras ya hemos hecho ese juicio y sabemos que es culpable, la droga que ahora asesina en los territorios de origen, de paso y destino es un comercio despreciable y criminal; pero Juan Orlando Hernández no sólo cometió esta barbarie, sino que despedazó esta tierra para hacerse más rico y poderoso, junto a un puñado de personas que aquí pululan en sus carros de millones y algunos son parte de la estructura del Estado actual. En nuestro juicio hace años ya es culpable, él, su partido mafioso, la clase política donde todos se parecen, los que se suman a lucrarse del presupuesto nacional, quienes viven con grandes ganancias por ser militares, policías, empleados públicos que le quitan recursos a los hospitales, a las escuelas, a los barrios sin energía ni agua.

Quienes aún tenemos un sano juicio entendemos que lo que hoy sucede y que dice espeluznar a un país como los Estados Unidos capaz de financiar con orgullo bombardeos a hospitales, escuelas y campos de refugio es un capítulo más del oprobio que significa la ambición de la estructura de negocios del patriarcado; que negocia cuando le conviene y condena cuando ya no. Ese que enjuician ahí merece el escarnio, castigo y desprecio; ese y los suyos, no son nuestra gente.

1 Un analista político hondureño que fue subdirector de la oficina de lucha contra el narcotráfico quien hizo denuncias y señalamientos muy fuertes sobre los implicados en este negocio ilícito. Fue asesinado el 7 de diciembre del 2011, por un sicario.

Melissa Cardoza

Escritora, activista feminista integrante de la Red Nacional de Defensoras de Derechos Humanos en Honduras y la Asamblea de Mujeres Luchadoras de Honduras.

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