En tierra ocupada

Melissa Cardoza

Diciembre me gustó pa que te vayas

En altavoces, por las calles, se escuchan merengues, boleros que han sonado una y otra vez por generaciones en estas temporadas, aun cuando las canciones en inglés les van quitando popularidad y efecto de nostalgia y culto a la benevolencia, tan de esta época, en que se pone en suspenso riñas familiares comunes, agravios vecinales y militancias.

Diciembre me gustó pa que te vayas es una de mis favoritas, me imagino un desfile de indeseables partiendo por caminos del olvido y el rechazo histórico y eso me place. No sólo los protagonistas de amores destructivos que es de lo que va el bolero, sino de muchos episodios más de la vida común. El desengaño de la política existente algo tiene de final de romance, quienes confiaron apasionadamente en el discurso electorero y repitieron, como cada cuatro años, los mismos hábitos perniciosos de dejarse llevar por la envoltura del regalo más que por su contenido, hoy maldicen a quienes amaron y les mintieron, sin que su reclamo llegue hasta las alturas, porque para eso los necesitaban.

Mientras tanto nos anuncian que la presidenta hará una limpia de gabinete y más de alguno saldrá con la frente marchita y sus cuentas bancarias a tope de los pasillos del palacio, aunque quien sabe. El gobierno de la primera mujer presidenta de Honduras tiene entre sus colaboradores seres oprobiosos, fundamentalistas, abusadores de mujeres, corruptos, ignorantes hasta el cansancio, homófobos, mentirosas, agresivas por razones de su regalada gana, racistas de corazón, y todo un ramillete de políticos y políticas en todo el país que arribaron de un discurso popular y progresista a una vida plena, nueva y resplandeciente; de ahí que parecen estar muy a gusto con el novedoso dulce encanto de la burguesía. Es cierto que hay otros, pero aquí hablo de estos que son muchos y que toman las decisiones sobre el resto.

Estos que ahora llenan sus varias carretas de compras, con productos de lujo que sólo criticaron cuando no los consumieron, porque ahí acabó la conciencia de clase; pueden comprar regalos, viajar, estrenar sus camionetas, vivir como se merecen. En fin. Hasta el feminismo mal habido más de una vez ha hecho discursos del merecimiento que nos ha llevado a esta derrota tan grande como movimiento y que ha posibilitado todos los consumos y todos las frases de autoayuda para acomodar la vida autocomplaciente en medio de tanta muerte.

Da igual, que se vayan todos decía Argentina en el 2001 y las cacerolas sabían de lo que hablaban con su bullicio de olla vacía, el hambre y la crisis apretó la conciencia; ya tendrán que volver porque ahí también han vuelto a esta escena, por los caminos ya dichos. La memoria se desgasta con facilidad, y pronto estaremos en Honduras buscando la mejor otra candidata, el menos corrupto de los políticos, en esta absurda noria con la que se justifica una versión de la realidad que hace magia con los datos y nos dice que hoy somos menos pobres y que la patria se refunda.

La desgracia y su reverso, la misma salida, votar por otra cara que sonríe al pasar y llora con la miseria que le es ajena; porque quienes eran del lado de las cacerolas se comportan hoy de otras maneras en ese poder que anhelaron, piden paciencia, tiempo y benevolencia. La democracia en este país nunca ha servido realmente para nada, ¿dónde sí?. Que se vayan todos, que aprovechen diciembre, que nos dejen vivir, pensar, amar, crear, que se lleven sus policías, religiones, sus armas, los gastos de representación, el decreto y sus vetos. Pero no se irán porque el paisito les viene bien y les da ganancias a los de siempre, y a los nuevos que encontraron su nicho de éxito y progreso, que tanto les prometió el sistema a la casta joven que emerge entre los miserables.

Ahora los sectores que podrían estar generando pensamiento y acción crítica y radical para potenciar los múltiples cómos y cuándos, y sostener a quienes ya viven de un modo otro aquí mismo donde reina el desamparo, sucumben al agobio, la escasez de esfuerzo colectivo, la impotencia de haber conocido cerebros lúcidos que daban esperanzas, rendidos al servicio del poder actual y sus migajas para el pueblo hondureño. Presenciamos de nuevo el triunfo de lo posible con sus vestiduras caras, nuevos y viejos rostros sonrientes, matrimonios célebres, bebés sanos. Aquí no es difícil perder la moral y obedecer, comprar, irse del país, o solo continuar sin propósito cada día en la chamba, en la calle, en la cama. La propuesta escasea, se retrasa, se encoge, anhela y se extingue por las noches ante las series de televisión que entretienen la impotencia y de alguna manera provocan un efecto de ligero consuelo, que dura poco, porque sigue la matanza en Gaza y los anuncios de los nuevos procesos electorales ya se escuchan en el aire.

Claro que no se irán. Habrá que echarlos. A los de antes y los de ahora.

Melissa Cardoza

Escritora, activista feminista integrante de la Red Nacional de Defensoras de Derechos Humanos en Honduras y la Asamblea de Mujeres Luchadoras de Honduras.

Dejar una Respuesta

Otras columnas