En tierra ocupada

Melissa Cardoza

Miriam Miranda y la voluntad de ser

Tenemos derecho a ser un pueblo culturalmente diferenciado y a vivir en nuestro territorio, dice y repite la lideresa del pueblo garífuna hondureño. Desde hace décadas lo ha dicho y encarnado, yo misma la conocí joven, siempre vital y rebelde, hermosa pensadora de la vida y los destinos del mundo, Miriam Miranda ha dicho sólo inmensas verdades ante la atrocidad del sistema neoliberal, ha desenredado mentiras que se esconden en los discursos de los políticos, del reflejo sin brillo del consumo capitalista, de la negación de pueblos instruidos en la ortografía de las estrellas y las mareas.

Por años, junto a Berta Cáceres, realizó cientos de acciones en donde se pensaba desde el sitio poderoso de ser un pueblo insumiso y amoroso con la vida, y la cambiaron radicalmente. Hoy, tiene más años y pesares encima, el asesinato de Berta también la hirió de manera letal, y aunque se cansa y lamenta, sus maracas nos llaman a no claudicar.

En este momento, Miriam Miranda es una de las mujeres más respetadas y conocidas en el raquítico movimiento social hondureño, sobre todo el que no fue seducido por las sirenas del poder institucional estatal. Su pueblo lleva adelante la reocupación de los territorios que les han sido arrebatados por los empresarios, políticos y terratenientes; al mismo tiempo que proponen procesos de soberanía alimentaria, salud comunitaria, arte que resiste y autodefensa popular.

En el santuario garífuna al norte del país, Faya, Vallecito, Colón una fábrica de aceite de coco se ha organizado como la más importante iniciativa para que las comunidades garífunas vuelven a comer con el aceite que les devuelve la salud, la pertenencia y el goce del alimento. Destinado a ser territorio del narco y la palma aceitera, Faya es tierra hecha resistencia donde se siembra, se habla, se vive y lucha en garífuna; y donde son convocadas las personas que sueñan con los ojos y brazos abiertos.

Apenas hace unas semanas, mientras pasaba tiempo en esa comunidad, Miriam sufrió un atentado. Hombres armados se acercaron a su casa con intenciones de hacerle daño, pero ciertos mecanismos de seguridad impidieron que esto sucediera. La fragilidad de esta luchadora fue más evidente para todas; no hubo manera de apartar de nuestra memoria los días de acecho contra Berta y un terrible miedo e indignación nos acompaña desde entonces.

Algunos sectores del movimiento social se manifestaron en solidaridad con Miriam y su pueblo, desafortunadamente pocos, para la gravedad de los hechos, pero una campaña internacional y otros procesos de protección resguardan a Miriam; y las energías más poderosas que residen en todo lo vivo están a su servicio.

Los liderazgos como el suyo, de décadas y tantos desafíos, son puestos en cuestión por muchas personas a las que les es difícil entender la gramática de un pueblo indígena y negro en el que la centralidad de las mujeres es real. Miriam es una mujer con enorme experiencia y peso político, y como ella, otras mujeres en comunidades costeras enfrentan poderes asesinos haciendo junto a otros lo necesario para no ser despojadas ni tener que huir de esa arena cálida donde caminan.

Los ataques a pueblos como Haití, Palestina, el pueblo kurdo, dan muestra de la amenaza que significa para los poderes opresivos y totalitarios estas colectividades de personas que saben vivir de otra manera, y se sostienen en la voluntad de ser quienes son con una ferocidad capaz de enfrentar las maquinarias de la muerte.

Miriam Miranda señala rutas que no son para el futuro, vienen del pasado y salvan comunidades completas; ahí la autoridad común, la lengua antigua, la actuación de ancestras y ancestros que conocen de la salud, el sexo, la comida y el mar mandan.

Parece increíble que los poderosos con sus portaviones, los sicarios que merodean, las campañas de televisión masiva tienen miedo y odio a los más pequeños y más persistentes pueblos luchadores, pero así justamente es.

Hoy, mientras las palabras se nos vuelven polvo entre los cuerpos de niñas y niños asesinados en Palestina por el criminal gobierno de Israel, y los ojos se llenan de sal y rabia, abrazamos a Miriam, nuestra hermana guerrera, pensadora, lúcida caminante que nos hace posible la vida y la fuerza para levantarnos, una vez, y otra, y otra.

Melissa Cardoza

Escritora, activista feminista integrante de la Red Nacional de Defensoras de Derechos Humanos en Honduras y la Asamblea de Mujeres Luchadoras de Honduras.

Dejar una Respuesta

Otras columnas