Tormentas y esperanzas

Eduardo J. Almeida

El agua, un Tesla, TOI-700 E y cuando un planeta se vuelve desechable

TOI-700 E es un planeta ubicado a 100 años luz de distancia, ha sido identificado como potencialmente habitable. La presencia de agua líquida en su superficie ha generado entusiasmo en los entornos científicos y en más de un video en internet. En contraste, otro grupo de científicos que conforma el Grupo Intergubemamental de Expertos sobre el Cambio Climático tras casi una década de trabajo y con 10 mil páginas con el membrete de la ONU dan datos que presentan “áreas de oportunidad”, como se le dice por ahí a estar jodido, y que alertan una vez más sobre el aumento de la temperatura planetaria producto principalmente de la actividad industrial y extractivista. Si se le ve desde arriba, hay esperanza para que la humanidad sobreviva en otro sistema estelar; si se mira desde abajo, no queda más que resistir y rebelarse ante quienes hacen de la destrucción del planeta su negocio.

Más del 80% del agua dulce consumida a nivel global es utilizada en la agricultura y la industria, y al menos 2 mil millones de personas viven en países que experimentan un estrés hídrico alto. En México se trastocan ecosistemas completos, incluidas las comunidades humanas que son parte de ellos, para favorecer megaproyectos de monocultivo y ganadería. Las industrias de embotellamiento de agua, de producción automotriz, la minería, el fracking y la extracción de petróleo y gas han significado el desperdicio y envenenamiento de millones de litros de agua durante décadas.

Ahora, a diferencia de los sexenios anteriores, pero exactamente igual, se invita al desastre vestido de inversión a poner una gigaplanta automotriz en uno de los estados con más problemas de suministro de agua, Tesla en Nuevo León. La misma planta que en Berlín y Austin tuvo una dura oposición por el riesgo de desabasto de agua, en México fue aceptada con ciegos aplausos por parte del gobierno de López Obrador y de sus admiradores, y con avariciosa envidia de sus opositores que hubieran querido que esa bestialidad pudiera aparecer en sus currículos.

Lo peor no es sólo la planta automotriz sino aquello que hace tan “especiales” a los tales coches Tesla, sus baterías eléctricas de litio. Ya Elon Musk había aplaudido el golpe de estado en Bolivia, pues le daba campo abierto para obtener su codiciado litio; en México sin necesidad de un golpe de estado de las élites de oposición , Musk tendrá todo el litio que necesite.

De acuerdo con datos del Congreso Nacional Indígena, por lo menos 80 comunidades están en riesgo por proyectos extractivos vinculados al litio, 15 de ellas en la región de la Mixteca. Es una zona rica en suelos salinos y mantos acuíferos subterráneos, con superficies secas y calurosas que favorecen la minería de litio y sus brutales métodos de evaporación de agua que generarán trastornos a los ciclos vitales de la región durante décadas.

Mientras en las calles y plazas, materiales y electrónicas, aparece un enorme letrero que dice #NoEsSequíaEsSaqueo, la ONU hará otra cumbre, ahora sobre el agua, para ver si logran convencer a los grandes ecocidas de que cuidar el agua puede ser un buen negocio, en dinero o en votos según sea el caso, y seguramente llegarán a brillantes conclusiones como esas de “destruye al planeta, pero poquito a poco y planta unos arbolitos para que no se vea feo el hueco”. Bueno, y en México ni eso, el agua será aquello que ponen en botellas de Bonafont sobre las mesas en las que discuten quién será el producto electoral, digo, candidato más vendible en tal o cual marca, perdón, quise decir partido político, para poder asegurar el asiento desde el que se decidan los siguientes ecocidios, me disculpo nuevamente, quise decir proyectos de inversión y desarrollo.

Pero ya sabemos que de por sí mirar hacia abajo no es algo que interese al poder ni a los poderosos. A veces voltean para ver si alguien por ahí les puede conseguir votos en masa o para ver si hay algún mineral novedoso que vaya a cotizar a buen precio en el mercado financiero, pero eso sí, nunca escuchan al abajo, ni siquiera cuando la advertencia es de vida o muerte.


Allá, muy lejos, donde como dijera el Subcomandante Marcos, el planeta se ve color verde dólar, un puñado de personas con apellidos como Musk, Bezos y su club de amigos y celestinos gubernamentales convierten la supervivencia post-apocalíptica y la terraformación de otros planetas en la nueva carrera y moda entre billonarios, cohetes espaciales y búnkers de superlujo son el nuevo accesorio VIP. Mientras tanto, el resto de la población del planeta trata de encontrar la forma de sobrevivir a la sed sin mañana y al desastre que le ha sido impuesto desde arriba y que se le cobra como si fuera su culpa. El descubrimiento de agua en otros planetas pareciera que permite pensar allá arriba que éste, la Tierra con su crisis climática y ambiental, es ahora un planeta desechable.

En estos días en los que el agua toca el calendario, y antes de que todo se envenene de procesos electorales, es un buen momento para mirar y escuchar las resistencias que han sido capaces de evitar la des-terraformación de éste planeta y que a 100 años luz de TOI-700 E, en el abajo olvidado del planeta Tierra, el agua que fluye va cargada de la única propiedad de la materia que puede salvarnos del colapso, la rebeldía.

Tamara San Miguel y Eduardo J. Almeida

Tamara San Miguel y Eduardo J. Almeida tratan de acompañar y tejer caminos entre luchas. Son integrantes del Nodo de Derechos Humanos, del proyecto Etćetera Errante y Adherentes a la Sexta Delcaración de la Selva Lacandona.

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