Tormentas y esperanzas

Eduardo J. Almeida

El capitalismo basura y los pueblos en resistencia

Un basurero, como el que está dañando a los pueblos cholultecas en el centro de México, es la metáfora perfecta de las relaciones capitalistas y coloniales, así como la lucha de la Unión de Pueblos y Fraccionamientos contra el Basurero y en Defensa del Agua es una viva metáfora de la urgencia de resistencias dignas en contra del colapso planetario.

Hace algunos años, en unas tierras que también pertenecían a las comunidades cholultecas un gobierno presuntamente modernizador a base de engaños y represiones las expropió para crear la presunta reserva ecológica Atlixcayotl, sin embargo eso se convirtió en la zona Angelópolis donde ahora hay infinidad de comercios de lujo, hoteles, restaurantes y centros comerciales a los que acuden masivamente a consumir quienes residen en los fraccionamientos de clase media, de lujo y de recontra-lujo de la ciudad. Son lugares muy limpios, tanto que hasta podrían lavar dinero, organizados, bueno, tanto como la especulación inmobiliaria permite, inmunes aparentemente al deshecho y en los que la basura parece no existir. Esa aséptica belleza superficial que los hace tan atractivos y que lleva reemplazar al espacio público por el espacio de consumo como entorno de convivencia y reproducción cultural también oculta que son una incontenible fábrica de basura, tanto material como simbólica.

¿Qué pasa con toda la basura? Desaparece gracias a la magia de una sociedad regida por jerarquías de casta y de clase. Los felices habitantes angelopolitanos y de los espacios urbanos de las cholulas no tendrán que preocuparse de las consecuencias de su consumo ni de responsabilizarse de sus deshechos porque para eso existen esas tierras en las que sólo hay indígenas y pobres, es decir las poblaciones que para una sociedad así también son deshechables. Si se enferman por la contaminación del agua y el aire, o si sus tierras agrícolas dejan de producir por la contaminación del suelo, no importa o ya se pensará en algún programa social para apaciguar el descontento y ocultar la tragedia.

Pero la cosa no queda ahí, porque la innovación y el emprendedurismo del capitalismo abren un área de oportunidad en el ecocidio. La basura es un gran negocio, lo es no solo porque la producción de basura bajo las lógicas compulsivas de consumo es constante o por los jugosos contratos gubernamentales bajo los cuales operan, sino porque además es un negocio que, como la basura, nadie quiere ver pero del que toda ciudad depende. Si a eso le agregamos negligencia y corrupción, dos de los pilares de la administración pública mexicana, entonces las revisiones ambientales son deficientes o falsas y sus daños permanecen ocultos hasta que son tan extensos que son inocultable y en muchas ocasiones irreversibles.

Una de esas empresas de rellenos sanitarios, como le llaman eufemísticamente a los basureros masivos, es PRO-FAJ Hidro Limpieza S.A. de C.V. que además de en Puebla opera en el Estado de México y en Hidalgo. En los bordes de la Ciudad de México, su relleno sanitario en Tepatlaxco, Naucalpan fue clausurado definitivamente tras una explosión de metano en julio de 2023 que provocó la muerte de dos personas y el deslizamiento de 7 millones de toneladas de basura y una segunda explosión en agosto del mismo año, eso además de un largo historial de irregularidades y deficiencias en el cumplimiento de la NOM-083 y de que sus lixiviados contaminaban el agua de la Presa Madín. En enero de 2024, esa empresa, con esos antecedentes, logró un contrato por ocho meses con el ayuntamiento de Pachuca por el que recibirá 42 millones de pesos.

Esa es la misma empresa que desde 2015 recibió del Congreso de Puebla una concesión por 30 años para un Relleno Sanitario Intermunicipal en la carretera Cholula-Calpan, junto a la reserva ecológica del Cerro Zapotecas, y que en 2018 invadiría terrenos de cultivo para ampliarse y afectando a muchos terrenos más al no compactar ni procesar adecuadamente los deshechos. Esa empresa y sus redes de relación e intereses con políticos y empresarios es contra lo que lucha la Unión de Pueblos y Fraccionamientos contra el Basurero y en Defensa del Agua con el apoyo de los Pueblos Unidos de la Región Cholulteca que lograron detener el saqueo de agua que cometía Danone.

Pero los pueblos cholultecas no sólo se tienen que enfrentar a esa red criminal, también a los gobiernos que los presionan y hostigan con policías, a la instituciones ambientales que los ignoran y desprecian, a las mentiras disfrazadas de ordenamientos ecológicos que no sólo no detienen esos crímenes, sino que se vuelven parte de su encubrimiento y legitimación. En ese contexto, que la Procuraduría Federal de Protección al Ambiente hiciera una “clausura temporal” del basurero en abril huele a ídem. Si algo hemos aprendido de las formas de gobernar y gestionar los conflictos de los malos gobiernos en México es que nunca faltan las estrategias que parecen reconocer daños y derechos, pero que en realidad apuntan a la desarticulación y el desgaste de las resistencias.

La lucha contra un basurero puede parecer un asunto local, una lucha minúscula, sin embargo es de una trascendencia enorme, es una lucha contra un crimen que se está cometiendo en contra de todas y todos. Ese basurero criminal destroza el equilibrio socio-ambiental de toda esa región, afecta cultivos con lo que daña a comunidades enteras que dependen de la agricultura, atrae insectos y animales que trastornan a la flora y fauna local, y emite por el suelo, el agua y el aire sustancias tóxicas que enferman a esas comunidades y a muchas más en la región. Ese basurero criminal contamina el agua del subsuelo que fluye por toda la cuenca, enferma el sistema circulatorio del planeta y eso nos afecta a todos. Detener ese basurero y otros crímenes similares es una lucha urgente, una que están peleando aquellos que reciben como recompensa el desprecio y la hostilidad de una sociedad suicida acostumbrada a adular a criminales y a idolatrar a sus verdugos.

Tamara San Miguel y Eduardo J. Almeida

Tamara San Miguel y Eduardo J. Almeida tratan de acompañar y tejer caminos entre luchas. Son integrantes del Nodo de Derechos Humanos, del proyecto Etćetera Errante y Adherentes a la Sexta Delcaración de la Selva Lacandona.

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