Tormentas y esperanzas

Eduardo J. Almeida

Vota, calla y no te organices

“Vota para elegir a quien mejor te represente”, dice el optimismo electoral mexicano acompañado de un jingle pegajoso. Justo detrás llegan cumbiones, raggetones o cualquier género musical que pueda hacer que una momia o un dinosaurio parezcan divertidos y festivos. En medio de eso se intercalan promesas sin memoria, certezas sin realidad, cariños rellenos de desprecio e insultos disfrazados de crítica. Al centro de ese espectáculo las y los candidatos, a lo que sea, da igual, lo único que se sabe es que son caras sonrientes en un cartel. Alrededor, un conjunto de patiños con actos complementarios, escenificados como expresiones de profunda preocupación por el porvenir nacional, pero impulsados por la posibilidad de obtener negocios, prevendas, condonaciones o cualquier cosa que se pueda obtener en un Estado donde la relaciones de poder no parten de derechos sino de favores. Así el escenario.

Luego, una mañana el presidente López Obrador habla de la multimillonaria deuda fiscal de Ricardo Salinas Pliego, uno de los empresarios más beneficiados por su gobierno. Siguiendo la agenda mediática que impone el presidente y acostumbrado al grotesco espectáculo televisivo, Salinas Pliego responde atacando al presidente y a su candidata, y trata de impulsar a Bertha “la chicluda” Gálvez con el apoyo de la versión más joven y liberal de lo más rancio y fascista de la aristocracia española. No te organicesLópez Obrador aprovecha el pase y capitaliza el sufrimiento colonial para tratar de convertirlo en un resentimiento nacionalista y ciego que asegure la sucesión a Claudia Sheinbaum “la de AMLO”, como dicen algunas bardas que no logran ocultar el profundo machismo de la clase política.

En ese espectáculo el absurdo se desata e invade la narrativa política. Los pueblos indígenas, su historia y su resistencia viva se convierten en un bastón de mando de utilería con el que López Obrador hereda a Sheinbaum la responsabilidad de seguir devastando territorios y comunidades indígenas con proyectos como el Tren Maya, el Corredor Interoceánico o el Proyecto Integral Morelos, para seguir dejando que paramilitares asedien a comunidades en Chiapas o Michoacán. En la otra esquina se convierte en un hupil que rodea el cuello de Bertha Gálvez, a la que publicitan como Xóchitl, para utilizar la legitimidad de los pueblos originarios como un arma electoral en favor de las élites más racistas, para quienes los indígenas son estorbos que les complican el acceso a recursos naturales con los que pueden hacer todavía más ofensiva su riqueza.

Algunos gritan con alarma el gran peligro de que “México sea como Cuba” y fomentan la aspiración a ser Miami (porque al parecer eso es digno de aspiración), cuando estamos más cerca de acabar como Haití. Otros seguirán prometiendo la prosperidad de la transformación, aunque a cambio exijan la obediencia ciega y promuevan la criminalización de la crítica. 

Todo eso para que gane la elección de éste año una mujer que representa la continuidad progresista de un sistema caciquil, violento, racista y ecocida, o para que gane otra mujer que representa la continuidad neoliberal de un sistema caciquil, violento, racista y ecocida. Por si fuera poco, a los que llevamos el mote nominal de ciudadanía nos exigen cruelmente elegir optimistamente quién de ellas “nos representa” o, en su versión pesimista, a “la menos peor”. ¿Cuál partido o candidata es e ntonces la buena? La respuesta se la dejamos a las nauseas.

Mejor veamos más abajo, ahí donde están las noticias menos importantes, abajo de las importantes historias de los chicles de Gálvez, los clubes de golf de Salinas Pliego o los paseos de López Obrador en tren, ahí en donde está la realidad. Tratemos de imaginar que el mundo ha existido antes de los últimos seis años y de ver con honestidad éstos últimos seis años. No para votar por alguien, en contra de alguien o por nadie, sino para hacer algo mucho más importante, pensar qué vamos a tener que hacer cuando con melodramáticas lágrimas y aplausos se cierre el telón electoral y las promesas se vuelvan mentiras, las aspiraciones se transformen en deudas, cuando queden atrás los carteles y sigan ahí los cárteles.

Tendremos que hacer algo en ese tiempo en que la sequía siga azotando la mayor parte del país, en buena medida debido al brutal extractivismo industrial, o cuando pasemos de los incendios a las inundaciones. Cuando las desaparecidas y desaparecidos sigan siendo cifras en ascenso y no personas que deben regresar vivas. Cuando los militares sigan impunes en las calles, agrediendo en lugar de defender, velando por la seguridad, pero de sus negocios o los de sus socios. Cuando la corrupción y el crimen organizado sigan siendo funcionales para las grandes empresas transnacionales, mientras los gobiernos de sus países de origen sigan expresando su “profunda preocupación”. Cuando los caciques locales dejen de repartir las despensas de sus patrones políticos y vuelvan a despojar, agredir y matar en favor de sus patrones económicos.

¿Qué hacemos entonces? ¿Quién nos va a decir cuál es el programa político, el plan económico o estrategia de seguridad que lo resolverá todo? Nadie, todas y todos.

El EZLN, siempre en resistencia y rebeldía, que insiste en la organización y la autonomía como forma de caminar dice al final de su comunicado “Vigésima y Última Parte: El Común y la No Propiedad”:

“¿Qué sigue después? Bueno, cada quien va construyendo su idea, su pensamiento, su plan de qué es mejor. Y cada quien tal vez tiene un pensamiento diferente y un modo distinto. Y eso hay que respetar. Porque es en la práctica organizada donde cada quien ve qué sí resulta y qué no. O sea que no hay recetas o manuales, porque lo que sirve para uno, tal vez no sirve para otro. El “común” mundial es la compartición de historias, de conocimientos, de luchas. O sea que, como quien dice, sigue el viaje por la vida. Por la lucha, pues.”

Tamara San Miguel y Eduardo J. Almeida

Tamara San Miguel y Eduardo J. Almeida tratan de acompañar y tejer caminos entre luchas. Son integrantes del Nodo de Derechos Humanos, del proyecto Etćetera Errante y Adherentes a la Sexta Delcaración de la Selva Lacandona.

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