Romper el Cerco

Andrea Cegna

Deporte contra el racismo y la guerra

Hace unos días en Brescia, mejor en Collebeato, localidad cercana a Brescia, tuvo lugar la primera edición de «El deporte es antirracismo, antirracismo es deporte», una iniciativa que mezcla el deporte popular (principalmente el fútbol en este caso) con la pretensión de que su práctica sólo puede pasar anulando los prejuicios que surgen de las diferencias.

Cientos de personas de distintas geografías y que en estos momentos, por casualidad, se encuentran en Brescia han jugado juntas, autogestionando el arbitraje de los partidos, ayudando a limpiar el césped y vestuario al final de todo, y sobre todo estando juntas. Personas que nunca se habían visto gestionaban juntas la cocina popular y la barra con la que se financiaba la jornada. Otros y otras han jugado voleibol y baloncesto, utilizando las canchas y pelotas presentes, sin hacer torneos pero divirtiéndose y organizándose. Y finalmente estaba la música y el concierto de Slava.

Slava es un joven de Brescia, tiene nacionalidad italiana desde hace unos meses a pesar de haber llegado a esta ciudad hace muchos años, cuando tenía 10, y fue a la escuela, incluso terminando el bachillerato. Pero todo esto no fue suficiente para que haya obtenido la ciudadanía. Slava viene de Ucrania. Y en los últimos meses ha cantado y hablado de un pueblo que vive con miedo a las bombas. Slava es ruso hablante, no odia la cultura rusa y cuando ve la absurda censura que sufre la población rusa se indigna. Pero tiene muy claro que hay un pueblo agredido y un ejército invasor. Canta a la paz, y al rechazo de las armas, quizás también por su demasiado larga epopeya como migrante.

Un día sencillo que en la práctica de estar juntos ha aportado valores importantes y las bases para un mundo diferente, el de la convivencia pacífica entre personas diferentes, sin siquiera darse cuenta de que son diferentes. Pequeños rincones de mundos diferentes posibles a pesar del anómalo calor del día no podían quitar de la mente de los presentes que el planeta tierra estaba, tal vez de manera irreversible, devastado por los seres humanos. El calentamiento global no es más que uno de los síntomas de una enfermedad que el capitalismo no está interesado en curar… salvo con tristes e inútiles formas de greenwashing. ¿Cuántos días más de deporte popular podremos hacer antes de derretirnos definitivamente?

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