Pensar en voz alta la justicia y la paz

Pietro Ameglio

Cien mil desaparecidos en México: ¿desobediencia civil inmediata a la desaparición?

Es importante el primer minuto para dar con el paradero de una persona, hace la diferencia entre la vida y la muerte” (Javier Espinoza, VI Brigada Nacional de Búsqueda de Desaparecidos en Morelos, octubre 2021)

El 10 de mayo, día de las Madres, es también en nuestro país desde el 2011 el día en que las calles de múltiples ciudades en todos los Estados se ven llenas de familiares de desaparecidos (en su gran mayoría mujeres) y asesinados, que protestan y recuerdan con enorme dignidad a sus seres más queridos, bajo innumerables consignas de “¡Hasta encontrarles!”. En México, las autoridades reconocen oficialmente ya casi 100 mil personas desaparecidas (5 mil menores sólo en 2021 con 2/3 de mujeres, según la Redim).

Además, el propio subsecretario de DDHH Alejandro Encinas, en la creación del Centro Nacional de Identificación Forense, reconocía hace un mes -según las investigaciones de organizaciones de migrantes y desaparecidos- que “existen en el país poco más de 52 mil cuerpos sin identificar”,

El Comité de Desaparición Forzada de la ONU, realizó una visita al país en octubre pasado, y presentó su Informe en abril, destacando que “los responsables del crecimiento de las desapariciones en México son los servidores públicos, tanto del ámbito federal, estatal y municipal, como el crimen organizado al que considera perpetrador central de las desapariciones…La mayoría de las desapariciones son hombres de 15 a 40 años, aunque se advierte que las cifras oficiales reportan una creciente tendencia a la desaparición de niñas y niños a partir de los 12 años…se trataría de desapariciones que tendrían como objeto ocultar la violencia sexual, el feminicidio, la trata y la explotación sexual”. Ante todo ello, el Comité “urge al Estado a la adopción e implementación de una política nacional de prevención y erradicación de las desapariciones” (ONU-Noticias).

Por otro lado, el 16 de abril falleció a los 95 años la madre de todas las buscadoras de desaparecidos de México, doña Rosario Ibarra de Piedra, quien nunca dejó de buscar a su hijo Jesús -integrante de una Liga comunista- desde que fue desaparecido por el ejército y la policía en el Campo Militar n° 1. En 1977 fundó con gran riesgo el Comité ¡Eureka! (Pro Defensa de Presos, Perseguidos, Desaparecidos y Exiliados Políticos) junto a madres de otros desaparecidos mexicanos, que no ha dejado de luchar hasta ahora, bajo múltiples formas de resistencia civil y política, destacando la primera huelga de hambre pública que hicieron el 28 de agosto de 1978 en la catedral metropolitana. Se trató de una acción profundamente emblemática, valiente y ejemplar para las posteriores luchas similares de familiares latinoamericanos y actualmente de las madres mexicanas. Siempre fue un privilegio compartir con ella espacios de gran aprendizaje y organización de lucha social, y además tuvo permanentes reconocimientos nacionales e internacionales de todo tipo -así como nominaciones al Nóbel de la paz-, constituyéndose -creemos- junto al sub Marcos y a López Obrador en una de las tres mayores figuras públicas políticas y masivas de fuerza moral nacional, a las cuales las fuerzas más oscuras del poder y la corrupción permanentemente han atacado moral y materialmente, sin lograr despojarlas de esa gran credibilidad social en el país.

1-¿Están aumentando las formas de la lucha por los desaparecidos en México?

Si realizamos un análisis de los tipos de lucha social de resistencia civil noviolenta que estas familiares -y sus muchos aliados-, máximas constructoras de paz en México hoy, han estado implementando, veremos que la variedad, riqueza, creatividad, autonomía y determinación moral han sido enormes en todos los terrenos posibles: desde la búsqueda en vida, en forenses y en fosas clandestinas hasta todo tipo de acciones legales, políticas y forenses; desde las múltiples movilizaciones y actos simbólicos en espacios públicos hasta denuncias, foros, acciones psicosociales de empoderamiento como sujetos de verdad y justicia social, etc. etc. Todas acciones ejemplares y muy valientes. En la lucha o conflictividad social existe una relación -no mecánica- que debe considerar la proporcionalidad e intensidad respecto a las acciones del adversario como una variable central de fuerza material y moral, si la relación -observada desde varios ángulos y no sólo como la simple suma de cuerpos- de fuerzas y la estrategia lo permiten. El Movimiento por la Paz con Justicia y Dignidad -por muchas razones- no pudo enfrentar este desafío y quedó anclado en las movilizaciones de masas, diálogos con las autoridades y elaboración de leyes y figuras institucionales, sin pasar a la no-cooperación y desobediencia civil, indispensables para presionar realmente a los poderes legales e ilegales.

Esta “vuelta de tuerca” táctica y estratégica -toma de conciencia de la lucha y su dinámica- es, en parte, lo que ha estado sucediendo en México en los últimos años cuando las familiares de desaparecidos decidieron comenzar ellas mismas las búsquedas en vida y fosas clandestinas de sus seres queridos, al tomar plena conciencia que era inútil y de una gran frustración y revictimización el estar esperando que las autoridades -en todos sus niveles- fueran a realizar sus obligaciones de búsqueda, identificación y justicia. Esas acciones, que hoy se repiten cada día en todos los Estados del país, y que además ya se hacen en redes colectivas como Brigadas Nacionales y no sólo locales o regionales, corresponden a lo que en la resistencia civil noviolenta se conoce como no-cooperación: sin violar una ley se asume en forma autónoma y organizada lo que los poderes no cumplen, y se le retiran las fuentes de poder que refuerzan en ellos la impunidad y falta de acciones requeridas. Si observamos este proceso de las Brigadas de Búsqueda, veremos asimismo que desde la enorme fuerza y determinación de la no-cooperación se ha logrado forzar en muchas ocasiones a que el Estado cumpla con algunas de sus obligaciones, y entonces se han construido acciones de búsqueda e identificación con características de co-operación -en algunos planos- con las autoridades, en algo que potencia a la tarea y a los actores involucrados.

La no-cooperación, sin duda, es un nivel de acción de resistencia civil muy proporcional al de la brutal violencia de la desaparición y el asesinato que existe en el país, pero a veces no es del todo suficiente, por la inmensa magnitud de la violencia, y la complicidad o ineptitud de muchas autoridades. Y lo principal: ante el infinito dolor de las familias atravesadas por tan gigantesca inhumanidad, cuyas vivencias se convierten -en el mejor de los casos- en sobre-vivencias. La mayor escala en las acciones de resistencia civil noviolenta corresponde a la desobediencia civil, donde -como decía Gandhi- se coloca a la conciencia por encima de la ley y se convierte en un deber moral desobedecer una ley o acción del poder que obstaculiza la verdad y la justicia. En México, América Latina y el mundo, afortunadamente, existe una larga tradición al respecto, en lo que ha sido uno de los motores más importantes del avance de nuestra especie en su largo proceso de humanización cultural y social.

La actual desesperación, hartazgo, magnitud del problema en su crecimiento diario, más la experiencia acumulada de luchas sociales nacionales, junto al dolor incontrolable que se multiplica geométricamente a diario, han construido en estos días una serie de acciones masivas de desobediencia civil respecto a los desaparecidos, por distintos lugares del país. No sabemos -porque aún es muy pronto- si será un cambio de intensidad y calidad en las estrategias y formas de esta lucha pero, sin duda, nos lleva a nuevas reflexiones y cuestionamientos acerca de cómo lograr que aparezcan los desaparecidos con vida lo más rápidamente posible; y cómo obtener avances en la verdad, justicia, reparación, no repetición y memoria también en el menor plazo posible. Todos sabemos que la variable temporal es decisiva en la desaparición de las personas y en la aparición con vida, además en el proceso de dolor familiar, por eso el recurrir a la desobediencia civil masiva inmediata a la acción de desaparición se convierte en una acción proporcional fundamental y estratégica de la resistencia civil.

Estas acciones pueden también reflejar que una porción de la sociedad -sobre todo de víctimas directas de la violencia- ha decidido enfrentar el tan peligroso corrimiento de la “frontera moral” nacional, en cuanto a la normalización y abatimiento cada vez más laxo en su aceptación del grado de inhumanidad a tolerar socialmente. Así, además de una acción de desobediencia civil para que aparezcan inmediatamente los desaparecidos, es un “¡Ya basta”! a la inacción o complicidad de las autoridades involucradas.

2- La desobediencia civil: bloqueos carreteros inmediatos

La tradición y experiencia social mexicana tiene una fuerte tendencia hacia los bloqueos de calles, caminos y carreteras estratégicas y muy transitadas, como formas de desobediencia civil que inciden rápidamente en las autoridades y la opinión pública. En el caso de los desaparecidos refuerza esta táctica el hecho que se trata de una causa con total aceptación y sensibilidad social, lo que le otorga una legitimidad y fuerza moral muy difícil de enfrentar por las autoridades y la población civil afectada, más que “resolviendo el conflicto” con la verdad -en principio- y si sigue la presión social y mediática tal vez con algo de justicia después.

La primera acción que nos alertó acerca de esta reflexión -o creciente toma de conciencia social acerca del tipo de lucha contra las desapariciones- fue cuando los pobladores de Huitzilac (Morelos) bloquearon todo el 18 de marzo la autopista México-Cuernavaca demandando la aparición con vida de tres jóvenes del poblado desaparecidos ese día, supuestamente por la Guardia Nacional -que dijo luego haberlos entregado a un grupo de pobladores-. Al otro día fue encontrado con vida uno de los jóvenes, y los otros dos aparecieron muy pocos días después asesinados, con la intervención de la Fiscalía capitalina, que realizó arrestos.

Posteriormente, el 5 de abril la madre y familiares con vecinos de Hugo Carbajal bloquearon y paralizaron durante todo un día una de las principales arterias de la Cd. de México como es Perinorte -a la altura del Parque Naucalli-, exigiendo el esclarecimiento y justicia del asesinato del joven de 15 años en una fiesta en un salón de la zona; con el apoyo e intervención del gobierno federal el asesino se entregó al otro día.

Un día después, el 6 de abril, Victoria Guadalupe, una niña de 6 años, fue desaparecida al ir a una papelería en su condominio en Querétaro. Al otro día vecinos y familiares bloquearon la carretera estatal de la zona, exigiendo a la Fiscalía estatal la inmediata aparición. Fue localizada el 8 de abril asesinada muy cerca de donde desapareció, y se arrestó al culpable.

Debanhi Escobar, una joven de 18 años, desapareció en Monterrey el 9 de abril al borde de la carretera hacia Nuevo Laredo al regresar de una fiesta, y su cuerpo sin vida fue hallado el 21 de abril. Una parte muy importante de la sociedad local y nacional, se movilizaron inmediatamente bloqueando entradas de la Fiscalía y calles, en la búsqueda y exigencia de justicia por varias características ejemplificantes y sensibles del suceso. Como respuesta hubo enseguida gran movilización de los medios y los gobiernos estatal y federal. En una movilización masiva del 10 de abril en Monterrey, por las 1800 mujeres desaparecidas en Nuevo León, activistas feministas quemaron las puertas de la Fiscalía general de Justicia estatal, al serles negada la posibilidad de entrar, en una acción de desobediencia civil del tipo del sabotaje. En los primeros días de esas acciones, por la gran presión social, fueron encontradas otras 5 mujeres desaparecidas, 3 de ellas con vida.

El pasado 4 de mayo en el poblado de San Miguel Topilejo (Ciudad de México) se intentó linchar o golpear a dos presuntos delincuentes; la policía fue atacada, detuvo a 8 personas locales y arrestó a los dos delincuentes. Los pobladores bloquearon por más de 10 horas la carretera México-Cuernavaca, hasta que la Fiscalía capitalina liberó a los 8 pobladores, abriéndoles una carpeta de investigación.

Finalmente, al otro día -5 de mayo- habitantes de Ixtapaluca (Estado de México) bloquearon por 16 horas la autopista México-Puebla para exigir a las autoridades la localización de Eduard de Jesús Nuevo, niño de 9 años desaparecido el mismo día cuando iba a una tienda. El niño fue localizado vivo al mediodía del día siguiente por la Guardia Nacional en un coche que iba al vecino Estado de Hidalgo, y se arrestó al conductor.

El mismo día -en paralelo- también en el Estado de México pero al otro extremo, en la autopista México-Toluca, 70 familiares de desaparecidos la bloquearon 8 horas exigiendo la presencia y negociación de sus casos con la Fiscalía Estatal, que finalmente los recibió.

¿Qué características comunes tuvieron estas acciones de resistencia civil ante las desapariciones? Más allá de cómo aparecieron los cuerpos de las víctimas (se salvaron vidas o se supo la verdad): existió desobediencia civil encabezada por los familiares y aliados de la población local afectada, las causas fueron totalmente legítimas social y mediáticamente, la presión social y política fue inmediata al hecho de la desaparición (¡muy importante en todo sentido!), la investigación y logística positiva de autoridades federales y estatales también fue inmediata.

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