Historias de vida en las luchas de México

Ayotzinapa, una década de crimen e impunidad

Hace diez años escuchábamos sobre la detención de estudiantes de la normal rural de Ayotzinapa. La información era vaga, pero desde su detención, se habló de una desaparición. Después de ser perseguidos, reprimidos y detenido por policías municipales de Iguala, comenzó la pregunta: ¿Dónde están los estudiantes? Desde esa noche, aún no se da una respuesta sobre su paradero. Las desapariciones, los levantones, ya eran comunes en México, pero en aquella noche del 26 de septiembre de 2014, militares, policías uniformados, fueron quienes tomaron y también quienes subieron en vehículos oficiales en calidad de detenidos a los estudiantes. Y ahí, tomados por el ESTADO, comenzó la búsqueda y denuncia por la desaparición forzada de los 43 estudiantes de la normal de Ayotzinapa.

Quisieron enterrarnos, sin saber que somos semilla

Ante el crimen y cinismo del Estado, la desaparición de los estudiantes provocó una profunda indignación en la sociedad mexicana. Los padres de los normalistas, sus maestros, sus compañeros y los sobrevivientes de la noche del 26 de septiembre comenzaron a movilizar a un país que por décadas ha sido golpeado y sometido por el terror y la violencia del Estado. Las marchas y actividades que exigían la aparición de los estudiantes cobró fuerza en todos los estados de México, en miles de rincones del país y del mundo.

Todxs somxs Ayotzinapa

Aunque el Estado rápidamente comenzó a fabricar historias delictivas donde buscaban relacionar su desaparición por presuntos vínculos con el crimen organizado, la sociedad civil se centró en la exigencia de su aparición. De muchas formas, todxs estábamos siendo violentados, nuestra historia estaba y sigue estando con estos jóvenes. Vivimos en impunidad por los gobiernos, con miedo por el narco estado mexicano, por lo que sabemos, sentimos la lucha y el dolor de Ayotzinapa.

¡Vivos se los llevaron, vivos los queremos!

Foros, marchas, encuentros, comparticiones, etcétera, se realizaban conforme iba avanzando el recorrido de los padres, maestros, estudiantes y sobrevivientes de Ayotzinapa en todo el país. Desde mi participación en estos espacios de denuncia y exigencia colectiva, nunca había experimentado un dolor tan profundo, era y sigue siendo inevitable no quebrarse al escuchar el horror que vivieron los estudiantes aquel 26 de septiembre y el calvario que siguen sufriendo las familias y amigos de los normalistas. En 2015 asistí en un auditorio enorme y lleno en la ciudad de Guadalajara, para escuchar la palabra de las madres, padres y estudiantes de Ayotzinapa, y simplemente todos los que estábamos ahí, lloramos junto ellxs. La conclusión era simple: ¡porque vivos se los llevaron, vivos los queremos! Después de comprender y sentir lo ocurrido, lo único que debe de importarnos es la verdad y justicia sobre la desaparición forzada de los estudiantes.

El cinismo de la clase política y la construcción de su “verdad histórica” de los hechos

Así como los escritores de ciencia ficción relatan sus historias, la clase política quiso terminar toda investigación y búsqueda sobre el paradero de los normalistas, pero lo que en verdad mostraron fue el desprecio profundo que le tienen a la vida de los 43 estudiantes y de sus familias. Las madres y padres de los 43 estudiantes, en lugar de aceptar los resultados del Estado, comenzaron a recorrer el país y el mundo, para iniciar y buscar por ellos mismos a sus hijos. Ayotzinapa no solo es rebeldía, es también, dignidad.

Un país de fosas

Cuando llegaban a un nuevo lugar, la gente local que los recibía les decía que ellos también tenían a familiares desaparecidos y que el Estado simplemente no hacia ninguna búsqueda. Ayotzinapa, ha revelado como el territorio mexicano está lleno de fosas clandestinas, fosas llenas de cadáveres, de hombres y mujeres sin nombres. Ayotzinapa hizo visible la terrible realidad que viven miles de familias en México, y que han pasado años y años, en la búsqueda de sus familiares. A esos cientos de miles de desaparecidos en México, se les desprecia, y aun cuando les han quitado su vida, se les sigue violentando a sus cuerpos, pues los sepultan para que no sean localizados por sus familias. Su vida, su cuerpo no importa, no vale, no significa nada, y ahí, es donde vemos la profundidad del desprecio hacia sus vidas, hacia nuestras vidas. En la lucha de Ayotzinapa, no solo se busca la justicia para los 43 normalistas, es también, para los cientos de miles de desaparecidos en México.

Una década de crimen e impunidad

Muchas veces me pregunto de dónde sacamos fuerza para no rendirnos, quiero decir, que vivimos un momento desalentador, donde las condiciones de vida son cada vez más crueles. La muerte, la guerra, el control, el miedo nos invade, en nuestros territorios, en nuestros cuerpos, y verdaderamente, es muy fácil rendirse. Pero también hemos visto como este control absoluto, es el que nos impulsa a buscar otras tantas posibilidades, pues también sabemos que ya no tenemos nada que perder.

A las madres y padres de los normalistas de Ayotzinapa, debemos seguir cobijándolos, porque la verdad y la justicia sobre el paradero de sus hijos aún no ha llegado. Y si ellos que sufren la ausencia de sus hijos, aún pueden luchar, deberíamos entonces seguir sus pasos, porque en ellxs y en su caminar vemos que la dignidad, memoria y esperanza sigue viva.

Rocío Moreno

Historiadora y defensora indígena coca de Mezcala, Jalisco, interesada en mostrar cómo las historias de vida están totalmente vinculadas a los proyectos que abanderan las resistencias en México, pues ¿qué son las resistencias sin la infinidad de historias de vida que las constituyen?

Dejar una Respuesta

Otras columnas